.After the Afeterlife- Novela yaoi / homoerótica para mayores de edad.
 

Capítulo 8
Explorations

Parte I
Sábado, enero 30

Steiner se giró en el sofá, y se pasó la mano por encima de la cara al notar los primeros rayos de sol.

—Joder… necesitas unas cortinas, niño… —no pudo evitar quejarse, y se levantó, estirándose y entrando en el baño para hacer pis. Se miró en el espejo, pensando que lucía como la mierda. Cogió su enjuague bucal y le dio un trago, escupiéndolo y enjuagándose la boca de nuevo, esta vez con agua. Bebiendo un buen trago antes de que se le ocurriese una genial idea.

Se fue hasta el cuarto del rubio, y entreabrió la puerta despacio, quitándose la camiseta y sonriendo mientras subía por encima de él, y se metía en su cama. Dormía como un tronco.

Lowe se giró inconscientemente al sentir el colchón hundirse y estiró un brazo, lógicamente esperando no encontrar nada y en vez de eso, topándose con el cuerpo del moreno. Lo tocó un poco, entreabriendo los ojos y protestando con la voz adormilada

—¿Qué demonios…? —alzó la cabeza, empujándolo luego —¡Steiner!

—Eh… mercancía delicada, handle with lots of care —sonrió, mirándolo y sujetando la mano con la que lo había empujado.

—Que no… ¿Qué haces en mi cama, eh? —miró hacia la ventana, notando que el sol se filtraba por los bordes de la cortina, de manera que ya sería inútil enviarlo al sofá porque se iba a despertar de todos modos. Apartó la manta, saliendo de la cama, enrojecido.

—No te pongas así, luego de lo de ayer… —se burló, apoyándose en un codo y luego acomodándose.
—Ayer no pasó nada, ¿eh? No me vas a engañar, que no soy idiota —lo señaló, paseándose por la habitación porque estaba nervioso —Ya… ve… a vestirte o algo.

—Me refería a todas las confesiones que nos hicimos… —se apartó un poco el cabello, observando cómo se marcaba su paquete en la fina tela del pijama —Hum… ¿Sabes? Me encantaría darte un mordisquito ahí.

—Sí, seguro…. —frunció el ceño deseando poder lanzarle una almohada, pero como era él quien se había quedado con la cama… —Me voy a duchar.

—¿Puedo ir contigo? —se levantó, parándose delante de él y obstruyéndole el paso.

—¡Claro que no! Quita… —lo empujó con suavidad, enrojeciendo de nuevo y desviando la mirada. Para colmo andaba en ropa interior por ahí, no sabía cómo no le daba frío.

Él le puso los brazos a los lados, sujetándole los suyos con ambas manos muy suavemente y acortando las distancias mientras inclinaba la cara un poco.

—Ayer no me quisiste dar un beso de buenas noches…

—Y no te lo voy a dar ahora. ¿Qué te pasa, eh? ¿La hierba tiene un efecto retardado en ti?

—¿Te lo doy yo a ti? —se inclinó un poco más y rozó sus labios —¿Quieres? —tocó el superior con la punta de la lengua por un instante y lo miró a los ojos.

—¡No! —el chico lo empujó, sintiendo que le salía vapor por las mejillas, sobre todo porque se le había acelerado el corazón. Casi salió corriendo hacia el baño.

—¡Joder! —exclamó el moreno para sí, cogiendo su propia camiseta del suelo y lanzándola contra la puerta del baño después, aunque tuvo que recogerla él mismo, claro.

Salió al salón y entró en el cuarto de aquel chico, topándose con los dos durmiendo todavía muy abrazados. Descorrió las cortinas para jorobarlos a ellos también, no quería ser el único.

—¿Qué hora es? —preguntó su jefe separándose un poco de Ageha. No sabía en qué momento de la noche lo había abrazado así.

—La de desayunar si quieres ir allí —le dijo mientras se subía en la cama sobre Ageha y le besaba la nuca —. Despierta…

—Hum…, pero tengo sueño… —se quejó sonriendo y girándose un poco, no era desagradable ser despertado así —Tráeme el desayuno a la cama.

—Ya está aquí… ¿no lo ves? —lo besó, y Bronco lo sujetó del brazo, tirando de él tan bruscamente que casi lo saca de la cama —¿Qué coño te pasa? —le dio un golpe con su brazo en el de él, y lo miró a los ojos sin creerse que todos quisieran tocarle los huevos hoy.

—¡Es su cama! —la señaló con la mano, furioso.

—Vale, calma… —movió un poco la cabeza, calmándose al ver que era por eso y no por Ageha, aunque seguía de muy mala hostia y se tuvo que aguantar, sólo porque veía que lo tenía muy trastornado aquel tema.
Ageha había abierto los ojos por fin y se sentó, despacio, suspirando.

—Tranquilos, chicos. Vayamos a desayunar, que además… tengo que llevarle ese dibujo a Don —se excusó, bajándose de la cama nervioso por ese beso, todavía no le había dicho nada a Steiner y la verdad, tenía miedo.

—Id vosotros —Steiner se puso la camiseta y salió a ponerse los jeans, murmurando algo como “ni que fuera su puto hijo”.

Bronco se estaba concentrando para decirle algo cuando escuchó el portazo. Miró a Ageha, tratando de disculparse sin palabras. Sin embargo, el asiático se acercó, besándole la frente como diciéndole que no era su culpa.

—Lo siento —se disculpó él de antemano, tanto por lo del beso como por lo incómodo que sabía que lo iban a poner después de aquella conversación.

—Tú no has hecho nada. Él es un crío y yo… me he pasado un poco. Ni lo he pensado —se tocó la frente un momento y luego negó con la cabeza —. No te preocupes, me disculparé con él después.

—Sí, pero luego hablaré yo con él y entonces, sabrás por qué me disculpo —sonrió, acariciándole la mejilla —. Además, sé lo mucho que significa Jiken para ti.

—No digas eso, ni yo lo sé —se rascó el pecho, moviendo un poco la cabeza —. ¿Qué ocurre?

—Bueno, estuve hablando con Don anoche, en nuestra cita. Dice que nuestra relación puede ser dañina si seguimos así y además… él no va a confiar en mí —le resumió de una manera sumamente corta, sonriendo un poco —. Realmente me gusta, no quiero alejarlo porque tenga miedo, pero sé que Steiner no lo comprenderá.

—¿Cómo? —preguntó confundido, suavizando la voz un poco incluso. Ese tipo que acababa de conocer le decía que dejase a Steiner y él… ¿se lo planteaba? Bueno, tenía toda la razón del mundo, pero… —Tiene razón, sí… —asintió, negando con la cabeza sin embargo.

—¿Crees que me estoy apresurando? Pero… ¿qué tal si es el indicado y lo dejo ir? Además, anoche parecía una buena idea —comentó nervioso por haber percibido esa duda en Bronco. ¿Estaría cometiendo un error?

—Claro, no… debes ir a por él —lo miró a los ojos, apoyándose la mano en la cadera y tocándose los labios un momento —. No es sólo porque te ofrece algo serio. Realmente te gusta, ¿no?

—Claro, realmente… Nunca he conocido a alguien como él. Que no fuera hetero, claro —se rio, abrazándolo de pronto —. Tengo miedo, Bronco.

—Yo estoy contigo… —le besó el cabello, considerándose un imbécil por no haber hecho nada a tiempo. Simplemente había creído que era imposible que ni siquiera se plantease dejar lo suyo con Steiner. Pasó uno de sus brazos por encima de los hombros de Ageha, apretando —¿Nunca lo habías pensado antes?

—Sí, pero no veía ninguna razón para hacerlo. Quiero a Steiner y somos compatibles, no quiero hacerle daño y odio estar solo… Elige una, elígelas todas —alzó la cara, mirándolo —. Y ahora me va a odiar.

—Se le pasará… No te va a odiar realmente, sólo se pondrá capullo. Es un capullo —lo apartó de él un poco, ya que no podía aguantarse sin hacer una idiotez. Él sí que era capullo.

—Sólo a veces —sonrió de nuevo, pasándose una mano por los ojos y apartándose como si no se hubiera puesto sensible —. Vamos a desayunar, nos espera un día largo.

—Sí, vamos. Avisaré a Lowe para quedar con él a una hora y eso —le advirtió, saliendo y tocándose la cara, haciendo crujir la barba.

Ageha se acomodó la camiseta ya que ni siquiera se había desvestido y suspiró, hablándole al cuarto vacío.

—Eh, Jiken, ¿no hay posibilidades de que me ayudes? —sonrió seguro de que le lanzaría algo si no salía rápido de allí.

*****

Ageha llamó a la puerta del despacho, con aquella carpeta bajo el brazo y girando el pomo enseguida sin siquiera esperar a que lo invitase a pasar. Si no estaba, iría a buscarlo a su casa simplemente.

—Don, ¿estás aquí?

—Pasa —lo invitó, levantándose de donde estaba acuclillado organizando unas carpetas. Lo miró y se aproximó, sacudiéndose un poco la camisa color tostado que llevaba, por si tenía polvo —. Habíamos quedado aquí, ¿o no?

