.After the Afeterlife- Novela yaoi / homoerótica para mayores de edad.
 

Capítulo 12
Before you enter the deep dark woods, just keep one small thing in mind. The deep dark woods will enter your heart, so be sure to keep track of the time.

Parte I
Martes, febrero 2

Lowe se apresuró en llegar a la oficina del psicólogo por una vez. Se sentía extrañamente optimista luego de lo del día anterior, incluso si le había confirmado lo que ya sabía: que Jiken no se había suicidado y que estaba sufriendo.

Exhaló de todas maneras, preparándose porque ya sabía que lo iba a contradecir de todos modos, y llamó a la puerta finalmente.

Don se levantó y le abrió la puerta, dejándolo pasar y mirándolo a los ojos.

—Hola, Lowe… Siéntate —le pidió, apartándose para prepararle un café, como siempre.

—Hola, gracias —se sentó, siguiéndolo con la mirada —. He… Dormí bien anoche —comentó, aunque no era del todo cierto, pero la verdad, de pronto se había puesto nervioso con verle la cara.

—Eso está bien —le acercó la taza, apoyándola en un platito sobre la mesa, y sentándose en el sillón de siempre, cruzando un poco una pierna y mirándolo —. ¿Quieres hablarme de algo?

—No, bueno, sí… —asintió mirándolo e inclinándose un poco hacia la taza —Ahora sí me cree, ¿verdad?
El sicólogo sonrió amablemente.

—Digamos que me habéis sembrado la duda en mí. Esta mañana fui a ver al forense que se ocupó de su caso, incluso me dejó echar un vistazo al informe y… la conclusión es innegable. Fue un suicidio, inducido por la ingesta masiva de somníferos y antidepresivos —esperó un poco por su reacción.

—Pero eso no tiene sentido. No tiene nada de sentido —negó con la cabeza, frunciendo el ceño —. Ayer encontramos algo en el lago, el pendiente que llevaba Jiken, lo enterraron con él. ¿Cómo explica eso?
—No, cómo lo explicas tú —le preguntó, por su parte sin alterarse un ápice.

—No lo sé, es Jiken… intenta decirnos lo que le sucedió y eso significa que no es lo que todos piensan. Además, ¿qué haría eso en el lago? ¿Por qué el lago?

—No lo sé, pero está claro que nadie lo desenterró para quitarle el pendiente y ponerlo allí. Es algo inexplicable, pero no prueba absolutamente nada —se movió un poco en el sillón —. Ayer fui a ver a… Bronco —carraspeó un poco, ya que le incomodaba no saber su apellido para tratarlo correctamente de usted en ese momento —, y pude hablar con Jiken a través de él —se apretó un poco las manos, preguntándose si era correcto hablarle de ello.

Lowe sonrió un poco, entusiasmándose de nuevo.

—Entonces sí cree que es Jiken. ¿Qué le dijo?

—Que no debías ir a ese lugar, al que supongo que pensabas ocultarme tus intenciones de ir —lo miró serio, inclinándose un poco hacia delante —. No soy tu padre, y desde luego no puedo prohibírtelo, pero si mi opinión cuenta para algo aquí… No vayas. No sabes lo que puede suceder, y si realmente crees que alguien le hizo daño… ¿no crees que es estúpido ir? Es más, él me dijo que él lo había elegido. ¿Lo comprendes?

—Comprendo que se siente así porque él decidió ir, pero no eligió la muerte, estoy seguro de eso, y… yo sólo intento ayudarlo —contestó, sujetándose de los reposabrazos casi sin darse cuenta. Ya sabía que era peligroso y que Jiken jamás había planeado llevarlo allí, pero no podía dejar las cosas así simplemente.

—Pues arriesgando tu vida por él, no es la manera —le dijo frunciendo un poco el ceño —. ¿Has visto cómo está ese hombre? Jiken se enfadó porque pusiese en juego su vida por él, ¿cómo crees que le hará sentir si algo te sucede por su culpa? ¿Puedes pensar en cómo me sentiré yo incluso? Tus padres… —se levantó para sentarse a su lado, aunque era la primera vez que lo hacía. Había fracasado una vez por no querer implicarse, y no iba a repetir lo mismo de nuevo.

Lowe lo miró sorprendido por esa súbita proximidad, pero bajó la mirada.

—Pero… No puedo abandonarlo. Hacía lo mismo cuando estaba vivo, usted lo sabe. Fingir que no sucedía nada, hacerse el loco y ahora, ¿qué? Está muerto.

—Sí…, lo está, y morirte tú no va a resucitarlo —le apretó el hombro, haciendo que lo mirase a los ojos —. No vayas, tienes toda la vida por delante, Lowe, y puede ser peligroso.

—Pero no voy a poder estar tranquilo si no lo sé, y… yo no soy Jiken, doctor Crawford —sonrió débilmente como indicándole lo que ambos sabían, que no pensaba seguir sus pasos con exactitud.

—Lo sé, pero me preocupa demasiado… —apartó la mano, echándose hacia atrás y pensando que no iba a ceder, al menos necesitaba que no le ocultase nada —¿Vas a ir con Steiner?

—Sí, no nos acercaremos, sólo queremos ver qué sucede —asintió, aliviado de que pudiera comprenderlo y bebiendo un poco de café ahora.

—Prométeme que veas lo que veas, no vas a intervenir. Sólo mirar… y luego me lo cuentas. ¿De acuerdo? —lo miró serio, preocupado.

—Lo prometo —le aseguró, mirándolo a los ojos con gesto solemne. Se sentía bien el que alguien se preocupase tanto por él, podía imaginar lo que debía haber sido para Jiken.

—Está bien… —se sentía muy nervioso de todas formas —¿Me enviarás un mensaje al móvil cuando regreses? —se rio suavemente, un poco avergonzado en realidad.

—Sí, lo haré —sonrió, sujetándole la mano de pronto, en un gesto impulsivo —. Gracias.

Don se la apretó, haciéndole ver que no había motivo para dárselas.

—¿A qué hora vais?

—La reunión es luego de las diez, pero queremos llegar antes para poder ocultarnos —le contestó sin soltarlo, aunque ahora se estaba poniendo rojo.

—Sí, será lo mejor… —tomó aire, soltándole la mano él, al ver sus mejillas; aunque no hizo referencia alguna, ni con gestos ni palabras —. ¿No quieres hablarme de Steiner? —le preguntó sin embargo.

—¿Po… por qué? ¿Te dijo algo? Es decir… —desvió la mirada inmediatamente, tomando la taza de café como si fuera su salvación.

—No…, pero vas a ir con él —le contestó discretamente —. Parece una buena persona.

