.After the Afeterlife- Novela yaoi / homoerótica para mayores de edad.
 

Capítulo 4
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Jueves, enero 28

Bronco se movió en la cama, con la camiseta gris algo subida por el abdomen, y las sábanas apiladas a la altura de sus piernas, como si hubiera estado empujándolas mientras dormía. Respiraba pesadamente, y tenía los músculos tensos, parecía estar sufriendo una pesadilla. Gotas de sudor bañaban su nuca, a pesar de que en el cuarto, el calor no era para nada excesivo, su cabello, revuelto, también estaba húmedo.

No era tanto por lo que veía, si no por el esfuerzo que tenía que hacer, a pesar de estar inconsciente. La angustia que sentía, aunque las imágenes no se mostraban ante él como algo horrible, sino, de algún modo, consolador para quien las dibujaba. Podía percibir la tristeza de la persona que estaba trazando en un trozo de folio arrugado, aunque a la vez era algo… hastiado y hasta rabioso por momentos. No era sólo tristeza, o no al menos una tristeza sumisa. Utilizaba un lápiz mal afilado, y apretaba tanto el grafito, que por momentos se desprendía polvillo fino de la punta.

Los dedos eran delgados, y las manos delicadas, sabía que era él. Era Jiken, ¿por qué no podía alzar un poco la vista para observar su rostro? ¿Y por qué esa necesidad? Podía verlo de cualquier manera en ese estado. Lo sabía, ese “don” por así llamarlo, no era una ciencia exacta. Es más, tal vez estuviese teniendo una pesadilla simplemente. Casi estaba temblando en su necio intento por verlo, por establecer un contacto visual entre ambos, aunque careciese de sentido.

La visión se desvaneció por completo, como si hubiese tentado demasiado a la suerte con su insistencia. Se fue calmando poco a poco, cayendo de nuevo en un sueño profundo.

No fue sino hasta dos horas más tarde, cuando se movió en la cama otra vez. Se giro de lado en el colchón, y se sentó en el borde del mismo, completamente serio, como ido. No tardó mucho en levantarse y fue hasta el escritorio en la pequeña salita. Se sentó sin más, casi de forma pesada, no miraba las cosas a pesar de tener los ojos abiertos. Su mirada estaba perdida.

Arrastró un folio torpemente, tirando un montón más por el suelo. Sujetó un bolígrafo y se puso a dibujar, con movimientos que no eran suyos, muy rápidos y mecánicos. Al cabo de unos minutos, los frenéticos trazos se detuvieron y cayó de nuevo en aquel estado de sopor absoluto causado por el agotamiento tras el trance.

*****

Eran las ocho de la mañana cuando sonó el despertador, y le pareció que estaba tan lejano, que parecía estar sumido en un sueño todavía. Abrió los ojos despacio, moviéndose por costumbre para apagarlo y por poco cayéndose al suelo al percatarse de que estaba sentado en la silla, pero estaba seguro de haberse acostado la noche anterior, y además estaba en calzoncillos y camiseta, previsiblemente congelado, por haber pasado la mitad de la noche sentado en aquella silla. Apagó el monitor al darse cuenta de que estaba encendido.

—Oh… —se frotó la cara, de nuevo se había obsesionado demasiado. Y ahí estaba… haciendo lo que a aquel ente le parecía.

Al bajar la mano descubrió los folios dibujados. Era un solo dibujo, pero repartido en varias hojas, tal y cómo habían caído en la mesa. Había algunos por el suelo también.

No reconoció lo que había allí plasmado, hasta unos segundos después, era lo que Jiken dibujaba en su sueño. ¿Así que, no había sido un sueño entonces?

Adelantó una mano para tocarlos, pero finalmente no lo hizo, por no estropear la composición de folios, que de haberlos movido habrían estragado el dibujo.

—Dios… —de pronto se percató de que la palabra “ayuda” estaba escrita por encima del dibujo, atravesando algunas hojas incluso.

Se levantó y fue a por una pequeña cámara digital que tenía, tomó varias fotografías y se sentó en el escritorio, encendiendo de nuevo el monitor para sacar las fotos y ver si habían salido lo suficientemente bien. Movió un poco la cabeza al notar lo que había en la pantalla.

