Capítulo 6
Turn it upside down
Parte I
Viernes, enero 29
—Es un poco más adelante —comentó Ageha,
mirando el mapa que había comprado, a pesar de las protestas
de Bronco, pero no tenía ganas de perderse —. Steiner
dijo que nos estaría esperando. Espero que tenga algo de
comer.
—No sé yo…, pero hay estudiantes allí,
así que no creo que sea un problema encontrar un buen sitio.
Además… ¿vais a comer? —alzó una
ceja, reduciendo para no perderse la entrada, ya que no conocía
de nada aquel lugar.
—Pues ya te dije que tengo hambre, sí. No quieres
que convenza a un hombre terco con el estómago vacío
¿o sí? —alzó una ceja como respondiéndole
a su gesto —Qué mente tan sucia, Bronco.
—¿Qué quieres? La mente es lo único
que ensucio últimamente… —se quejó, aunque
estaba un poco de broma. Sólo en parte —Es aquí
—giró por el desvío y entraron en una pequeña
ciudad, que podría en realidad calificarse de pueblo medianamente
urbanizado. Aún así tenían un campus, cosa
que probablemente justificaba toda la cantidad de clubes y discotecas
que se estaban topando por el camino.
Se fueron dirigiendo a donde Steiner les había indicado
mientras Ageha lo llamaba.
—Amor… ya estamos llegando —lo saludó,
bajando un poco la ventana para sentir el viento; era distinto al
de la ciudad después de todo, mucho más limpio. Tampoco
estaba tan mal aquel pueblo, podría ir a uno de esos clubes
luego a ver qué sucedía.
—Vale, ya voy para allá, tardo cinco minutos —le
colgó, levantándose de la cama, ya que al final se
había quedado revisando charlas de chats y foros de Jiken,
hasta las tantas.
*****
Al final eran Bronco y Ageha quienes estaban esperando por él,
el primero fumándose un cigarro y el otro llamando de nuevo
para preguntarle si es que se había perdido por el camino.
Steiner le colgó en vez de contestar, y les silbó
a lo lejos, utilizando los dedos.
—Sabes que no me gusta esperar —se quejó una
vez hubo llegado a su lado, acomodándose de nuevo el llamativo
cabello teñido de rosa y haciéndose el ofendido, aunque
en realidad había matado el tiempo conversando con Bronco.
—Pero si estabas bien acompañado con el señor
“contamino tu ambiente” —le sacó el cigarro
de los labios a modo de saludo y se lo apagó contra el crucero
en el que habían quedado.
—Y apagar mi cigarro en un lugar sagrado está mejor…
—murmuró contrariado Bronco, observando a Steiner sujetar
los hombros de Ageha —Estamos aquí para trabajar, ¿eh?
No son unas vacaciones pagadas.
—Ya sé, ya sé, todo porque dije que tenía
hambre… —se quejó a medias, riéndose luego
—Si no tienes nada que pueda comer, Steiner, manos a la obra.
—Tengo algo…
—No —sentenció Bronco, caminando detrás
de ellos y pensando que eso iba a ser una pesadilla si empezaban
a jorobar —. ¿Has avanzado algo o qué?
—Bueno, el compañero de Jiken me dejó mirar
su ordenador y todavía estoy investigando. De momento no
tengo nada de peso, pero le gustaba verse con unos tíos raros
en las afueras, y no me gusta mucho de qué va la cosa por
el momento.
—¿De qué va? —lo imitó Bronco.
—Charlas pseudo-filosóficas sobre las drogas, el
sexo, la muerte e incluso ideas políticas. De todo.
—De todo lo normal para un universitario… —su
jefe se encogió de hombros —Búscame algo que
sirva —sujetó a Ageha y lo separó un poco de
él —. Y tú ve a hablar con ese hombre mientras
yo dejo las cosas en la posada y me pongo al día, ¿vale?
¿O estás muy cansado del viaje?
—No, en realidad no puedo esperar. Estoy lleno de energía
—se rio, enviándole un beso y mirando luego a Steiner
—. ¿Me dices en qué dirección queda la
universidad?
El moreno señaló hacía allí y le lanzó
las llaves de su moto por si no quería ir andando.
—Sé bueno… —le dijo con una mueca rara.
—Soy más que bueno y lo sabes —bromeó,
alejándose hacia la moto, pensando que iba a necesitar de
todo su buen humor. Seguro era un viejo de esos amargados y estrictos.
*****
Don se pasó una mano por el cabello, mirando por la ventana
y sintiéndose ligeramente encerrado dentro de aquella oficina.
No, en realidad todo ese pueblo le parecía una cárcel,
sin rejas, pero una cárcel. Le hubiera gustado abrir la ventana,
pero hacía demasiado frío afuera, y dentro podía
disfrutar de calefacción.
Se giró al escuchar que llamaban a la puerta y miró
la hora, pensando que aún estaba en su descanso. No tenía
ninguna cita programada, así que, supuso que era un estudiante.
Fue a la puerta y le abrió él mismo, sorprendiéndose
un poco por su aspecto. No se hacía ideas al respecto de
los demás por cosas como esa, pero le parecía extraño
no haberse fijado antes en él.
—Pasa… —se hizo a un lado, invitándolo
con una mano —. Creo que tu tutor no me dijo que ibas a venir,
¿tu nombre? —le preguntó mientras iba hacia
el escritorio.
—Puede llamarme Ageha, pero creo que mi tutor se rindió
hace años conmigo —sonrió encantadoramente,
aunque casi se había quedado sin palabras al ver su aspecto.
Cerró la puerta tras de sí, avanzando y extendiendo
una mano —. Vengo de parte de la revista Decameron, creo que
ya conoció a uno de mis compañeros.
—Disculpe —frunció el ceño automáticamente,
definiendo más las marcas que ya estaban permanentemente
dibujadas entre sus cejas. Extendió la mano de todas formas
y se la estrechó con firmeza —. Don Crawford —le
dijo sin ofrecerle asiento ni tomarlo, acto seguido cruzando los
brazos y apoyándose contra la mesa del escritorio.
—No se ponga así, no he venido a interrogarlo —le
sonrió más ampliamente como si aquel hombre estuviera
siendo sumamente amable. Se sentó, cruzando un poco las piernas,
así era más difícil que lo largara —.
Sólo quiero hablar un rato. De todas maneras no puedo publicar
nada de lo que diga si no me da permiso.
—No voy a decirle absolutamente nada. Jamás diría
nada acerca de mis pacientes, a no ser que se tratase de un caso
de fuerza mayor, y desde luego… —se aproximó
a él, parándose delante —no porque unos periodistas
fantasiosos crean que pueden manchar su memoria a cambio de hacer
un artículo ridículo sobre fantasmas. Seguro que ambos
tenemos mejores cosas que hacer, que seguir aquí perdiendo
el tiempo, así que…
—No, en realidad yo no tengo nada mejor que hacer. Esto
es lo más importante que tengo que hacer hoy y créame,
no soy nada fantasioso —le aseguró, empezando a hablar
él ya que aquel psicólogo se veía difícil
de convencer —. Puedo ver que le importaba mucho su paciente,
aún le importa. ¿No quiere ayudarlo? Mi jefe es una
persona muy seria, jamás publicamos nada que no sea verdad
y… se ha involucrado mucho con este caso. En realidad creo
que seguiría investigándolo aunque no fuésemos
a publicar nada, él quiere ayudar a Jiken.
—Está muerto, ¿es que no lo entiende? —se
sentó en el mismo sofá que él, aunque en el
otro lado, girándose un poco para mirarlo a los ojos. Le
parecía increíble que realmente estuviera pensando
que lo ayudaban.
—Claro que está muerto, es un fantasma —le sonrió,
sosteniendo su mirada. Sí que era sexy, se preguntaba si
lo sabía. No, parecía de esos que no se daban cuenta
de nada respecto a sí mismos —. Sé que es difícil
creer en esas cosas, pero es más difícil negarlo cuando
las has visto. El chico en el video, es definitivamente Jiken y
está claro que necesita ayuda.
—He visto el video, sí, pero… —tomó
aire, recostándose un poco contra el respaldo, apretando
los brazos bajo el pecho y mirándolo fijamente. Siempre se
pensaba mucho las cosas antes de decirlas. No tenía una explicación
para eso, y sabía que Lowe no había preparado aquello
—eso no tiene sentido. Sólo estáis perturbando
a Lowe, así no va a superarlo. Nada más le hace falta
que le metáis en la cabeza ideas sobre fantasmas y espíritus…
—Nosotros no le metimos esas ideas en la cabeza, él
vio lo que vio y nos buscó —le recordó, suspirando
—. Revisamos el video, no crea que tomamos en serio todo lo
que nos envían. Y de todas maneras, si puedo hablar con usted,
no tendríamos que hacerle tantas preguntas a Lowe. Seguramente
conoce una parte de Jiken que él nunca ha visto.
—Bien, yo hablo con usted, y dejan a Lowe tranquilo —aceptó,
aunque no pensaba contarles nada que pudiese perjudicar su memoria
—. ¿Es usted un periodista para comenzar? Y su amiguito…
¿cómo sé que pertenecen a esa revista?
—Aquí tengo mi identificación y mi tarjeta
—le ofreció, sacándolas del bolsillo de los
ajustados pantalones —. Soy el editor en realidad, Steiner
es nuestro reportero de investigación en plantilla. Está
acostumbrado a hacer las cosas de manera informal, estoy seguro
de que no quiso ofenderlo.
—Ya veo… —sujetó la tarjeta, mirándola
casi como si fuera un portero de discoteca. No sabía dónde
escondía los cinco años menos que parecía que
tenía. Lo miró a él y se la devolvió,
apretando un poco las mandíbulas —Qué plantilla
tan peculiar.
—Gracias, lo tomaré como un cumplido —sonrió
de nuevo, observando sus ojos negros y profundos, preguntándose
si esa era una manera educada de decirles “freaks” —.
Tenemos el apoyo de la asociación de parapsicología,
y puedo asegurarle que no inventamos cosas. Somos periodistas y
nos tomamos eso en serio.
El sicólogo esbozó una sonrisa, pensando que para
él decirle que la asociación de parasicología
los respetaba, sólo le daba que pensar. Sólo le faltaba
al jefe por venir, se preguntaba si también era tan colorido
como sus empleados, pronto le parecería estar en un capítulo
de los teletubies.
—Disculpe… ¿quiere un café? —le
preguntó, carraspeando un poco.
—Se lo agradecería enormemente, no he comido nada
en todo el viaje —asintió, siguiéndolo con la
mirada mientras iba a servirlo y sin poder evitar bajarla a sus
nalgas por un momento —. ¿Qué puede decirme
de Jiken que no viole la cláusula entre doctor y paciente?
—No sé qué quiere saber, sinceramente…
No sé qué pretenden —le sirvió un café,
y lo apoyó en un platito sobre la mesa de cristal, junto
al azúcar. Regresó a donde estaba la cafetera y le
dio unas galletas, pensando que se quedaba sin ellas, pero en fin
—. Coma algo, no sé cuál era la urgencia…
—se apoyó en el respaldo otra vez, mirándolo
atentamente. Era muy guapo, justo su tipo. Llevaba unos pantalones
negros de tela vaquera, que parecían tatuados en su piel,
y una camiseta fucsia, que jamás habría imaginado
le pudiese sentar bien a un hombre.
—Muchas gracias, aunque no lo quería poner en aprietos
—se rio con suavidad, tomando una de las galletas y mordiéndola
con cuidado —. Están deliciosas —le aseguró
evitando por poco guiñarle un ojo, le costaba no coquetear
más con él, pero podía escuchar la voz de Bronco
en su cabeza pidiéndole que se comportase —. Queremos
saber cómo era, si realmente tenía tendencias suicidas.