—Sí, pero nunca se sabe. Podías haber salido a comer algo —le sonrió, rodeando su cuello y besándolo profundamente, estirándose de tal manera que los ajustados jeans se apretaron aun más contra sus nalgas. Se apartó, entregándole la carpeta —. Los folios están numerados para que puedas armar el dibujo.

—Y yo pensaba que venir a trabajar los sábados era malo… —alzó una ceja, sonriendo un poco y abriendo la carpeta —Así que… un chico sexy y un rompecabezas… —murmuró, echando un vistazo al interior y dirigiéndose a la mesa para extenderlos allí —¿Cómo está tu jefe?

—Bien, supongo, pero… está muy metido en esto. Lo ha afectado y me preocupa —le sonrió con algo de tensión en la mirada, mientras lo seguía y se colocaba al otro lado de la mesa —. Le ha cogido cariño a Jiken, dice que pudo sentir lo que él sentía. Realmente quiere ayudarlo, Don.

—Lo sé…, te creo. Yo no digo que él no crea o vea, sienta… esas cosas. Es sólo que a veces nuestros sentidos nos engañan, Ageha —le dijo mientras iba colocando los folios según los números —. No debería tomarse esto dema… —se quedó callado, mirando el dibujo que se iba formando, y las letras hendidas contra el folio. Estaba muy serio, y había sentido un estremecimiento helado en la espalda. Además, había visto ese tipo de escritura en Jiken antes.

—¿Qué sucede? Es de Jiken, ¿verdad? —le preguntó entusiasmado al ver su expresión. Claro, él ya sabía que Bronco no se estaba engañando —¿Comprendes algo? ¿Habías visto este dibujo antes?

—Sí, Jiken… a veces me regalaba dibujos. Una vez vino con su cuaderno porque llegaba tarde y me pareció fascinante. No sólo en el plano artístico en realidad. Un buen día me regaló uno, y así en otras ocasiones. Era una buena forma para él, no sólo de canalizar ciertas cosas, sino también de expresarlas —se levantó un poco apasionado. Comenzaba a desear creer en algo así y cogió una caja muy amplia de metal. La llevó a la mesa y le mostró a Ageha algunos de los dibujos del chico —. Cada dibujo de estos… dice mucho. Para mí era como si se abriese un poco más en cada uno.

—Oh… —Ageha observó aquellos dibujos, casi sin atreverse a tocarlos, como si fueran algo sagrado —No soy un entendido, pero se nota… una progresión, ¿no?

—Sí… —metió los dedos con cuidado, sacando todas las hojas y mostrándole el primero. Era un dibujo muy oscuro, dibujado con trazos rabiosos, utilizando un lápiz afilado, que había ido limándose poco a poco, haciendo trazos más gruesos cada vez. Había manchas de sus manos y dedos arrastrando el carboncillo, deliberadas y accidentales. El dibujo se parecía mucho al otro, no en lo que contenía, si no en lo que trasmitía.

—Es violento, ¿verdad? Hasta yo puedo sentirlo —alzó la mirada, comparando entre los dos dibujos. Tal vez incluso aquella leve diferencia era producto de haber utilizado las manos de Bronco para dibujarlo —. ¿Alguna vez te habló Jiken de que… alguien lo torturase o algo parecido?

—Bueno… no físicamente, pero el dolor se percibe de muchas maneras, Ageha, incluso el rechazo… —se quedó mirando el dibujo que Ageha había traído, y alzó uno de los folios, fijándose en una figura al fondo. Era algo muy pequeño, pero muy grande en proporción a lo lejos que estaba, y Jiken sabía perfectamente de proporciones. Parecía un hombre, un hombre con la cara negra o algo así, sin rasgos.

Se echó hacia atrás en el sillón, seguro de que incluso él se estaba dejando llevar, pero todo eso le desconcertaba. Apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos un momento. Jiken nunca le había hablado de que ningún hombre lo maltratase, estaba seguro —. ¿Por qué me has preguntado eso?

—Bronco dijo que eso le sucedía, pensó que tal vez fuese un recuerdo… En realidad dijo… que lo mataron —comentó un tanto nervioso porque sabía que era difícil de creer y que Don definitivamente no lo aceptaría —. ¿Jiken no tenía alucinaciones o algo así?

—No, no las tenía. Sólo una mente muy creativa, y por supuesto que no lo mataron… —negó con la cabeza, alterándose un poco, sólo por el supuesto —En el caso de que sea real lo que ve, ha debido malinterpretarlo. Tal vez debería hablar con él, podría ayudarlo, si dices que se encuentra tan afectado.

—No sería una mala idea, pero no te aconsejo que le sugieras que esto están en su imaginación —le sonrió un poco, sentándose en el sofá ahora —. ¿Sabes lo que significa ese dibujo del pájaro muerto? ¿Lo has visto?

—Soy sicólogo… —le dijo respecto a lo primero, sonriendo también y apretándose las manos —Veamos… sí. Originalmente para él era… una forma de representar lo bueno y puro, destruido. Pero conforme mejoraba, comenzaba a buscarle otros significados como… que incluso hay vida en la muerte. El pájaro había muerto, y aunque eso es terrible, los gusanos viven gracias a ello. Sé que para ti, esto no tendrá mucho sentido, pero para él… en realidad era también una forma de reflejar el valor de la vida, de darle fuerzas para vivir porque, inevitablemente, todos moriremos algún día.

—Muy optimista, yo prefiero no pensar en eso —negó con la cabeza sonriendo un poco —. ¿Cuál de los dos significados crees que expresa ahora?

—Tiene miedo —le aseguró, negando con la cabeza —. Lo he visto escribir alguna que otra vez con ese tipo de letra, en medio de cartas normales en realidad… y suele ser por eso mismo.

—Tiene miedo, es una respuesta lógica supongo, ha de estar confundido… —meditó Ageha, pensando de nuevo en la expresión de Bronco esa mañana.

—Y muy enfadado… —murmuró el mayor, que miraba las hojas fijamente, y pasó unas cuantas, mostrándole un dibujo mucho más positivo, aunque no tenía muchos de esos. Era un unicornio a color, dibujado con pasteles, pero el campo, el cielo, nada era con colores normales que alguien habría elegido —Era como si él viese cosas que nosotros no. ¿No te parece?

—Sí, realmente era un artista, ¿eh? —asintió, pensando que le gustaba más ese dibujo, incluso si era poco convencional —¿Alguna vez lo viste dibujar?

—Alguna vez, mientras hablábamos dibujaba en vez de prestarme atención. Pero me daba igual, sé que me estaba escuchando —guardó las hojas en orden otra vez, y cerró la caja, levantándose para dejarla en donde estaba.

—¿Notabas algo distinto en él cuando dibujaba? —le preguntó, siguiéndolo con la mirada.

—Depende de cómo se sintiese ese día, y de lo que estuviese dibujando, claro. Creo que al principio dibujaba para desahogarse, y quejarse… —sonrió un poco —Luego lo hacía porque le gustaba. En las primeras hojas, uno puede saber cómo es el dibujo mirando la parte de atrás del folio. Los trazos se hunden tanto que abultan la parte trasera —le dijo mientras preparaba dos cafés.

—Eso es mucha intensidad —se acomodó en el sillón, pensativo, imaginándose cómo habría sido aquello para el chico —. ¿Lo extrañas, verdad?

—Procuro no pensar demasiado en ello —colocó los cafés en una esquina de la mesa, sobre platitos, y luego organizó las hojas antes de guardarlas en la carpeta y devolvérsela a Ageha. Tuvo que regresar a por el azúcar, y luego se sentó a su lado —. ¿Todo va bien? —le preguntó luego, apartándole un mechón de cabello tras la oreja.

—¿Te refieres a mi situación? —lo miró a los ojos, sonriendo de forma distinta ahora y ladeando un poco la cabeza como buscando caricias —Aún no hablo con Steiner, Bronco le gritó esta mañana, él se enfadó y se largó.

—¿Por qué le gritó? —le tocó el cuello y luego rodeó sus hombros.

—Porque me abrazó en la cama de Jiken, y no fue lo que piensas, yo estaba medio dormido aún… —le aseguró porque ya veía que se iba a molestar.

—No pienso nada porque te abrace en una cama… —(aunque no me hace maldita gracia) pensó, sonriéndole un poco sin embargo.

—Nunca se sabe. El caso es que Bronco está acostumbrado a nosotros y… se alteró porque creyó que íbamos a comenzar. No quería que lo hiciéramos en esa cama.

—Claro que no… —tendría que armarse de paciencia, estaba claro. Además, decía acostumbrado a nosotros. Por dios que se los imaginaba retozando por cualquier lugar. Cruzó las manos y apoyó los labios contra las mismas, mirando la taza de café sobre la mesa.

—Pero te molesta… No necesito ser psicólogo para darme cuenta —sonrió Ageha, tomando su propia taza y bebiendo.