Estaba abierto un explorador, y en el mismo, el email de la revista a su nombre. La clave no había sido introducida. Lo hizo enseguida, por instinto.

Sólo tuvo que esperar unos segundos para ver que había un email en la bandeja, el mismo era de Steiner, y devoró lo que le contaba sobre sus descubrimientos acerca de Jiken, en unos pocos minutos.

Abrió el adjunto y observó la foto de carnet, tomada de nuevo con el móvil de Steiner para enviársela.

Se quedó mirándola fijamente, la amplió hasta que ocupó gran parte de su pantalla. Lo miró a los ojos. Sí que eran azules, azul celeste. Sonrió con tristeza.

—Te ayudaré, te lo prometo… —le dijo a la fotografía, echándose contra el respaldo sin poder dejar de mirarlo —, pero no vuelvas a dejarme en calzoncillos en la salita —murmuró luego cogiendo un cigarro mientras reunía energía para ir a ducharse y tomar un café.

*****

Lowe bostezaba mientras caminaba por los pasillos de la universidad. Tampoco había ido a correr esa mañana, se había quedado durmiendo en el sofá en vez de eso y seguía teniendo sueño, pero le había dicho a ese periodista que hablaría con el doctor Crawford y no le gustaba faltar a su palabra. Además, si era cierto que querían ayudar a Jiken, no podía hacerlo.

Se detuvo frente a la puerta, alzando la mano y titubeando como siempre, aunque esta vez estaba aun más nervioso por el hecho de tener que pedirle un favor. De todas maneras ya sabía lo que pensaba respecto a lo del suicidio.

Se quedó allí congelado con la mano en el aire, vigilando de soslayo a un chico que pasaba, como advirtiéndole que no se le ocurriera mirarlo, y se esperó a que hubo doblado la esquina para llamar a la puerta por fin.

—Pase, no estoy ocupado —se extrañó ya que no tenía ninguna cita en ese momento, pero la verdad es que atendía a los estudiantes en cualquier momento. Dejó el periódico a un lado y esperó a que la puerta se abriese, sentado tras su escritorio —. Lowe… —se levantó despacio —siéntate.

—Hola… gracias. ¿Seguro que no molesto? —le preguntó mientras tomaba asiento, nervioso —Porque si tiene otra cita, puedo volver más tarde…

—No, no tengo ninguna cita ahora, sólo estaba leyendo el periódico —se sentó de nuevo, mirándolo a los ojos —. ¿Quieres un café?

—Sí, gracias —asintió, tamborileando con los dedos de la mano derecha sobre el reposabrazos de madera de aquel sillón elegante —. Fue a verme un periodista —soltó de pronto.

El moreno ya estaba sirviéndole el café, y mientras estaba de espaldas a él, puso una cara muy seria, tensándose de inmediato.

—¿Qué quería? —preguntó, tratando de volver a adoptar una postura más o menos relajada. Colocó la taza frente a él y se sentó.

—Está investigando lo de Jiken, es que hay algo que no le he dicho porque supuse que no me creería —le confesó, sujetando la taza con ambas manos como si necesitase sentir el calor de la misma, algo así como un abrazo reconfortante.

—Te escucho —cruzó los brazos sobre la mesa, mirándolo a los ojos.

—El día del funeral, estaba filmando con la cámara de mi móvil. Quería… añadirlo a mi diario, pero cuando lo vi en casa… —buscó el video, girando el móvil hacia el psicólogo y mostrándoselo —¿Lo ve? Allí está Jiken. Incluso intenté filmarme en casa luego llamándolo, pero eso fue lo único que he conseguido.

Don sujetó el móvil, incapaz de decir nada por unos segundos. Él estaba ahí, delante, sentado en uno de los bancos, y no había visto nada. Se lo devolvió, apoyándolo en la mesa.

—Es… muy extraño, sí.

—Se… se lo envié a esa revista, no puse mi nombre, sólo pensé que… tal vez Jiken quería decir algo.

—¿A qué revista? —en realidad quería preguntarle cómo es que se le había ocurrido una idea tan pésima, pero no por nada tenía experiencia.