Si estuvo raro esa última semana, por ejemplo, o si le dijo
algo que lo pusiera nervioso la última vez que lo vio. Lowe
dice que estaba mucho mejor en realidad.
—Estaba mejorando mucho, se sentía esperanzado y
muy inspirado en sus trabajos, pero es complicado. Sí, era
una persona depresiva, y es posible que se suicidase. La autopsia
fue clara, una sobredosis… Sé lo que dice Lowe, pero
como he dicho, aún no supera la muerte de su mejor amigo
—se tocó el cabello en la nuca, peinándoselo
hacia atrás antes de colocarse mejor en el asiento. No estaba
en una postura para nada relajada, pero lo intentaba. El otro parecía
que estaba en su casa.
—¿No cabe la posibilidad de que haya sido un accidente?
¿Ni siquiera eso? —le preguntó, recordando lo
que les había comunicado Steiner en el email —Por lo
que tengo entendido, Jiken se enfermó los últimos
días.
—Sí…, bueno, he pensado en la posibilidad de
una sobredosis por mala dosificación por parte del médico,
pero me reuní con él y las dosis eran correctas, además…
no las tomaba —negó con la cabeza, tomando aire profundamente
y frotándose una mano con la otra —. Lo cierto es que
probablemente algo sucedió y… no se lo quiso contar
a nadie, o no supimos entender su llamada de atención. Hay
algo que… bueno, en realidad no tengo ganas de compartirlo
con usted —dijo de pronto con aplastante sinceridad, pero
en el mismo tono.
—¿Y eso estaba en su personalidad? ¿El ocultar
algunas cosas? —bebió un poco de café, mirándolo
a los ojos, y bajando la taza luego —Usted le tenía
mucho cariño, ¿no es así?
—Me costó mucho que se abriese, nunca ha tenido en
quién confiar. Cuando vives esa situación durante
demasiado tiempo, te acostumbras a no tener la necesidad de compartir
tus problemas o temores. Los expresas de otra forma, era un gran
artista, dibujaba con el corazón. Así comunicaba a
los demás lo que le pesaba —evitó hablar de
sí mismo, ya que no era el tema.
—Asumo que le mostraba sus dibujos entonces… —dejó
la pregunta en el aire, pensando en lo que había dibujado
Bronco. No se atrevía a hablar de él, sabía
que era algo personal y de todas maneras era posible que este hombre
no le creyese. Lo mejor sería preguntárselo al mismo
Bronco —Pero me parece a mí que si no tienes a nadie
en quien confiar y luego te abres a alguien… ¿no le
dirías a esa persona si algo te molesta o te preocupa? Claro,
yo no soy un psicólogo, sólo especulo.
—Tal vez no, si es algo que te avergüenza. Si te tienes
en mala consideración, o estás minado en cuanto a
autoestima, lo último que deseas es que la persona que te
respeta, o por la que sientes aprecio… sepa algo malo de ti.
Tal vez sea demasiado y ya no vea igual…, tal vez se dé
cuenta de que en realidad soy esto… —se relajó
al fin, y apoyó un brazo en el respaldo del sofá,
mirando la hora de soslayo.
—Suena terrible, yo no podría vivir así —comentó,
en realidad sintiéndose mal por ese chico. Tomó otra
galleta mirándola, y comiéndosela finalmente —.
¿Sabe si Jiken tomaba algún tipo de droga, aparte
de sus prescripciones?
—No que yo sepa…, pero eso no quiere decir nada —se
encogió de hombros ligeramente —. Era una persona reservada.
¿Para qué necesita hacerme todas estas preguntas,
eh? Creo que ni usted mismo lo sabe… —movió un
poco la pierna, cruzándola sobre la otra.
—Necesito saber lo más que pueda acerca de Jiken.
Lo cierto es que mi jefe y Steiner, creen a Lowe y yo no suelo dudar
de sus juicios. Pienso que mientras mejor lo conozcamos, mejor podremos
ayudarlo. ¿No es parecido a lo que hace usted? —sonrió
levemente, mirándolo a los ojos.
—No, lo que yo hago está derivado de una carrera
universitaria, y una especialización en adolescentes y jóvenes.
He estudiado para ello y estoy capacitado además de tener
muchos años de experiencia, pero ustedes no lo creo…
—se sintió un poco ofendido y frunció el ceño.
¿Cómo podía compararlo? —Y ya han dicho
que iban a dejar a Lowe tranquilo.
—No dije que fuéramos a molestarlo sólo porque
le creemos. Y yo también fui a la universidad. Todos lo hemos
hecho. De todos modos, dije que era parecido, no lo mismo, no se
ofenda —le pidió bajando un poco la cabeza porque aquello
le había hecho gracia —¿Sabía usted que
Jiken solía atender a ciertas reuniones en las afueras?
—No —sentenció, un poco molesto porque supiera
más que él al respecto —. Pero antes de que
siga. Yo he dicho que fui a la universidad para ayudar a la gente,
los editores no. No tergiverse mis palabras, y no me ofenderé.
—Está bien, me disculpo —alzó las manos
en señal de que no había querido ofenderlo y suspiró
—. ¿Le habló alguna vez acerca de otros amigos?
Aparte de Lowe.
—No —sentenció de nuevo.
—¿Nadie? Y… ¿le habló de su relación
con Lowe? Lo pregunto porque sólo hemos escuchado de su punto
de vista —le aclaró antes de que se alterase de nuevo.
—Sí, se llevaban bien, aunque de todas formas, continuaba
siendo reservado. Ambos lo son, pero él más que Lowe
—suspiró de nuevo, volviendo a mirar su reloj —.
Si tiene más preguntas, vamos a tener que continuar más
tarde. Dentro de diez minutos tengo una sesión.
—Por supuesto, muchas gracias por su tiempo, doctor Crawford
—Ageha se levantó, extendiendo la mano hacia él
—y por todo. Le puedo asegurar que no publicaremos nada que
difame a Jiken.
—Eso espero —se levantó, estrechando su mano,
sin soltársela todavía y alterándose un poco
—. ¿Quiere cenar conmigo?
Ageha lo miró, sonriendo con sorpresa y por supuesto, algo
de satisfacción.
—Estaré encantado. Me estoy quedando en la posada
para estudiantes. ¿O prefiere que nos reunamos en algún
lado?
—Será lo mejor, supongo que no quiere ser el tema
de conversación de mañana en el campus, ¿no?
—soltó su mano, sin saber si sentirse aliviado, o más
tenso.
—No lo sé, me gusta la atención en realidad
—se rio, tocándole un hombro y de paso aprovechando
para sentir sus músculos —No se preocupe, no lo meteré
en problemas. Sólo dígame el lugar y la hora y allí
estaré.
—Está bien, hay un café que se llama “Armado”
aquí cerca, pasaré a buscarlo a las… ¿nueve
y media? —apretó un poco el brazo y se metió
las manos en los bolsillos.
—Estaré listo —le aseguró, otorgándole
su sonrisa más encantadora antes de salir —. Tenga
un buen día hasta entonces.
—Lo mismo digo… —se despidió, cerrando
la puerta y tomando aire, preguntándose por qué había
hecho algo tan estúpido como quedar con él. Por otra
parte… sonrió mientras regresaba hacia su mesa, le
había dicho que sí.
*****
Ageha iba tarareando casi cuando llegó a la posada. La verdad
no estaba tan mal aquel pueblo, tenía todas las necesidades
básicas, aunque suponía que era un suplicio si querías
conocer gente nueva o tener algo sin importancia con alguien.
Por lo demás, era agradable, limpio, organizado, la universidad
era como cualquier otra, pero también había tiendas,
cafeterías y esos clubes que había visto al llegar.
Por supuesto, no se le pasaba por alto que su única razón
para sentirse tan optimista podía ser ese psicólogo.
Steiner y Bronco estaban sentados en un sofá del recibidor,
hablando entre ellos, no le tomó nada localizarlos.
—¿Me extrañasteis? Yo sé que sí.
—Sí que has tardado —Steiner se levantó,
pegándole una nalgada.
—No hagáis esas cosas aquí… —les
recomendó Bronco, ya que esa gente era bastante cerrada —Vamos
a la habitación. Parece que te ha ido bien, ¿no?
—Muy bien, mucho más que bien y además tengo
una cita esta noche —se rio subiendo las escaleras —.
No cree en nada de lo que hacemos, pero le aseguré que sólo
queríamos ayudar a Jiken.
—¿Y qué pasa con lo de “mi culo está
más cerca” y “dormir sobre ti”? Vaya huevos…
pues vas a dormir con Bronco —Steiner frunció el ceño,
chasqueando los labios.
—Mejor para mí —Bronco por poco le dio con
la mano en la cabeza, pero lo evitó en último instante
—. Convéncelo de que colabore. Si te ha invitado a
cenar…
—Ya está colaborando, es sólo que le tengo
que sacar la información con pinzas —sonrió,
encogiéndose de hombros —. No seas frío, Steiner,
no es mi culpa ser encantador.
—Espero que la información no sea lo único
que tengas que cogerle con pinzas —le echó un corte
de mangas, aunque en realidad estaba seguro de que no iba a ser
más que una aventurilla pasajera.
—Callad… ¿podemos hablar de trabajo y punto?
—les pidió Bronco, suspirando —Y llama a ese
chico, quiero hablar con él.
—Te doy su número y lo llamas tú —abrió
la puerta de su cuarto y los invitó a pasar.
—No seas ridículo. A mí no me conoce, tienes
que acompañarme… —Bronco lo miró serio,
observando la cara de circunstancias del otro —No puede ser…
—Sí puede ser y además me hace gestos obscenos.
Lo sabía —Ageha frunció el ceño, pasando
y dejándose caer en la cama, no se iba a medir nada con el
psicólogo esa noche.
—¡No hicimos naaada! —exclamó Steiner
molesto, más por eso mismo, que por lo que opinasen.
—Pero… —Bronco se cruzó de brazos, apoyado
contra la puerta.
—Pst… puede que lo intentase —se encogió
de hombros, suspirando —. ¿Es que ahora no puedo ni
echar un polvo? —se quejó, aunque en realidad sabía
muy bien cuáles eran los motivos del enfado de Bronco.
—Pues no si pones en peligro un trabajo… —frunció
el ceño, sentándose junto Ageha.
—Eso y con un chico en duelo, qué terrible —se
quejó, girándose un poco y mirando a Bronco luego
—. El psicólogo no sabía acerca de las reuniones.
Tampoco cree que tomase otras drogas aparte de las de prescripción,
pero dice que se expresaba a través de su arte, así
que estaba pensando…
—Ya…, hablaré con ese chico a ver si puede
decirme algo, aunque no sé. ¿Por qué? ¿Quieres
mostrárselo a él?
—¿De qué estáis hablando? —Steiner
los miró con sospecha, y se sentó en una de las sillas.
—Tengo una imprimida en el bolsillo —le dijo a Ageha,
metiéndose la mano en el bolsillo trasero del pantalón.
—No me hagáis el vacío… ¿es que
sois críos? —Steiner se la sacó de las manos
bruscamente, abriendo la hoja y mirando aquello, estupefacto. ¿Acaso
no era uno de los dibujos que estaban en el cuarto de Jiken? —¿Qué
es esto?
—Eh… Lo dibujó Bronco —confesó
Ageha ya que de todas maneras era lo único que podían
hacer —. Tuvo un sueño con ese chico y cuando se despertó,
había dibujado eso. Así que pensé que tal vez
había más allí que sólo la palabra “ayuda”.
Pero me será difícil mostrárselo sin explicarle
de dónde salió, ¿no lo crees?
