Capítulo 8
Explorations
Parte I
Sábado, enero 30
Steiner se giró en el sofá, y se pasó la
mano por encima de la cara al notar los primeros rayos de sol.
—Joder… necesitas unas cortinas, niño…
—no pudo evitar quejarse, y se levantó, estirándose
y entrando en el baño para hacer pis. Se miró en el
espejo, pensando que lucía como la mierda. Cogió su
enjuague bucal y le dio un trago, escupiéndolo y enjuagándose
la boca de nuevo, esta vez con agua. Bebiendo un buen trago antes
de que se le ocurriese una genial idea.
Se fue hasta el cuarto del rubio, y entreabrió la puerta
despacio, quitándose la camiseta y sonriendo mientras subía
por encima de él, y se metía en su cama. Dormía
como un tronco.
Lowe se giró inconscientemente al sentir el colchón
hundirse y estiró un brazo, lógicamente esperando
no encontrar nada y en vez de eso, topándose con el cuerpo
del moreno. Lo tocó un poco, entreabriendo los ojos y protestando
con la voz adormilada
—¿Qué demonios…? —alzó la
cabeza, empujándolo luego —¡Steiner!
—Eh… mercancía delicada, handle with lots of
care —sonrió, mirándolo y sujetando la mano
con la que lo había empujado.
—Que no… ¿Qué haces en mi cama, eh? —miró
hacia la ventana, notando que el sol se filtraba por los bordes
de la cortina, de manera que ya sería inútil enviarlo
al sofá porque se iba a despertar de todos modos. Apartó
la manta, saliendo de la cama, enrojecido.
—No te pongas así, luego de lo de ayer… —se
burló, apoyándose en un codo y luego acomodándose.
—Ayer no pasó nada, ¿eh? No me vas a engañar,
que no soy idiota —lo señaló, paseándose
por la habitación porque estaba nervioso —Ya…
ve… a vestirte o algo.
—Me refería a todas las confesiones que nos hicimos…
—se apartó un poco el cabello, observando cómo
se marcaba su paquete en la fina tela del pijama —Hum…
¿Sabes? Me encantaría darte un mordisquito ahí.
—Sí, seguro…. —frunció el ceño
deseando poder lanzarle una almohada, pero como era él quien
se había quedado con la cama… —Me voy a duchar.
—¿Puedo ir contigo? —se levantó, parándose
delante de él y obstruyéndole el paso.
—¡Claro que no! Quita… —lo empujó
con suavidad, enrojeciendo de nuevo y desviando la mirada. Para
colmo andaba en ropa interior por ahí, no sabía cómo
no le daba frío.
Él le puso los brazos a los lados, sujetándole los
suyos con ambas manos muy suavemente y acortando las distancias
mientras inclinaba la cara un poco.
—Ayer no me quisiste dar un beso de buenas noches…
—Y no te lo voy a dar ahora. ¿Qué te pasa,
eh? ¿La hierba tiene un efecto retardado en ti?
—¿Te lo doy yo a ti? —se inclinó un
poco más y rozó sus labios —¿Quieres?
—tocó el superior con la punta de la lengua por un
instante y lo miró a los ojos.
—¡No! —el chico lo empujó, sintiendo que
le salía vapor por las mejillas, sobre todo porque se le
había acelerado el corazón. Casi salió corriendo
hacia el baño.
—¡Joder! —exclamó el moreno para sí,
cogiendo su propia camiseta del suelo y lanzándola contra
la puerta del baño después, aunque tuvo que recogerla
él mismo, claro.
Salió al salón y entró en el cuarto de aquel
chico, topándose con los dos durmiendo todavía muy
abrazados. Descorrió las cortinas para jorobarlos a ellos
también, no quería ser el único.
—¿Qué hora es? —preguntó su jefe
separándose un poco de Ageha. No sabía en qué
momento de la noche lo había abrazado así.
—La de desayunar si quieres ir allí —le dijo
mientras se subía en la cama sobre Ageha y le besaba la nuca
—. Despierta…
—Hum…, pero tengo sueño… —se quejó
sonriendo y girándose un poco, no era desagradable ser despertado
así —Tráeme el desayuno a la cama.
—Ya está aquí… ¿no lo ves? —lo
besó, y Bronco lo sujetó del brazo, tirando de él
tan bruscamente que casi lo saca de la cama —¿Qué
coño te pasa? —le dio un golpe con su brazo en el de
él, y lo miró a los ojos sin creerse que todos quisieran
tocarle los huevos hoy.
—¡Es su cama! —la señaló con la
mano, furioso.
—Vale, calma… —movió un poco la cabeza,
calmándose al ver que era por eso y no por Ageha, aunque
seguía de muy mala hostia y se tuvo que aguantar, sólo
porque veía que lo tenía muy trastornado aquel tema.
Ageha había abierto los ojos por fin y se sentó, despacio,
suspirando.
—Tranquilos, chicos. Vayamos a desayunar, que además…
tengo que llevarle ese dibujo a Don —se excusó, bajándose
de la cama nervioso por ese beso, todavía no le había
dicho nada a Steiner y la verdad, tenía miedo.
—Id vosotros —Steiner se puso la camiseta y salió
a ponerse los jeans, murmurando algo como “ni que fuera su
puto hijo”.
Bronco se estaba concentrando para decirle algo cuando escuchó
el portazo. Miró a Ageha, tratando de disculparse sin palabras.
Sin embargo, el asiático se acercó, besándole
la frente como diciéndole que no era su culpa.
—Lo siento —se disculpó él de antemano,
tanto por lo del beso como por lo incómodo que sabía
que lo iban a poner después de aquella conversación.
—Tú no has hecho nada. Él es un crío
y yo… me he pasado un poco. Ni lo he pensado —se tocó
la frente un momento y luego negó con la cabeza —.
No te preocupes, me disculparé con él después.
—Sí, pero luego hablaré yo con él y
entonces, sabrás por qué me disculpo —sonrió,
acariciándole la mejilla —. Además, sé
lo mucho que significa Jiken para ti.
—No digas eso, ni yo lo sé —se rascó
el pecho, moviendo un poco la cabeza —. ¿Qué
ocurre?
—Bueno, estuve hablando con Don anoche, en nuestra cita.
Dice que nuestra relación puede ser dañina si seguimos
así y además… él no va a confiar en mí
—le resumió de una manera sumamente corta, sonriendo
un poco —. Realmente me gusta, no quiero alejarlo porque tenga
miedo, pero sé que Steiner no lo comprenderá.
—¿Cómo? —preguntó confundido,
suavizando la voz un poco incluso. Ese tipo que acababa de conocer
le decía que dejase a Steiner y él… ¿se
lo planteaba? Bueno, tenía toda la razón del mundo,
pero… —Tiene razón, sí… —asintió,
negando con la cabeza sin embargo.
—¿Crees que me estoy apresurando? Pero… ¿qué
tal si es el indicado y lo dejo ir? Además, anoche parecía
una buena idea —comentó nervioso por haber percibido
esa duda en Bronco. ¿Estaría cometiendo un error?
—Claro, no… debes ir a por él —lo miró
a los ojos, apoyándose la mano en la cadera y tocándose
los labios un momento —. No es sólo porque te ofrece
algo serio. Realmente te gusta, ¿no?
—Claro, realmente… Nunca he conocido a alguien como
él. Que no fuera hetero, claro —se rio, abrazándolo
de pronto —. Tengo miedo, Bronco.
—Yo estoy contigo… —le besó el cabello,
considerándose un imbécil por no haber hecho nada
a tiempo. Simplemente había creído que era imposible
que ni siquiera se plantease dejar lo suyo con Steiner. Pasó
uno de sus brazos por encima de los hombros de Ageha, apretando
—¿Nunca lo habías pensado antes?
—Sí, pero no veía ninguna razón para
hacerlo. Quiero a Steiner y somos compatibles, no quiero hacerle
daño y odio estar solo… Elige una, elígelas
todas —alzó la cara, mirándolo —. Y ahora
me va a odiar.
—Se le pasará… No te va a odiar realmente,
sólo se pondrá capullo. Es un capullo —lo apartó
de él un poco, ya que no podía aguantarse sin hacer
una idiotez. Él sí que era capullo.
—Sólo a veces —sonrió de nuevo, pasándose
una mano por los ojos y apartándose como si no se hubiera
puesto sensible —. Vamos a desayunar, nos espera un día
largo.
—Sí, vamos. Avisaré a Lowe para quedar con
él a una hora y eso —le advirtió, saliendo y
tocándose la cara, haciendo crujir la barba.
Ageha se acomodó la camiseta ya que ni siquiera se había
desvestido y suspiró, hablándole al cuarto vacío.
—Eh, Jiken, ¿no hay posibilidades de que me ayudes?
—sonrió seguro de que le lanzaría algo si no
salía rápido de allí.
*****
Ageha llamó a la puerta del despacho, con aquella carpeta
bajo el brazo y girando el pomo enseguida sin siquiera esperar a
que lo invitase a pasar. Si no estaba, iría a buscarlo a
su casa simplemente.
—Don, ¿estás aquí?
—Pasa —lo invitó, levantándose de donde
estaba acuclillado organizando unas carpetas. Lo miró y se
aproximó, sacudiéndose un poco la camisa color tostado
que llevaba, por si tenía polvo —. Habíamos
quedado aquí, ¿o no?