—Decameron, es una revista sobre cosas sobrenaturales, a Jiken le gustaba —sonrió un poco, carraspeando luego —. Es legítima, digo que están apoyados por una universidad y todo eso.

—Ya… —lo miró, sonriendo un poco, pensando que, claramente lo había hecho con toda la buena intención del mundo, pero ahora lo iban a acosar —¿Qué le has contado?

—Todo. Bueno, no es que le haya contado la vida de Jiken. De todas maneras, hay mucho que no sé —le aseguró, asintiendo y luego desviando la mirada porque sabía que lo iba a contradecir —Le dije que no creía que se hubiera suicidado. Él dice que me cree.

—Lowe… seguramente sólo te está dando cuerda para poder hacer un artículo sobre él —lo miró, pero el chico no le devolvía la mirada —. ¿Por qué no le dices que hable conmigo?

—¿En serio? ¿Lo haría? —alzó la mirada entusiasmado, aunque la expresión del moreno no le daba mucha confianza de que le fuese a creer —Se lo diré.

—Vale, dile que venga al cabo de una hora y media más o menos. ¿De acuerdo? —se tocó la perilla, observando su expresión y sonriendo ligeramente.

—Vale, gracias —asintió, guardándose el teléfono móvil y bebiendo un poco de café para no ser grosero —. Será mejor que regrese a casa entonces.

—Sí… —suspiró, pensando que no iba a clase. Se levantó para acompañarlo a la puerta y le apoyó la mano en la espalda —No te fíes demasiado de él. ¿De acuerdo? Y si sucede cualquier cosa…

—Se lo diré. No se preocupe, sé cuidarme —le sonrió, girándose al salir de su oficina —. Lo veré en la próxima cita.

—Sí… —tomó aire, respirando pesadamente y observándolo caminar por el pasillo un momento, antes de cerrar la puerta.

*****

Lowe se encontró con Steiner saliendo de la cafetería con un bocadillo en la mano, y el moreno fue hacia él enseguida.

—Hoy no ha venido a clase el tipo ese.

—Te dije que casi nunca iba —se encogió de hombros, mirándolo con desconfianza sólo porque era él y finalmente comunicándole —. Te conseguí una cita con el doctor Crawford. Dice que vayas a verlo dentro de una hora, hora y media.

—Vale, ayer me dejé mi cazadora en tu casa… ¿me paso por ahí a buscarla después? O por la noche. Tengo que mirar eso además —lo miró a los ojos, guardándose el bocadillo empaquetado, dentro de la mochila y apoyándose en la pared.

—Vale, debe estar en donde la dejaste, no me había dado cuenta —le contestó con sinceridad, mirándolo luego a los ojos —. ¿Por qué por la noche?

—¿Y por qué no? Tienes cara de trasnocharte… —sonrió un poco, metiéndose con él y observando su cabello rubio.

—No sé, porque podríamos ir ya por ejemplo, o cuando salgas de ver al doctor Crawford —le contestó observando su sonrisa y decidiendo que lo ponía un poco nervioso también.

—No me digas que te da miedo quedarte a solas conmigo. ¿Qué crees que voy a hacer, eh? —le tocó un mechón de pelo, aproximándose hacia él —A saber lo que dicen si me ven entrar a esas horas en tu casa.

—No me importa lo que diga la gente —le aseguró, moviendo un brazo para apartarle la mano, aunque mirando a su alrededor luego —. Y ya me voy, ¿eh? Necesito café —protestó, aunque lo cierto es que ahora extrañaba ese café que había dejado sin beber casi en la oficina del psicólogo.

—Te invito a un café —lo sujetó del brazo —. A mí también me hace falta y me ayudas a hacer tiempo.
—Pero acabas de salir de la cafetería —se quejó tirando para el otro lado y preguntándose si es que no tenía modales o qué.

—Estaba preguntando, y me he comprado un bocadillo para comer… ¿Para qué rechazas un café gratis? Si lo estás deseando… —sonrió porque sabía que no.

—Porque el de mi casa es gratis también —frunció el ceño, pensando que además lo que había querido hacer era escapar de él, pero ahora se vería extraño si simplemente lo pateaba y echaba a correr. Sobre todo considerando que luego iría a su casa a buscar su cazadora.