—Explícaselo… —se encogió de hombros.
No le gustaba, pero llegaría a donde hiciese falta para ayudarlo.
—Es exactamente igual que los que hay en su cuarto —le
dijo Steiner.
—Entonces no cabe duda de que es definitivamente suyo. Me
será más fácil convencerlo así —Ageha
sonrió ligeramente complacido, aunque no quería poner
a Bronco en una situación difícil —. ¿Tenía
muchos? ¿Alguno te llamó la atención?
—Todos eran interesantes, era algo así como entrar
en el cuarto de un artista conceptual de videojuegos… No sé
mucho de arte, pero… no dejaba impasible.
Bronco sacó el paquete de cigarros con el mechero dentro.
Uno de esos pequeños que te regalan cuando compras un cartón.
—Llama a ese chico, quiero verlo y es viernes, tal vez quede
con alguien por la noche.
—Lo dudo… —murmuró Steiner.
—Tú llámalo —lo señaló
con un dedo, frunciendo el ceño.
—Ya voy… —lo frunció también, observando
cómo abría la ventana para ir a fumarse el cigarro.
Al menos tenía consideración.
—¿Acaso te peleaste con él? —Ageha sonrió
de nuevo, esta vez de manera maliciosa, levantándose de la
cama y acercándose a él —Te pasa por perseguir
chiquillos.
—Tú también, no, ¿eh? Ya sabes cómo
soy —le dio un beso en los labios, alargándolo un poco
—. Como tú —sonrió, y luego sacó
el móvil para hacer la llamada.
—Como yo, sí —le aseguró apartándose
para darle espacio y yendo con Bronco, que lo sujetó por
la cintura y le dio un beso en la sien. No necesitaba motivos para
ser cariñoso con Ageha, y él tampoco se los exigía,
era casi como si fueran de la misma familia en cuanto a trato.
Steiner se alejó un poco hacia el baño, y llamó
al rubio.
Lowe se giró en la cama, dejando el libro a un lado y cogiendo
el teléfono, aunque con pereza.
—¿Diga?
—Soy Steiner… —le dijo un poco tenso al escuchar
su voz —Mira… ¿puedo ir por ahí esta noche?
—¿Por qué? ¿Es… acerca de Jiken?
—le preguntó sentándose enseguida, y poniéndose
tenso también.
—Claro, ¿por qué iba a ser si no? —frunció
un poco el ceño, apoyándose en el lavabo —Mi
jefe está aquí, y quiere hablar contigo, ver el cuarto
de Jiken, y mostrarte algo.
—Vale, ¿a qué hora vienes? —le preguntó
más relajado, aunque de alguna manera también se sentía
decepcionado al escuchar que venía su jefe. Era una locura,
estaba haciendo eso para ayudar a Jiken, no para conseguir una cita.
—Cuando tú quieras. Dime tú… ¿A
las nueve? —se miró al espejo un momento, pensando
que necesitaba cambiarse de ropa, ahora que Ageha le había
traído algunas cosas.
—A las nueve estará bien —asintió, pensando
que en realidad a cualquier hora estaría allí, no
tenía nada que hacer.
—Vale… —le colgó y salió al dormitorio
otra vez —A las nueve, voy a darme una ducha —les informó,
buscando en la bolsa que le había traído el asiático.
—De acuerdo —le dijo Bronco, que ya estaba sentado
con Ageha en las piernas, mirando los archivos de Jiken en el ordenador.
—Ve a ponerte bonito para ese chico —le comentó
Ageha no sin un dejo de celos, como si él no fuese a salir
luego con el psicólogo.
—Llevo unos días sin poder cambiarme de ropa, cariño…
Y si quieres ven a enjabonarme —lo invitó, alzando
una ceja.
—¿Crees que puedes seguir solo, Bronco? —le
preguntó el chico, sonriendo un poco y moviéndose
sobre sus piernas.
—Sí… —murmuró, cogiendo el portátil
y levantándose luego de que Ageha lo hiciera —Me voy
a mi cuarto.
Sinceramente, no sabía por qué tenían que complicarse
así la vida.
—Si sucede algo, me avisas —le pidió poniéndose
serio por un momento y luego yendo con Steiner, guindándose
de su cuello y recibiendo un beso casi de inmediato, mientras era
llevado a horcajadas hacia el baño.
Bronco los miró un momento y cerró la puerta, negando
con la cabeza afuera. Ya hasta le daba pena el sicólogo ese.
Parte II
Viernes, enero 29
A las nueve y diez minutos, por insistencia de Bronco en no presentarse
enseguida, llegaron al portal de la casa de Lowe, y el mayor tuvo
que detener al otro para que no subiera así como así
aunque la puerta estuviese abierta de par en par. Llamó primero,
y luego subieron hasta su piso.
Steiner lo miró, como pidiéndole permiso de broma
antes de llamar, y el otro dio con los nudillos en la puerta.
Lowe abrió enseguida, los había estado esperando,
nervioso a decir verdad.
—Hola —saludó, mirando a Steiner y luego estudiando
al otro hombre con curiosidad.
—¿Podemos pasar? —le preguntó Bronco,
haciéndolo en cuanto el chico les hubo dejado sitio. Las
sensaciones eran muy fuertes en aquel lugar, y el ambiente pesado
incluso, tardó unos segundos en darse cuenta de que estaba
siendo un maleducado, cuando escuchó a Steiner como si hablase
de lejos, diciendo la palabra “jefe”.
—…, Bronco —carraspeó, pegándole
un codazo.
—Disculpa, encantado —adelantó una mano para
estrechársela, no había escuchado su nombre, pero
por suerte se acordaba de habérselo escuchado decir a Steiner.
—Sí… lo mismo —contestó el rubio,
estrechando su mano y rascándose la cabeza con la otra. ¿Qué
le sucedía? Parecía estar distraído —.
Y… ¿qué quería saber?
—Quiero que me digas qué opinas de esto…
Bronco abrió la carpeta que llevaba en la mano, y con la
mirada buscó una mesa, dirigiéndose hacia allí,
y apartando algunas cosas tras pedir permiso con la mirada. Fue
colocando los folios sobre la misma, numerados y marcados para poder
formar lo que había dibujado en su casa.
—Parece uno de los dibujos de Jiken. ¿Dónde
lo consiguió? —le preguntó sorprendido, acercándose
y observando los trazos, leyendo luego aquel mensaje. Jiken nunca
había escrito algo en sus dibujos que él recordase,
mucho menos algo así.
Bronco lo miró interesado, inclinando un poco la cabeza
a un lado y mirando el dibujo otra vez.
—Yo lo hice, en mi casa. Bueno… en estado de trance.
Steiner se acercó un poco para mirar el dibujo también,
pensando que debía ser realmente complicado tener que explicar
algo así.
—¿Estado de trance? ¿Entonces esto lo dibujó
Jiken? ¿Lo dice en serio? —le preguntó el rubio
alterándose un poco y mirando esos dibujos más de
cerca. Pensó en el doctor Crawford y en lo que diría,
que tal vez Steiner había copiado algún proyecto de
su ordenador y simplemente estaban fingiendo, pero los trazos eran
demasiado exactos, incluso aquellos pequeños errores que
había aprendido a reconocer.
—Por supuesto… —lo miró serio, observando
al chico por un momento —Esto no sucede cuando yo quiero.
Tuve un sueño, obviamente inducido por Jiken, y… luego
de lo único que me acuerdo, es de haberme despertado en la
sala de mi casa, congelado, con un montón de hojas por todas
partes, y ese dibujo en la mesa. Yo lo hice, claro está,
pero fue Jiken quién movió mi mano. Te aseguro que
yo no puedo dibujar ni una “o” con un canuto —tocó
el dibujo con la mano, rozando el grafito en los folios y mirando
esto de nuevo.
—Entonces… sí está pidiendo ayuda —comentó,
observando aquella palabra y luego lo que el dibujo parecía
representar, pero no comprendía nada. Parecía ser
un lugar, pero no lo conocía —. No sé qué
significa…
—Bueno, lo averiguaremos… —murmuró aunque
algo decepcionado —guardó los papeles en orden y los
metió en su carpeta, tratándolos con mucho cuidado
—¿Puedo ver su cuarto? —miró hacia la
puerta del mismo, como si ya supiera cuál era.
—Sí, claro… Es por aquí —lo guió,
abriendo la puerta y dejándole espacio. Apenas el moreno
entró en aquella habitación, los papeles pegados a
las paredes empezaron a agitarse en una leve brisa, aunque la ventana
estaba cerrada.
Bronco escuchó su propia respiración como si fuera
lo único que había allí, y miró a su
alrededor, sin percatarse apenas de la presencia de Steiner en el
marco de la puerta, detrás del rubio. En aquellos momentos
era como si el tiempo pasase muy lento, o como si estuviese en otro
plano distinto al real.
Cerró los ojos, tratando de escuchar su voz, pero en vez
de eso escuchó algunas de las páginas de un libro
moviéndose, y unas hojas desprendiéndose del mismo,
escondidas entre ellas. Abrió los ojos despacio y se agachó
a recogerlas. Estaba sudando tanto, que tenía la camiseta
mojada bajo la nuca.
Se levantó con los folios en la mano, pero no comprendía
sus dibujos, parecían lugares… en el bosque. Y el último,
un pájaro muerto, con gusanos saliendo de su pico, y los
ojos vidriosos.
—¿Es Jiken? ¿Está aquí? —preguntó
Lowe sin creerse aquello y dando un paso hacia delante, pero sintió
la mano de Steiner sobre su hombros.
La brisa había desaparecido, pero ahora se escuchaban una
serie de golpes que parecían proceder del suelo, el último
fue el más violento, antes de que todo quedase en silencio
de nuevo.
Bronco los miró, respirando agitado todavía, y sentándose
sobre la cama porque estaba un poco mareado.
—Bronco… ¿estás bien? —Steiner
se aproximó a él, acuclillándose en el suelo
delante del otro, que asintió con la cabeza, sin soltar aquellos
dibujos.
—Esto va a parecerte muy extraño —le dijo ahora
al rubio —. Pero… ¿podéis dejarme a solas
en la casa?
—¿A solas? ¿Por qué? —le preguntó
nervioso, aunque ahora se arrepentía de no haber tenido su
cámara con él, tal vez hubiese podido ver a Jiken
de nuevo, tal vez el mensaje hubiera sido más claro —No
sé…
—Lo comprendo, olvídalo —Bronco se tapó
la cara con la mano, pasándosela hacia atrás y revolviéndose
un poco el cabello.
Steiner se levantó y miró a Lowe.
—No va a hacer nada…, puedes confiar en él
—abogó por su jefe, desde luego, además de que
estaba un poco sobrecogido por todo eso, y por verlo así
—. Podemos bajar al bar de abajo y te aseguras de que no vaya
a escaparse con tu televisión, aunque sea dueño de
una revista y no le haga falta robar a un estudiante —bromeó
un poco por ver si lo convencía.
El rubio sonrió, carraspeando luego y frunciendo el ceño.
—Va… vale. Vamos abajo. Hay… cervezas en la nevera
si quiere, zumo también. ¿Necesita algo más?
—No, gracias, sólo voy a quedarme aquí, o
eso espero. Cierra la puerta con llave cuando salgas, será
lo mejor —le pidió por su propia seguridad, ya que
no se fiaba de lo que pudiese acabar haciendo si entraba en trance.
Steiner alzó un poco una ceja, preocupado.
—Llámame si pasa algo.
Bronco asintió con la cabeza, pero pensando que en esos
momentos no era consciente de sí mismo, aún así,
no quería parecer demasiado extraño.