—Oh, sí, lo es. Un poco atolondrado, pero sí, es… agradable —sonrió sin darse cuenta, mirando el líquido oscuro y pensando en su cara.

—¿Y atractivo? —sonrió también, observándolo.

Lowe casi suelta la taza y lo miró, enrojeciendo.

—¿Por qué pregunta eso? Digo, sí es atractivo, sí, pero…

—Pero da miedo, ¿verdad? Algunas personas necesitan que les echen una mano. De alguien que se sienta lo suficientemente interesado. Puede que no sea sencillo, pero la recompensa es gratificante.

—¿De qué está hablando? —le preguntó el rubio bajando la taza ahora, interesado, aunque nervioso —Es irresponsable, nada serio… y se irá cuando todo esto termine.

—Creo que esas dos primeras cosas, son lo que más te gusta de él, Lowe. Sobre lo tercero… ¿por qué te menosprecias? —le tocó el brazo, haciendo que lo mirase —Tal vez cambie sus planes por ti. No lo sabrás si no lo intentas.

—¿Por qué haría eso? Es… No lo sé, quiere que me vaya con él. Eso dice, pero —lo miró nervioso, dejándose llevar —. A veces pienso que debería dormir con él y ya. Así sabría si va en serio o no.

—Eso no es muy buena idea, a veces… a algunas personas hay que enseñarles a valorar a los demás. Creo que es una mejor forma de saber que la otra persona va en serio: cuando nos escucha, cuando quiere saber más de nosotros. Cuando sabe esperar… Todos tenemos miedo, y créeme, las cosas que te asustan de él, pueden ocurrirte con cualquiera en quien confíes; al menos él es sincero.

—Demasiado —frunció el ceño, enrojeciendo luego y desviando la mirada. Después de todo, Steiner pensaba acompañarlo en esa aventura, él mismo lo había sugerido. Eso significaba algo, ¿o no? —. Usted cree que debo darle una oportunidad.

—Sólo si se la quieres dar. ¿Tú crees que merece la pena? —sonrió un poco, mirándolo a los ojos —Pero no se lo dejes muy claro…

Lowe se rio de pronto sin poder creérselo. No esperaba esos consejos de su psicólogo.

—¿No? Entonces debo continuar como hasta ahora. Y sí… sí quiero.

—Entonces, cuando llegue el momento… lo tendrás claro —sacó una caja de debajo de la mesa y cogió una galleta, ofreciéndoselas. Ya era tarde para no sentirse relajado con él —. A Jiken le gustaban las que tenían pasas.

—Entonces supongo que cogeré una, en su memoria —sonrió, un poco rojo, pero agradecido con él. Se iba a sentir extraño cuando ya no tuviesen citas.

*****


Ageha se acomodó el cabello, bajándose la camiseta rosa que llevaba y bostezando un poco antes de salir de su habitación. Había decidido tomar una siesta, ya que se sentía cansado luego de la noche anterior. Pensó en ir a la habitación de Steiner para hablar un poco, pero ni siquiera sabía si había dormido allí, así que sacó el móvil llamándolo.

—¿En dónde estás, cariño?

—En una sauna, me la están chupando mientras hablamos… —se rio, moviendo un poco la cabeza —Estoy en mi cuarto, leyendo cosas de Jiken.

—Estoy de camino entonces, que me aburroooo —se quejó, sonriendo mientras caminaba, aunque todavía no colgaba el teléfono —. ¿Has leído algo interesante?

—No sabría cómo calificar las cosas que se le pasan por la cabeza. Supongo que no comprendo a los artistas… —le confesó, mirando la peli porno que estaba viendo a medias mientras leía —Este tío… tiene unas abdominales que… Oh Dios, se puede rallar queso ahí, ¿sabes lo que digo?

—No me digas que también tenía tu gusto en porno —se rio, seguro de que no era eso, y llamó a su puerta —. ¿Está abierta? —preguntó antes de pasar, colgando el móvil por fin.

Steiner se giró, sin molestarse en parar la película y guardándose el móvil en el bolsillo.

—Lamentablemente… no me he fijado en su porno, pero seguro que se la cascaba con bichos muertos —lo señaló acto seguido muy serio —. No le digas a Lowe que dije eso, ni que veía porno.

—No pensaba hacerlo, pero seguro que ya lo sabe, lo de que ves porno —se rio, sentándose en su cama —. ¿Quieres ir a beber algo?

—Sí, supongo que no quiero quedarme a solas contigo en un lugar donde haya una cama. Odio ser rechazado —se levantó, bromeando, aunque sólo superficialmente.

—Es igual, no podrías dejar de pensar en ese rubio de todas maneras, lo sé —se levantó también, tocándole la nariz y sonriendo. Realmente necesitaba aquello y no habían podido hablar a solas desde que lo dejase encerrado.

—¿En Lowe? No es para tanto… intento ser su amigo, ¿sabes? No me comas el coco —se puso la cazadora de cuero blanca y azul, apagando el ordenador antes de salir, susurrándole la frase que acababa de escuchar—. Oh, yeah, babe. Lick my balls… —en la oreja, riéndose después.

Ageha se rio, empujándolo un poco y atrayéndolo por el brazo después.

—Eso quisieras… Si quieres ser su amigo, ¿por qué te preocupa que sepa que ves porno? Los buenos amigos ven porno juntos.

—Porque me dirá que soy un cerdo y… no creo que sea de los que ven porno con sus amigos… —se rio, pasándole el brazo por los hombros y revolviéndole el cabello. Cuando entraron en el ascensor, intentó besarlo, pero Ageha colocó una mano contra su boca, negando con la cabeza de nuevo.

—Compórtate, ahora somos amigos.

Steiner se echó hacia atrás contra la pared, de tal modo que incluso abaneó un poco el ascensor.

—Pues es una mierda —se quejó con el ceño fruncido.

—No lo es, y no te pongas así de nuevo, quiero hablar contigo —le pidió, suspirando —. Además, te gusta Lowe y no me digas que no, nadie te cree.

—Lowe es complicado… Además, él no quiere nada conmigo y hace bien. ¿No lo acabas de ver?

Salió del ascensor, golpeteando la puerta de la calle al atravesarla. —Esto es una mierda… ¿No te hartas ya de tu marido?

—No. Es maravilloso, comprensivo y genial en la cama —le contestó con una sonrisa, pensando que Lowe era bueno para él, tal y como lo había dicho Don —. Yo creo que estás equivocado.