—Sí, pero nunca se sabe. Podías haber salido
a comer algo —le sonrió, rodeando su cuello y besándolo
profundamente, estirándose de tal manera que los ajustados
jeans se apretaron aun más contra sus nalgas. Se apartó,
entregándole la carpeta —. Los folios están
numerados para que puedas armar el dibujo.
—Y yo pensaba que venir a trabajar los sábados era
malo… —alzó una ceja, sonriendo un poco y abriendo
la carpeta —Así que… un chico sexy y un rompecabezas…
—murmuró, echando un vistazo al interior y dirigiéndose
a la mesa para extenderlos allí —¿Cómo
está tu jefe?
—Bien, supongo, pero… está muy metido en esto.
Lo ha afectado y me preocupa —le sonrió con algo de
tensión en la mirada, mientras lo seguía y se colocaba
al otro lado de la mesa —. Le ha cogido cariño a Jiken,
dice que pudo sentir lo que él sentía. Realmente quiere
ayudarlo, Don.
—Lo sé…, te creo. Yo no digo que él
no crea o vea, sienta… esas cosas. Es sólo que a veces
nuestros sentidos nos engañan, Ageha —le dijo mientras
iba colocando los folios según los números —.
No debería tomarse esto dema… —se quedó
callado, mirando el dibujo que se iba formando, y las letras hendidas
contra el folio. Estaba muy serio, y había sentido un estremecimiento
helado en la espalda. Además, había visto ese tipo
de escritura en Jiken antes.
—¿Qué sucede? Es de Jiken, ¿verdad?
—le preguntó entusiasmado al ver su expresión.
Claro, él ya sabía que Bronco no se estaba engañando
—¿Comprendes algo? ¿Habías visto este
dibujo antes?
—Sí, Jiken… a veces me regalaba dibujos. Una
vez vino con su cuaderno porque llegaba tarde y me pareció
fascinante. No sólo en el plano artístico en realidad.
Un buen día me regaló uno, y así en otras ocasiones.
Era una buena forma para él, no sólo de canalizar
ciertas cosas, sino también de expresarlas —se levantó
un poco apasionado. Comenzaba a desear creer en algo así
y cogió una caja muy amplia de metal. La llevó a la
mesa y le mostró a Ageha algunos de los dibujos del chico
—. Cada dibujo de estos… dice mucho. Para mí
era como si se abriese un poco más en cada uno.
—Oh… —Ageha observó aquellos dibujos,
casi sin atreverse a tocarlos, como si fueran algo sagrado —No
soy un entendido, pero se nota… una progresión, ¿no?
—Sí… —metió los dedos con cuidado,
sacando todas las hojas y mostrándole el primero. Era un
dibujo muy oscuro, dibujado con trazos rabiosos, utilizando un lápiz
afilado, que había ido limándose poco a poco, haciendo
trazos más gruesos cada vez. Había manchas de sus
manos y dedos arrastrando el carboncillo, deliberadas y accidentales.
El dibujo se parecía mucho al otro, no en lo que contenía,
si no en lo que trasmitía.
—Es violento, ¿verdad? Hasta yo puedo sentirlo —alzó
la mirada, comparando entre los dos dibujos. Tal vez incluso aquella
leve diferencia era producto de haber utilizado las manos de Bronco
para dibujarlo —. ¿Alguna vez te habló Jiken
de que… alguien lo torturase o algo parecido?
—Bueno… no físicamente, pero el dolor se percibe
de muchas maneras, Ageha, incluso el rechazo… —se quedó
mirando el dibujo que Ageha había traído, y alzó
uno de los folios, fijándose en una figura al fondo. Era
algo muy pequeño, pero muy grande en proporción a
lo lejos que estaba, y Jiken sabía perfectamente de proporciones.
Parecía un hombre, un hombre con la cara negra o algo así,
sin rasgos.
Se echó hacia atrás en el sillón, seguro
de que incluso él se estaba dejando llevar, pero todo eso
le desconcertaba. Apoyó la cabeza en el respaldo y cerró
los ojos un momento. Jiken nunca le había hablado de que
ningún hombre lo maltratase, estaba seguro —. ¿Por
qué me has preguntado eso?
—Bronco dijo que eso le sucedía, pensó que
tal vez fuese un recuerdo… En realidad dijo… que lo
mataron —comentó un tanto nervioso porque sabía
que era difícil de creer y que Don definitivamente no lo
aceptaría —. ¿Jiken no tenía alucinaciones
o algo así?
—No, no las tenía. Sólo una mente muy creativa,
y por supuesto que no lo mataron… —negó con la
cabeza, alterándose un poco, sólo por el supuesto
—En el caso de que sea real lo que ve, ha debido malinterpretarlo.
Tal vez debería hablar con él, podría ayudarlo,
si dices que se encuentra tan afectado.
—No sería una mala idea, pero no te aconsejo que le
sugieras que esto están en su imaginación —le
sonrió un poco, sentándose en el sofá ahora
—. ¿Sabes lo que significa ese dibujo del pájaro
muerto? ¿Lo has visto?
—Soy sicólogo… —le dijo respecto a lo
primero, sonriendo también y apretándose las manos
—Veamos… sí. Originalmente para él era…
una forma de representar lo bueno y puro, destruido. Pero conforme
mejoraba, comenzaba a buscarle otros significados como… que
incluso hay vida en la muerte. El pájaro había muerto,
y aunque eso es terrible, los gusanos viven gracias a ello. Sé
que para ti, esto no tendrá mucho sentido, pero para él…
en realidad era también una forma de reflejar el valor de
la vida, de darle fuerzas para vivir porque, inevitablemente, todos
moriremos algún día.
—Muy optimista, yo prefiero no pensar en eso —negó
con la cabeza sonriendo un poco —. ¿Cuál de
los dos significados crees que expresa ahora?
—Tiene miedo —le aseguró, negando con la cabeza
—. Lo he visto escribir alguna que otra vez con ese tipo de
letra, en medio de cartas normales en realidad… y suele ser
por eso mismo.
—Tiene miedo, es una respuesta lógica supongo, ha
de estar confundido… —meditó Ageha, pensando
de nuevo en la expresión de Bronco esa mañana.
—Y muy enfadado… —murmuró el mayor, que
miraba las hojas fijamente, y pasó unas cuantas, mostrándole
un dibujo mucho más positivo, aunque no tenía muchos
de esos. Era un unicornio a color, dibujado con pasteles, pero el
campo, el cielo, nada era con colores normales que alguien habría
elegido —Era como si él viese cosas que nosotros no.
¿No te parece?
—Sí, realmente era un artista, ¿eh? —asintió,
pensando que le gustaba más ese dibujo, incluso si era poco
convencional —¿Alguna vez lo viste dibujar?
—Alguna vez, mientras hablábamos dibujaba en vez
de prestarme atención. Pero me daba igual, sé que
me estaba escuchando —guardó las hojas en orden otra
vez, y cerró la caja, levantándose para dejarla en
donde estaba.
—¿Notabas algo distinto en él cuando dibujaba?
—le preguntó, siguiéndolo con la mirada.
—Depende de cómo se sintiese ese día, y de
lo que estuviese dibujando, claro. Creo que al principio dibujaba
para desahogarse, y quejarse… —sonrió un poco
—Luego lo hacía porque le gustaba. En las primeras
hojas, uno puede saber cómo es el dibujo mirando la parte
de atrás del folio. Los trazos se hunden tanto que abultan
la parte trasera —le dijo mientras preparaba dos cafés.
—Eso es mucha intensidad —se acomodó en el sillón,
pensativo, imaginándose cómo habría sido aquello
para el chico —. ¿Lo extrañas, verdad?
—Procuro no pensar demasiado en ello —colocó
los cafés en una esquina de la mesa, sobre platitos, y luego
organizó las hojas antes de guardarlas en la carpeta y devolvérsela
a Ageha. Tuvo que regresar a por el azúcar, y luego se sentó
a su lado —. ¿Todo va bien? —le preguntó
luego, apartándole un mechón de cabello tras la oreja.
—¿Te refieres a mi situación? —lo miró
a los ojos, sonriendo de forma distinta ahora y ladeando un poco
la cabeza como buscando caricias —Aún no hablo con
Steiner, Bronco le gritó esta mañana, él se
enfadó y se largó.
—¿Por qué le gritó? —le tocó
el cuello y luego rodeó sus hombros.
—Porque me abrazó en la cama de Jiken, y no fue lo
que piensas, yo estaba medio dormido aún… —le
aseguró porque ya veía que se iba a molestar.
—No pienso nada porque te abrace en una cama… —(aunque
no me hace maldita gracia) pensó, sonriéndole un poco
sin embargo.
—Nunca se sabe. El caso es que Bronco está acostumbrado
a nosotros y… se alteró porque creyó que íbamos
a comenzar. No quería que lo hiciéramos en esa cama.
—Claro que no… —tendría que armarse de
paciencia, estaba claro. Además, decía acostumbrado
a nosotros. Por dios que se los imaginaba retozando por cualquier
lugar. Cruzó las manos y apoyó los labios contra las
mismas, mirando la taza de café sobre la mesa.
—Pero te molesta… No necesito ser psicólogo
para darme cuenta —sonrió Ageha, tomando su propia
taza y bebiendo.