—Hasta luego —Lowe pasó por el sofá para
tomar su cazadora negra, y se la puso, subiéndose la cremallera
de la misma. Miró hacia aquella habitación una vez
más, tratando de decidir si debería dejarle algún
mensaje a Jiken, pero le parecía un poco estúpido.
—Vamos, no pasará nada —le dijo Steiner, mirando
a Bronco, que seguía sujetando los folios en la misma postura,
y llevándose al rubio de la cintura hacia fuera. Esperó
a que cerrase con llave, y se guardó las manos en los bolsillos
de los jeans, aunque no es que hubiera mucho sitio para ellas con
lo ajustados que los llevaba en las nalgas.
—¿Es en serio, verdad? Eso no fue un truco, no pudo
serlo —comentó Lowe mientras bajaban al bar —.
Porque el cuarto ha estado cerrado todo el día y yo he estado
allí, y además ese dibujo era demasiado exacto.
—No, Bronco no es ningún payaso para ponerse a hacer
trucos, y tampoco suda así normalmente, que no es un luchador
de sumo —le dijo serio, nervioso todavía —. La
verdad es que odia que lo vean así, llevo años trabajando
con él y… nunca lo había visto, ni habla de
ello. Supongo que le dará muchos problemas —abrió
la puerta para él, y espero a que saliera antes de seguirlo
—. Me parece que sólo le habla de ello a Ageha —dijo
más bien para sí ahora.
—¿Es otro de la revista, supongo? —le preguntó
ya que no lo conocía y se dio la vuelta mirándolo,
tocándose un poco los brazos porque hacía frío
—Estás serio, ¿crees que sea peligroso?
—Espero que no, pero me preocupo por él. Se obsesiona
bastante con este caso —lo miró a los ojos, quitándose
la cazadora y poniéndosela por encima, aunque él sólo
tenía la camiseta, pero era un caluroso —. Y sí,
es nuestro editor.
—Bueno, Jiken no le haría daño, mucho menos
si está buscando ayuda —le aseguró, aunque imaginaba
que ese no era el único peligro. En realidad le fascinaba
aquello —. ¿Cuántas personas trabajan en la
revista?
—Sólo nosotros tres, pero tenemos colaboradores,
claro —siguió caminando para ir hacia la cafetería,
y volvió a guardarse las manos en los bolsillos, pensando
en lo primero que el chico había dicho.
—Creí que erais muchos más… por la cantidad
de artículos —le aclaró, metiéndose las
manos en los bolsillos de la cazadora que para variar no estaba
rota. Se sentía un poco aturdido, como si sus pies se movieran
solos por inercia.
—No, bueno, yo suelo salir de viaje, paso un tiempo fuera
y luego regreso con varios artículos. Luego Bronco selecciona
los que piensa que son mejores y Ageha los prepara. Lo mismo hace
con los artículos de otros freelancer, pero a mí me
tiene en nómina porque me manda encargos y eso… —entraron
en la cafetería y se sentó junto al cristal, a pesar
de que no había posibilidades de que Bronco saliera, estaba
cerrado con llave.
—Es... interesante —Lowe alzó la mirada cuando
se acercó el camarero, pidiendo un chocolate caliente ya
que no tenía ganas de alcohol en ese momento. Se quedó
mirando a Steiner luego, pensando en aquella hamburguesa de nuevo,
no lo comprendía.
—Sí, supongo, es un buen empleo… —suspiró
con suavidad y miró al camarero, ordenándole un sándwich
de jamón y queso y un café con leche. Miró
al rubio y cruzó los brazos sobre la mesa —¿Seguro
que sólo quieres eso? Te invito, sé lo que significa
tener sueldo de universitario, y es culpa nuestra que hayas tenido
que salir de casa —se apoyó en un codo, y luego se
echó hacia atrás, cambiando de idea. Seguía
tan estupefacto que estaba cansado.
—No es eso, no tienes que alimentarme… —le contestó,
observándolo y pensándolo mejor luego —Es decir,
gracias… por la hamburguesa y por todo esto. Todavía
no lo comprendo.
—¿Qué hamburguesa? —alzó una
ceja, sin comprender de lo que hablaba.
—La que me dejaste ayer o… —¿se te olvidó?,
finalizó en su mente, enrojeciendo ahora seguro de que había
metido la pata y ni siquiera era para él.
—Ah… ya, no tiene importancia —se encogió
de hombros, mirándolo —. La había llevado para
ti.
—Por eso, gracias —se encogió de hombros, tamborileando
contra la mesa —. Quisiera saber qué está pasando
allá arriba.
—Ya lo sabremos luego… —le echó una mirada,
sonriendo ligeramente y apartándose para dejar sitio a la
comida. Se apoyó en la mesa con los antebrazos cuando el
camarero se fue, y se aproximó a él un poco —Estabas
deseando que te llamara.
—¿De nuevo empiezas con eso? Claro que sí,
quiero ayudar a Jiken —frunció el ceño, enrojeciendo
y bebiendo un poco del chocolate, echándose hacia atrás
con todo y taza.
—Ya… —se puso a comer el sándwich, mirándolo
de todas formas con una sonrisa torcida en los labios —Y dime,
¿qué piensas estudiar si dejas derecho?
—No lo sé, algo más libre supongo —se
encogió de hombros de nuevo —, pero no tengo muchos
talentos.
—No pienses en talentos, piensa en algo que te guste hacer
o serás un adulto muy aburrido, guapo… —se acabó
el sándwich porque comía muy rápido y echó
media cucharadita de azúcar en el café.
—Pero no sirve de nada si no puedo hacerlo bien, ¿o
sí? ¿Así vives tu vida? —continuó
bebiendo, sonriendo un poco contra la taza.
—Si te gusta… lo haces bien, o al menos tienes la
moral de seguir intentándolo hasta conseguirlo —lo
señaló con la cucharilla, mirándolo y sonriendo
—. ¿Qué te gusta? A parte de mí.
—Me gusta jugar videojuegos, y la música punk, pero
no sé tocar nada. Las películas de miedo, lo paranormal,
gracias a Jiken. ¿Ves? Nada útil —suspiró
de nuevo, dejando la taza sobre la mesa y pasando el dedo por el
borde de la misma.
—Oye, lo paranormal es muy útil —se rio porque
sonaba hilarante —Si te gusta, ¿por qué no estudias
eso? Quién sabe, a lo mejor un día acabas quitándome
el puesto.
—No lo creo, no podría entrevistar gente, no soy bueno
para eso —sonrió, bajando la cabeza y añadiendo
luego —. Pensándolo mejor, tú tampoco.
—Eso dirás tú…, pero has confiado en
mí, ¿no? —alzó una ceja y le apoyó
la mano en la cabeza, acariciándole un poco el cabello, pero
de forma desenfadada.
—Porque eres insistente y tienes pruebas, pero yo ya creía
en eso. ¿Cómo te ha ido con el doctor Crawford, eh?
—Creo que me odia —(y más me odiaría
si supiera), pensó para él, guardándoselo y
riéndose entre dientes —…, pero Ageha se ha encargado
de él —retiró la mano y cruzó los brazos
sobre la mesa, tras terminarse el café.
—Oh, ¿estás seguro? Es terco, pero sólo
lo hace porque quería a Jiken —le aseguró, frunciendo
el ceño luego —. Aunque es demasiado terco.
—Tú también… —entreabrió
los labios y cogió un palillo, mordisqueando la punta —Vamos
a tomar algo.
—No he comido nada, me embriagaré —se rio,
bebiéndose lo que quedaba del chocolate caliente —.
Además, se supone que esperemos a que te llame tu jefe, ¿o
no?
—Es mayorcito… —se apoyó en un codo,
mirándolo —No hace falta ir muy lejos, podemos coger
unas cervezas y subir al monte. He visto que arriba del todo hay
una escultura, quiero verla. Seguro que no has ido… seguro
que eres un ermitaño —se acercó un poco más
a él —. Deja que te enseñe…
—No he ido y no tiene nada de malo, pero recuerda que lo
dejamos encerrado —le mostró las llaves, mirándolo
a los ojos ahora, casi retándolo.
—Pues ya llamará… —alzó una ceja,
sonriendo y demostrándole que podía ser tan fresco,
o más.
—¿No te preocupa? —le insistió, guardando
las llaves.
—Sí, la verdad, pero aquí no puedo tratar
de ligar contigo… —se echó hacia atrás
en el asiento de nuevo, pensando que era aburrido.
—Mejor nos quedamos aquí entonces —le contestó,
alzando la mano y llamando al camarero para pedirle algo de comer.
—¿Por qué haces eso? —le preguntó
serio, tocándole en la pierna con el pie para llamar su atención.
—Porque sí tengo hambre después de todo —sonrió,
pidiendo un club sándwich y otra taza de chocolate —.
¿Quieres algo?
—A ti desnudo… —dijo con el camarero ahí
todavía, provocando que este lo mirase con cara de haber
escuchado mal. Steiner lo miró —y una cerveza.
—Un momento… —les contestó el hombre,
desapareciendo de allí enseguida.
—No digas esas cosas así, ¿qué te pasa,
eh? —se quejó Lowe enrojeciendo tremendamente y bajando
la cara, como si pudiera ocultarse así.
—No lo sé…, es culpa tuya… —se
quejó, apoyándose en una mano.
—No lo es, y recuerda que yo vivo aquí. Tú
te vas luego… —resopló, al final dejando caer
la cabeza sobre la mesa. No importaba, ya era lo suficientemente
“popular” de todas maneras.
Steiner le apoyó la mano en la cabeza, y se puso a jugar
con su cabello.
—Siempre puedes decir que soy un capullo y me metía
contigo. ¿Qué te pasa, eh? Me pones mucho… ¿no
te gusto?
—No preguntes, sé profesional mejor —casi lo
riñó, apartando la cabeza, de nuevo rojo —.
Eres un donjuán, ¿no? Lo noto.
—No lo sé, ¿lo soy? ¿Qué quieres
que haga? Si un tío me gusta… tengo que probar. Lo
tuyo es lo antinatural… —se rio, ya que sabía
que él era un poco capullo —Es igual, ya lo he captado.
—Bueno… es que no es profesional y la verdad, yo quiero
ayudar a Jiken, ya te lo dije —se echó hacia atrás
mientras el camarero les servía con toda la rapidez del mundo
y casi huyendo luego —. Además de que no te conozco
de nada y de todas maneras te irás luego.
—Lo profesional y esto, no tienen nada que ver. En lo demás
tienes razón —bebió la cerveza del botellín
de cristal, observando sus ojos azules. La verdad, comenzaba a perder
el interés, le ponía un poco nervioso, parecía
uno de esos tíos complicados a los que hay que dar demasiadas
explicaciones. Hasta le había dicho que se iba a ir luego…
—Bueno, pero prestarías menos atención a tu
trabajo si me estás mirando a mí, ¿o no? —le
preguntó, mordiendo el sándwich y mirándolo
con disimulo. Era guapo, ya lo había pensado antes. ¿Por
qué no podía ser uno de esos nerds raros que sólo
piensan en extraterrestres? Pero no, no encajaba en el estereotipo.
Steiner se encogió de hombros, pensando que había
un momento para todo, pero prefería no seguir insistiendo
en realidad. No tenía sentido estar razonando tanto un polvo,
eso ya daba miedo de por sí.
—Tienes razón, tal vez sí deberías
seguir estudiando derecho. Eres muy convincente. ¿Por qué
no seguimos repasando el material de Jiken? Así no perdemos
el tiempo mientras. Tengo algo impreso en la bolsa… Te lo
iba a dar para que me ayudases.
—Vale, ¿has encontrado algo raro? —le preguntó,
comiéndose una patata frita y desviando la mirada por la
ventana. No había mucha gente en la calle, tan sólo
algunos chicos que iban y venían de vez en cuando, seguramente
haciendo planes para más tarde.