—Claro que me molesta, Ageha. Tú me gustas, me gustas mucho —le sujetó una mano, mirándolo a los ojos —. No quiero perder la oportunidad de que esto sea algo más, y sinceramente… no quiero perderla por alguien que… no te va a dar lo que quieres.

—Puedo ser muchas cosas, Don, pero no falto a mi palabra —le aseguró apretándole la mano —. No voy a decir que no tengo miedo, pero me gustas.

—Lo sé —se inclinó hacia él un poco, y lo besó con suavidad, aunque más profundamente después —. ¿Te quedarás esta noche a dormir?

—Si mi jefe se cuida… —bromeó, riéndose en bajito luego y contestando en serio —Me encantaría.
—Si no, nos lo vamos a tener que traer y buscarle una nanny —sonrió un poco, tocándole la cara —. ¿Dormiste con él?

—Sí, pero no pasa nada, ¿eh? Además, estaba mucho más preocupado por Jiken —le aclaró girando un poco la cara para besarle la palma de la mano.

—Era por curiosidad —lo observó, sonriendo un poco e inclinándose para besarlo de nuevo —. ¿Quieres ir a ver este apasionante lugar?

—Y todos los que me quieras mostrar —se rio, dejando la taza en la mesa y rodeando su cuello luego. Tenía miedo sí, pero cuando lo veía, era como si todas sus dudas fueran eliminadas.

Don lo levantó en brazos y lo besó de nuevo, apretándolo contra él y dejándolo bajar despacio y muy pegado a su cuerpo. Se sentía un poco como un adolescente comportándose así, la verdad, pero no podía evitarlo, y tampoco quería.

—Vamos…

—Vamos —Ageha le guiñó un ojo, sujetándose de su brazo sin siquiera pensar en si aquello le molestaría, no era consciente de ese tipo de cosas. De todas formas, él se limitó a guardarse la mano en el bolsillo de los pantalones y salir con él. En ese momento, tenía cosas mucho mejores que hacer que preguntarse a quién le parecería mal o no.


Parte II
Sábado, enero 30


—Deja de poner esa cara —Bronco le dio con el codo a Steiner, que resopló, enderezándose y sonriendo falsamente.

—¿Mejor?

—Sí, mejor… —suspiró, frunciendo el ceño mientras esperaban a que Lowe bajase de su piso.

—Hola —los saludó el chico, colocándose mejor la cazadora que llevaba abierta como al descuido, y observándolos a los dos. Estuvo tentado a preguntar por el otro, pero no quería recordárselo a Steiner y no sabía ni por qué —. Vamos, hay que caminar bastante.

—Hola, tengo el coche aparcado cerca —le dijo Bronco, preguntándose si había acceso al menos para no tener que recorrer todo el camino a pie —. ¿Se puede llegar en coche al bosque?

—Sí, es que estoy acostumbrado a caminar a todos lados —asintió, enrojeciendo por no haber considerado aquello

—Vamos… —caminó delante, guiándolos hacia el coche y preguntándose por qué Steiner estaba tan distante con ese chico incluso. Aquello comenzaba a gustarle muy poco.

Se subió al coche, y Steiner se sentó a su lado, dejando al rubio atrás. Lowe intentó mirarlo por el espejo retrovisor, pero sólo veía la cara de Bronco. ¿Tan cabreado estaba? Pero si no había pasado nada.

El viaje fue en silencio y bastante tenso, Bronco se sentía más tenso todavía, porque Steiner no solía comportarse así para nada. Cuando aparcó el coche, él fue el primero en salir, cargando con su bolsa a cuestas y tomando una foto del bosque desde fuera antes de entrar.

Se veía bastante grande, muy frondoso, y había un pequeño sendero agreste que llevaba hacia el interior.

—El lugar debe estar más al fondo… A Jiken no le gustaban los lugares muy expuestos —comentó Lowe, sólo porque necesitaba romper aquel silencio, aunque fuera con su propia voz.

—Pero Jiken no era quién organizaba las quedadas, ¿no? —le preguntó Bronco.

—No, no sé ni cómo se enteró a decir verdad, yo no tenía ni idea —se encogió de hombros el rubio, apartando una rama para pasar. Si se concentraba incluso podía ver aquello en una semblanza de cómo Jiken lo hubiese dibujado.

—Esta mañana después de ducharme, vi unas cosas un poco raras —comentó Steiner, que iba caminando por el sendero lleno de maleza y zarzas, como si fuera un césped lleno de margaritas. Se notaba que estaba acostumbrado, Bronco se detenía a pisarlas para no pincharse.

—¿Qué? —le preguntó este.

—Cosas sobre las experiencias cercanas a la muerte. Me pregunto si estaba jugando con fuego.

—No lo sé, pero… me hubiera dicho algo, ¿o no? —Lowe los miró, tensándose por un momento.

—No creo, porque se lo habrías prohibido… —Steiner lo miró y alzó una ceja, avanzando más por el bosque, y echando un vistazo arriba al escuchar a unos cuervos salir volando súbitamente.

—Qué ambiente más pesado hay aquí… —murmuró Bronco, que le parecía como si estuviesen adentrándose demasiado con la prisa que se daba Steiner en caminar por el bosque.

—Yo no noto nada, huele bien para variar.

—Huele a bosque —comentó el rubio que se había sentido reñido, aunque en realidad, tenía razón, se lo habría prohibido. Ahora hacían ruido al caminar, llegaban a una zona en la que el suelo estaba lleno de hojas caídas de los árboles.

Steiner tomó otra foto, y luego los dejó adelantarlos, tomando varias más, pero del rubio y sus nalgas. Al pasar por su lado, le mostró una, a espaldas de Bronco, que seguía sin ver qué tenía aquello de buen olor.

Se estaba agobiando y comenzaba a pensar que no era normal. Rozó la corteza de un árbol y sintió su mano bajo la suya, comenzó a caminar cuesta abajo, adentrándose y sin más remedio que sujetarse para no caer por aquella cuesta abajo llena de hojas secas.

—No hagas eso, dios… y yo creyendo que estabas cabreado —susurró Lowe, enrojeciendo y acelerando, pensándoselo mejor luego. Lo esperó, no fuera a ser que le tomara más fotos de esa manera.

Alrededor de Bronco, la brisa se había levantado levemente, alzando las hojas y empezando a envolverlo en un remolino de ellas.

Se detuvo y entrecerró los ojos porque el flequillo se despeinaba delante de ellos. Estiró la mano y de pronto las hojas cayeron delante de él, rodando en antinaturales montoncitos por el suelo cuesta abajo.

Salió corriendo, y Steiner, que se había distraído con Lowe, alzó la vista al escuchar el ruido.

—¡Bronco! —corrió tras él, bajando a toda prisa aquella cuesta repleta de hojas y por poco cayendo de bruces abajo. Se apoyó en una mano para no hacerlo y miró a su alrededor —¡Bronco! —lo llamó, mirando luego hacia Lowe, que estaba bajando. Lo sujetó al final para que no le pasase como a él y luego resopló ruidosamente antes de llamarlo otra vez de un grito.

—¡¿Bronco?! ¿En dónde está? —preguntó Lowe mirando a su alrededor, mientras lo buscaba con Steiner. Estaba allí hacía un momento y aquel lugar no era tan grande, ni siquiera lo habían escuchado alejarse.

Steiner sacó el teléfono móvil y lo llamó, pero enseguida saltó el contestador como si no tuviese recepción o lo hubieran apagado.

—¡Joder! —le dio una patada a una piedra y miró a su alrededor de nuevo, pensando en decirle a Lowe que mejor se separaban para buscarlo, pero ni de coña. Lo sujetó de la muñeca, buscando pisadas por el suelo, pero era increíble, todo estaba lleno de hojas secas. ¿Qué sentido tenía eso si alguien acababa de salir corriendo por allí? Era como si un nuevo manto hubiera caído para cubrir sus pisadas.

—¿Y si regresamos? Tal vez tomó otro camino, aquí no hay pisadas —comentó Lowe recalcando lo obvio, nervioso. Ni siquiera se escuchaban sonidos delatores por allí, sólo el canto de los pájaros.

—Ageha me va a matar… —le dijo Steiner con un gesto de su mano, mirándolo a los ojos fijamente —¡Bronco, la madre que te parió! —gritó luego mirando a otro lado.

El moreno estaba en un claro del bosque, había rastros de una hoguera en el medio de un círculo de tierra rodeado de piedras. La brisa sopló de nuevo, moviendo las hojas de los árboles. Se arrodilló y tocó la tierra con ambas manos, cerca de la hoguera. Cerró los ojos y apretó la tierra. No veía nada, pero no se sentía solo. Notó como si algo le tocase el cabello y movió la cabeza hacia allí, de pronto sintió el calor de la hoguera y observó un círculo de personas con los rostros ocultos por máscaras de cualquier tipo, desde simple papel, mascaras de carnaval, a complicadas máscaras con cuernos y otros atributos animalescos.