—Claro que me molesta, Ageha. Tú me gustas, me gustas
mucho —le sujetó una mano, mirándolo a los ojos
—. No quiero perder la oportunidad de que esto sea algo más,
y sinceramente… no quiero perderla por alguien que…
no te va a dar lo que quieres.
—Puedo ser muchas cosas, Don, pero no falto a mi palabra
—le aseguró apretándole la mano —. No
voy a decir que no tengo miedo, pero me gustas.
—Lo sé —se inclinó hacia él un
poco, y lo besó con suavidad, aunque más profundamente
después —. ¿Te quedarás esta noche a
dormir?
—Si mi jefe se cuida… —bromeó, riéndose
en bajito luego y contestando en serio —Me encantaría.
—Si no, nos lo vamos a tener que traer y buscarle una nanny
—sonrió un poco, tocándole la cara —.
¿Dormiste con él?
—Sí, pero no pasa nada, ¿eh? Además,
estaba mucho más preocupado por Jiken —le aclaró
girando un poco la cara para besarle la palma de la mano.
—Era por curiosidad —lo observó, sonriendo
un poco e inclinándose para besarlo de nuevo —. ¿Quieres
ir a ver este apasionante lugar?
—Y todos los que me quieras mostrar —se rio, dejando
la taza en la mesa y rodeando su cuello luego. Tenía miedo
sí, pero cuando lo veía, era como si todas sus dudas
fueran eliminadas.
Don lo levantó en brazos y lo besó de nuevo, apretándolo
contra él y dejándolo bajar despacio y muy pegado
a su cuerpo. Se sentía un poco como un adolescente comportándose
así, la verdad, pero no podía evitarlo, y tampoco
quería.
—Vamos…
—Vamos —Ageha le guiñó un ojo, sujetándose
de su brazo sin siquiera pensar en si aquello le molestaría,
no era consciente de ese tipo de cosas. De todas formas, él
se limitó a guardarse la mano en el bolsillo de los pantalones
y salir con él. En ese momento, tenía cosas mucho
mejores que hacer que preguntarse a quién le parecería
mal o no.
Parte II
Sábado, enero 30
—Deja de poner esa cara —Bronco le dio con el codo a
Steiner, que resopló, enderezándose y sonriendo falsamente.
—¿Mejor?
—Sí, mejor… —suspiró, frunciendo
el ceño mientras esperaban a que Lowe bajase de su piso.
—Hola —los saludó el chico, colocándose
mejor la cazadora que llevaba abierta como al descuido, y observándolos
a los dos. Estuvo tentado a preguntar por el otro, pero no quería
recordárselo a Steiner y no sabía ni por qué
—. Vamos, hay que caminar bastante.
—Hola, tengo el coche aparcado cerca —le dijo Bronco,
preguntándose si había acceso al menos para no tener
que recorrer todo el camino a pie —. ¿Se puede llegar
en coche al bosque?
—Sí, es que estoy acostumbrado a caminar a todos lados
—asintió, enrojeciendo por no haber considerado aquello
—Vamos… —caminó delante, guiándolos
hacia el coche y preguntándose por qué Steiner estaba
tan distante con ese chico incluso. Aquello comenzaba a gustarle
muy poco.
Se subió al coche, y Steiner se sentó a su lado,
dejando al rubio atrás. Lowe intentó mirarlo por el
espejo retrovisor, pero sólo veía la cara de Bronco.
¿Tan cabreado estaba? Pero si no había pasado nada.
El viaje fue en silencio y bastante tenso, Bronco se sentía
más tenso todavía, porque Steiner no solía
comportarse así para nada. Cuando aparcó el coche,
él fue el primero en salir, cargando con su bolsa a cuestas
y tomando una foto del bosque desde fuera antes de entrar.
Se veía bastante grande, muy frondoso, y había un
pequeño sendero agreste que llevaba hacia el interior.
—El lugar debe estar más al fondo… A Jiken no
le gustaban los lugares muy expuestos —comentó Lowe,
sólo porque necesitaba romper aquel silencio, aunque fuera
con su propia voz.
—Pero Jiken no era quién organizaba las quedadas,
¿no? —le preguntó Bronco.
—No, no sé ni cómo se enteró a decir
verdad, yo no tenía ni idea —se encogió de hombros
el rubio, apartando una rama para pasar. Si se concentraba incluso
podía ver aquello en una semblanza de cómo Jiken lo
hubiese dibujado.
—Esta mañana después de ducharme, vi unas cosas
un poco raras —comentó Steiner, que iba caminando por
el sendero lleno de maleza y zarzas, como si fuera un césped
lleno de margaritas. Se notaba que estaba acostumbrado, Bronco se
detenía a pisarlas para no pincharse.
—¿Qué? —le preguntó este.
—Cosas sobre las experiencias cercanas a la muerte. Me pregunto
si estaba jugando con fuego.
—No lo sé, pero… me hubiera dicho algo, ¿o
no? —Lowe los miró, tensándose por un momento.
—No creo, porque se lo habrías prohibido… —Steiner
lo miró y alzó una ceja, avanzando más por
el bosque, y echando un vistazo arriba al escuchar a unos cuervos
salir volando súbitamente.
—Qué ambiente más pesado hay aquí…
—murmuró Bronco, que le parecía como si estuviesen
adentrándose demasiado con la prisa que se daba Steiner en
caminar por el bosque.
—Yo no noto nada, huele bien para variar.
—Huele a bosque —comentó el rubio que se había
sentido reñido, aunque en realidad, tenía razón,
se lo habría prohibido. Ahora hacían ruido al caminar,
llegaban a una zona en la que el suelo estaba lleno de hojas caídas
de los árboles.
Steiner tomó otra foto, y luego los dejó adelantarlos,
tomando varias más, pero del rubio y sus nalgas. Al pasar
por su lado, le mostró una, a espaldas de Bronco, que seguía
sin ver qué tenía aquello de buen olor.
Se estaba agobiando y comenzaba a pensar que no era normal. Rozó
la corteza de un árbol y sintió su mano bajo la suya,
comenzó a caminar cuesta abajo, adentrándose y sin
más remedio que sujetarse para no caer por aquella cuesta
abajo llena de hojas secas.
—No hagas eso, dios… y yo creyendo que estabas cabreado
—susurró Lowe, enrojeciendo y acelerando, pensándoselo
mejor luego. Lo esperó, no fuera a ser que le tomara más
fotos de esa manera.
Alrededor de Bronco, la brisa se había levantado levemente,
alzando las hojas y empezando a envolverlo en un remolino de ellas.
Se detuvo y entrecerró los ojos porque el flequillo se
despeinaba delante de ellos. Estiró la mano y de pronto las
hojas cayeron delante de él, rodando en antinaturales montoncitos
por el suelo cuesta abajo.
Salió corriendo, y Steiner, que se había distraído
con Lowe, alzó la vista al escuchar el ruido.
—¡Bronco! —corrió tras él, bajando
a toda prisa aquella cuesta repleta de hojas y por poco cayendo
de bruces abajo. Se apoyó en una mano para no hacerlo y miró
a su alrededor —¡Bronco! —lo llamó, mirando
luego hacia Lowe, que estaba bajando. Lo sujetó al final
para que no le pasase como a él y luego resopló ruidosamente
antes de llamarlo otra vez de un grito.
—¡¿Bronco?! ¿En dónde está?
—preguntó Lowe mirando a su alrededor, mientras lo
buscaba con Steiner. Estaba allí hacía un momento
y aquel lugar no era tan grande, ni siquiera lo habían escuchado
alejarse.
Steiner sacó el teléfono móvil y lo llamó,
pero enseguida saltó el contestador como si no tuviese recepción
o lo hubieran apagado.
—¡Joder! —le dio una patada a una piedra y miró
a su alrededor de nuevo, pensando en decirle a Lowe que mejor se
separaban para buscarlo, pero ni de coña. Lo sujetó
de la muñeca, buscando pisadas por el suelo, pero era increíble,
todo estaba lleno de hojas secas. ¿Qué sentido tenía
eso si alguien acababa de salir corriendo por allí? Era como
si un nuevo manto hubiera caído para cubrir sus pisadas.
—¿Y si regresamos? Tal vez tomó otro camino,
aquí no hay pisadas —comentó Lowe recalcando
lo obvio, nervioso. Ni siquiera se escuchaban sonidos delatores
por allí, sólo el canto de los pájaros.
—Ageha me va a matar… —le dijo Steiner con un
gesto de su mano, mirándolo a los ojos fijamente —¡Bronco,
la madre que te parió! —gritó luego mirando
a otro lado.
El moreno estaba en un claro del bosque, había rastros
de una hoguera en el medio de un círculo de tierra rodeado
de piedras. La brisa sopló de nuevo, moviendo las hojas de
los árboles. Se arrodilló y tocó la tierra
con ambas manos, cerca de la hoguera. Cerró los ojos y apretó
la tierra. No veía nada, pero no se sentía solo. Notó
como si algo le tocase el cabello y movió la cabeza hacia
allí, de pronto sintió el calor de la hoguera y observó
un círculo de personas con los rostros ocultos por máscaras
de cualquier tipo, desde simple papel, mascaras de carnaval, a complicadas
máscaras con cuernos y otros atributos animalescos.
Jadeó, lo veía todo en la oscuridad simplemente
iluminada por la luz de las llamas. Se vio a sí mismo de
pie, mirando al círculo que le rodeaba sin ver a Jiken. .