—Muchas cosas, discusiones filosóficas sobre muerte,
drogas, de todo —movió la mano en su bolsa, y le pasó
el fajo de folios —. La pasta que me debes en fotocopias,
chaval. Hala, ponte a trabajar.
—¿No que comprendías lo que era vivir en un
sueldo de universitario? —alzó una ceja, tomando los
folios y revisando —Pero esta clase de cosas eran normales
en Jiken, ¿sabes? Bueno… lo de las drogas no, nunca
me habló de eso —se quedó mirando una página
en la que hablaba de diferentes alucinógenos, incluso de
algunos venenos que ingeridos en pequeñas cantidades, producían
alucinaciones.
—Igual pensaba que le ayudarían a inspirarse o yo
qué sé. Nunca conocemos a la gente por completo, lamento
ser yo quien te lo diga —bebió otro trago, preguntándose
qué estaría haciendo Bronco, y si Ageha estaría
ya con el sicólogo ese. No recordaba a qué hora habían
quedado. Miró afuera, por un momento asustándose de
que pudiese quedarse colado de aquel tipo. Ahora que lo pensaba…
era un hombre atractivo…, pero un reprimido de pueblo, seguro.
Se quedó con la boquilla del botellín apoyado en los
labios. No tan reprimido si lo había invitado a cenar.
—Pero me hubiera dado cuenta si tomaba drogas. Jiken no
cambió, para nada. Nunca se comportó de manera diferente,
aunque igual… Tal vez las tomaba en esas reuniones, no sé
lo que hacía. Regresaba cuando yo ya estaba dormido —le
confesó, observando ahora una discusión sobre experiencias
cercanas a la muerte.
—Puede ser, es normal que la gente cambie cuando toma drogas.
Tal vez le provocaron una depresión muy aguda o algo —lo
miró, como regresando a la tierra.
—Pero no estaba deprimido, no lo creo —negó
con la cabeza, revisando más —. No lo sé, todo
lo demás parecen cosas normales de Jiken. No sé por
qué le fascinaba tanto la muerte, pero tampoco comprendía
sus criaturas.
—Muéstrale esas cosas a tu sicólogo, igual
él sabe decirte algo sobre eso. Yo no tengo ni idea…
—bebió otro trago, y luego le quitó una patata.
—Lo haré, aunque me siento un poco como si estuviera
violando la confianza de Jiken, aunque si ya las viste tú…
—exhaló, seguro de que su lógica no tenía
sentido. Era él quien se sentía intimidado por el
psicólogo, porque quería que le creyese y tenía
miedo de que aquello sólo afianzara la teoría de que
Jiken se había suicidado.
—Él quiere ayuda, pues tú se la das lo mejor
que sabes, ya está —se encogió de hombros, como
diciéndole que no tenía que comerse tanto el coco.
—Sí, eso supongo —sonrió un poco, mirando
su chocolate y pensando que sí que cambiaba cuando no estaba
tratando de meterse en sus pantalones.
—Y si no seguro que te lo hace saber… Te tirará
un libro en la cabeza mientras duermas o algo —cogió
otra patata y se terminó la cerveza, alzando la mano para
pedir otra.
Lowe se rio, negando con la cabeza.
—Jiken no haría eso, bueno, tal vez sí, la
verdad… —tomó otro trozo del sándwich,
comiendo con calma, ya que no tenía prisa de todas maneras
y seguro que se llevaba la mitad para su casa.
—Ya lo averiguarás… —sonrió un
poco, comiéndose un trozo de su sándwich —Tú
tienes que cuidar la línea.
—¿Y tú no? —le preguntó, cogiendo
una patata además, sonriendo de nuevo.
—Yo… tengo un cuerpazo que te cagas, y tú no
lo vas a ver —se rio, lanzándole una patata demasiado
frita.
—¿Ah sí? Ya veremos eso —se quejó,
tirándole otra patata y riéndose, cubriéndose
luego para que no se vengara.
Parte III
Viernes, enero 29
Ageha podía sentir las miradas de las demás personas
que se encontraban en aquel recibidor y a decir verdad, aquello
lo satisfacía. Incluso estaba sonriendo para sí, a
pesar de que fingía leer una revista mientras esperaba a
que Don Crawford lo viniese a recoger.
La razón de aquellas miradas, además de su llamativo
cabello teñido de rosa, era la ropa que llevaba puesta, una
camiseta sin mangas negra con algunos acentos fucsia en el centro
en forma de escamas de dragón. Los pantalones eran negros,
sumamente ajustados y con un ligero brillo metálico en la
tela stretch. Había barajado ponerse unos de látex,
pero supuso que sería demasiado para el psicólogo.
No quería matarlo de un ataque al corazón en su primera
cita.
Don atravesó la sala de la cafetería, buscándolo
con la mirada y preguntándose si llegaba demasiado tarde.
Finalmente se había quedado dormido sin querer, y todavía
estaría adormilado si no fuera por los nervios. ¿Iba
bien con unos jeans y un jersey? Relájate, se dijo, pensando
que estaba demasiado “desentrenado”.
Se quedó mirándolo y no pudo evitar pensar, que
se había vestido “para matar”. Le encantaba…
—Disculpa, me quedé dormido —le dijo al llegar
junto a él, tan serio como siempre, aunque ofreciéndole
una mano para que se levantase.
—Es igual, no tengo otra cita después —sonrió,
sujetando su mano y poniéndose de pie. Se veía sexy
así, realmente sexy, y de nuevo parecía que no se
daba cuenta —. ¿Estoy bien? No sabía cómo
eran las cosas aquí.
—Estás… increíble. Estoy seguro de que
van a ponerte verde, pero así tienen algo de qué hablar
durante la cena —lo sujetó de la cintura, pensando
que era fina y el calor de su piel traspasaba un poco la tela —.
¿No tendrás frío afuera?
—Pero tú me calentarás —bromeó,
metiéndose las manos en los bolsillos —. Estaré
bien, tampoco está nevando.
—Podemos ir a mi casa si lo prefieres… tengo calefacción
—bromeó, aunque estaba serio como un muerto, pero no
era para menos, lo acababa de poner nerviosísimo.
—¿En serio? No sé cocinar realmente, pero…
¿tienen una pizzería aquí, verdad? ¿O
eres de los que prefieren la comida china? —le preguntó,
observándolo y deseando tocar ese pecho tan fuerte.
—Sí, en serio —aceptó, aunque casi sentía
que todo lo hacía por impulso, y eso no le gustaba nada.
Pero de todas formas, ¿para qué había quedado
si no, con alguien que sólo estaba de paso? —. Y me
gusta todo, prefiero la italiana, pero… si quieres una pizza
—se rio, pensando que hacía siglos que no comía
algo como comida china o pizza.
—No, llevemos comida italiana, hace tiempo que no la como
y además… soy exigente con las pizzas —se rio,
sacándose las manos de los bolsillos y sujetándose
de su brazo —. ¿Estás nervioso?
—¿Se me nota? —lo miró un momento, apretando
las mandíbulas y guardándose la mano en el bolsillo
para que fuese más cómodo —La verdad, hace siglos
que no tengo una cita. No sé ni cómo tuve la ocurrencia
de invitarte. Incluso medité la posibilidad de decirte que
no podía ir.
—Me hubiera puesto triste —le aseguró serio,
aunque exageraba un poco, sólo habría insistido él.
Era sincero además, esa era una cualidad rara y maravillosa
—. No te pongas nervioso, no como gente. A decir verdad, me
quedé sin palabras cuando te vi, creí que serías
un viejo amargado.
—Acabaré siéndolo, créeme. No sabes
lo que es ser gay en este lugar. Bueno… en realidad finjo
no serlo y todos saben que sí, pero son más felices
haciéndose los locos al respecto —lo miró mientras
le hablaba, y se dirigió al Audi A5 plateado que había
aparcado cerca. Apretó el llavero para abrir las puertas,
abriendo la del acompañante para él —. Pasa,
es una casa y hay un trecho andando.
—Gracias —sonrió mientras entraba en el coche,
poniéndose el cinturón más por costumbre que
porque lo necesitase y porque estaba pensando aún —.
Creo que es bastante obvio que estamos en una cita. ¿Te molesta?
Nunca he sabido ocultarme.
—No, me da igual… —se sentó a su lado
y cerró la puerta, mirándolo un momento antes de encender
el coche —Si no te besas delante de ellos, son capaces de
ignorarlo —se dirigió cuesta arriba, alejándose
un poco del núcleo de población, aunque tampoco demasiado
lejos.
Subían por una carretera con bosque a los lados, algunas
huertas, y casas de veraneo de gente adinerada, que contrastaban
mucho con el resto del ambiente.
—No creas que te voy a dejar sin comer, yo prepararé
algo.
—Ya lo suponía, yo siempre me alimento, de una o de
otra manera —bromeó, riéndose y observando el
paisaje —. Esto sí es diferente, debe ser muy relajante
vivir aquí, sin el sonido de los claxon cuando vas a dormir.
—Es demasiado relajante… —le aseguró,
pensando en lo mucho que le aburría en realidad —Nunca
hay gente nueva, y está lleno de reprimidos —se echó
contra el asiento —, yo incluido —puntualizó
sonriendo y, tocando el volante con las puntas de los dedos —.
¿No te da miedo?
—¿Miedo? ¿Vas a comerme? —le preguntó
riéndose, una idea fugaz pasó por su mente apenas
por un momento, pero la desechó enseguida —Lo siento,
no soy comida italiana, sólo sushi, pero… soy satisfactorio
de todas maneras.
Lo miró de soslayo, pensando que era muy agresivo sexualmente.
No le dejaba relajarse ni un momento.
—Tal vez te coma… —le dijo sonriendo y mirando
a la carretera de nuevo —Ya es por aquí —le advirtió,
utilizando el llavero para abrir los portones de una finca con una
casa de dos pisos, no muy grande, y a la vista de los vecinos, cerrada
por cipreses.
—Me encanta, ¿eh? —le informó, agachándose
un poco para mirar por la ventana delantera —Creo que tiene
mucho de tu personalidad.
—¿Ah sí? —sonrió un poco, sin
poder evitar analizar qué había querido decir con
eso. Dejó el coche en la entrada por si tenía que
usarlo de nuevo después de la cena, y se bajó, abriéndole
la puerta y acompañándolo al interior.
Se entraba por una galería acristalada, con plantas alineadas
en la ventana que daba al salón, y tuvo que abrir también
esa puerta para dejarlo entrar por fin.
El salón era muy amplio, con el suelo de baldosas color
caramelo quemado, a juego con unos muebles un tanto rústicos,
y un sofá de tres plazas color crema. A la derecha había
una mesa de doce asientos, con un jarrón en el medio, al
que parecía no prestársele mucha atención,
ya que no había flores dentro. Al fondo de la pared, a la
izquierda de una televisión de pantalla plana, la chimenea
estaba encendida.
—Ponte cómodo, o ven a la cocina conmigo si quieres
—se sacó el jersey, ya que en la casa hacía
calor, pero a él le gustaba así.
—Claro que iré contigo, es una cita ¿no? Y
quiero conocerte mejor —le sonrió siguiéndolo
y pensando que la casa era aún más como él
por dentro, o al menos la impresión que se había formado.
La cocina era bastante amplia, se notaba que le gustaba la comodidad.
Ageha se fue a sentar en uno de los taburetes, colocando las manos
en el centro de sus piernas y observándolo, intrigado.
—Esta casa da la impresión de ser más grande
por dentro que por fuera.
—Sí, siempre lo he pensado.