—Vale, pues nada —lo soltó y se pasó la mano por el pelo, recogiéndoselo y riéndose para sus adentros en cuanto se dio la vuelta.

—Sí, nos vemos luego —se despidió, rojo, y girándose rápidamente para que no lo notara. Estaba loco, no sabía ni cómo entrevistaba a la gente con esa personalidad. Ahora le preocupaba lo que fuera a pensar el doctor Crawford.

Al cabo de una hora, tal y como había acordado con Lowe tras topárselo en la universidad mientras buscaba infructuosamente al chico del que habían hablado la noche anterior, subió al despacho del sicólogo y llamó a la puerta con los nudillos.

—Soy el periodista de Decameron —le avisó desde afuera, excusando darle su nombre, cuando probablemente para él sólo era un periodista con ganas de meter las narices donde no le importaba.

El hombre que abrió la puerta, (en vez de hacerlo pasar como solía acostumbrar) parecía estar aclarándole que no se andaba con tonterías. Su gesto era serio, y su aspecto, así como su actitud, le hicieron tenerle cierto respeto sólo con verlo. Estaba seguro de que era uno de esos tipos a los que no conviene enfadar.

—Puede pasar, Steiner —le dijo, como remarcándole que sí sabía su nombre. Él paso, ligeramente tenso por su forma de hablar, sujetando la mano que le estrechaba —. Don Crawford, soy el sicólogo del campus —se presentó sólo por formalidad.

—Encantado —(de que me devuelvas mi mano) remató mentalmente, al pensar en cómo se la había estrechado, aunque él no se había quedado atrás al notar la forma en la que apretaba.

—Bien, puede sentarse si quiere, pero seamos breves —se sentó, y el otro hizo lo mismo. Ya le había dejado claro que no lo soportaba, y obviamente estaban en su territorio.

Steiner lo miró, observando su postura segura, con las piernas cruzadas de forma relajada, y los codos sobre los reposabrazos. Tenía las manos juntas formando un triángulo con los brazos, y sus dedos se entrelazaban relajadamente. Ambos permanecieron unos segundos examinándose, mientras Steiner se recostaba hacia atrás en el sillón.

De pronto el sicólogo se movió un poco, al notar el silencio entre ambos.

—Supongo que ha venido a hacerme toda serie de preguntas acerca de Jiken. Pues lamento decirle que eso es secreto entre el paciente y su doctor, y no puedo facilitarle ninguna clase de información…

—Lowe…

—Sh… —lo interrumpió cuando iba a hablar, y el otro se calló, aunque de forma reticente —Sé lo que le ha dicho Lowe, pero comprenderá que está muy afectado por lo sucedido a su amigo.

—Oiga, trato de ayudar a ese chico —alzó una ceja, con un gesto chulesco.

—¿Sí? Pues deje que le diga algo. Lo que necesita ahora, es tranquilidad, si quiere hacer algo por él, esfúmese y deje que lo supere. Metiéndole cosas extrañas en la cabeza no lo está ayudando en nada —frunció el ceño, inclinándose un poco hacia delante, señal que Steiner interpretó, como que iba a atacarle si no acababan pronto con la charla.

—¿Ha visto el video?

—Lo he visto, me lo ha enseñado, sí. Puedo ver que… hay una imagen ahí, de un chico que podría ser Jiken, pero como eso no tiene ningún sentido. Lógicamente… he de suponer que no es.

—No es ilógico sólo porque no sea una ciencia probada. La parapsicología… —se detuvo cuando el otro alzó un poco una mano.

—Basta, por favor… ¿por qué no busca otro… fantasma por ahí para su revista? Aquí ya tenemos bastantes problemas. Háganos un favor a todos, y esfúmese.

Steiner negó con la cabeza y se levantó.

—No va a olvidarlo, sólo porque usted sea un completo escéptico —le dijo por poco perdiendo los papeles.
El otro se levantó también y abrió la puerta del despacho para que se largase.

—Aléjese de él —le dijo al salir.

—Pst… —Steiner alzó una ceja, con una mueca que por lo menos lo invitaba a perderse. Vaya pérdida de tiempo, debió haberlo supuesto.


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