Sin embargo, de pronto sintió que alguien sujetaba su mano,
apretándola. El sonido se hizo más intenso, había
risas y retazos de conversaciones. Súbitamente alguien lanzó
algo a las llamas, haciéndolas crepitar con intensidad por
un momento, echando chispas, un olor dulzón llenó
el aire.
—¿Qué es eso? —preguntó, y sintió
que su voz resonaba. No podía dejar de mirar a quien tenía
frente a él, como si estuviese hipnotizado. Movió
un poco la otra mano hacia su máscara, pero todos gritaron
y le pareció que el suelo temblaba mientras desde atrás
le ponían algo en la cabeza que se sintió como un
saco o una bolsa. Quedó cegado por unos instantes frenéticos
entre gritos, y se despertó de golpe, con perlitas de sudor
resbalando por su rostro y la camisa empapada en la espalda, pegada
bajo la cazadora de cuero.
Se levantó mareado, sin saber en dónde estaba y
por qué estaba solo
.
—¡Steiner!
—¡Lo he escuchado! ¡Por allá! —la
voz de Lowe le llegó desde lo lejos, mientras aquella brisa
aun se levantaba a su alrededor, mucho más leve ahora. Un
pájaro salió volando a toda velocidad del árbol
más cercano y emitió un piar extraño y agudo.
Bronco inclinó la cabeza un poco, pensando que se estaba
congelando de frío ahora, y más con lo mojado que
estaba por el sudor. Se subió la cremallera de la cazadora
y se arrodilló de nuevo, de pronto ocurriéndosele
revolver entre las cenizas para encontrar rastros de lo que estaban
quemando.
Mientras tanto, Steiner y Lowe llegaban a aquel lugar, el sendero
había estado oculto, pero sin duda era el mismo que aparecía
en aquel dibujo.
—¡Bronco! —lo llamó el rubio, preguntándose
qué hacía allí revolviendo entre la vegetación
y notando entonces que aquello no eran hojas, sino cenizas.
—El estaba aquí, lo sé, lo he…
—¿Lo has visto? —completó Steiner.
—Bueno… no, pero creo que era él. Todos llevaban
esas máscaras… y quemaron algo aquí. Olía
dulce y… —se apoyó con las manos, observando
las mismas llenas de ceniza al igual que las mangas de la cazadora
—Dios… —intentó tranquilizarse. Su obsesión
por ayudarlo cada día era mayor, y ni siquiera estaba seguro
de querer seguir empeorándola.
—¿Máscaras? —sonrió Lowe, incrédulo,
agachándose en el suelo también. ¿En qué
estaba metido Jiken? Ahora comprendía por qué nunca
lo había llevado, seguramente no pensaba hacerlo realmente,
eso no era una quedada de chicos universitarios emborrachándose,
lo dudaba mucho. Tomó un puñado de cenizas, oliéndolas,
pero sólo olían a eso, a cenizas —Tal vez si
las llevamos a la universidad, las puedan analizar.
—¿Tú crees? —Bronco lo miró a
los ojos, podría enviarlas él para que lo ayudasen
sus colaboradores, pero no los quería metidos en eso. No
todos eran tan de fiar.
—Tío…, levanta —Steiner lo ayudó,
y le pasó la mano por la cara para limpiarle el sudor, aunque
bien sabía dios que no haría eso por mucha gente.
Le dio una palmadita en la cara y le pasó un paño
para que se limpiase un poco las manos —. Tal vez era alguna
droga o algo, ¿no?
—Eso me preguntaba yo… —Lowe frunció el
ceño, pensando que quería regresar al pasado y remecer
a Jiken. Se puso de pie luego, pensativo —Pero si las llevamos
a la universidad, daremos a conocer esto, y seguro que todos los
involucrados se harán los locos…
—Bien… es igual, yo me encargaré de ellas —le
dijo Bronco, mientras Steiner guardaba algunas dentro de un paquete
de pañuelos desechables vacío —. Vaya sitio
para guardarlas —se quejó.
—No tengo otra cosa, ¿eh? Esto no es CSI Miami. Si
quieres las meto en un condón.
—No es el momento —se quejó Lowe, aunque le
había dado la risa y luego miró a Bronco —.
¿Cómo llegó aquí tan rápido,
eh?
—¿Yo? —preguntó Bronco —No lo
sé… —murmuró, mirándolo a los ojos,
confundido —Él me trajo.
—Empiezas a hablar como esa tía de la universidad.
—Calla… yo no digo que vea fantasmas por todos lados
—Bronco frunció el ceño —. Y esto no me
divierte —le advirtió después.
—Ya, ya… era coña.
—Vámonos —les pidió, sin saber por dónde
en realidad.
—¿Qué tía de la universidad? —preguntó
Lowe intrigado, echando a caminar por donde habían venido.
Aquel lugar estaba sumamente metido en el bosque.
—Una médium. Es una vieja loca que siempre está…
desvariando.
—No digas eso —le riñó Bronco, murmurando
luego —. Esto puede volver loco a cualquiera…
Steiner alzó una ceja, mirando luego a Lowe y susurrando:
—No suele ponerse así.
—Agh, te escucho igual —le dio una patada en el culo,
aunque sólo fue un toque, y sonrió, en realidad porque
acababa de recordar el tacto de las manos de Jiken al sujetarlo.
—Bueno, Jiken no lo va a volver loco de todas maneras, ya
os lo dije, él… —(no es así), finalizó
en su mente, aunque empezaba a preguntarse cómo era Jiken
realmente. Sacudió la cabeza, negándose ese pensamiento,
él no iba a empezar a juzgarlo ahora.
Steiner le dio una nalgada y luego se adelantó para tomarles
una foto a ambos, alejándose de aquel lugar. Se volteó
y trepó por la cuesta hacia arriba, esperando para ayudarlos.
Bronco le apretó el hombro a Lowe como dándole su
pésame.
—¿Siempre es así? —le preguntó
el chico, decidiendo que ya era hora de dejar el formalismo con
él, no le parecía ese tipo de persona.
—No, lo siento, creo que le gustas —alzó un
poco una ceja, mirándolo de soslayo —. Y créeme,
no te conviene.
—Créeme, lo sé —sonrió un poco,
sorprendido de que su propio jefe lo dijera.
—Eso está bien —le sonrió también,
ayudándolo a subir, aunque Steiner lo esperaba para tomarlo
de la mano, y luego Bronco se la sujetó también.
—No estarás criticándome, ¿no? —preguntó
inquisitivamente.
—Sólo me aconsejaba —contestó Lowe,
riéndose de manera maldita casi para sí —. Tu
jefe es inteligente.
—No tanto… —le dijo mosqueado, mirando a Bronco,
que se reía entre dientes y sacaba un cigarro de su cajetilla.
—Estaba pensando… que tal vez debería averiguar
si aún se dan estas reuniones —comentó Lowe
con la clara intención de unirse si así era, nadie
más podría hacerlo de todas maneras.
—No —Steiner lo miró a los ojos —. Es
peligroso.
—Pero es lógico, sin embargo yo no paso por universitario
para acompañarte… —murmuró Bronco.
—A mí me conocen casi todos, y Ageha anda con ese
sicólogo, así que… no vas.
—Pues no tenemos a nadie más y alguien debería
ir porque si no, no vamos a averiguar nada nunca —se quejó,
preguntándose si se creían sus padres.
—¿Quieres morirte o qué? —Steiner lo
sujetó del hombro, haciendo que lo mirase a los ojos, mientras
Bronco se hacía el loco por ahí, continuando el camino.
—Claro que no, quiero saber qué le pasó a Jiken,
qué hacía —exhaló molesto, y mirándolo
a los ojos.
—Así no —le sujetó la cazadora con una
mano, aunque no de forma violenta —Si no, tendré que
ir contigo, me harás cortarme el cabello para que no me reconozcan…
—le dijo en otro tono para ver si lo calmaba. Lo miró
a los ojos, buscando su mirada.
—No te quedaría eso —contestó, frunciendo
un poco el ceño —. No sé qué tanto te
importa, tampoco es como que estén matando gente a diestra
y siniestra.
—No lo sabemos… —apretó un poco las mandíbulas,
mirando a un lado —Haz lo que quieras —le dijo apartándose
y negando con la cabeza. Tenía razón, ¿qué
le importaba a él?
Lowe frunció el ceño, aunque no sabía por
qué estaba molesto en realidad. Se metió las manos
en los bolsillos, siguiéndolo de todas maneras hacia el coche.
Parte III
Sábado, enero 30
Ageha se sentía ligeramente culpable en realidad, aunque
no se arrepentía para nada. Le parecía que había
pasado el día en una cita mientras los demás trabajaban,
aunque como estaban las cosas con Steiner… quién sabía.
—Voy a llamar a Bronco para ver si prefiere que nos reunamos
en la posada —avisó a Don, sacando el móvil
y seleccionando el número de su jefe.
Después de charlar unos minutos, acordaron verse en el
cuarto de él. Para no variar, estaba cansado después
de lo sucedido, pero aceptó de todas formas más que
por el caso, porque suponía que era muy importante para Ageha.
En cuanto colgó se levantó de la cama, pensando
en darse una ducha y adecentarse un poco. Para empezar tenía
que afeitarse.