—No, yo creo que no… Yo creo que no comprendes que… no estaba tan desesperado por echar un polvo desde… ¡la virginidad! Este pueblo es una mierda —se guardó las manos en los bolsillos de la cazadora, suspirando —. Nunca me había pasado esto.

—Yo creo que sí, por eso no has echado ningún polvo, no es como los chicos a los que estás acostumbrado. ¿Sabes lo que es conquistar a alguien realmente? O… ¿enamorarte? —le preguntó tratando de no reírse, aunque le hacía gracia que estuviera así de desesperado —Sólo han sido unos días...

—Unos días es mucho… —inclinó un poco la cabeza hacia él, como diciéndole que comprendiese —Y sí, sí lo sé… Todos pensáis que soy una polla con piernas, una desalmada… —se rio, aunque tampoco tenía mucha gracia, la verdad —Pero la verdad es que fue una mierda, es una mierda.

—No actúes así, el amor exige sacrificio —se rio por fin, rodeándole los hombros porque la verdad, no soportaba estar sin el contacto físico, era algo natural entre ellos y sentía que crecía una barrera si no lo hacía —. Si llegas a conocer mejor a la persona antes de hacerlo, será distinto. Es como… comer porque tienes hambre y comer un banquete delicioso.

—Sí, pero si sigues comiendo el mismo banquete todos los días… acabas hasta los cojones… Ya no te apetece comer ni siquiera —lo miró de soslayo, inclinando la cabeza y pegándole un toque es la suya —. Y luego estás pensando en las cachas de su mejor amigo, en el camarero… ¡y de pronto no sabes cómo lo has dejado esperando una pizza mientras te tiras al repartidor en el baño!

—Eso se llama miedo. No es el tipo de banquete que te pueda aburrir, te lo aseguro —sonrió suspirando y pensando que no cambiaba —. Mira, piensa esto… Te das ese banquete ahora, te tomas tu tiempo en prepararlo, en disfrutarlo… Y luego, cuando te has acostumbrado a tener lo mejor de lo mejor, te preguntas cómo es que pasaste tanto tiempo de tu vida, comiendo comida chatarra.

—Bueno, yo no te llamaría hamburguesa a ti… —lo apretó contra él un poco, sin molestarse en reflexionar su teoría.

—Nosotros no contamos, teníamos una conexión. Éramos… un aperitivo antes del banquete —se rio apoyándose contra él, de manera cómoda y apartándose, pensando que alguien podría verlos y malinterpretar.

—Es igual, ya te he dicho que él no quiere. No es esa clase de persona y… tampoco es un idiota, ni yo pretendo engañarlo. La cuestión es que me gusta, y se lo he dicho, también he intentado que sucediera algo varias veces, pero no quiere, ¿vale? Así que deja el tema —movió un poco el hombro, incómodo al ponerse tan sincero —. ¿Crees que no quiero hacerlo con él? No pienso en otra cosa, o en verlo…, pero hoy no tengo ninguna buena excusa hasta la noche.

—Siempre tienes una buena excusa. Llévale comida o sé sincero, es sorprendente, pero funciona —sonrió, guiándolo hacia aquella cafetería ya que ahora tenía ganas de un pastel —. ¿Sabes lo bien que se siente cuando el hombre que te gusta dice… “Sólo tenía ganas de verte”?

—Bleh… ¿eso es lo que te dice a ti? —alzó una ceja, entrando con él y suspirando al ver el sitio al que lo llevaba —¿Y luego qué? ¿Nos abrazamos y hablamos del futuro?

—Habláis de lo que sea que queráis hablar. Además, no será tan fácil. Lowe no es como yo, seguro que se pone rojo y finge que no le gustó —le explicó, sentándose y mirando la carta, sonriendo un poco —, pero sí le gustará.

—Agh… siento que me estás sorbiendo el coco, creo que se te ha pegado de ese lavacerebros… —miró la carta también, pensando que no le gustaba el dulce —Quiero un trozo de selva negra y un granizado de limón —le pidió al camarero que acababa de acercarse, pensando que no estaba mal —¿A ti te apetece algo? —le preguntó al empleado, sonriendo un poco.

—No le hagas caso, está bromeando —se rio Ageha, pidiendo un pastel de limón esta vez y un batido de café.

—No bromeaba… —se quejó mientras el otro se iba un poco apresurado ya. En realidad sí, pero se decía que no para cuidarse el estilo. Se sacó el teléfono del bolsillo y le mandó un mensaje a Lowe que decía: “quiero verte, ¿cenamos juntos?”. Le mostró el mensaje a Ageha y suspiró —Si le creo un trauma, será tu culpa.

—¿Por qué le vas a crear un trauma, eh? Le gustas, lo he visto mirarte y ponerse rojo. ¿En qué crees que estará pensando? —se rio, apoyando la cabeza en un brazo.

—En que soy divertido y guapo, pero un dolor de cabeza —le cogió el plato con la tarta de las manos al camarero, y le guiñó un ojo para meterse con él y que se apresurase en largarse —. Y ahora estará todo nervioso, como siempre que me pongo serio —le dio la risa pensar en eso, y acordarse de cuando pintaban las máscaras.

—Sí, pero… —Ageha se rio cuando escuchó que sonaba el timbre de mensaje en el teléfono de Steiner.
“Vale, te espero”, contestó el chico, claramente después de haberse tomado ese tiempo para pensar y contestarle de mil maneras primero.

—Me espera —le contestó tras leer el mensaje y guardarse el móvil de nuevo, seguro de que se había puesto nervioso.

—¿Ves? —se rio, partiendo un trozo de su pastel —Te lo dije, le gustas.

—¿Sólo por decir: te espero? —se rió, alzando una ceja —Y sé que le gusto, el problema no es ese. Es que le gusto, pero no para salir conmigo.

—Eso no existe, ¿para qué le gustas entonces? ¿Para mirarte de lejitos? —se rio, señalándolo con la cucharilla —Lo digo porque tu invitación fue muy clara y no inventó una excusa, no trató de salirse de eso.

—Ya, pero es que esta noche vamos a ir al bosque, así que, puede que piense que es por eso —hundió la cuchara en el pastel y se lo llevó a la boca, pensando que estaba bueno.

—Voy a extrañar este lugar, me he vuelto adicto —se quejó Ageha, bebiendo un poco del batido y sonriendo —. Es igual, podía haberte dicho que estaba ocupado hasta entonces. Esto es nuevo… Steiner, tú nunca dudas.

—Déjame, es porque me cae bien. No quiero hacerle daño. Podría haberle contado un cuento y habérmelo tirado igual. Lo hago a menudo… —lo miró a los ojos y suspiró —No sé en dónde me estoy metiendo.