Jadeó, lo veía todo en la oscuridad simplemente iluminada por la luz de las llamas. Se vio a sí mismo de pie, mirando al círculo que le rodeaba sin ver a Jiken. . Sin embargo, de pronto sintió que alguien sujetaba su mano, apretándola. El sonido se hizo más intenso, había risas y retazos de conversaciones. Súbitamente alguien lanzó algo a las llamas, haciéndolas crepitar con intensidad por un momento, echando chispas, un olor dulzón llenó el aire.

—¿Qué es eso? —preguntó, y sintió que su voz resonaba. No podía dejar de mirar a quien tenía frente a él, como si estuviese hipnotizado. Movió un poco la otra mano hacia su máscara, pero todos gritaron y le pareció que el suelo temblaba mientras desde atrás le ponían algo en la cabeza que se sintió como un saco o una bolsa. Quedó cegado por unos instantes frenéticos entre gritos, y se despertó de golpe, con perlitas de sudor resbalando por su rostro y la camisa empapada en la espalda, pegada bajo la cazadora de cuero.

Se levantó mareado, sin saber en dónde estaba y por qué estaba solo
.
—¡Steiner!

—¡Lo he escuchado! ¡Por allá! —la voz de Lowe le llegó desde lo lejos, mientras aquella brisa aun se levantaba a su alrededor, mucho más leve ahora. Un pájaro salió volando a toda velocidad del árbol más cercano y emitió un piar extraño y agudo.

Bronco inclinó la cabeza un poco, pensando que se estaba congelando de frío ahora, y más con lo mojado que estaba por el sudor. Se subió la cremallera de la cazadora y se arrodilló de nuevo, de pronto ocurriéndosele revolver entre las cenizas para encontrar rastros de lo que estaban quemando.

Mientras tanto, Steiner y Lowe llegaban a aquel lugar, el sendero había estado oculto, pero sin duda era el mismo que aparecía en aquel dibujo.

—¡Bronco! —lo llamó el rubio, preguntándose qué hacía allí revolviendo entre la vegetación y notando entonces que aquello no eran hojas, sino cenizas.

—El estaba aquí, lo sé, lo he…

—¿Lo has visto? —completó Steiner.

—Bueno… no, pero creo que era él. Todos llevaban esas máscaras… y quemaron algo aquí. Olía dulce y… —se apoyó con las manos, observando las mismas llenas de ceniza al igual que las mangas de la cazadora —Dios… —intentó tranquilizarse. Su obsesión por ayudarlo cada día era mayor, y ni siquiera estaba seguro de querer seguir empeorándola.

—¿Máscaras? —sonrió Lowe, incrédulo, agachándose en el suelo también. ¿En qué estaba metido Jiken? Ahora comprendía por qué nunca lo había llevado, seguramente no pensaba hacerlo realmente, eso no era una quedada de chicos universitarios emborrachándose, lo dudaba mucho. Tomó un puñado de cenizas, oliéndolas, pero sólo olían a eso, a cenizas —Tal vez si las llevamos a la universidad, las puedan analizar.

—¿Tú crees? —Bronco lo miró a los ojos, podría enviarlas él para que lo ayudasen sus colaboradores, pero no los quería metidos en eso. No todos eran tan de fiar.

—Tío…, levanta —Steiner lo ayudó, y le pasó la mano por la cara para limpiarle el sudor, aunque bien sabía dios que no haría eso por mucha gente. Le dio una palmadita en la cara y le pasó un paño para que se limpiase un poco las manos —. Tal vez era alguna droga o algo, ¿no?

—Eso me preguntaba yo… —Lowe frunció el ceño, pensando que quería regresar al pasado y remecer a Jiken. Se puso de pie luego, pensativo —Pero si las llevamos a la universidad, daremos a conocer esto, y seguro que todos los involucrados se harán los locos…

—Bien… es igual, yo me encargaré de ellas —le dijo Bronco, mientras Steiner guardaba algunas dentro de un paquete de pañuelos desechables vacío —. Vaya sitio para guardarlas —se quejó.

—No tengo otra cosa, ¿eh? Esto no es CSI Miami. Si quieres las meto en un condón.

—No es el momento —se quejó Lowe, aunque le había dado la risa y luego miró a Bronco —. ¿Cómo llegó aquí tan rápido, eh?

—¿Yo? —preguntó Bronco —No lo sé… —murmuró, mirándolo a los ojos, confundido —Él me trajo.

—Empiezas a hablar como esa tía de la universidad.

—Calla… yo no digo que vea fantasmas por todos lados —Bronco frunció el ceño —. Y esto no me divierte —le advirtió después.

—Ya, ya… era coña.

—Vámonos —les pidió, sin saber por dónde en realidad.

—¿Qué tía de la universidad? —preguntó Lowe intrigado, echando a caminar por donde habían venido. Aquel lugar estaba sumamente metido en el bosque.

—Una médium. Es una vieja loca que siempre está… desvariando.

—No digas eso —le riñó Bronco, murmurando luego —. Esto puede volver loco a cualquiera…

Steiner alzó una ceja, mirando luego a Lowe y susurrando:

—No suele ponerse así.

—Agh, te escucho igual —le dio una patada en el culo, aunque sólo fue un toque, y sonrió, en realidad porque acababa de recordar el tacto de las manos de Jiken al sujetarlo.

—Bueno, Jiken no lo va a volver loco de todas maneras, ya os lo dije, él… —(no es así), finalizó en su mente, aunque empezaba a preguntarse cómo era Jiken realmente. Sacudió la cabeza, negándose ese pensamiento, él no iba a empezar a juzgarlo ahora.

Steiner le dio una nalgada y luego se adelantó para tomarles una foto a ambos, alejándose de aquel lugar. Se volteó y trepó por la cuesta hacia arriba, esperando para ayudarlos.

Bronco le apretó el hombro a Lowe como dándole su pésame.

—¿Siempre es así? —le preguntó el chico, decidiendo que ya era hora de dejar el formalismo con él, no le parecía ese tipo de persona.

—No, lo siento, creo que le gustas —alzó un poco una ceja, mirándolo de soslayo —. Y créeme, no te conviene.

—Créeme, lo sé —sonrió un poco, sorprendido de que su propio jefe lo dijera.

—Eso está bien —le sonrió también, ayudándolo a subir, aunque Steiner lo esperaba para tomarlo de la mano, y luego Bronco se la sujetó también.

—No estarás criticándome, ¿no? —preguntó inquisitivamente.

—Sólo me aconsejaba —contestó Lowe, riéndose de manera maldita casi para sí —. Tu jefe es inteligente.

—No tanto… —le dijo mosqueado, mirando a Bronco, que se reía entre dientes y sacaba un cigarro de su cajetilla.

—Estaba pensando… que tal vez debería averiguar si aún se dan estas reuniones —comentó Lowe con la clara intención de unirse si así era, nadie más podría hacerlo de todas maneras.

—No —Steiner lo miró a los ojos —. Es peligroso.

—Pero es lógico, sin embargo yo no paso por universitario para acompañarte… —murmuró Bronco.

—A mí me conocen casi todos, y Ageha anda con ese sicólogo, así que… no vas.

—Pues no tenemos a nadie más y alguien debería ir porque si no, no vamos a averiguar nada nunca —se quejó, preguntándose si se creían sus padres.

—¿Quieres morirte o qué? —Steiner lo sujetó del hombro, haciendo que lo mirase a los ojos, mientras Bronco se hacía el loco por ahí, continuando el camino.

—Claro que no, quiero saber qué le pasó a Jiken, qué hacía —exhaló molesto, y mirándolo a los ojos.

—Así no —le sujetó la cazadora con una mano, aunque no de forma violenta —Si no, tendré que ir contigo, me harás cortarme el cabello para que no me reconozcan… —le dijo en otro tono para ver si lo calmaba. Lo miró a los ojos, buscando su mirada.

—No te quedaría eso —contestó, frunciendo un poco el ceño —. No sé qué tanto te importa, tampoco es como que estén matando gente a diestra y siniestra.

—No lo sabemos… —apretó un poco las mandíbulas, mirando a un lado —Haz lo que quieras —le dijo apartándose y negando con la cabeza. Tenía razón, ¿qué le importaba a él?

Lowe frunció el ceño, aunque no sabía por qué estaba molesto en realidad. Se metió las manos en los bolsillos, siguiéndolo de todas maneras hacia el coche.

Parte III
Sábado, enero 30

Ageha se sentía ligeramente culpable en realidad, aunque no se arrepentía para nada. Le parecía que había pasado el día en una cita mientras los demás trabajaban, aunque como estaban las cosas con Steiner… quién sabía.

—Voy a llamar a Bronco para ver si prefiere que nos reunamos en la posada —avisó a Don, sacando el móvil y seleccionando el número de su jefe.

Después de charlar unos minutos, acordaron verse en el cuarto de él. Para no variar, estaba cansado después de lo sucedido, pero aceptó de todas formas más que por el caso, porque suponía que era muy importante para Ageha.

En cuanto colgó se levantó de la cama, pensando en darse una ducha y adecentarse un poco. Para empezar tenía que afeitarse.