Utilizó una olla que tenía sobre la encimera para
llenarla de agua y poner la pasta, y se dirigió a la nevera
para coger algunas cosas y distribuirlas para ir preparándolas
con comodidad —. Sobre lo que te dije antes de tener miedo…
Siempre lo he pensado, ir a casa de alguien que no conoces de nada…
no sabes lo que puede pasar.
—Lo sé, pero es parte de la diversión y créeme,
sé defenderme. Por otro lado, no me inspiras desconfianza.
¿O es que eres uno de esos psicólogos que atrae a
sus víctimas con un aire paternal y luego... zas? —se
rio sin creérselo, por supuesto. Se puso de pie acercándose
—Es sexy ver a un hombre como tú cocinar.
—¿Un hombre cómo yo? ¿Y qué
clase de hombre es ese? —preguntó sin voltearse, aunque
le parecía que estaba bastante cerca de él.
—Un hombre fuerte y varonil, siempre he encontrado eso atractivo
—se apoyó contra la mesa, aun observándolo,
su mirada bajando a sus nalgas.
Él sonrió, pasando algunas cosas por la sartén,
y mirándolo de soslayo.
—Creo que tú me das más miedo a mí,
que yo a ti —movió un poco la pasta, y se apoyó
en la encimera para mirarlo, notando adónde se habían
estado dirigiendo sus ojos y mirándolo serio porque lo ponía
nervioso, una vez más —. ¿Eres japonés?
De nacionalidad, quiero decir.
—Sí, vine a estudiar y me quedé —asintió,
añadiendo —. En realidad había venido antes
por cosas del trabajo de mi padre, pero fue sólo por un año.
—¿En qué trabaja tu padre? —le preguntó
interesado, sin percatarse de que tal vez estaba siendo indiscreto.
De todas formas, su trabajo era serlo en cierto sentido.
—Es gerente de sucursal de una compañía constructora.
Lo enviaron aquí por un proyecto conjunto…
—contestó casualmente, ya que no le parecía
una información para nada importante.
—¿Echas de menos aquello? —se giró para
atender la comida, y escurrió la pasta, friéndola
un poco con lo que tenía en la sartén, y preparando
la salsa en la olla mientras tanto.
—¿Japón? No realmente. Es decir, no es que
fuese desagradable, pero me gusta vivir aquí —lo miró,
sonriendo de manera maldita luego —. Además, siempre
me llamaron la atención los chicos extranjeros.
Don sonrió, mirándolo un momento antes de servir
la comida en dos platos.
—Los chicos… ¿o los hombres?
—Los hombres —se rio, observando la comida por un momento
—. Huele bien… ¿Cómo aprendiste a cocinar?
—Con libros de cocina —le contestó, sonriendo
un poco y llevándose los platos para el salón. Los
dejó en la mesa baja que había delante del sofá,
y regresó a por dos copas y vino tinto —. Ya sabrás
lo que es vivir sólo. No podía alimentarme de comida
precocinada para siempre.
—Yo sí, pero soy una excepción a la regla
—se rio, pensando que le parecía muy solitario en realidad
—. Háblame más de ti, anda —le pidió,
siguiéndolo a aquella mesa.
Don sirvió el vino y se sentó en el sofá
pesadamente.
—No hay mucho que decir, a parte de lo que ya ves. Vine
aquí tras hacer unas oposiciones, y como en la ciudad no
encontraba un trabajo con un sueldo decente, no me pareció
tan mala idea… —bebió un poco, observándolo
—Claro que, por entonces vivía con alguien que decidió
venir conmigo, y cualquier cosa lucía bien.
—Estabas enamorado —comentó, tomando la copa
de vino y bebiendo de ella sin apartar la mirada del rostro del
psicólogo —. ¿Qué sucedió?
—Lo típico… descubrí que me era infiel
y… todo terminó. A veces pienso, ahora que han pasado
años incluso, que tal vez debí hacerme el que no lo
sabía —lo miró a los ojos y sonrió un
poco —. Pero es imposible, porque luego me enfurezco.
—No, hiciste lo correcto —sonrió sintiendo cómo
si le hubiese caído una peña encima, pero era distinto,
Steiner y él no tenían ninguna relación formal
y además, seguramente estaba tratando de conquistar a ese
chico —. No pareces la clase de persona que pueda pasar por
alto algo así.
—No, no lo soy, pero cuando estás solo mucho tiempo…
es duro. Piensas que incluso eso era mejor. En mi caso, lo pienso
sólo por unos segundos, luego me dan ganas de matar a alguien
—empezó a comer, preguntándose si estaría
quedando como un perdedor. Pero no, quiso tranquilizarse. No era
ni más ni menos que algo normal —. Tú pareces
la clase de persona que no pasa más de dos días con
el mismo —sonrió, mirándolo —. Come, te
juro que las setas no son venenosas.
—Estoy seguro —sonrió, asintiendo —Y tienes
razón, aunque tengo algo así como… un amigo
íntimo, pero no es nada serio en realidad —le aseguró
empezando a comer y tragando para poder decirle —. Está
delicioso…
—Gracias… —lo miró, preguntándose
si realmente le convenía ser el que jodiese a ese amigo íntimo
suyo. Claro que si no era él, sería otro. No era problema
suyo de todas maneras —¿Y estás aquí
por mí, o por él?
—Por ti por supuesto —se rio, bebiendo más
vino —. Ya te dije que no es algo serio, somos amigos y tenemos
sexo de vez en cuando, es todo.
—Qué complicado, ser amigo de alguien con quien tienes
sexo, ¿no? Seguro que os enfadáis continuamente…
—siguió comiendo, no podía evitar pensar demasiado.
Era parte de sus problemas.
—Sí, pero siempre hacemos las paces, son enfados de
una o dos frases —se rio, comiendo más, en serio estaba
delicioso, le gustaría comer esa comida todos los días
—. ¿Te parece terrible?
—Para vosotros sí, a mí no me incumbe…
—bebió un poco de vino, pensando que él jamás
podría tener esa clase de relación con nadie —No
creo que sea muy bueno, y puedo darte motivos, pero seguro que no
te interesan —le sonrió, sirviendo un poco más
para ambos.
—En realidad, sí que me interesan. Me gustaría
tener la opinión profesional de un psicólogo y de
paso, quisiera saber qué piensas de mí y si debo seguir
llamándote doctor Crawford —le preguntó, bebiendo
más del vino y acercándose por el sofá.
—Sólo si quieres jugar a los médicos —bebió
otro poco, mirando lo que hacía y deseando sujetarlo de una
vez y hacérselo allí mismo. Se quitó la camiseta
y la tiró a un lado —. Dejemos esa conversación
para después…
Ageha dejó la copa a un lado sonriendo, agradablemente sorprendido.
Se sacó su propia camiseta, acercándose más
y colocando una mano sobre el pecho del moreno.
—Doctor, me duele en un lugar muy íntimo.
—Yo voy a echar un vistazo a todos… esos lugares íntimos
tuyos —le sujetó el brazo, aproximándolo a él
y sujetándole la nuca antes de besarlo apasionadamente, jadeando
contra sus labios casi con alivio al sentir otros labios sobre los
suyos —. Ven aquí.
—Sí —jadeó el asiático, subiéndose
sobre sus piernas a horcajadas y besándolo nuevamente. Había
pensando que las cosas irían con más calma, pero esto
era mucho mejor.
Don le apretó las nalgas con fuerza, pegándole una
nalgada después y mirándolo a los ojos sólo
para ver lo atractivo que era. Abrió los labios y lo besó
otra vez, apartándolo un poco con su propia boca.
—Deja que te vea… ponte de pie.
—Como quieras —sonrió, quitándosele de
encima y poniéndose de pie frente a él. Sus manos
se acariciaron el pecho, bajando luego y abriendo la cremallera
del pantalón —. ¿Sigo? —preguntó
como tentándolo.
—Sigue… —le pidió, tocándose por
encima de los jeans y observándolo fijamente mientras se
echaba mejor contra el respaldo, frotándose la espalda.
Ageha dejó escapar una leve risa, metiendo dos dedos por
entre su piel y la ajustada tela, y bajándose el pantalón
luego, muy lentamente, revelando los prietos calzoncillos negros,
de borde fucsia que llevaba.
Don lo miraba serio y se abrió los jeans, sujetando su
propio sexo grueso y grande, mostrándoselo mientras se tocaba.
—Continúa… —lo animó, deseando
verlo desnudo ya.
—Oh dios, lo que tienes ahí es un arma —Ageha
jadeó sonriendo, y se bajó la ropa interior, pateándola
junto con los pantalones, a un lado de su cuerpo. Tenía la
piel pálida, inmaculada casi y su sexo estaba erguido y duro
también. Se acercó al moreno, mostrándoselo
—. ¿Y bien? ¿Te gusta lo que ves?
Él lo sujetó por las nalgas, acariciándole
los muslos y aproximándolo a él. Arrastró la
lengua por su sexo, sintiendo las venas, su calor. Se lo metió
en la boca y lo atrajo más hacia él, hundiendo los
dedos en su carne. Lo cierto es que había pensado que sólo
estaba delgado, pero en realidad tenía un cuerpo fibroso
que le encantaba.
—Hum… qué elocuente, tienes… el don de
la lengua —se rio, alborotándole el cabello, y estremeciéndose,
sin poder evitar pensar que siempre eran los más callados.
Subió una pierna contra sus muslos, moviendo las caderas
mientras el sicólogo deslizaba los dedos por el surco entre
sus nalgas, empujando uno dentro de él muy despacio.
Lo miró otra vez, succionando sus testículos y moviendo
aquel dedo en su cuerpo con más fuerza ahora.
Ageha entrecerró los ojos, echando la cabeza hacia atrás
y apretando las nalgas como si quisiera atraparlo así. Continuaba
revolviendo su cabello y ahora empezó a gemir quedamente,
con suavidad, casi era un ronroneo.
La boca del moreno volvía a cubrir su sexo completamente,
y lo succionaba con ansiedad. No sabía si lo estaba disfrutando
tanto por el tiempo que hacía desde la última vez,
o porque aquel chico encendía todos sus motores, pero le
encantaba aquello. Le besó el muslo y luego alzó el
brazo, inclinándolo para que se agachase a besarlo, y bajándole
luego la cabeza por la nuca para llevarlo hacia su propio sexo.
Ageha lo besó con devoción casi, agachándose
en el suelo y metiéndose su verga en la boca luego, succionándola.
Su piel tenía un sabor delicioso, fresco y por dios, realmente
era grande. Deslizó la lengua a lo largo, haciendo círculos
luego en el glande, alzando un poco la mirada para observar su reacción.
Estaba completamente recostado contra el respaldo y tenía
los ojos cerrados. Su pecho subía y bajaba, el abdomen le
temblaba por momentos cuando se estremecía. Le acarició
el cabello y abrió los ojos como si se sintiese observado,
sujetándolo con aquella mano firme y alzando las caderas
para penetrar su boca muy lentamente, de forma profunda y placentera
para ambos.
No se cortaba nada a la hora de gruñir y jadear con voz
profunda, mirándolo a los ojos y estrujándole un poco
el cabello.
Ageha sonrió contra su sexo, succionándolo profundamente
antes de liberarlo y tomar sus testículos ahora, envolviéndolos
con la lengua una y otra vez. Estaba arrodillado en el suelo y movía
las nalgas sinuosamente como intentando llamar su atención.
Cosa que consiguió enseguida. Don lo sujetó contra
sus testículos y se inclinó hacia delante, pegándole
una nalgada y jugando con los dedos dentro de su cuerpo otra vez,
sonriendo un poco y levantándolo por debajo de los brazos
para que se sentase en sus piernas. Se metió una mano en
los jeans y sacó un preservativo, cortando la funda con los
dientes y entregándoselo para que se lo pusiera él.