—En una relación seria tal vez, sería el final de una era —sonrió, tocándole una mano —. A ti también te gusta esta vez, no sólo su cuerpo. Y no sé, pero creo que Lowe no es de los que se deja convencer con cuentos

—No, creo que me pegaría una hostia… aunque eso creo que me excitaría… —dijo pensativo, riéndose —Sé que te odiaré por esto.

—Masoquista —lo acusó cortando otro trozo de pastel —. No me odiarás, me lo agradecerás.

—Te daré las gracias luego de matarte, no te preocupes —le dijo riéndose.

—No puedes matarme porque estoy en tu corazón —bromeó, llevándose el trozo de pastel a la boca —. Steiner va a tener novio…

—Eh… eso tiene que decidirlo él, y no sé qué haré todavía, deja —bebió de su granizado y suspiró —. ¿Sabes? Tengo algo por los rubios.

—¿En serio? A lo mejor y soy rubio debajo del tinte —se rio porque no lo era para nada, pero sí que recordaba las veces que lo había visto irse con uno.

—No, pero también tengo algo con los asiáticos… —se rio, mirándolo a los ojos y luego al camarero —¿Crees que debería echar un polvo de despedida por si acaso?

—No, definitivamente no. Esto es un pueblo, si Lowe se entera se te acaban las posibilidades —lo riñó, tomándolo por la quijada y haciendo que lo mirase.

—Cierto, ¿hazlo tú conmigo y así no se entera? —bromeó, la verdad es que estaba un poco asustado. No le gustaban las responsabilidades.

—Sabes que no puedo y tú no quieres eso —sonrió con suavidad, bajando la mano para acariciar la suya mientras bebía un poco más de batido.

—Agh, deja eso —se echó hacia atrás, continuando con su pastel y pinchando el último trozo —. Vas a tener que quedarte conmigo hasta que pueda ir para allá.

—Vale, de todos modos quiero hablarte de otra cosa —suspiró, poniéndose más serio.

—Dime… —se apoyó en un brazo, mirándolo a los ojos.

—Anoche hicimos otra sesión, sólo Bronco, Don y yo. El hecho es que Bronco dijo que había hablado con Jiken antes de eso —lo miró a los ojos —. Le propuso ir con él, definitivamente. Bronco a Jiken, quiero decir. Creo que lo hicimos comprender que no tiene sentido, pero… ya sabes lo que me pasa, ¿no?

—Claro, ¿estás asustado como yo? —meneó un poco la cabeza, suspirando —Me lo temía…, pero sabes que nada de lo que yo le diga servirá de nada, sólo lo cabreo.

—Sí, no quiero que le riñas, sólo que tengas cuidado, que le eches un ojo sin que se dé cuenta. Yo haré lo mismo. Don piensa que lo mejor es ayudarlo para que no sienta que debe ocultarnos las cosas.

—Pues habrá que hacerle caso, supongo, aunque no me caiga bien… —sonrió ligeramente, bebiendo sin dejar de mirarlo.

—Sí te cae bien, porque me trata bien y es bueno —le guiñó un ojo terminándose su batido y lo último que le quedaba del pastel —. Él piensa que eres bueno para Lowe.

—No me vas a comprar con eso… —se rio, terminándose el granizado y pensando que ahora tenía ganas de verlo, todo por culpa de Ageha.

—Pues no tengo nada más, pero admite que te cae un poquito mejor —se rio, tocándole la nariz —. ¿Quieres dar un paseo?

—Lo que sea para dejar de pensar en el culo del camarero —disimuló, aunque su culo estaba muy bien, la verdad.

—Vamos lejos de los camareros —se rio, sacando el dinero y dejándolo sobre la mesa.

—Vamos… —lo siguió tras dejar su parte sobre la mesa también, pegándole una nalgada antes de salir.

Parte II
Martes, febrero 2

Steiner miró la hora, asegurándose de que no era demasiado pronto. No tenía ganas de parecer ansioso o algo así. Entró en el portal detrás de una mujer mayor, y tras un tenso viaje en silencio en el ascensor, timbró a la puerta de Lowe.

Llevaba una bolsa en la mano con dos hamburguesas, en parte para cenar, y en parte porque siempre estaba bebiéndose su cerveza.

—Ya voy —le anunció Lowe, esperando luego y preguntando —. Eres tú, Steiner, ¿no?

—Usa la mirilla, así puedes mirarme cuando no te veo… —se burló, esperando a que abriese y entregándole la bolsa.

—No jodas… —se quejó, frunciendo el ceño y sonriendo luego sin poder evitarlo —Trajiste hamburguesas.

—Sí, para cenar algo antes de salir para allá —se sacó la cazadora por el camino, dejándola en uno de los sillones antes de sentarse —. ¿Qué tal tu cita con el sicóloco?

—No le digas así. Muy bien en realidad, aunque ya sabía lo que pensaba hacer —exhaló con fuerza, buscando dos cervezas y apartando las cosas de la mesa luego —. Jiken se lo dijo.

—Qué traidor… —se quejó, inclinándose en el sofá, para verlo en la cocina.

—Eso es porque tiene miedo. Ahora estoy más seguro que nunca de que allí sucedió algo —le contestó, regresando junto a él y colocando una cerveza en la mesa, abriendo la otra.

—Y yo estoy seguro de que esto está afectando demasiado a Bronco… —le dijo por su parte.

—¿Por qué lo dices? —se sentó en el sillón, mirándolo, de nuevo sintiéndose culpable.

—Porque le dijo a Ageha que le había pedido a Jiken que se lo llevara con él —se descalzó, cogiendo la cerveza y recostándose de cualquier forma en el sofá.

—Ya… —bajó la mirada, pensativo —Jiken no hará eso, lo conozco. Ni siquiera le gustaba contarle sus problemas a los demás. ¿Crees que… deberíamos hacer esto por nuestra cuenta?

—No, Bronco no va a dejar que nadie lo aparte de esto. Tampoco podemos en realidad, no podemos controlar su mente, y puede estar con él en cualquier parte. Se puso su pendiente. Yo no lo he visto, pero me lo dijo Ageha.

—Bueno, Jiken se lo dio a él, creo que le agrada —sonrió para sí, alzando la mirada luego —. ¿Crees que estoy loco? Hablando así de un muerto…

—No, estará muerto, pero claramente piensa, y se pueden mantener conversaciones con él, así que… —cruzó los brazos tras la cabeza, mirándolo de medio lado —¿A qué hora quieres ir para allí?

—Como a las nueve, ¿te parece? Pensé que podríamos escondernos desde antes —lo miró, desenvolviendo la hamburguesa y mordiéndola —. No quiero que nadie más salga herido, no era mi intención.