—Estamos cerca, bueno, tú sabes mejor que yo en dónde queda —Ageha se rio, sujetando la mano de Don y pensando que se sentía como si fuera a presentarle a su padre.

—Sí, a unos pasos de aquí —sonrió, notando cómo le apretaba la mano —. ¿Cuánto tiempo hace que os conocéis?

—Tres años, fue cuando Steiner nos presentó, pero es como si llevásemos más tiempo. Siempre puedo hablar con él cuando me siento mal.

—Es un buen amigo entonces… —dijo casi para sí, pensando que ya había tenido que salir ese nombre a relucir —¿Debo tratarlo de usted?

—No es necesario, Bronco no es así, pero se lo puedes preguntar si te incomoda —se rio, cayendo en cuenta de algo luego —. ¿Quieres que os deje solos? Porque no sé si esto tiene que ver con alguna confidencia de psicólogo o algo así.

—No, sólo vamos a charlar. Si hiciéramos eso, se sentiría en medio de una encerrona, y pensaría que crees que está loco probablemente —sonrió un poco, soltando su mano, sólo para pasarle el brazo por la cintura y aproximarlo a él un poco—. ¿Por qué me siento como si fuera a pedirle permiso a tu padre para salir juntos?

—No lo sé, pero yo siento lo mismo —se rio, recostándose contra él —. Supongo que me importa mucho lo que él opine.

—Me está entrando mucha curiosidad —le confesó, pensando que también la estaban ellos levantando con tanto “arrumaco”, pero no quería cagarla apartándolo, así que prefirió arriesgarse y entrar con él en la pensión, soltándolo para abrirle la puerta.

Bronco se estaba poniendo a las prisas unos jeans negros y gastados, luchando con ellos para subirlos, ya que su piel seguía húmeda. Se puso una camiseta en la que se leía una marca de café, y luego se revolvió el cabello con la toalla, frotándoselo al descuido y pensando que al menos le había dado tiempo a asearse un poco.

—Ugh… —le dio una patada a la ropa sucia y la escondió bajo la cama, justo cuando llamaron a la puerta. La abrió sin calzarse, apartándose un poco para que pasaran. Demonios… era un hombre enorme —Bronco, encantado —le dijo extendiendo la mano.

—Don —se la apretó con firmeza, observando su aspecto y pensando que era todo lo contrario a lo que había imaginado. Al menos tenía el cabello plateado, debido a las canas que poblaban la mata negra de pelo. No era colorido como los otros dos, de hecho, no lo era para nada.

—Y yo soy Ageha, como siempre —bromeó el asiático, ya que se habían quedado mirándose. Se separó de Don y le dio un beso en la mejilla a Bronco —. ¿Cómo os fue?

—Más o menos… He vuelto a marearme —sacó la cajetilla de cigarros y cogió uno —. ¿Te molesta?
Don negó con la cabeza, siguiéndolo hacia las dos sillas que había en el pequeño cuarto, mientras el otro se sentaba en la cama y seguía hablando.

—Encontramos el lugar en el que Jiken se reunía con esa gente. Y allí ocurría algo muy raro.

—¿Qué tipo de cosa rara? —le preguntó Ageha, preocupado de nuevo porque se hubiera desmayado, no se estaba cuidando.

—Llevaban máscaras y… no lo sé. Echaron algo en el fuego que olía muy dulce al arder. Me pregunto si eran drogas. No lo sé, todo era… demasiado extraño y yo, no podía dejar de mirarlo a él. Estaba delante de mí. Al menos creo que era él —le dijo, mirándolo a los ojos, ya que no quería ni saber la cara que estaba poniendo el otro.

Por curiosidad lo miró de soslayo, pero estaba con una expresión tan seria y neutra, que siguió sin inmutarse.

—¿Por qué crees que era él? Si llevaba una máscara…

—No lo sé, es algo que siento —lo miró a los ojos, pensando que era un escéptico.

—Porque es sensitivo —le recordó Ageha, sentándose en la única silla que quedaba libre y mirando a Bronco luego —y Don es psicólogo, no lo tengas en su contra. Don, ¿estás seguro que Jiken nunca mencionó nada de eso? ¿Ni siquiera te mostró algún dibujo que pudiera evocar esa escena?

—No, si hacía eso, debía llevarlo muy en secreto, pero me parece imposible que no haya dibujado nada al respecto. Tal vez si le pido a Lowe que revise su cuarto… Yo puedo asegurarme de que ninguno de sus cuadernos haya quedado en la taquilla o en alguna de las aulas —miró a Ageha un momento, y luego al otro hombre —. Me ha enseñado el dibujo, es fascinante.

—Sí, lo es…, pero no tanto hacerlo en calzoncillos en el salón.

Don sonrió, y el otro no pudo evitar seguirlo, aunque en un primer momento lo había dicho sólo por molestarlo.

—Me encantaría que viera algunos de sus dibujos. Los últimos, tal vez le digan algo. ¿No cree?

—Sí, tal vez… —lo miró extrañado. ¿Es que de pronto le creía?

Ageha lo miró de soslayo, sonriendo un poco porque parecían llevarse bien, Don sabía llevar aquello sin ofenderlo, era un hombre realmente impresionante.

—¿Crees que lo que Jiken te muestra pueda ser una proyección de su mente? Ya sabes, como… miedos y esas cosas, más que algo real —le preguntó a Bronco.

—No lo sé… eso es imposible para mí distinguirlo. Veo lo que él me deja ver, ni más ni menos. Al menos eso creo —se pasó la mano por el cabello, revolviéndoselo de cualquier manera y mirando al sicólogo —. Por cierto, Lowe, ya que lo menciona… está pensando en buscar a ese grupo y hacerse pasar por uno de ellos. Lo cual me parece…

—Una idea terrible —Don frunció el ceño, interrumpiéndolo, pero sacándole las palabras de la boca. Tenía que disuadirlo.

—Además, no creo que ese chico sepa fingir —suspiró Ageha, ya que había notado cómo lo miraba la noche anterior —. No creo que eso sea una posibilidad, todos saben quiénes somos además, y que Lowe nos llamó.

—Además de eso… —le dijo Bronco, recostándose en la cama y aproximando un poco el cenicero.

—Debería decírselo a la policía… ¿Qué sentido tiene hacer eso? —Don se apretó una mano con la otra.

—¿La policía? ¿Y qué le dirá? ¿Le dirá que investigue una hoguera en el bosque porque un sensitivo le dijo que su amigo había estado allí quemando marihuana? —exageró, alzando una ceja.

Don lo miró serio, pero luego asintió con la cabeza. Cierto… ¿qué demonios? Por un momento realmente lo habían hecho sentirse envuelto en la paranoia de que lo habían asesinado.

—Lo único que conseguiríamos sería que cancelaran las reuniones además, lo cual no nos llevaría a ningún lado —suspiró Ageha ladeando la cabeza —, pero me preocupa que dependas tanto de lo que Jiken te muestra.

—¿Y eso por qué? —se llevó el cigarro a los labios. En realidad él estaba deseando tener otro trance y comprender más.

Don lo miró, percatándose de la foto impresa que sobresalía un poco entre los papeles que tenía sobre la cama. Sólo se veía la parte superior de la cabeza, pero el cabello de Jiken era inconfundible.

—Porque te utiliza y te pone en peligro, necesitas descansar —le advirtió mirándolo a los ojos. No iba a dejar de preocuparse dijera lo que dijera.

—No me utiliza, se comunica conmigo —frunció el ceño, y a Don no le pareció muy normal su reacción. No le había parecido una persona irritable al principio.

—¿Y cabe la posibilidad de que no sea él realmente quien se comunica?

—No —sentenció.

—Pero antes dijo que sólo veía lo que él le mostraba.

Bronco se movió incómodo.

—No, sé que es él.

—¿Y si no lo es? —le preguntó Ageha sólo porque Don lo había puesto nervioso. Por lo general creía ciegamente en lo que Bronco le decía, pero también existían los espíritus que se aprovechaban de los sensitivos y era la primera vez que lo veía tan obsesionado con un caso —. ¿Sabes qué es lo que estamos intentando averiguar?

—Yo no intento averiguar nada. Sólo quiero ayudarlo —frunció el ceño, tocándose la sien porque le dolía la cabeza.

—Pero no puedes ponerlo por encima de tu salud, ¿verdad? —le preguntó Don, pensando que realmente necesitaba ayuda.

—Sinceramente… —se quedó callado y miró a Ageha. Don le apretó la mano para que esperase.

—¿No le importa mucho eso ahora? Porque si le pasa algo… entonces habrá abandonado a Ageha, ¿me equivoco?

—Él no me necesita… —se rio, negando con la cabeza ligeramente.

Don estaba mirándolo fijamente, y en ese momento deseaba no suponer lo que estaba en su mente. Pero lo hacía.

—¿Eres idiota o te lo haces? Claro que te necesito… Lo sabes —Ageha frunció el ceño, preguntándose cómo podía pensar eso —Siempre he confiado en ti y en tus instintos, pero no sé qué te sucede ahora.