—Estamos cerca, bueno, tú sabes mejor que yo en dónde
queda —Ageha se rio, sujetando la mano de Don y pensando que
se sentía como si fuera a presentarle a su padre.
—Sí, a unos pasos de aquí —sonrió,
notando cómo le apretaba la mano —. ¿Cuánto
tiempo hace que os conocéis?
—Tres años, fue cuando Steiner nos presentó,
pero es como si llevásemos más tiempo. Siempre puedo
hablar con él cuando me siento mal.
—Es un buen amigo entonces… —dijo casi para
sí, pensando que ya había tenido que salir ese nombre
a relucir —¿Debo tratarlo de usted?
—No es necesario, Bronco no es así, pero se lo puedes
preguntar si te incomoda —se rio, cayendo en cuenta de algo
luego —. ¿Quieres que os deje solos? Porque no sé
si esto tiene que ver con alguna confidencia de psicólogo
o algo así.
—No, sólo vamos a charlar. Si hiciéramos eso,
se sentiría en medio de una encerrona, y pensaría
que crees que está loco probablemente —sonrió
un poco, soltando su mano, sólo para pasarle el brazo por
la cintura y aproximarlo a él un poco—. ¿Por
qué me siento como si fuera a pedirle permiso a tu padre
para salir juntos?
—No lo sé, pero yo siento lo mismo —se rio,
recostándose contra él —. Supongo que me importa
mucho lo que él opine.
—Me está entrando mucha curiosidad —le confesó,
pensando que también la estaban ellos levantando con tanto
“arrumaco”, pero no quería cagarla apartándolo,
así que prefirió arriesgarse y entrar con él
en la pensión, soltándolo para abrirle la puerta.
Bronco se estaba poniendo a las prisas unos jeans negros y gastados,
luchando con ellos para subirlos, ya que su piel seguía húmeda.
Se puso una camiseta en la que se leía una marca de café,
y luego se revolvió el cabello con la toalla, frotándoselo
al descuido y pensando que al menos le había dado tiempo
a asearse un poco.
—Ugh… —le dio una patada a la ropa sucia y la
escondió bajo la cama, justo cuando llamaron a la puerta.
La abrió sin calzarse, apartándose un poco para que
pasaran. Demonios… era un hombre enorme —Bronco, encantado
—le dijo extendiendo la mano.
—Don —se la apretó con firmeza, observando
su aspecto y pensando que era todo lo contrario a lo que había
imaginado. Al menos tenía el cabello plateado, debido a las
canas que poblaban la mata negra de pelo. No era colorido como los
otros dos, de hecho, no lo era para nada.
—Y yo soy Ageha, como siempre —bromeó el asiático,
ya que se habían quedado mirándose. Se separó
de Don y le dio un beso en la mejilla a Bronco —. ¿Cómo
os fue?
—Más o menos… He vuelto a marearme —sacó
la cajetilla de cigarros y cogió uno —. ¿Te
molesta?
Don negó con la cabeza, siguiéndolo hacia las dos
sillas que había en el pequeño cuarto, mientras el
otro se sentaba en la cama y seguía hablando.
—Encontramos el lugar en el que Jiken se reunía con
esa gente. Y allí ocurría algo muy raro.
—¿Qué tipo de cosa rara? —le preguntó
Ageha, preocupado de nuevo porque se hubiera desmayado, no se estaba
cuidando.
—Llevaban máscaras y… no lo sé. Echaron
algo en el fuego que olía muy dulce al arder. Me pregunto
si eran drogas. No lo sé, todo era… demasiado extraño
y yo, no podía dejar de mirarlo a él. Estaba delante
de mí. Al menos creo que era él —le dijo, mirándolo
a los ojos, ya que no quería ni saber la cara que estaba
poniendo el otro.
Por curiosidad lo miró de soslayo, pero estaba con una
expresión tan seria y neutra, que siguió sin inmutarse.
—¿Por qué crees que era él? Si llevaba
una máscara…
—No lo sé, es algo que siento —lo miró
a los ojos, pensando que era un escéptico.
—Porque es sensitivo —le recordó Ageha, sentándose
en la única silla que quedaba libre y mirando a Bronco luego
—y Don es psicólogo, no lo tengas en su contra. Don,
¿estás seguro que Jiken nunca mencionó nada
de eso? ¿Ni siquiera te mostró algún dibujo
que pudiera evocar esa escena?
—No, si hacía eso, debía llevarlo muy en secreto,
pero me parece imposible que no haya dibujado nada al respecto.
Tal vez si le pido a Lowe que revise su cuarto… Yo puedo asegurarme
de que ninguno de sus cuadernos haya quedado en la taquilla o en
alguna de las aulas —miró a Ageha un momento, y luego
al otro hombre —. Me ha enseñado el dibujo, es fascinante.
—Sí, lo es…, pero no tanto hacerlo en calzoncillos
en el salón.
Don sonrió, y el otro no pudo evitar seguirlo, aunque en
un primer momento lo había dicho sólo por molestarlo.
—Me encantaría que viera algunos de sus dibujos.
Los últimos, tal vez le digan algo. ¿No cree?
—Sí, tal vez… —lo miró extrañado.
¿Es que de pronto le creía?
Ageha lo miró de soslayo, sonriendo un poco porque parecían
llevarse bien, Don sabía llevar aquello sin ofenderlo, era
un hombre realmente impresionante.
—¿Crees que lo que Jiken te muestra pueda ser una
proyección de su mente? Ya sabes, como… miedos y esas
cosas, más que algo real —le preguntó a Bronco.
—No lo sé… eso es imposible para mí
distinguirlo. Veo lo que él me deja ver, ni más ni
menos. Al menos eso creo —se pasó la mano por el cabello,
revolviéndoselo de cualquier manera y mirando al sicólogo
—. Por cierto, Lowe, ya que lo menciona… está
pensando en buscar a ese grupo y hacerse pasar por uno de ellos.
Lo cual me parece…
—Una idea terrible —Don frunció el ceño,
interrumpiéndolo, pero sacándole las palabras de la
boca. Tenía que disuadirlo.
—Además, no creo que ese chico sepa fingir —suspiró
Ageha, ya que había notado cómo lo miraba la noche
anterior —. No creo que eso sea una posibilidad, todos saben
quiénes somos además, y que Lowe nos llamó.
—Además de eso… —le dijo Bronco, recostándose
en la cama y aproximando un poco el cenicero.
—Debería decírselo a la policía…
¿Qué sentido tiene hacer eso? —Don se apretó
una mano con la otra.
—¿La policía? ¿Y qué le dirá?
¿Le dirá que investigue una hoguera en el bosque porque
un sensitivo le dijo que su amigo había estado allí
quemando marihuana? —exageró, alzando una ceja.
Don lo miró serio, pero luego asintió con la cabeza.
Cierto… ¿qué demonios? Por un momento realmente
lo habían hecho sentirse envuelto en la paranoia de que lo
habían asesinado.
—Lo único que conseguiríamos sería
que cancelaran las reuniones además, lo cual no nos llevaría
a ningún lado —suspiró Ageha ladeando la cabeza
—, pero me preocupa que dependas tanto de lo que Jiken te
muestra.
—¿Y eso por qué? —se llevó el
cigarro a los labios. En realidad él estaba deseando tener
otro trance y comprender más.
Don lo miró, percatándose de la foto impresa que
sobresalía un poco entre los papeles que tenía sobre
la cama. Sólo se veía la parte superior de la cabeza,
pero el cabello de Jiken era inconfundible.
—Porque te utiliza y te pone en peligro, necesitas descansar
—le advirtió mirándolo a los ojos. No iba a
dejar de preocuparse dijera lo que dijera.
—No me utiliza, se comunica conmigo —frunció
el ceño, y a Don no le pareció muy normal su reacción.
No le había parecido una persona irritable al principio.
—¿Y cabe la posibilidad de que no sea él realmente
quien se comunica?
—No —sentenció.
—Pero antes dijo que sólo veía lo que él
le mostraba.
Bronco se movió incómodo.
—No, sé que es él.
—¿Y si no lo es? —le preguntó Ageha
sólo porque Don lo había puesto nervioso. Por lo general
creía ciegamente en lo que Bronco le decía, pero también
existían los espíritus que se aprovechaban de los
sensitivos y era la primera vez que lo veía tan obsesionado
con un caso —. ¿Sabes qué es lo que estamos
intentando averiguar?
—Yo no intento averiguar nada. Sólo quiero ayudarlo
—frunció el ceño, tocándose la sien porque
le dolía la cabeza.
—Pero no puedes ponerlo por encima de tu salud, ¿verdad?
—le preguntó Don, pensando que realmente necesitaba
ayuda.
—Sinceramente… —se quedó callado y miró
a Ageha. Don le apretó la mano para que esperase.
—¿No le importa mucho eso ahora? Porque si le pasa
algo… entonces habrá abandonado a Ageha, ¿me
equivoco?
—Él no me necesita… —se rio, negando
con la cabeza ligeramente.
Don estaba mirándolo fijamente, y en ese momento deseaba
no suponer lo que estaba en su mente. Pero lo hacía.
—¿Eres idiota o te lo haces? Claro que te necesito…
Lo sabes —Ageha frunció el ceño, preguntándose
cómo podía pensar eso —Siempre he confiado en
ti y en tus instintos, pero no sé qué te sucede ahora.