—Está enamorado de él… —le dijo girándose de medio lado y cogiendo su hamburguesa, incorporándose un poco para poder comer a gusto.

—¿Lo está? ¿De Jiken? —Lowe ladeó la cabeza confundido —Es una pena que lo haya conocido ahora.

—Ya, pero… yo qué sé. Supongo que es normal. No para nosotros, pero para él… De todas formas, aunque lo hubiera conocido en vida, le debe llevar como veinte tacos… —se rio.

—Eso no importa, creo que Jiken necesitaba alguien así —se rio, pensando que en vida le hubiera costado abrirse a él.

—Sí importa, bueno, habría importado en vida. Quiero decir que… a esa edad no te andas viendo con hombres mayores normalmente. Bueno, algunos tíos sí. ¿A ti te gustan mayores? —se rio, mirándolo y comiendo.

—No necesariamente, un poco… tal vez —lo miró enrojeciendo y mordiendo la hamburguesa con saña.

—Yo tengo veintisiete, ¿eh? Aun no soy mayor… —se rio, mirándolo y apoyándose en un codo en el reposabrazos.

—Eres mayor que yo, casi diez años —lo señaló, riéndose luego y preguntando —. ¿Y por qué piensas que hablaba de ti?

—Yo sólo dije mi edad, y que no era mayor todavía, tú sacaste la conclusión… porque hablabas de mí… —se rio, terminándose la hamburguesa y pasándose la servilleta por los labios por si acaso —, “mijito”.

—Agh, no hables así — miró hacia otro lado enrojeciendo por haberse delatado y continuando con la hamburguesa —. Está buena.

—No tanto como yo, ¿verdad? —se llevó la cerveza a los labios y se levantó, sentándose en el reposabrazos del sillón donde estaba Lowe —Me he pasado toda la noche buscando algo sobre lo que hacían en las reuniones que pudiera servirnos, tal vez algún alias de los integrantes, pero nada.

—¿Nada? ¿Te refieres al ordenador de Jiken, verdad? —lo miró de soslayo, limpiándose las manos y bebiendo algo de cerveza, nervioso por la cercanía —Tal vez haya algo escrito a mano.

—Podemos buscar… —le tocó el cabello, moviendo un mechón de delante de su frente.

—Sí, sí, podemos buscar —enrojeció aún más, mirándolo y echándose un poco hacia atrás, aunque no quería darle a entender que no le gustaba. No era bueno con eso.

—¿Vamos? —le sugirió, sonriendo un poco porque notaba que lo cohibía.

—Sí, vamos —asintió, poniéndose de pie enseguida y bebiendo un trago largo de cerveza —. A Jiken a veces le gustaba hacer las cosas a la antigua.

—A ver si hay suerte… —lo siguió al cuarto del chico, esperando a ver en dónde miraba, y aproximándose a él sólo por incordiarlo.

Lowe carraspeó, sintiendo que le ardía la cara y agachándose un momento, sacando una caja que había debajo de un armario.

—Me siento un poco mal por revisar esto…

—Es para ayudarlo, no es como que lo hagamos por diversión. Si quieres salgo mientras lo miras —se sentó en la cama en una esquina, apoyándose con las manos en el colchón y observando al rubio —. ¿Tú veías porno con él? —le preguntó para que quitase esa cara.

—¿Eh? No —negó con la cabeza, enrojeciendo mientras levantaba la tapa porque por nada del mundo lo iba a mirar a los ojos ahora.

—¿En serio? —se rio y le dio con la mano en la cabeza —Mientes mal.

—Bueno pues, es normal, los amigos hacen esas cosas —frunció el ceño, revisando los papeles. Había algunas fotos de cuando era pequeño y de sus padres, estaban casi escondidas al fondo. Lowe suspiró, pensando que no parecía un niño muy feliz de todas maneras —. Hay una especie de diario… —le anunció, sacando la pequeña libreta y hojeándola.

—Si ves algo me lo dices, yo paso de mirar esas cosas tan personales. Sólo tienen derecho a verlas los amigos que comparten porno —se rio, recostándose en el colchón de medio lado, limitándose a mirarlo mientras.

—Idiota —se rio Lowe, alzando la mirada, aunque le había gustado aquello. Siguió revisando sin embargo, quedándose quieto de pronto mientras leía —. Hay algo, son dibujos de las máscaras y tiene datos acerca de cada uno. No hay nombre, ¿eh?

—¿Y dicen algo interesante? —le preguntó, levantándose y acuclillándose a su lado para echar un vistazo a las máscaras y poder reconocerlos.

—No realmente, pero podría servirnos para identificarlos, aunque… Mira, por ejemplo hay una que dice “es superficial, y creo que sólo quiere conocer a un novio misterioso” ¿Ves? Eso no sirve —se rio sin poder evitarlo, leyendo luego otra —“Está podrido hasta el fondo, pero cree ser buena persona”. Tal vez no sirvan de nada —suspiró, pensando que eran puras opiniones subjetivas.

—Por algo dirá esas cosas. A mí me parece útil. Tal vez no ahora mismo, pero si escuchamos algo extraño y vemos que Jiken pensaba mal de esa persona… ya es como para tomarse en serio eso y averiguar quién está bajo la máscara —lo miró un momento, conmovido, porque se notaba lo mucho que sentía la ausencia de su amigo —. Además, sirve para que ahora me caiga mejor —se rio, sentándose a su lado, con la espalda contra la cama para no cotillear el diario —. Creo que sería bueno tomar una fotocopia de eso, para que la vea Bronco por si ve alguna de esas máscaras.

—Creo que no le molestaría —asintió, apoyándose casi sin darse cuenta contra el hombro de Steiner y riéndose un poco —. ¿Te cae mejor porque cotilleaba? Le gustaba observar a la gente.

—Me cae mejor porque… es sincero y no parecía dejarse engañar por las apariencias ni el cinismo. No lo entiendo…, la verdad. Y eso me hace preguntarme… si no se dejó engañar —lo miró de soslayo, apoyando los brazos sobre la cama.

—¿A qué te refieres? —lo miró intrigado, girando la cabeza apenas un poco —Jiken no era ningún tonto, pero es cierto que a veces se obsesionaba con investigar cosas, con su arte. Por eso me preocupaban esas reuniones.

—Me refiero a que no parece alguien que se dejase engañar, pero si creemos que alguien le dio esas drogas o… lo convenció para que se suicidase o algo parecido. No lo sé… No he dicho nada —apoyó la cabeza en el borde del colchón, mirando el techo.