—Así no estás ayudando a Jiken, Bronco. No estás ayudando a nadie. Si conozco bien a ese chico, y de hecho lo hago… lo que menos querría en este mundo, es que la muerte de alguien pesase en sus espaldas. Puede que esté asustado y quiera ayuda desesperadamente, y me parece normal, y natural que se la brindes, pero no hagas locuras… él ya no está aquí, y tú sí. Ni siquiera tienes pruebas de que él sea lo que está allí, ni de que pudieras ir con él. Y desde luego, mucho menos podrías ayudarlo si te pones en su misma situación, ¿verdad?

Bronco asintió con la cabeza, recostándose hacia atrás contra la pared.

—Yo no creo que realmente pienses que la gente que está a tu alrededor, no te necesita. Estás enfadado.

—¿Estás enfadado, Bronco? —le preguntó Ageha. Pues no se le había ocurrido, ni siquiera comprendía el por qué —Sabes que quiero ayudar, ¿verdad? No te estoy pidiendo que abandonemos a Jiken.

—Sí, lo sé… —suspiró, pasándose una mano por el pelo —Y no estoy enfadado, estoy bien —suspiró con fuerza, acostándose en la cama de golpe y llevándose el cigarro a los labios otra vez —. Tengo sueño, y nada más.

—Entonces mejor será que me vaya —les dijo el sicólogo, levantándose de la silla y sonriéndole un poco a Ageha.

—Me quedaré un rato, ¿vale? Si no te molesta… —miró a Bronco porque quería asegurarle que tenía su apoyo. No estaba muy seguro de que lo supiera.

—Claro que no —se inclinó y lo besó en la boca, pensando que eso no estaba siendo muy maduro. Pero nadie había dicho que él fuera perfecto —. Encantado, si algún día quieres pasar por mi oficina a ver sus dibujos… —le ofreció.

—Claro, lo haré —se sentó y le dio la mano. Sinceramente… le agradaba ese hombre, pero le parecía que sabía muy bien lo que le ocurría y eso no le agradaba tanto.

—Te veré luego, así podré llevar algo para cambiarme —se rio, enviándole otro beso, seguro de que era el hombre más comprensivo del mundo. Esperó a que saliera para subirse a la cama —. Y ahora me vas a explicar qué es eso de que yo no te necesito.

—No… —apagó el cigarro y apartó el cenicero de la cama, mirándolo a los ojos y tocándole el puente de la nariz con un dedo.

—¿Eh? ¿Cómo que no? —el asiático parpadeó perplejo, mirándolo a los ojos.

—Es que… no quieres saberlo —se movió un poco, apoyándose en un codo.

—¿No, eh? —le preguntó, poniéndose nervioso de pronto, porque ya sospechaba lo que sucedía; no era tan denso. Suspiró mirando hacia otro lado, y apartándose el flequillo de la frente con una mano —Es igual, te necesito, te quiero y si te pasa algo, me voy a morir.

—No va a pasarme nada —se giró de espaldas al ver cómo evitaba mirarlo.

—Eso dices… —protestó, mirándolo de soslayo, ¿por qué todo era tan complicado de pronto? —Bronco, ¿puedes prometerme que me lo dirás si sucede algo? Pero… digo que me lo prometas en serio.

—Siempre te lo digo todo… Casi todo —lo miró de soslayo también, girando un poco la cara —. Me cae bien, es un buen hombre.

—Sí, lo es, ¿no es así?—sonrió un poco, girándose más hasta que pudo mirarlo directamente —Gracias.

—No me des las gracias. No he hecho nada —Bronco apretó un poco las mandíbulas y luego se giró hacia él, abrazándolo.

—Ser tú —le contestó Ageha, apretándolo un poco y besándole una mejilla. Permaneció allí unos segundos, sintiéndolo contra su cuerpo de manera reconfortante —. Te dejaré dormir, ahora debería hablar con Steiner, así que si escuchas gritos… tú sigue durmiendo.

—Agh… lo siento por ti. Y Ageha… —le sujetó la muñeca mientras se levantaba —, anda detrás de ese rubio así que. Ni por un momento pienses que no haces lo correcto.

—Intentaré tenerlo en mente —suspiró ya exhausto por la discusión futura, aunque sonriendo todavía —. Duerme, anda.

—Vale… —se giró hacia la pared de nuevo, y tiró de las sábanas para cubrirse de cualquier forma.
Ageha salió de la habitación y cerró la puerta sin hacer ruido, suspirando profundamente luego. Mentiría si dijera que no estaba tenso.

Cuando llamó a la puerta del cuarto de Steiner, este le contestó desde la silla donde estaba leyendo todavía esos archivos de Jiken.

—Está abierta…

—Hola… —lo saludó, sonriendo nervioso y acercándose un poco —¿Trabajando duro?

—Pero por ti puedo parar. Incluso puedo trabajar duro de otras maneras si quieres —se levantó de la silla, sonriendo y aproximándose a él para besarlo.

Ageha colocó una mano sobre su pecho, deteniéndolo.

—No, no puedes, tenemos que hablar.

Steiner lo miró serio, en realidad tenía cara de ir a arrancarle la cabeza de un mordisco. Ya se estaba hartando, y no sabía cuántas veces lo habían empujado estos días.

—¿Qué pasa? ¿Es por Lowe? No hemos hecho nada… —se apartó un poco, dándole la espalda y cogiendo el reloj de la mesita para ponérselo —Literalmente.

—No, no es por Lowe. Es por… mí —se encogió de hombros, observándolo y deseando poder abrazarlo para reconfortarlo, pero ya le daba miedo su expresión —realmente me gusta Don, creo que existe la posibilidad de que se convierta en algo más serio. Y para eso… tengo que ir en serio yo también.

Steiner se quedó parado mientras se colocaba el reloj y luego sonrió un poco.

—Sí, claro… —se volteó hacia él y lo miró a los ojos —¿Cuándo has ido tú en serio con nadie, eh? No me hagas reír.

Sin embargo, Ageha permaneció serio, en realidad alzó una ceja inconscientemente.

—Tal vez nunca he ido en serio con nadie, pero eso no significa que no quiera algo más. Siempre lo he querido y ambos sabíamos cuando empezamos con esto, que sería temporal.

—Lo que sabíamos es que no era serio —se acercó a él y lo empujó con un dedo —¡¿Qué pasa?!¿Te echas a los brazos del primer paleto de pueblo que te propone matrimonio? ¿Qué es eso? Sabes que es una estupidez…

—¡No me ha propuesto matrimonio y no es una estupidez! ¿Acaso tú no estás persiguiendo a ese chico, incluso conmigo aquí? ¿Crees que quiero seguir así para siempre, eh? —le preguntó alterándose también, aunque esa no había sido su intención.

—Es por eso, ¿no? Sabes que eso sólo es un juego —lo sujetó por los brazos, aproximándolo un poco y suavizando su actitud.

—Y esto también, y no quiero seguir jugando, Steiner —protestó mirándolo a los ojos y suavizando su actitud también automáticamente —. Sabes que te quiero, pero los dos necesitamos dejar de engañarnos.

—Yo no me estoy engañando, y no eres un juego para mí. Tú eres el único que no… —intentó besarlo, pero Ageha lo empujó de nuevo, con suavidad.

—No hagas eso. Soy el único que… ¿Te comprende? ¿Te quiere? Porque no voy a dejar de hacer ninguna de las dos cosas —le aseguró.

—¡¿Cómo mierda harás eso, eh?! ¡Y no me empujes! —se dio la vuelta para no empujarlo él, más que nada porque no se iba a medir —¿Sabes lo que necesito ahora? Un polvo… ¡No me comprendes una mierda!

—¡Sí te comprendo! Un polvo no te va a ayudar, Steiner, es una solución momentánea —le aseguró, aunque sintiéndose terrible —. Te gusta ese chico, ¿no? ¿Por qué no intentas conquistarlo? ¿Crees que te va a tomar en serio si me follas a mí?

—Así te sería más fácil, ¿eh? Pues te jodes… Él no me comprende ¡Y no le gusto! Estoy hasta los cojones de todo el mundo. Luego no vengas detrás de mí cuando te des cuenta de que eso no va contigo —se puso las botas con toda la furia, cerrándose los cordones con fuerza.

—No va suceder, Don me gusta de verdad, eres tú quien no comprende nada —frunció el ceño, cruzándose de brazos —. ¿No quieres algo más, Steiner? ¿Vas a pasar el resto de tu vida saltando de cama en cama?

—¿Y tú? —se acercó a él, casi acosándolo —¿Vas a pasar tu vida al lado de un tío que a saber cuántos años te lleva? ¿La vas a pasar aburriéndote en la cama y follando los sábados, tratando de fingir que no se ha vuelto aburrido y monótono? ¿Vas a ver la tele con él los domingos y a preguntarle que tal en el trabajo? ¿A salir mientras trabaja para echar un buen polvo y salir a bailar? ¿O es que crees que puedes hacer eso con él? No lo conoces de nada… ¿Me oyes? —lo miró a los ojos fijamente, y luego le apoyó la mano en el pecho, empujándolo tres pasos lejos de él.