—Así no estás ayudando a Jiken, Bronco. No
estás ayudando a nadie. Si conozco bien a ese chico, y de
hecho lo hago… lo que menos querría en este mundo,
es que la muerte de alguien pesase en sus espaldas. Puede que esté
asustado y quiera ayuda desesperadamente, y me parece normal, y
natural que se la brindes, pero no hagas locuras… él
ya no está aquí, y tú sí. Ni siquiera
tienes pruebas de que él sea lo que está allí,
ni de que pudieras ir con él. Y desde luego, mucho menos
podrías ayudarlo si te pones en su misma situación,
¿verdad?
Bronco asintió con la cabeza, recostándose hacia
atrás contra la pared.
—Yo no creo que realmente pienses que la gente que está
a tu alrededor, no te necesita. Estás enfadado.
—¿Estás enfadado, Bronco? —le preguntó
Ageha. Pues no se le había ocurrido, ni siquiera comprendía
el por qué —Sabes que quiero ayudar, ¿verdad?
No te estoy pidiendo que abandonemos a Jiken.
—Sí, lo sé… —suspiró, pasándose
una mano por el pelo —Y no estoy enfadado, estoy bien —suspiró
con fuerza, acostándose en la cama de golpe y llevándose
el cigarro a los labios otra vez —. Tengo sueño, y
nada más.
—Entonces mejor será que me vaya —les dijo
el sicólogo, levantándose de la silla y sonriéndole
un poco a Ageha.
—Me quedaré un rato, ¿vale? Si no te molesta…
—miró a Bronco porque quería asegurarle que
tenía su apoyo. No estaba muy seguro de que lo supiera.
—Claro que no —se inclinó y lo besó
en la boca, pensando que eso no estaba siendo muy maduro. Pero nadie
había dicho que él fuera perfecto —. Encantado,
si algún día quieres pasar por mi oficina a ver sus
dibujos… —le ofreció.
—Claro, lo haré —se sentó y le dio la
mano. Sinceramente… le agradaba ese hombre, pero le parecía
que sabía muy bien lo que le ocurría y eso no le agradaba
tanto.
—Te veré luego, así podré llevar algo
para cambiarme —se rio, enviándole otro beso, seguro
de que era el hombre más comprensivo del mundo. Esperó
a que saliera para subirse a la cama —. Y ahora me vas a explicar
qué es eso de que yo no te necesito.
—No… —apagó el cigarro y apartó
el cenicero de la cama, mirándolo a los ojos y tocándole
el puente de la nariz con un dedo.
—¿Eh? ¿Cómo que no? —el asiático
parpadeó perplejo, mirándolo a los ojos.
—Es que… no quieres saberlo —se movió
un poco, apoyándose en un codo.
—¿No, eh? —le preguntó, poniéndose
nervioso de pronto, porque ya sospechaba lo que sucedía;
no era tan denso. Suspiró mirando hacia otro lado, y apartándose
el flequillo de la frente con una mano —Es igual, te necesito,
te quiero y si te pasa algo, me voy a morir.
—No va a pasarme nada —se giró de espaldas
al ver cómo evitaba mirarlo.
—Eso dices… —protestó, mirándolo
de soslayo, ¿por qué todo era tan complicado de pronto?
—Bronco, ¿puedes prometerme que me lo dirás
si sucede algo? Pero… digo que me lo prometas en serio.
—Siempre te lo digo todo… Casi todo —lo miró
de soslayo también, girando un poco la cara —. Me cae
bien, es un buen hombre.
—Sí, lo es, ¿no es así?—sonrió
un poco, girándose más hasta que pudo mirarlo directamente
—Gracias.
—No me des las gracias. No he hecho nada —Bronco apretó
un poco las mandíbulas y luego se giró hacia él,
abrazándolo.
—Ser tú —le contestó Ageha, apretándolo
un poco y besándole una mejilla. Permaneció allí
unos segundos, sintiéndolo contra su cuerpo de manera reconfortante
—. Te dejaré dormir, ahora debería hablar con
Steiner, así que si escuchas gritos… tú sigue
durmiendo.
—Agh… lo siento por ti. Y Ageha… —le sujetó
la muñeca mientras se levantaba —, anda detrás
de ese rubio así que. Ni por un momento pienses que no haces
lo correcto.
—Intentaré tenerlo en mente —suspiró
ya exhausto por la discusión futura, aunque sonriendo todavía
—. Duerme, anda.
—Vale… —se giró hacia la pared de nuevo,
y tiró de las sábanas para cubrirse de cualquier forma.
Ageha salió de la habitación y cerró la puerta
sin hacer ruido, suspirando profundamente luego. Mentiría
si dijera que no estaba tenso.
Cuando llamó a la puerta del cuarto de Steiner, este le
contestó desde la silla donde estaba leyendo todavía
esos archivos de Jiken.
—Está abierta…
—Hola… —lo saludó, sonriendo nervioso
y acercándose un poco —¿Trabajando duro?
—Pero por ti puedo parar. Incluso puedo trabajar duro de
otras maneras si quieres —se levantó de la silla, sonriendo
y aproximándose a él para besarlo.
Ageha colocó una mano sobre su pecho, deteniéndolo.
—No, no puedes, tenemos que hablar.
Steiner lo miró serio, en realidad tenía cara de
ir a arrancarle la cabeza de un mordisco. Ya se estaba hartando,
y no sabía cuántas veces lo habían empujado
estos días.
—¿Qué pasa? ¿Es por Lowe? No hemos
hecho nada… —se apartó un poco, dándole
la espalda y cogiendo el reloj de la mesita para ponérselo
—Literalmente.
—No, no es por Lowe. Es por… mí —se encogió
de hombros, observándolo y deseando poder abrazarlo para
reconfortarlo, pero ya le daba miedo su expresión —realmente
me gusta Don, creo que existe la posibilidad de que se convierta
en algo más serio. Y para eso… tengo que ir en serio
yo también.
Steiner se quedó parado mientras se colocaba el reloj y
luego sonrió un poco.
—Sí, claro… —se volteó hacia él
y lo miró a los ojos —¿Cuándo has ido
tú en serio con nadie, eh? No me hagas reír.
Sin embargo, Ageha permaneció serio, en realidad alzó
una ceja inconscientemente.
—Tal vez nunca he ido en serio con nadie, pero eso no significa
que no quiera algo más. Siempre lo he querido y ambos sabíamos
cuando empezamos con esto, que sería temporal.
—Lo que sabíamos es que no era serio —se acercó
a él y lo empujó con un dedo —¡¿Qué
pasa?!¿Te echas a los brazos del primer paleto de pueblo
que te propone matrimonio? ¿Qué es eso? Sabes que
es una estupidez…
—¡No me ha propuesto matrimonio y no es una estupidez!
¿Acaso tú no estás persiguiendo a ese chico,
incluso conmigo aquí? ¿Crees que quiero seguir así
para siempre, eh? —le preguntó alterándose también,
aunque esa no había sido su intención.
—Es por eso, ¿no? Sabes que eso sólo es un
juego —lo sujetó por los brazos, aproximándolo
un poco y suavizando su actitud.
—Y esto también, y no quiero seguir jugando, Steiner
—protestó mirándolo a los ojos y suavizando
su actitud también automáticamente —. Sabes
que te quiero, pero los dos necesitamos dejar de engañarnos.
—Yo no me estoy engañando, y no eres un juego para
mí. Tú eres el único que no… —intentó
besarlo, pero Ageha lo empujó de nuevo, con suavidad.
—No hagas eso. Soy el único que… ¿Te
comprende? ¿Te quiere? Porque no voy a dejar de hacer ninguna
de las dos cosas —le aseguró.
—¡¿Cómo mierda harás eso, eh?!
¡Y no me empujes! —se dio la vuelta para no empujarlo
él, más que nada porque no se iba a medir —¿Sabes
lo que necesito ahora? Un polvo… ¡No me comprendes una
mierda!
—¡Sí te comprendo! Un polvo no te va a ayudar,
Steiner, es una solución momentánea —le aseguró,
aunque sintiéndose terrible —. Te gusta ese chico,
¿no? ¿Por qué no intentas conquistarlo? ¿Crees
que te va a tomar en serio si me follas a mí?
—Así te sería más fácil, ¿eh?
Pues te jodes… Él no me comprende ¡Y no le gusto!
Estoy hasta los cojones de todo el mundo. Luego no vengas detrás
de mí cuando te des cuenta de que eso no va contigo —se
puso las botas con toda la furia, cerrándose los cordones
con fuerza.
—No va suceder, Don me gusta de verdad, eres tú quien
no comprende nada —frunció el ceño, cruzándose
de brazos —. ¿No quieres algo más, Steiner?
¿Vas a pasar el resto de tu vida saltando de cama en cama?
—¿Y tú? —se acercó a él,
casi acosándolo —¿Vas a pasar tu vida al lado
de un tío que a saber cuántos años te lleva?
¿La vas a pasar aburriéndote en la cama y follando
los sábados, tratando de fingir que no se ha vuelto aburrido
y monótono? ¿Vas a ver la tele con él los domingos
y a preguntarle que tal en el trabajo? ¿A salir mientras
trabaja para echar un buen polvo y salir a bailar? ¿O es
que crees que puedes hacer eso con él? No lo conoces de nada…
¿Me oyes? —lo miró a los ojos fijamente, y luego
le apoyó la mano en el pecho, empujándolo tres pasos
lejos de él.