—Está bien, tienes razón, aunque sigo pensando que Jiken no se suicidaría. El suicidio no tiene un fin realmente. Es decir, le gustaba experimentar cosas por su arte, buscar respuestas, no sé. Pero si te mueres, no logras nada, ¿no es así? —le preguntó, mirando el diario de nuevo sin poder creerse que ya no estuviera. Era muy extraño estar leyendo sus palabras.

Steiner bajó el brazo sobre sus hombros y apretó un poco la mano sobre uno de ellos, aproximándolo.

—Tal vez experimentando…, se le fueron las cosas de las manos. O a lo mejor creyó a alguien que le dio esas drogas diciendo que eran para otra cosa, quién sabe.

—Sí, seguramente fue algo así —sonrió volviendo a recostarse. Lo hacía sentir bien tener a Steiner con él en ese momento —. Hay un bosquejo del lago… —comentó.

—Tal vez formaba parte de algún ritual extraño… A lo mejor vemos algo interesante esta noche, pero cada vez estoy más convencido de que es mejor que no nos descubran… —murmuró pensativo.

—Además se lo prometí al doctor Crawford —sonrió, apoyándose cada vez más cómodo en aquella posición. Adelantó las páginas para ver la última, por si decía algo interesante, aunque el diario no era para nada continuo. Tal parecía que Jiken sólo escribía cuando le venía en gana.

—¿Es tu padre o qué? —le preguntó, secretamente celoso.

—Claro que no, si fuera mi padre me lo habría prohibido, pero se preocupa por mí y se preocupaba por Jiken —sonrió, mirándolo de soslayo —¿Por qué te molesta, eh?

—¿Por qué te interesa tanto el porqué? —sonrió también, sujetándole la mandíbula y girándole la cara lentamente, para meterse con él.

La cara de Lowe se puso completamente roja, pero no se apartó por esta vez, incluso sostuvo su mirada.

—¿Y a ti por qué te interesa el que me interese?

—Porque… —se acercó un poco y le rozó los labios con los suyos —Estás pensando en otras cosas mientras trabajamos —su mano bajaba por el cuello del rubio, e inclinó la cabeza, observando con sus ojos azules los suyos —, y eso está mal —. Lo besó de pronto, sujetándole el cuello con firmeza y respirando pesadamente.
Lowe le devolvió el beso sin embargo, entrecerrando los ojos como si no se atreviera a cerrarlos del todo. Desvió la mirada finalmente cuando se hubo roto el beso, retomando el diario.

—A Jiken no le hubiera molestado, así que supongo que está bien.

—Sí, supongo… —alzó una ceja, sin creerse que hubiera hecho como si nada y lo dejase así con un beso y hala. Apartó el brazo de sus hombros y suspiró, tocándose la nuca.

Lowe lo miró de soslayo, preguntándose si estaba actuando bien, tampoco quería que perdiera el interés.

—Dice… que podrá ver con nuevos ojos, que hay cosas que nunca pensó que existieran. “Quiero saber por qué la gente hace lo que hace, debe haber una razón…” Es lo último que escribió —se encogió de hombros cerrando el diario y suspirando de nuevo.

—Pues tal vez se tomó esas drogas para trascender o algo así. Pero dudo que se le ocurriese a él solito. A lo mejor lo buscó en internet, o se lo dijeron sus amigos carnavaleros… ¿qué se yo? Tal vez ellos sepan algo pero se hagan los locos porque no era su intención que eso sucediese… —se recogió el pelo en una coleta, dejando caer la cabeza hacia atrás en el colchón —¿Qué hora es?

—Ocho y media, deberíamos ponernos en camino, ¿no lo crees? —se puso de pie, pensando que su actitud había cambiado, pero claro, no sabía qué otra cosa esperaba —Voy a cambiarme de ropa.

—Vale… yo también —se levantó para ir a buscar su bolsa, ya que Bronco le había dejado algo de ropa, pero había pasado de ponerse algo que no era su estilo hasta que no le quedase más remedio —. Lo hago en el baño, podría hacerlo aquí, pero no quiero seducir a Jiken si está mirando…

Lowe se rio, enrojeciendo un poco aun así.

—Creo que no eres su tipo, ¿eh? —le advirtió, dirigiéndose a su propia habitación a buscar alguna de las cosas que le había enviado su madre y que jamás usaba.

—Yo le gusto a todo el mundo… —bromeó, cogiendo la bolsa para meterse en el baño. Suspiró, mirándose al espejo. Se frotó la cara con agua y se soltó el cabello de nuevo, pasándose las manos hacia atrás y mojándoselo, retirándolo de delante de su rostro por completo, ocultando la mecha azul de aquella manera. Estaba extraño con el pelo hacia atrás, pero esa era la idea. Se quitó la ropa y la dejó sobre el váter de cualquier manera, poniéndose los pantalones negros de Bronco y una tank negra que sinceramente, usaba para dormir.

Cogió las botas de nuevo y regresó al salón, tomando la máscara y guardándola por el momento en su bolsa, donde llevaba también una cámara de fotos muy pequeña para ocasiones como esa.

Lowe por su parte, se había puesto unos jeans negros también, los únicos que tenía sin agujeros y eso porque aún no se había puesto a trabajar en ellos. Sacó un jersey azul oscuro de mangas largas, de muy buena calidad, pero muy aburrido para su gusto, y se lo puso, mirándose al espejo con cara de asco. Se aplastó un poco el cabello, aunque de todas maneras no lo llevaba muy peinado, se preguntaba si no llamaría la atención así, pero si se ponía un gorro parecería un ladrón.

—Listo —anunció mientras salía, ya que la máscara la había dejado en la sala junto con la de Steiner.

—Je, je… pringado —se rio, alzando una ceja y poniéndose la cazadora por encima. Bronco no había querido dejarle la suya.

—Se supone que nos veamos como cualquier persona… —le contestó frunciendo el ceño y cogiendo la máscara —Porque tú te ves tan original así.

—Oye… nadie habla de originalidad, sólo de lo sexy que soy. Y eso es imposible de disimular —le pasó por delante, abriendo la puerta y colgándose la bolsa al hombro.

—Sí, sí… —lo siguió pensando que ya el jersey era bastante grueso y no necesitaba llevar una cazadora. Le miró las nalgas, en realidad pensando que debería darle una patada por reírse de él.

—No te pongas así, me pones incluso con esa ropa —sonrió, entrando en el ascensor y bajando la mirada a la altura de su entrepierna.

—No hablaba de eso, agh —refunfuñó enrojeciendo y rascándose la cabeza, aunque era un gesto de nerviosismo.