—Tal vez no, pero tampoco lo voy a conocer si no hago esto. Tengo que tomar el riesgo o nada va a cambiar, nunca —negó, a pesar de que su corazón se había enfriado con el miedo —. Y… no es aburrido en la cama.

—Ya lo será, cuando pases unos cuantos meses con él. ¿Sabes por qué a pesar de todo este tiempo seguimos deseándonos? —cogió su cazadora y se la puso, mirándolo a los ojos y acercándose a él —Porque no nos tenemos. Esa es la respuesta. ¿Lo entiendes?

—Pero al final de todo… ¿no te sientes solo, Steiner? ¿Por qué te enfadas cuando estoy con otra persona? ¿Realmente es por mí? —le preguntó sin desviar la mirada esta vez.

—¿Qué te importa a ti? Ya tienes a tu marido. ¿no?

—Eres un idiota, Steiner —apartó la mirada, alejándose y contestando de todas maneras —No es por mí, es porque estás solo, porque soy tu muleta.

—¡No es verdad! ¡Es por todo lo que me das! —le sujetó del brazo y tiró de él —Tú me quieres como soy… o al menos lo hacías… —lo miró a los ojos, tratando de aproximarse más a él para besarlo.

—¡No hagas eso! —volvió a empujarlo, sintiéndose al borde ya y negando con la cabeza —Te quiero como eres, ¿no te das cuenta? Intento ayudarte también.

—Y una mierda… ¡Y una mierda! —cogió sus llaves y abrió la puerta —¡Viniste aquí para estar conmigo! —pegó un portazo y se escuchó la cerradura girar.

—¡Steiner! ¡Steiner, abre la puerta! ¡No seas infantil! —Ageha resopló, dejándose caer en la cama, y sacó su móvil para avisar a Don. Aquello no había salido nada bien, pero no era de sorprender, aunque le hubiera gustado que Steiner lo comprendiese.

Él cogió el teléfono enseguida, pues suponía que iba a llamarlo. En realidad estaba nervioso.

—Sí, dime.

—No lo tomó bien, me ha dejado encerrado en su cuarto. Es sólo para que sepas por qué me retrasaré —le comentó con la voz decaída y girándose boca abajo en la cama —. Me va a ser difícil trabajar con él.

—¿Hablas de Bronco, o de Steiner? Supongo que del último si hizo algo tan estúpido —frunció el ceño y se levantó del sillón de la salita de su casa —. ¿Quieres que vaya a pedir las llaves?

—Steiner, Bronco está durmiendo y… sí, o tendré que salir por la ventana —se rio sin muchas ganas, calmándose luego porque tenía los ojos aguados, pero no quería que se diera cuenta —. Lamento causarte tantos problemas.

—No lo haces —le aseguró, saliendo de la casa y pensando que ese chico estaba fatal —. Ahora voy, ¿de acuerdo?

—Te espero aquí mismo —se rio colgando y cerrando los ojos.

Don suspiró y colgó el teléfono, deseando no toparse con ese tío por el camino.

Llegó al cabo de diez minutos, y tuvo que ir a recepción a pedir las llaves. Explicándole que el otro se había marchado mientras Ageha dormía, sin darse cuenta de que había cerrado con llave. Cualquier cosa era mejor que decir la verdad.

El hombre lo acompañó arriba y abrió la llave, llamando a la puerta primero y asegurándose de que lo que el otro había dicho era cierto. A pesar de que sabía que era un hombre respetable, pero no era normal que anduviese mezclándose con esa gente.

—Gracias… —le dijo el sicólogo mientras se retiraba, y cerró la puerta a su espalda, aproximándose a Ageha.

El asiático alzó los brazos, casi guindándose de él.

—Fue terrible, gracias por venir.

—No tienes que darlas —lo abrazó y le besó la frente, acariciándole la espalda —. Está bien, supongo que me insultó, y te dijo que ibas a acabar con él de nuevo, ¿no? Porque las relaciones serias son para los heteros… y… todo eso.

—No dijo lo de los heteros, pero sí que sólo follaríamos los sábados y pasaríamos los domingos viendo televisión, así que no hagamos eso —bromeó, ocultando la cara ahora contra su pecho.

—Ageha…, es normal que tengas miedo de tener una relación seria. Y no, no es tan apasionando como al principio, es la verdad…, pero hay otras cosas que lo compensan muchísimo… —le sujetó la cara para que lo mirase —Sobre todo, tener a alguien siempre a tu lado, para todo. Lo bueno, y lo malo. Y sentirse amado, eso cada vez es más fuerte, eso no se calma con el tiempo.

—Lo sé, no me arrepiento, pero lo cierto es que sí me asustó —le confesó, ya que por alguna razón, los ojos de Don eran como un suero de la verdad para él, no podía ni quería mentirle —. Y no quiero que me odie tampoco, soy un egoísta.

—Es normal… —le sujetó los brazos con suavidad, acompañándolo a sentarse en la cama —Es tu amigo, algo más incluso. No quieres perderlo. Y no vas a hacerlo, sólo necesita un tiempo, y en ese tiempo, tienes que verte convencido de lo que dices. ¿Lo entiendes? —le apretó la mano, mirándolo a los ojos —Y no me gusta ver la tele… —sonrió un poco, tratando de animarlo.

—Lo sé, lo de que tengo que verme convencido, no lo de la tele —se rio, ladeando la cabeza —. ¿Te gusta ir al cine?

—Sí, pero solo es un poco deprimente… —le tocó la cara, mirando sus ojos —¿Quieres ir? Luego podemos salir, es sábado.

—Vayamos, creo que todos necesitamos descansar hoy de todas maneras —asintió, pegándose a él —. ¿Por qué me siento tan bien contigo, eh?

—No lo sé…, pero no me opongo —sonrió, levantándose para que saliese con él —. Vamos. No irás a escoger una romántica, ¿verdad?

—Me estás tentando, Don… —se rio, tocándole el pecho —Una sobrenatural, así podrás quejarte luego de que nada tiene sentido.

—Está bien, veamos una de ris… digo, sobrenatural —bromeó, besándole los labios y cerrando la puerta al salir. Lo sentía mucho por Steiner, pero él se lo había buscado.

Capítulo 8
Explorations


Parte IV
Sábado, enero 30

Eran las dos de la mañana cuando el mentado regresó al pueblo luego de haber estado bebiendo y enrollándose por ahí con cualquiera. Se bajó de la moto, por poco tropezándose de cómo iba, y se apartó el cabello, pensando que lo tenía demasiado enmarañado del aire.

No podía regresar a la pensión, porque Ageha estaba allí, y a Bronco ni mentarlo. Le iba a echar una charla seguro. Ese era el motivo por el que estaba frente a la casa de Lowe, y timbró abajo

—Soy yo, amor… —susurró pegando los labios al interfono.

—¿Qué haces a estas horas? —le preguntó el rubio sin abrirle aun porque lo había sorprendido.

—Déjame subir, que no tengo donde ir…

—Vale… —abrió la puerta, frunciendo el ceño. ¿Cómo que no tenía a dónde ir? Si se estaba quedando en la pensión. Lo peor es que él mismo no quería estar solo.

Steiner subió en el ascensor. Lo mejor era no decir nada de los motivos reales para estar allí. Al salir se lo topó en la puerta, y la abrió un poco más para entrar.

—¿Qué hacías? ¿No sales ni el sábado?

—¿A dónde? ¿Con quién? Vivo en un pueblo de idiotas, lo olvidas y… hueles a alcohol —lo acusó, cerrando la puerta detrás de él —¿Te echaron de la pensión?

—A empujones —le contestó, riéndose y tirándose en el asiento —. ¿Te gusta olerme?

—Ni que fuera un perro —exhaló, apartándose —. Te ofrecería una cerveza, pero creo que más bien necesitas un café, ¿eh?

—Prefiero una cerveza… —se quejó, mirándolo y sacándose la cazadora —Aunque también preferiría leche, tú leche… —se rio.

—No, no digas eso, agh —se giró, enrojeciendo y yendo a por el café. No sabía ni para qué lo intentaba, no le parecía que Steiner fuera el tipo de chico que se dejaba cuidar.

En realidad se levantó a los pocos segundos y entró con él en la cocina, apoyándose por detrás en su hombro y mirando lo que hacía.

—Tienes razón, este pueblo está lleno de idiotas.

—¿Lo dices porque te estoy preparando café? Porque es por tu bien, ¿eh? —lo miró, frunciendo el ceño mientras revolvía.

—No… —se rio —Lo digo porque es cierto —le sujetó la cintura con las manos, y le besó el cuello. Advirtiéndole de pronto —No me empujes, ya me largo yo… —y apartándose.

—¿Para qué haces esas cosas entonces? —tomó las dos tazas, ya que se había preparado uno para él, y lo siguió, entregándole una —¿Tuviste un mal día?

—Sí, el peor… —regresó al salón y se sentó de nuevo, por poco tirando el café, pero manteniéndolo dentro de la taza de milagro —Y ya sabes por qué las hago. Porque me gustas. ¿Eres masoquista? No me preguntes eso si vas a ponerte rojo.