—Eres casi perfecto, ¿lo sabías? —se
rio mientras le colocaba el preservativo, desenrollándolo
cuidadosamente y prácticamente acariciando su sexo con el
mismo —Fuerte, grande, caballeroso… kinky.
—¿Kinky? —le preguntó sorprendido, ya
que él pensaba que era de lo más normal. Se rio y
lo alzó por las nalgas, sujetándolo y observando cómo
su sexo entraba. Ageha se dejó caer de golpe de pronto y
lo hizo gemir en lo que parecía un gruñido fuerte.
Lo besó afiebrado, y comenzó a moverlo sobre él,
aunque el chico ya botaba sobre sus muslos por sí mismo,
más que bien, sus brazos entrecruzándose por detrás
de su nuca y su espalda arqueada para sentir más aquel sexo
grande y apasionado que se hundía en su cuerpo.
No dejaba de besarlo, gimiendo entre sus labios de manera urgente
y desesperada. Si no hubieran tenido calefacción, probablemente
Ageha tampoco la hubiese necesitado.
Don lo sujetó por la espalda, echándolo sobre el
sofá de pronto y embistiéndolo de forma que movía
su cuerpo entero con cada empujón, acompañado de un
resoplido grave y un gemido del asiático. Se sujetaba con
una mano al respaldo del sofá, y la otra la apoyaba en su
frente para apartarle el cabello. Quería ver cada instante
en la expresión de su rostro.
—Dame un poco más de tiempo —jadeó contra
sus labios, pidiéndole que no se corriese todavía
y apretando los dientes antes de besarlo.
—Todo el tiempo del mundo —le contestó el chico,
sonriendo, aunque había sentido un estremecimiento intenso
tan sólo porque se lo pidiese así. Además de
que excitado tenía una voz demasiado sexy. Lo besó
de nuevo, moviéndose con más calma y tratando de no
rozar mucho su propio sexo erguido contra el abdomen del moreno.
—Nunca he estado con alguien como tú… —le
pasó la mano por la mejilla, tocándole los labios
y entreabriéndoselos un poco. Tenía unos labios increíbles,
no sólo era su forma, era la manera en la que se dibujaban
cuando jadeaba. Era difícil dejar de observarlos. Sujetó
su sexo y se volcó sobre él, besándole el cuello
y succionándolo, manteniéndose muy dentro de él
con penetraciones profundas.
Estaba sudando y los músculos de su espalda se movían
a causa del esfuerzo. Ageha lo rodeaba para sentirlos mejor, apretándolos
con fuerza y pegándose a él, entrecerrando los ojos
sin dejar de gemir. Su cuerpo resbalaba suavemente contra el del
psicólogo, a causa del sudor de ambos. Ahora le era difícil
no buscar aquel contacto.
Don volvía a besar sus labios y prácticamente lo
aplastó con su cuerpo, apoyando un pie en el suelo, porque
una de sus piernas había resbalado fuera del sofá.
Gruñó fuertemente contra su boca y rompió el
beso para mirarlo a los ojos, con la frente cubierta por el cabello
húmedo y oscurecido, entrecerrándolos al sentir el
orgasmo invadirlo.
—Oh… Don… —Ageha le apartó el cabello
de la frente, echándoselo hacia atrás para poder mirarlo
mejor a los ojos y se dejó ir completamente, sin tapujos
ni restricciones, corriéndose mientras gemía en voz
alta.
—Hum… —resopló el otro pesadamente, besándole
el pecho con suavidad ahora, casi como si le estuviera agradeciendo
lo mucho que lo había hecho disfrutar. Y bien sabía
dios que lo necesitaba. Apoyó la frente sobre sus pectorales,
saliendo de su cuerpo y quitándose el preservativo sin apartarse
de él del todo mientras lo ataba y lo dejaba en el suelo.
Parte IV
Viernes, enero 29
—Supongo que está bien… que te llame Don, sería
extraño si no —se rio Ageha, completamente acostado
y relajado, aun con el peso del moreno sobre su cuerpo —.
¿Te gustó tanto como a mí?
—No sé si a ti te habrá gustado tanto —susurró
algo drenado, levantándose de encima para no molestarlo,
aunque no se apartó del todo, sólo se apoyó
en los brazos y lo miró a los ojos otra vez —. Y claro,
puedes llamarme Don.
—Claro que me ha gustado mucho, Don —el chico se sentó,
tocándole el pecho con un dedo y sonriendo casi para sí
—. Lo supe desde el primer momento, no tienes ni idea de lo
sexy que eres.
—Claro que no… No lo soy —se apartó,
subiéndose los pantalones, -que nunca había llegado
a quitarse del todo- y recogiendo la camiseta para secarse el pecho
y el cuello.
—Claro que lo eres —se rio sin molestarse en vestirse
por su parte. Sólo se acercó a la mesa para servirse
más vino, bebiendo un poco luego.
—Sí, por eso tengo tanto éxito —se rio,
sirviéndose también y echándose de nuevo contra
el respaldo. Se sentía sin fuerzas —. Admito que tengo
un buen físico, como si no me costara mantenerlo… —se
quejó —, pero soy bastante inepto a la hora de ligar.
No sé ni cómo aceptaste venir después de cómo
me comporté.
—Me pareciste encantador y me gustan los retos —se rio,
recogiendo las piernas y recostándose contra su hombro —.
Sé que es difícil creer estas cosas y es obvio que
te importaba ese chico. ¿Cómo le diría que
no a alguien que tiene buenos sentimientos?
—Tengo malos sentimientos también. No lo sé…
no quiero hablar de eso. Ahora me siento bien —se sintió
tentado de alzar el brazo para que se apoyase en su pecho, pero
mejor para él si no hacía esa clase de cosas. No tenía
ganas de sufrir —. En realidad, hay algo en lo que no dejo
de pensar, y no soy capaz de contarle a nadie, y tú eres
la persona menos indicada a la que decírselo, pero necesito
hacerlo… —resopló —Ahg, que patético.
—Sólo hazlo, no voy a vender tus secretos a un tabloide
—se rio, alzando la mirada y bebiendo más vino —.
Lo que dije antes, lo dije en serio. No publicamos nada que no sea
verdad, no nos dedicamos a difamar a los demás sólo
por publicar una noticia.
—No es sobre mí, es sobre Jiken. Pienso que tal vez
sí se suicidó, y aunque creo que no estaba en un momento
en el que sea lógico que lo hiciera… Hay algo que…
—se quedó en silencio, negando con la cabeza y bebiendo
más.
—Puedes decírmelo. Mira, hay algo que yo también
debo decirte, ¿vale? Prometo que no publicaremos nada que
pueda hacerle daño a su memoria —le sujetó una
mano, mirándolo a los ojos.
—No, no quiero hacerlo —se negó, mirando su
propia mano y luego a Ageha. La verdad es que sí quería,
aunque sólo fuera una simple teoría, se sentía
como un traidor si se la contaba a alguien. Por otra parte, tal
vez sólo se había acostado con él para conseguir
información. No le sorprendería nada.
—Bien, no puedo obligarte —suspiró, sonriéndole
con suavidad —, aunque creo que sí quieres decírmelo,
porque si no fuera así, no lo hubieras ni mencionado. Así
que te diré lo mío en vez de eso.
—Adelante… —lo miró a los ojos, bebiendo
otro buen trago antes.
—No es acerca de mí realmente —le sonrió
de nuevo, bajando la copa y sosteniéndola con ambas manos
ahora —. Es sobre mi jefe, Bronco. No le gusta hacer mucha
publicidad acerca de eso, pero es sensitivo. Quiero decir que puede
ver cosas que los demás no, o sentirlas.
—No creo en eso, lo siento… Para mí es como
que un niño me diga que ha visto a los reyes magos. Puede
que lo haya hecho, pero no deja de formar parte de su imaginación
—negó con la cabeza, encogiéndose de hombros.
—Ya lo suponía, pero el caso es que tuvo un sueño
acerca de Jiken y cuando despertó, había hecho un
dibujo… como los suyos. No me creerás tampoco, pero
antes de eso, Bronco no había visto ninguna de sus pinturas,
ni sabía que dibujaba. Me gustaría que lo vieras…
Tal vez podrías decirnos si significa algo.
—Está bien, puedo mirarlo… —se encogió
de hombros, pensando que eso no haría mal a nadie.
—Gracias —le besó una mejilla dos veces, volviendo
a recostarse contra su hombro —Y ahora te preguntaré
otra cosa: ¿por qué eres tan escéptico?
—Porque… es lógico serlo. ¿Por qué
tú no lo eres? —suspiró, avergonzado por aquel
beso sin venir a cuento.
—Porque nunca lo he sido, siempre he sido un romántico
y siempre me han interesado este tipo de cosas. Para mí es
lógico que existan espíritus, otras criaturas…
—su mano acariciaba levemente el pecho del moreno —Además,
ya he visto demasiadas pruebas como para no creer.
Don lo miró de soslayo, pensando en lo peligroso que era
lo bien que se sentía con él allí. Apoyó
la cabeza contra el respaldo del asiento y miró el techo,
frotándose la frente con los dedos.
—¿Todavía quieres que te responda a lo que
me habías preguntado antes?
—Por supuesto —contestó tranquilamente, terminándose
lo que tenía en la copa y dejándola a un lado para
abrazarse mejor a Don. Se sentía sumamente cómodo
allí, protegido.
—Bien, pues… —alzó el brazo, suspirando
pesadamente y pasándoselo por encima sin poder evitarlo,
acariciándole el cabello con suavidad —Esa relación
que tienes con tu amigo… es destructiva para ambos. Los dos
estáis juntos por un simple motivo, que no es el amor. No
el amor romántico al menos, pero a la vez… seguramente
arruináis otras relaciones que sí podrían ser
de verdad, por conservar ese… “juego” que os hace
tanto daño. Es miedo…, es sólo miedo a afrontar
una relación real y madura. Y créeme, sé mucho
de gente inmadura.
—Sí, supongo que lo sabes —contestó,
bajando la mirada y cambiando de expresión —. No voy
a discutirte eso, ni que tengo miedo, pero odio estar solo y nunca
he conocido a alguien que quiera quedarse conmigo. Por otro lado,
no quiero que Steiner se aleje de mí, realmente lo quiero
como amigo. No creas que es sólo por el servicio, ¿eh?
Don alzó la cabeza, mirando hacia delante y moviéndose
un poco para servirse otra copa y apartarlo de él con una
buena escusa. Estaba un poco alterado, ¿así que…
ese amigo era el periodista ese? Así no era lo mismo. No
era lo mismo que pensar en una hipotética persona que ni
siquiera estaba allí mismo, en esa misma ciudad mientras
ellos dos lo hacían. Ahora no dejaba de pensar que tal vez
incluso él lo había enviado. Pues la llevaban clara,
no iban a sacarle nada.
—¿Estás molesto? —le preguntó
acariciando su espalda —Creo que no fue buena idea hablar
de esto con mi cita, nunca he sido muy consciente.
—Estoy bien —lo miró un momento, moviendo el
vino en la copa. Después de todo, sabía controlarse
—. ¿Por qué iba a estar molesto?
—Porque te gusto y te gustaría salir conmigo de nuevo.
Si me invitaras, yo diría que sí, ¿sabes eso?
—le sonrió, buscando su copa para servirse también
—Y no sólo para follar.
—Sí, me gustas —lo miró a los ojos,
muy serio—. Me gustas mucho, pero yo no comparto, y suficiente
de “cambiar pañales” he tenido para toda mi vida
con mi anterior pareja. Tú no eres de aquí, los dos
sabemos que sólo estás de paso.