—Lo sé… —salió del ascensor y se tocó los labios con el puño cerrado, pensando que había estado a punto de meterle mano. Se sentó en el sillón de la moto y lo esperó, riéndose para sí.

—¿De qué te ríes? —le preguntó Lowe mientras se subía a la moto, sujetándose de su cintura. Intentaba actuar con naturalidad, pero ya estaba rojo de nuevo.

—No quieras saberlo —se rio, apartando la pata de cabra y encendiendo la moto. Ya sabía el camino, así que le metió algo de caña, sólo porque le agradaba la sensación del aire en el rostro, sobre todo de noche.

Lowe frunció el ceño, pero antes de que pudiera darse cuenta, ya se estaba sujetando con todas sus fuerzas a la cintura del moreno, sin poder evitar el recordar la sensación cálida de sus labios.

Subieron por la cuesta que llevaba al bosque y redujo la velocidad para que el motor se escuchase lo menos posible por si ya andaban por ahí cerca. Aparcó la moto alejada de allí, sobre todo porque si le ocurría algo a esta, iba a darle algo.

Le sujetó las manos antes de que fuera a bajarse, y se quedó así por un momento, rozándole los nudillos con un dedo. Lowe sostenía la respiración sin apartarse, estaba nervioso, doblemente nervioso ahora y quería besarlo de nuevo.

Steiner separó los labios como para decir algo, pero se quedó con ellos entreabiertos, nervioso. Le sujetó las manos con ambas suyas y las subió por su abdomen hasta su pecho.

—¿Vamos?

—Sí, vamos a buscar un buen lugar —asintió, separándose de él muy lentamente, como aturdido y pasándose la mano por la cara para ver si se le quitaba lo rojo de una buena vez; o se iba a quedar así para siempre.

Steiner se levantó, guardándose las llaves en el bolsillo y quitando la cámara y la máscara de la bolsa. Guardó esta en el maletero de la moto y lo miró, nervioso también.

—¿Deberíamos ponernos esto ya?

—Creo que sí, si nos encontramos con alguien… —le advirtió, colocándose la suya y mirándolo a través de los agujeros. Era extraño.

Steiner se la colocó también, mirándolo a los ojos y pensando que parecían más azules así. Le sujetó las caderas y se inclinó para besarlo otra vez, aunque definitivamente era extraño, ceremonial incluso. Lowe no se resistió, sino que se sujetó de su cuello contra toda indicación de su psicólogo seguramente, devolviéndole el beso. De pronto sentía que aquello iba muy en serio, no sólo lo de él con Steiner sino lo que estaban haciendo.

—Todo irá bien… —dijo contra sus labios, como si supiese lo que le preocupaba. Se sacó la cámara del bolsillo y la guardó en el suyo —Tú ocúpate de eso, ¿vale? —lo besó otra vez, de forma superficial, pero arrastrando los labios contra los suyos casi.

—Vale, y sí —asintió, apartándose nerviosamente y echando a andar por aquel lado del bosque, dirigiéndose a donde sabía que se desarrollaban esas reuniones, aunque caminaban escondidos entre los árboles, evitando el sendero principal.

La luz de las estrellas era un alivio, ya que apenas había luz, pero no podía compararse a las noches de la ciudad. Cualquier ruido los ponía alerta, y es que era ahora cuando estaba más claro que nunca, que aquello no era ninguna tontería. Si esa gente tenía algo que ver con lo sucedido a Jiken… podían meterse en un buen problema.

Se detuvieron tras una frondosa arboleda que rodeaba una roca cercana al lugar en donde se encontraba la hoguera, y se sentaron uno al lado del otro, nerviosos, en un silencio que duró varios minutos.

Lowe estaba a punto de decir algo cuando se escucharon voces, los participantes empezaban a llegar, una pareja primero, un chico y una chica, hablando de temas triviales.

El rubio los siguió con la mirada mientras observaba cómo comenzaban a amontonar trozos de madera en el centro para hacer la hoguera. Poco después se acercaba otro chico, saludándolos de manera despreocupada.

Llegó un hombre mayor de incipiente calvicie y una pronunciada redondez en el estómago, un chico joven de cabello anaranjado, y dos jóvenes más.

Todos se sentaron formando un círculo y comenzaron a intercambiar frases banales sobre la noche que hacía y si habían traído esta u otra cosa. Nada extraño por el momento, salvo que según los dibujos de Jiken, el número de integrantes no concordaba.

Lowe también lo había notado y les estaba tomando una foto detrás del follaje, aguantando la respiración inconscientemente, aunque era imposible que lo escuchasen desde allí.

Aquel hombre alzó la voz de pronto, era ronca y grave y todos los chicos guardaron silencio en ese momento.

—Vamos a comenzar, tomaos de las manos y observad el fuego, cómo consume lo que antes estaba entero.

Lanzó una bolsa de terciopelo rojo a las llamas, y la misma ardió rápidamente como si hubiera sido empapada en alcohol. Desprendió un humo dorado y el olor dulzón tardó poco en llegar hasta ellos.

Steiner se movió despacio, observando con curiosidad y tratando de averiguar qué era aquel olor almizclado. Tenía una pequeña libreta y apuntó la frase de aquel hombre, bocetando su máscara para compararla con los dibujos de Jiken.

El joven del cabello anaranjado sacó una especie de túnica morada que sólo cubría los hombros y parte del pecho, y se la puso por encima al que parecía ser el oficiante de aquella extraña ceremonia.

La chica acercó una botella con un líquido oscuro y la abrió, vertiendo el contenido en un bol de barro, que luego el hombre puso sobre las llamas. El pelirrojo dejó caer unas rosas de té amarillas en el líquido y se arrodilló expectante.

El periodista miró a Lowe, haciendo una mueca de que no le gustaba mucho lo que hacían allí, y este le contestó negando con la cabeza, dándole la razón y arrugando la nariz, tampoco le gustaba aquel olor. A pesar de estar lejos, lo hacía sentir ligeramente mareado. Tomó otra foto, bajando la cámara luego.

La chica que había llegado primero, empezó a reírse ligeramente como alterada, inclinándose hacia delante y hacia atrás mientras su pareja sólo miraba las llamas, expectante.

Las manos del oficiante retiraron el recipiente de barro del fuego y vertieron algo dentro, revolviendo con los mismos dedos aquel líquido caliente. Sujetó una de las rosas embarradas por el líquido y se la metió entre los labios al pelirrojo, que chupó sus dedos incluso para recogerlo todo.

Todos se adelantaron un poco y hundieron entonces los dedos allí, haciendo lo mismo que el otro.