—No me voy a poner rojo, no jodas —se quejó, aunque ya lo estaba, y se sentó en uno de los sillones —. ¿Me vas a decir qué sucedió?

—¿Sabes que tu sicólogo está saliendo con Ageha? Y por cierto que van en serio… ya han reservado una iglesia… —bebió un poco, pensando que estaba demasiado caliente todavía y dejándolo sobre la mesa.

—Eh… No, ¿en serio? —preguntó bebiendo del café y mirándolo con disimulo. Así que sí tenían algo y ahora estaba celoso. Pues, ¿para qué venía a verlo a él si estaba pensando en Ageha?

—En serio… —asintió con la cabeza —y debe tener como mil años, ¿no? —se rio.

—Claro que no —frunció el ceño —¿Ageha es tu ex o algo así?

Steiner se rio de nuevo, mirándolo.

—Ni de coña, no… Sólo follamos.

—Oh, ya, sólo folláis —alzó una ceja, bebiendo más café.

—Bueno, ahora ya no… —se rio al pensar que estaba ahí encerrado, y se quitó las botas, recostándose en el sofá.

—Oh, ¿y por eso bebías así? —le preguntó sin dejar de mirarlo —¿Lo amas?

—Claro que no —se encogió de hombros, recuperando la taza de café —. Bebo porque me ha cabreado. Porque yo siempre soy sustituible, y porque todos me empujáis. ¿Y si os empujo yo, eh? Os dejo incrustados en la pared… —frunció el ceño, bebiendo café y pensando que estaba harto.

—No te empujaríamos si te comportases de mejor manera, o si no jugaras con varios —le advirtió, terminándose el café y dejando la taza sobre la mesa, encima de unos libros.

—Pero él hacía lo mismo conmigo. ¿Y de pronto puede decidir cuándo se terminó? Mi opinión no importa ni una mierda, ¿no? —frunció el ceño, mirándolo a los ojos.

—Tal vez es porque se enamoró —lo miró, frunciendo el ceño una vez más, no lograba comprenderlo —. ¿Qué sois? ¿Amigos o amantes?

—Amigos… con derecho a sexo —lo miró a los ojos, pensando que ciertamente, sólo eran amigos. Eso no le daba derecho a nada —. ¿Quieres ser mi amigo, Lowe? —se rio para sí ya que bromeaba.

—Con derecho a amistad solamente —le sonrió con malicia, deseando beberse una cerveza ahora, pero no quería incitarlo.

—Qué aburrido… Tengo una idea —se movió por el sofá, aproximándose a él —. ¿Quieres hacer algo… divertido? Tranquilo, no tiene nada que ver con mi polla, por más que me guste la idea.

—Bueno, si no tiene que ver con tu polla…, pero tampoco puede tener que ver con la mía —le advirtió por si acaso —. Dime.

—¿Quieres que te la chupe? —sonrió, aunque no era eso lo que iba decirle, pero se acercó un poco más —Porque podría hacerlo, y no se lo diríamos a nadie.

—¡No! Agh, no sé para qué te hago caso —se alejó, cogiendo un almohadón por si seguía.

—Te comportas como un virgen, ¿eh? —se echó atrás en el sofá, apoyándose con un codo —¿Seguro que no quieres?

—No, y me comporto como alguien que… ya veo por dónde vas, ¿eh? —lo señaló, exhalando —No quiero eso.
—No sé de qué me hablas… —alzó un poco una ceja, observándolo.

—Sí lo sabes—lo miró, frunciendo el ceño —. ¿Eso era lo que ibas a sugerir?

—¿La mamada? No…, y además, ya sabía que no ibas a querer —se rio, preguntándose de qué le estaba hablando.

—Pues ¿qué ibas a sugerir? —le preguntó, mirando a otro lado y pensando que era un denso, pero mejor olvidaba aquello, sólo le traería problemas.

—Tienes curiosidad, ¿eh? Si me dejas darte un beso, te lo digo —sonrió, cogiendo la cucharilla de la taza y moviéndola.

—Me voy a la cama —lo amenazó, aunque no tenía sueño, estaba aburrido y para colmo, ahora tenía que encerrarse en su cuarto a fingir que dormía.

—Me subiré a tu cama y te besaré… —lo amenazó, riéndose y poniéndose en pie para acercarse a él —¿Por qué no quieres? Sólo es un beso… ¿tanto te gusto?

—¿Quién dijo que me gustas? —lo miró, bajando los ojos luego porque no quería que lo adivinase —¿Qué clase de persona rechaza un beso de alguien que le gusta?

—Una que tiene miedo… —le tocó la cara sin alzársela, aproximándose despacio y apoyando su mejilla contra la de él —A mí también me gustas —le dijo al oído, como si no estuviera claro. Sólo quería hacerlo escucharlo.

—Sí claro, te gusta cualquier cosa que se mueva —protestó, dejándole saber lo que temía en realidad y apartándose un poco, pegando la cabeza contra el respaldo del sillón.

Steiner apoyó la rodilla entre sus piernas y las manos en el respaldo, inclinándose más hacia él y mirándolo. Le rozó la nariz con la suya.

—Que me los tire, no quiere decir que me gusten, sólo que causalmente están buenos.

—Es lo mismo, te los tiras… y… seguro les dices cosas para llevarlos a la cama. ¿Crees que soy un niño inocentón y crédulo? —le preguntó, casi hundiéndose en el sillón, nervioso.

—No, sólo me tiro a los que buscan lo mismo que yo. No soy tan cabrón, no voy por ahí jodiéndole la vida a la gente… Al menos no adrede —se apartó, preguntándose si eso le había hecho a Ageha. Se sentó en el sofá de antes, pensando que le estaba dando el bajón.

—¿No? —Lowe lo miró sorprendido de que se hubiera alejado, y observando esa expresión seria que tenía ahora —Eh… ¿estás bien? Porque no quería ofenderte.

—Estoy bien… Iba a decirte que… podíamos hacernos unas máscaras e ir tú y yo a espiar al bosque, si sabes en que días iba. Con máscaras nadie tiene por qué reconocernos, pero es mejor permanecer escondidos. Que sean sólo por si… nos descubren, ¿no? —lo miró, apartándose el pelo a un lado y tirándose de pleno en el sofá.

—¿En serio? ¿Lo harías conmigo? —Lowe se entusiasmó, sonriendo y casi trepándose en el sillón —Hagámoslo, sé qué días iba porque… no es que fuera un chico fiestero. Incluso estuve buscando su máscara, pero no la encuentro.

—Pues… eso puede ser porque se lo llevaron cuando la tenía puesta… a algún lugar —lo miró, extendiendo la mano hacia él —. Ven…

—¿Se lo llevaron? —le preguntó, sujetando su mano y poniéndose de pie —¿A dónde vamos?

Tiró y lo acostó encima de él, sujetándolo para que no se fuera.

—Tal vez no se drogó, tal vez lo drogaron… y no quería ir al médico porque sabía que era a causa de una droga. Sé que no te voy a distraer de que te haya agarrado, ¿eh?

—No, no lo harás y hasta ahí llegamos, ¿eh? —le advirtió, aunque no quería quitarse, y no lo hizo —¿Crees eso? Es posible, pero… pudo habérmelo dicho. Lo hubiera reñido, sí, pero lo hubiera ayudado de todas maneras.

—Tal vez le avergonzaba, o le daba miedo tu reacción. A mí me daba miedo que me pegases… —se rio, aunque por una vez no pensaba hacerle nada. Sólo necesitaba un poco de cariño.

Le pasó la mano por el cabello, pensando que siempre le habían gustado los rubios.

—No te voy a pegar mientras no hagas nada que no debes —sonrió para sí, disfrutando de aquello en realidad. Se sentía un poco necesitado —. Es probable, pero ahora me siento como un idiota si es que eso fue lo que sucedió

—Nunca habría sido tu culpa, además, no tenemos ni idea de lo que sucedió en realidad. No me hagas caso. ¿Qué días solía ir? —le pasó los dedos por la parte superior de la espalda, acariciándolo.

—Los martes y los viernes, supongo que tenían mejores cosas que hacer los sábados —se rio, sintiéndose terrible luego, seguro de que por eso Jiken no le decía nada.

—¿A qué hora? Iremos antes para encontrar dónde escondernos.

—Después de las diez o al menos como a esa hora salía —le contestó, recordando.

—Si no ya se nos ocurrirá qué hacer mientras esperamos… ¿no? —se burló, revolviéndole el cabello.
—¿Alguna vez te rindes? —le preguntó enrojeciendo de nuevo.

—Hum… no, pero a veces me canso. Vuelvo a la carga rápido en cuanto me recupero —se rio, sujetándolo después —. Pero no te vayas.

—Yo no soy de los que andan follando por ahí, ¿eh? —le advirtió, aunque ahora lamentaba haber dicho eso siquiera y cerró los ojos.

—Ya, ya lo sé… —se quedó serio, y apoyó la mano en su cintura, mirando al techo.

 


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