—Lo sé, pero… —Ageha suspiró de
nuevo, bebiéndose casi toda la copa de golpe —¿Ves
lo que te digo?
—¿Qué quieres decir? ¿Estás
culpando a los demás? Me encantaría “quedarme
contigo” como tú dices, o al menos intentarlo, pero
no tiene ningún sentido si tú no lo estás intentando.
Yo no creo que yo te guste tanto, Ageha —seguía mirándolo
a los ojos, y le sujetó la cara.
—¿No lo crees? —lo miró a los ojos,
un poco nervioso porque tal parecía que no se podía
escabullir fácilmente como solía hacerlo, con sus
excusas —¿Qué tal si yo no te gusto tanto a
ti? Si dejo de hacerlo con Steiner y… luego me quedo solo.
—Ese es un riesgo que tienes que correr. Ese es el problema,
que no quieres hacerlo. ¿Qué pasa si de pronto él
conoce a alguien y te deja solo? ¿Qué pasa si de pronto
te das cuenta de que… quieres algo más que sexo? Yo
quiero compartir mi vida con alguien, ¿entiendes? —se
sirvió más vino —Hoy en día…, parece
que el amor sea algo para heteros. Es lo que dicen por ahí,
¿lo sabías? Claro que lo sabes…
—Claro que lo sé —asintió, bebiéndose
lo poco que le quedaba de vino y mirando la copa vacía —.
Y claro que quiero algo más que sexo. Realmente eres distinto
a los hombres de la ciudad.
—En la ciudad debe haber muchos como yo. No olvides que
vine aquí por el puesto de trabajo, no pertenezco a este
lugar… —le sirvió más vino y lo miró
—Si te estás planteando todo esto, y te afecta…
es una buena señal, Ageha. Lo primero que tienes que hacer
es… saber lo que quieres. ¿Tú lo amas?
—Lo quiero, ya te lo dije, pero no es algo así…
—sonrió pensando que no se casaría con Steiner
y además estaba seguro de que de hacerlo, él le sería
infiel constantemente —. Tenemos una conexión que va
más allá del sexo, pero no lo calificaría de
amor romántico. Cuando empezamos con esto, sólo creamos
una regla: sin compromiso.
—¿Quieres amar? —lo miró. No intentaba
presionarlo. Incluso si luego no le interesaba él en absoluto,
no podía evitar ayudarlo a plantearse todas aquellas cosas.
—Claro que quiero, ¿hay alguien que no quiera? Lo
sé, pero no les creo —le guiñó un ojo,
bebiendo vino, era sumamente fácil hablar con él.
Había escogido la carrera adecuada.
Don sonrió un poco, pensando que estaban bebiendo demasiado
en realidad.
—Yo tampoco —lo miró y luego se hundió
contra el respaldo —. Seguro que cuando decidiste estudiar,
sabías que tenías que dejar de salir de fiesta, ¿verdad?
Cuando quieres comer un plato, por más que haya otros 40
platos que también se ven bien… tienes que elegir uno
—volteó un poco las manos como exponiendo —.
Aprende a decir no. Si te quiere, si lo quieres… abrázalo,
habla con él…, no te acuestes con él. ¿Sabes?
Hacer el amor no es un deporte.
—Creo que se enfadará… Se pone venenoso —sonrió
un poco con tristeza, porque se estaba planteando el seguir su consejo,
aunque de pronto pensó en que el que iba a sufrir realmente
sería Bronco —. Dime una cosa, si dejo de acostarme
con él… ¿volverás a salir conmigo?
—Sí… —asintió con la cabeza también,
en un gesto discreto. No podía decirle que no, cuando claramente
le gustaba y no podría resistirse. Aunque sinceramente, le
daba miedo tropezar otra vez con la misma piedra.
—Sí…, está bien, doctor Crawford. Seguiré
su consejo y veremos a dónde nos lleva eso, ya que está
usted siendo tan valiente —se rio tocándole el pecho
de nuevo y observando sus ojos. Realmente podía verse con
ese hombre, enamorándose.
—Y yo esperaré, a ver si es cierto que puedes ser
tan maduro —le tocó la cara, y bajó por su brazo,
pensando que era suave. Claro, apenas tenía vello ni siquiera,
debido a su raza —. ¿Quieres quedarte esta noche? Creo
que he bebido demasiado para coger el coche.
—Creo que he bebido demasiado para caminar solo por ese camino
tan largo y tan oscuro… —exageró, sonriendo y
tomando su copa para servirle más vino.
—No sé si debería —se rio, sujetando
la copa y mirando el líquido. Miró luego a Ageha,
preguntándose si realmente tendría las fuerzas a la
hora de la verdad —. No lo hagas con él porque se enfade.
¿De acuerdo? Y eso de… la última vez, nunca
funciona —le tocó la espalda con una mano, observándolo.
—Por algo eres psicólogo —se rio, pensando que
era muy inteligente —, pero no voy a dejar de estar unido
a él. Eso es algo que no puedo hacer.
—Nadie te lo pide. En el fondo le haces un favor a él
también, ¿no lo crees? —le apartó un
poco el cabello de delante de la cara, y luego bebió de su
copa.
—¿Cómo? —le preguntó de pronto
sintiéndose como si lo abandonara, su expresión se
tornó seria.
—Enseñándole que la gente no está a su
disposición para cuando le venga bien, y cuando no, no. Ayudándolo
a madurar… Ninguno de los dos es un adolescente ya.
—Pero yo aún lo parezco —bromeó disfrazando
su preocupación, aunque igual continuó luego como
si no pudiera evitar el hablar sinceramente con ese hombre —.
Temo que sólo regresará a lo mismo, a perseguir a
cuanto chico se le ponga por delante.
—¿Tú crees? Hasta ahora, estoy bastante seguro
de que tú le has dado lo que los otros chicos no le daban
en una relación sexual. Cuando eso le falte… se dará
cuenta de lo que ha estado sucediendo. Puede que incluso te pida
que regreses con él, solos —bebió más,
sin comprender para qué se estaba implicando. Era demasiado
complicado. De pronto tuvo miedo y deseó que Ageha se acostase
con el otro y no lo llamase más.
—Siento como si le estuviera poniendo una trampa —se
pasó una mano por el cabello, volviendo a recostarse contra
él —. Soy un poco cobarde cuando se trata de sentimientos.
—Ya lo veo… —le pasó la mano por la espalda
otra vez, acariciándolo —Es un poco pronto, tal vez
no me conoces y no quieres perderlo por él. Sólo hemos
discutido por la mañana y… follado hace un momento.
—Eso sí que no —alzó la cabeza para mirarlo,
sonriendo —. Doctor, ¿está sugiriendo que tome
un riesgo cuando usted mismo no se atreve? —se rio ahora,
negando con la cabeza —Así no vamos a avanzar.
—Intento ayudarte, no te digo que hagas eso por mí…
—sonrió un poco, debido a cómo se comportaba,
y le tocó la mandíbula —Yo también tengo
miedo. No se trata sólo de vosotros.
—Lo sé, pero si digo que haré algo, lo haré
—le aseguró suavizando la sonrisa y bajando la mirada
a sus labios —. Creía que los psicólogos nunca
admitían sus propias faltas y debilidades.
—No nos cortan a todos por el mismo patrón…
—se aproximó un poco, y lo besó con suavidad,
sujetándolo por la nuca y pensando que no iba a salir bien,
pero quería arriesgarse —¿Quieres subir a mi
cuarto?
—Por supuesto, ¿no quieres llevarme hasta allí,
en tus brazos fuertes y varoniles? —le preguntó riéndose
un poco y devolviéndole el beso ahora.
—Creo que tú quieres que lo haga… y yo, con
tal de que no te pongas la ropa, soy capaz de hacerlo —lo
levantó en brazos y se lo llevo a su cuarto, sonriendo un
poco —. Creo que finalmente sí voy a decirte eso —le
dijo de pronto, penetrando en aquel lugar. Era bastante amplio,
con el suelo de parquet y las paredes en tono pardo. Lo recostó
sobre una cama en el centro, frente a una pared llena de armarios
empotrados, forrados de espejo. No se alejó para nada, se
recostó sobre él y volvió a besarlo.
—Ya te dije que puedes confiar en mí —se acomodó
mejor, observando su reflejo y el de aquel moreno por un momento,
hacían buena pareja —. Espejos, me encantan los espejos.
—¿Sí? He leído que es malo que haya
espejos frente a la cama, según el feng shui… —sonrió
un poco, sacándose los jeans y los playeros. En realidad
había sido su ex quien había elegido los muebles.
—Pero son buenos para la vida sexual —se rio, apoyándose
en una mano —. Abrázame y dímelo todo.
—Con exigencias… muy bien —sonrió y se
recostó a su lado, levantando las sábanas para acostarse
dentro de la cama. Lo abrazó tal y como le había pedido,
pensando que era muy peligroso aquel chico —. Ya te dije que…
Jiken era depresivo, y que no tomaba sus medicinas. Supongo que
también habréis escuchado de su mejor amigo, que no
le gustaban las píldoras, y no era su estilo. Todo eso es
cierto, pero hay otra cosa… —se quedó callado
un instante, pero no era posible que Ageha se hubiera inventado
todo eso simplemente.
—¿Qué otra cosa? —le preguntó
sujetando sus manos contra su pecho y girando ligeramente la cara.
—Bueno, debido a todo lo que le sucedió en su vida,
siempre le gustó llamar la atención, y nunca lo ha
hecho de una forma positiva. No es nada descabellado pensar que…
quería llamar la atención de ese modo, y no pensaba
morir realmente, pero algo salió mal —lo miró
a los ojos, respirando profundamente.
—¿Crees que tal vez era un suicidio fingido, pero
se equivocó de dosis? —se giró un poco más
para poder mirarlo —¿Lo había hecho antes?
—Sí… —asintió con la cabeza lentamente
—, y esto, es entre tú y yo. No quiero que se lo digas
a nadie.
—Está bien, pero ya te dije que mi jefe es sensitivo,
y no lo digo para excusarme y poder decirlo. No lo haré —le
aseguró observando sus ojos—. En ese dibujo…
escribió la palabra “ayuda”.
—Ya…, pero sigo pensando que eso es algo… imposible,
y que probablemente tu jefe lo hizo de forma inconsciente. No lo
acuso de ser un fraude —se apoyó en un codo, observándolo
y pensando que podría acostumbrarse a tenerlo en su cama
siempre —. Tienes que enseñarme ese dibujo.
—Lo haré, mañana lo llevaré a tu oficina
—le aseguró, sonriendo un poco —. Claro que lo
hizo de forma inconsciente, no se dio cuenta hasta que se despertó.
—No es a lo que me refiero… —se rio, aunque
no pretendía faltarle al respeto ni mucho menos —Está
bien, lo veré, y te diré qué pienso de él,
sinceramente. Incluso si me desconcierta, lo haré —lo
besó de pronto, sujetándole la nuca y succionando
su lengua suavemente.
Ageha cerró los ojos, sonriendo mientras le devolvía
aquel beso y rodeando su cintura.
—¿Estás seguro de que no crees en estas cosas?
Porque yo estoy empezando a creer en el destino.
—Tampoco creo en el destino —lo miró a los
ojos, mucho menos creía en su fuerza de voluntad, pero la
imploraba, porque cada vez deseaba más conservarlo a su lado.
Tal vez porque llevaba demasiado tiempo solo, pero dudaba que ese
fuera el simple motivo.
—Yo tampoco, hasta esta noche —contestó el asiático,
acomodándose sobre su pecho, completamente a gusto.
Ya veremos, pensó el moreno, pero guardándoselo
para no arruinar el momento entre ambos. Se giró un poco
más y lo abrazó, moviendo la mano para apagar la luz.
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