—Tal vez no, pero tampoco lo voy a conocer si no hago esto.
Tengo que tomar el riesgo o nada va a cambiar, nunca —negó,
a pesar de que su corazón se había enfriado con el
miedo —. Y… no es aburrido en la cama.
—Ya lo será, cuando pases unos cuantos meses con
él. ¿Sabes por qué a pesar de todo este tiempo
seguimos deseándonos? —cogió su cazadora y se
la puso, mirándolo a los ojos y acercándose a él
—Porque no nos tenemos. Esa es la respuesta. ¿Lo entiendes?
—Pero al final de todo… ¿no te sientes solo,
Steiner? ¿Por qué te enfadas cuando estoy con otra
persona? ¿Realmente es por mí? —le preguntó
sin desviar la mirada esta vez.
—¿Qué te importa a ti? Ya tienes a tu marido.
¿no?
—Eres un idiota, Steiner —apartó la mirada,
alejándose y contestando de todas maneras —No es por
mí, es porque estás solo, porque soy tu muleta.
—¡No es verdad! ¡Es por todo lo que me das!
—le sujetó del brazo y tiró de él —Tú
me quieres como soy… o al menos lo hacías… —lo
miró a los ojos, tratando de aproximarse más a él
para besarlo.
—¡No hagas eso! —volvió a empujarlo, sintiéndose
al borde ya y negando con la cabeza —Te quiero como eres,
¿no te das cuenta? Intento ayudarte también.
—Y una mierda… ¡Y una mierda! —cogió
sus llaves y abrió la puerta —¡Viniste aquí
para estar conmigo! —pegó un portazo y se escuchó
la cerradura girar.
—¡Steiner! ¡Steiner, abre la puerta! ¡No
seas infantil! —Ageha resopló, dejándose caer
en la cama, y sacó su móvil para avisar a Don. Aquello
no había salido nada bien, pero no era de sorprender, aunque
le hubiera gustado que Steiner lo comprendiese.
Él cogió el teléfono enseguida, pues suponía
que iba a llamarlo. En realidad estaba nervioso.
—Sí, dime.
—No lo tomó bien, me ha dejado encerrado en su cuarto.
Es sólo para que sepas por qué me retrasaré
—le comentó con la voz decaída y girándose
boca abajo en la cama —. Me va a ser difícil trabajar
con él.
—¿Hablas de Bronco, o de Steiner? Supongo que del
último si hizo algo tan estúpido —frunció
el ceño y se levantó del sillón de la salita
de su casa —. ¿Quieres que vaya a pedir las llaves?
—Steiner, Bronco está durmiendo y… sí,
o tendré que salir por la ventana —se rio sin muchas
ganas, calmándose luego porque tenía los ojos aguados,
pero no quería que se diera cuenta —. Lamento causarte
tantos problemas.
—No lo haces —le aseguró, saliendo de la casa
y pensando que ese chico estaba fatal —. Ahora voy, ¿de
acuerdo?
—Te espero aquí mismo —se rio colgando y cerrando
los ojos.
Don suspiró y colgó el teléfono, deseando
no toparse con ese tío por el camino.
Llegó al cabo de diez minutos, y tuvo que ir a recepción
a pedir las llaves. Explicándole que el otro se había
marchado mientras Ageha dormía, sin darse cuenta de que había
cerrado con llave. Cualquier cosa era mejor que decir la verdad.
El hombre lo acompañó arriba y abrió la llave,
llamando a la puerta primero y asegurándose de que lo que
el otro había dicho era cierto. A pesar de que sabía
que era un hombre respetable, pero no era normal que anduviese mezclándose
con esa gente.
—Gracias… —le dijo el sicólogo mientras
se retiraba, y cerró la puerta a su espalda, aproximándose
a Ageha.
El asiático alzó los brazos, casi guindándose
de él.
—Fue terrible, gracias por venir.
—No tienes que darlas —lo abrazó y le besó
la frente, acariciándole la espalda —. Está
bien, supongo que me insultó, y te dijo que ibas a acabar
con él de nuevo, ¿no? Porque las relaciones serias
son para los heteros… y… todo eso.
—No dijo lo de los heteros, pero sí que sólo
follaríamos los sábados y pasaríamos los domingos
viendo televisión, así que no hagamos eso —bromeó,
ocultando la cara ahora contra su pecho.
—Ageha…, es normal que tengas miedo de tener una relación
seria. Y no, no es tan apasionando como al principio, es la verdad…,
pero hay otras cosas que lo compensan muchísimo… —le
sujetó la cara para que lo mirase —Sobre todo, tener
a alguien siempre a tu lado, para todo. Lo bueno, y lo malo. Y sentirse
amado, eso cada vez es más fuerte, eso no se calma con el
tiempo.
—Lo sé, no me arrepiento, pero lo cierto es que sí
me asustó —le confesó, ya que por alguna razón,
los ojos de Don eran como un suero de la verdad para él,
no podía ni quería mentirle —. Y no quiero que
me odie tampoco, soy un egoísta.
—Es normal… —le sujetó los brazos con
suavidad, acompañándolo a sentarse en la cama —Es
tu amigo, algo más incluso. No quieres perderlo. Y no vas
a hacerlo, sólo necesita un tiempo, y en ese tiempo, tienes
que verte convencido de lo que dices. ¿Lo entiendes? —le
apretó la mano, mirándolo a los ojos —Y no me
gusta ver la tele… —sonrió un poco, tratando
de animarlo.
—Lo sé, lo de que tengo que verme convencido, no lo
de la tele —se rio, ladeando la cabeza —. ¿Te
gusta ir al cine?
—Sí, pero solo es un poco deprimente… —le
tocó la cara, mirando sus ojos —¿Quieres ir?
Luego podemos salir, es sábado.
—Vayamos, creo que todos necesitamos descansar hoy de todas
maneras —asintió, pegándose a él —.
¿Por qué me siento tan bien contigo, eh?
—No lo sé…, pero no me opongo —sonrió,
levantándose para que saliese con él —. Vamos.
No irás a escoger una romántica, ¿verdad?
—Me estás tentando, Don… —se rio, tocándole
el pecho —Una sobrenatural, así podrás quejarte
luego de que nada tiene sentido.
—Está bien, veamos una de ris… digo, sobrenatural
—bromeó, besándole los labios y cerrando la
puerta al salir. Lo sentía mucho por Steiner, pero él
se lo había buscado.
Capítulo 8
Explorations
Parte IV
Sábado, enero 30
Eran las dos de la mañana cuando el mentado regresó
al pueblo luego de haber estado bebiendo y enrollándose por
ahí con cualquiera. Se bajó de la moto, por poco tropezándose
de cómo iba, y se apartó el cabello, pensando que
lo tenía demasiado enmarañado del aire.
No podía regresar a la pensión, porque Ageha estaba
allí, y a Bronco ni mentarlo. Le iba a echar una charla seguro.
Ese era el motivo por el que estaba frente a la casa de Lowe, y
timbró abajo
—Soy yo, amor… —susurró pegando los labios
al interfono.
—¿Qué haces a estas horas? —le preguntó
el rubio sin abrirle aun porque lo había sorprendido.
—Déjame subir, que no tengo donde ir…
—Vale… —abrió la puerta, frunciendo el
ceño. ¿Cómo que no tenía a dónde
ir? Si se estaba quedando en la pensión. Lo peor es que él
mismo no quería estar solo.
Steiner subió en el ascensor. Lo mejor era no decir nada
de los motivos reales para estar allí. Al salir se lo topó
en la puerta, y la abrió un poco más para entrar.
—¿Qué hacías? ¿No sales ni el
sábado?
—¿A dónde? ¿Con quién? Vivo en
un pueblo de idiotas, lo olvidas y… hueles a alcohol —lo
acusó, cerrando la puerta detrás de él —¿Te
echaron de la pensión?
—A empujones —le contestó, riéndose
y tirándose en el asiento —. ¿Te gusta olerme?
—Ni que fuera un perro —exhaló, apartándose
—. Te ofrecería una cerveza, pero creo que más
bien necesitas un café, ¿eh?
—Prefiero una cerveza… —se quejó, mirándolo
y sacándose la cazadora —Aunque también preferiría
leche, tú leche… —se rio.
—No, no digas eso, agh —se giró, enrojeciendo
y yendo a por el café. No sabía ni para qué
lo intentaba, no le parecía que Steiner fuera el tipo de
chico que se dejaba cuidar.
En realidad se levantó a los pocos segundos y entró
con él en la cocina, apoyándose por detrás
en su hombro y mirando lo que hacía.
—Tienes razón, este pueblo está lleno de idiotas.
—¿Lo dices porque te estoy preparando café?
Porque es por tu bien, ¿eh? —lo miró, frunciendo
el ceño mientras revolvía.
—No… —se rio —Lo digo porque es cierto
—le sujetó la cintura con las manos, y le besó
el cuello. Advirtiéndole de pronto —No me empujes,
ya me largo yo… —y apartándose.
—¿Para qué haces esas cosas entonces? —tomó
las dos tazas, ya que se había preparado uno para él,
y lo siguió, entregándole una —¿Tuviste
un mal día?
—Sí, el peor… —regresó al salón
y se sentó de nuevo, por poco tirando el café, pero
manteniéndolo dentro de la taza de milagro —Y ya sabes
por qué las hago. Porque me gustas. ¿Eres masoquista?
No me preguntes eso si vas a ponerte rojo.
—No me voy a poner rojo, no jodas —se quejó,
aunque ya lo estaba, y se sentó en uno de los sillones —.
¿Me vas a decir qué sucedió?
—¿Sabes que tu sicólogo está saliendo
con Ageha? Y por cierto que van en serio… ya han reservado
una iglesia… —bebió un poco, pensando que estaba
demasiado caliente todavía y dejándolo sobre la mesa.
—Eh… No, ¿en serio? —preguntó bebiendo
del café y mirándolo con disimulo. Así que
sí tenían algo y ahora estaba celoso. Pues, ¿para
qué venía a verlo a él si estaba pensando en
Ageha?
—En serio… —asintió con la cabeza —y
debe tener como mil años, ¿no? —se rio.
—Claro que no —frunció el ceño —¿Ageha
es tu ex o algo así?
Steiner se rio de nuevo, mirándolo.
—Ni de coña, no… Sólo follamos.
—Oh, ya, sólo folláis —alzó una
ceja, bebiendo más café.
—Bueno, ahora ya no… —se rio al pensar que estaba
ahí encerrado, y se quitó las botas, recostándose
en el sofá.
—Oh, ¿y por eso bebías así? —le
preguntó sin dejar de mirarlo —¿Lo amas?
—Claro que no —se encogió de hombros, recuperando
la taza de café —. Bebo porque me ha cabreado. Porque
yo siempre soy sustituible, y porque todos me empujáis. ¿Y
si os empujo yo, eh? Os dejo incrustados en la pared… —frunció
el ceño, bebiendo café y pensando que estaba harto.
—No te empujaríamos si te comportases de mejor manera,
o si no jugaras con varios —le advirtió, terminándose
el café y dejando la taza sobre la mesa, encima de unos libros.
—Pero él hacía lo mismo conmigo. ¿Y
de pronto puede decidir cuándo se terminó? Mi opinión
no importa ni una mierda, ¿no? —frunció el ceño,
mirándolo a los ojos.
—Tal vez es porque se enamoró —lo miró,
frunciendo el ceño una vez más, no lograba comprenderlo
—. ¿Qué sois? ¿Amigos o amantes?
—Amigos… con derecho a sexo —lo miró
a los ojos, pensando que ciertamente, sólo eran amigos. Eso
no le daba derecho a nada —. ¿Quieres ser mi amigo,
Lowe? —se rio para sí ya que bromeaba.
—Con derecho a amistad solamente —le sonrió
con malicia, deseando beberse una cerveza ahora, pero no quería
incitarlo.
—Qué aburrido… Tengo una idea —se movió
por el sofá, aproximándose a él —. ¿Quieres
hacer algo… divertido? Tranquilo, no tiene nada que ver con
mi polla, por más que me guste la idea.
—Bueno, si no tiene que ver con tu polla…, pero tampoco
puede tener que ver con la mía —le advirtió
por si acaso —. Dime.
—¿Quieres que te la chupe? —sonrió,
aunque no era eso lo que iba decirle, pero se acercó un poco
más —Porque podría hacerlo, y no se lo diríamos
a nadie.
—¡No! Agh, no sé para qué te hago caso
—se alejó, cogiendo un almohadón por si seguía.
—Te comportas como un virgen, ¿eh? —se echó
atrás en el sofá, apoyándose con un codo —¿Seguro
que no quieres?
—No, y me comporto como alguien que… ya veo por dónde
vas, ¿eh? —lo señaló, exhalando —No
quiero eso.
—No sé de qué me hablas… —alzó
un poco una ceja, observándolo.
—Sí lo sabes—lo miró, frunciendo el ceño
—. ¿Eso era lo que ibas a sugerir?
—¿La mamada? No…, y además, ya sabía
que no ibas a querer —se rio, preguntándose de qué
le estaba hablando.
—Pues ¿qué ibas a sugerir? —le preguntó,
mirando a otro lado y pensando que era un denso, pero mejor olvidaba
aquello, sólo le traería problemas.
—Tienes curiosidad, ¿eh? Si me dejas darte un beso,
te lo digo —sonrió, cogiendo la cucharilla de la taza
y moviéndola.
—Me voy a la cama —lo amenazó, aunque no tenía
sueño, estaba aburrido y para colmo, ahora tenía que
encerrarse en su cuarto a fingir que dormía.
—Me subiré a tu cama y te besaré… —lo
amenazó, riéndose y poniéndose en pie para
acercarse a él —¿Por qué no quieres?
Sólo es un beso… ¿tanto te gusto?
—¿Quién dijo que me gustas? —lo miró,
bajando los ojos luego porque no quería que lo adivinase
—¿Qué clase de persona rechaza un beso de alguien
que le gusta?
—Una que tiene miedo… —le tocó la cara
sin alzársela, aproximándose despacio y apoyando su
mejilla contra la de él —A mí también
me gustas —le dijo al oído, como si no estuviera claro.
Sólo quería hacerlo escucharlo.
—Sí claro, te gusta cualquier cosa que se mueva —protestó,
dejándole saber lo que temía en realidad y apartándose
un poco, pegando la cabeza contra el respaldo del sillón.
Steiner apoyó la rodilla entre sus piernas y las manos
en el respaldo, inclinándose más hacia él y
mirándolo. Le rozó la nariz con la suya.
—Que me los tire, no quiere decir que me gusten, sólo
que causalmente están buenos.
—Es lo mismo, te los tiras… y… seguro les dices
cosas para llevarlos a la cama. ¿Crees que soy un niño
inocentón y crédulo? —le preguntó, casi
hundiéndose en el sillón, nervioso.
—No, sólo me tiro a los que buscan lo mismo que yo.
No soy tan cabrón, no voy por ahí jodiéndole
la vida a la gente… Al menos no adrede —se apartó,
preguntándose si eso le había hecho a Ageha. Se sentó
en el sofá de antes, pensando que le estaba dando el bajón.
—¿No? —Lowe lo miró sorprendido de que
se hubiera alejado, y observando esa expresión seria que
tenía ahora —Eh… ¿estás bien? Porque
no quería ofenderte.
—Estoy bien… Iba a decirte que… podíamos
hacernos unas máscaras e ir tú y yo a espiar al bosque,
si sabes en que días iba. Con máscaras nadie tiene
por qué reconocernos, pero es mejor permanecer escondidos.
Que sean sólo por si… nos descubren, ¿no? —lo
miró, apartándose el pelo a un lado y tirándose
de pleno en el sofá.
—¿En serio? ¿Lo harías conmigo? —Lowe
se entusiasmó, sonriendo y casi trepándose en el sillón
—Hagámoslo, sé qué días iba porque…
no es que fuera un chico fiestero. Incluso estuve buscando su máscara,
pero no la encuentro.
—Pues… eso puede ser porque se lo llevaron cuando
la tenía puesta… a algún lugar —lo miró,
extendiendo la mano hacia él —. Ven…
—¿Se lo llevaron? —le preguntó, sujetando
su mano y poniéndose de pie —¿A dónde
vamos?
Tiró y lo acostó encima de él, sujetándolo
para que no se fuera.
—Tal vez no se drogó, tal vez lo drogaron…
y no quería ir al médico porque sabía que era
a causa de una droga. Sé que no te voy a distraer de que
te haya agarrado, ¿eh?
—No, no lo harás y hasta ahí llegamos, ¿eh?
—le advirtió, aunque no quería quitarse, y no
lo hizo —¿Crees eso? Es posible, pero… pudo habérmelo
dicho. Lo hubiera reñido, sí, pero lo hubiera ayudado
de todas maneras.
—Tal vez le avergonzaba, o le daba miedo tu reacción.
A mí me daba miedo que me pegases… —se rio, aunque
por una vez no pensaba hacerle nada. Sólo necesitaba un poco
de cariño.
Le pasó la mano por el cabello, pensando que siempre le
habían gustado los rubios.
—No te voy a pegar mientras no hagas nada que no debes —sonrió
para sí, disfrutando de aquello en realidad. Se sentía
un poco necesitado —. Es probable, pero ahora me siento como
un idiota si es que eso fue lo que sucedió
—Nunca habría sido tu culpa, además, no tenemos
ni idea de lo que sucedió en realidad. No me hagas caso.
¿Qué días solía ir? —le pasó
los dedos por la parte superior de la espalda, acariciándolo.
—Los martes y los viernes, supongo que tenían mejores
cosas que hacer los sábados —se rio, sintiéndose
terrible luego, seguro de que por eso Jiken no le decía nada.
—¿A qué hora? Iremos antes para encontrar
dónde escondernos.
—Después de las diez o al menos como a esa hora salía
—le contestó, recordando.
—Si no ya se nos ocurrirá qué hacer mientras
esperamos… ¿no? —se burló, revolviéndole
el cabello.
—¿Alguna vez te rindes? —le preguntó enrojeciendo
de nuevo.
—Hum… no, pero a veces me canso. Vuelvo a la carga
rápido en cuanto me recupero —se rio, sujetándolo
después —. Pero no te vayas.
—Yo no soy de los que andan follando por ahí, ¿eh?
—le advirtió, aunque ahora lamentaba haber dicho eso
siquiera y cerró los ojos.
—Ya, ya lo sé… —se quedó serio,
y apoyó la mano en su cintura, mirando al techo.
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