—Por los que ya no están con nosotros —dijo uno de los chicos, riéndose de forma nerviosa.

—Mierda… —susurró Lowe sin poder evitarlo, aunque mordiéndose el labio inferior después y mirando a través del objetivo de la cámara cómo todos volvían a colocarse en aquel círculo, sujetándose de las manos.

Se inclinaban hacia delante y hacia atrás, algunos riéndose otros simplemente como en otro mundo. La risa de la chica resonó aguda. Despacio se pusieron en pie y uno de ellos salió del círculo y entró en el interior, de cara al fuego.

Extendió las manos hacia el mismo, poniendo nervioso de más a Lowe, pero apenas pareció tocarlo y retirar las manos enseguida.

—El fuego renueva —comentó en voz alta, extendiendo un brazo hacia el chico pelirrojo ahora como para que lo acompañara. Este entró en el círculo. Llevaba una máscara de búho, que Steiner no recordaba haber visto, observó cómo tomaba sus manos, apretándolas.

El otro lo atraía para que caminase por encima de la hoguera hacia él, pero se veía asustado a pesar de las drogas.

—Mierda… —susurró Steiner, que no era capaz de quedarse mirando eso.

—Se van a matar —susurró Lowe, apretando la cámara y pensando en Jiken por un momento.

Ambos chicos entraron en la hoguera por fin, caminando, uno seguro y el otro tembloroso.

El pelirrojo gritó al ver las llamas subiendo por su ropa y el otro lo sujetó con fuerza para que no huyese.

—No te quemará, no te va a quemar —repetía, pero el otro se soltó, corriendo por la hierba hacia el lago. Cayó al suelo, rodando colina abajo y apagando las llamas en su mayoría.

—Id a por él… —los envió el oficiante con voz solemne.

Los otros dos se levantaron, siguiéndolo y sujetándolo una vez hubo apagado las llamas, aunque Lowe por poco se había levantado. ¿Estaban locos o qué?

—No temas, el fuego te limpiará —le aseguraron, aunque el chico no se veía nada convencido, más bien asustado y cerca del histerismo.

—Ya hemos visto suficiente —le dijo Steiner, que se preguntaba si era un rito de iniciación o algo así, y sujetó la mano del rubio —. Vámonos.

—¿Estás seguro? ¿Y si le pasa algo? —le preguntó Lowe, sintiéndose un poco histérico también. ¿Y si se iban y ese chico aparecía muerto luego como Jiken?

—Pues nos vamos y llamamos a la policía para decir lo que hemos visto, campeón, porque no sé tú, pero yo no soy capaz de bajarme a seis tíos sólo con el poder de mi judo. Del cual sólo sé la palabra —susurró Steiner.

—Lo sé, sólo estoy… —suspiró porque no quería decirlo en voz alta y sujetó su mano, levantándose un poco para que no los fueran a ver —Vámonos ya.

—Vamos… —le dijo tratando de agacharse un poco y alejarse pegado a los árboles.

—¿Quién anda ahí? —preguntó el hombre mayor.

Steiner apretó su mano y lo escondió con él tras los árboles, pero uno de los chicos comenzó a caminar hacia ellos, seguido de su novia, que se ponía seria y a cada dos segundos se reía.

Lowe volvió a aguantar la respiración, nervioso, sintiendo que se le aceleraba el corazón. Quería salir corriendo, pero si lo hacían ahora, seguro que los notarían.

Ambos chicos se estaban acercando cada vez más, cuando de pronto una ráfaga de viento levantó las hojas que yacían antes en el suelo, casi lanzándolas contra ellos.

Steiner apretó su mano y salió corriendo con él a toda prisa, aprovechando aquel momento mientras la pareja protestaba con tierra en los ojos.

Atravesaban el bosque lo más deprisa que podían, sin importar ya si hacían ruido o no, tratando de llegar a la moto antes de que los alcanzasen, pero se podía oír a los chicos corriendo en su dirección, apartando hojas con las manos ya que el viento no cesaba.

Cuando por fin llegaron, prácticamente saltaron sobre ella, Lowe apretándose todo lo que podía contra Steiner, incluso cerrando los ojos.

Arrancó rápidamente, pues se había sacado las llaves del bolsillo ya por el camino mientras corrían, y aceleró para perderse lo antes posible, sonriendo ligeramente porque se habían librado.

De todas formas no bajaba la velocidad, recorría aquella carretera mal pavimentada lo más rápido posible para largarse de allí. Miró a la izquierda un momento, notando a alguien en la linde del bosque, observándolos.

—Dios, dios… ¿Qué diablos ha sido eso? ¿Qué diablos les pasa? —se quejaba Lowe, refunfuñando en bajito, sin atreverse a abrir los ojos, sólo quería estar de vuelta en su casa, sano y salvo. Alzó la voz, comentando —Tenemos que quitarnos las máscaras antes de entrar al pueblo.

—Lo sé… —le dijo nervioso, pero seguro de que no habría podido ni distinguirlos a la velocidad que iban y con las máscaras. Al menos él, no había podido ni verle la cara. Miró por uno de los retrovisores, pero ya no había nadie allí.

Se sacó la máscara, y la misma salió volando hacia atrás.

—Mierda… —dijo girando un poco la cabeza, pero ahora no podía regresar a por ella.

—No te preocupes, seguro se la lleva el viento —lo tranquilizó el rubio, aunque no estaba seguro de eso y se quitó la suya sujetándola con fuerza y volviendo a rodearle la cintura a Steiner.

—No lo creo, y si llamamos a la policía con eso mío por ahí. No sé, no me hace puta gracia, mis huellas deben estar por todas partes en la cola —le dijo con la voz alzada para que lo escuchase.

—Es igual, ellos no sabrán quien fue sólo por una máscara y… y… No lo sé —confesó por fin, sintiéndose perdido.

—No, si los llamamos para decirle que un grupo de enmascarados se pusieron a hacer a un tipo caminar por las llamas. No… si ven una máscara no van a buscar las huellas ahí, no te digo… porque son imbéciles… —resopló, como diciéndole que ni de broma llamaba —No creo que haya muchos pelirrojos de esa edad por aquí, mañana te fijas si lo ves en la universidad, y punto. Tampoco lo estaban obligando…

—Lo sé, me refería a ellos, no a la policía —suspiró exhausto y apoyando la cara contra su espalda mientras abría los ojos por fin —. Lo buscaré mañana…

—Vale, lo siento. Estoy un poco nervioso, había alguien ahí, en la linde del bosque, y nos vio. Seguro que no nos distinguió ni mucho menos, pero… había alguien mirándonos.

—¿Reconocerá la moto? —preguntó alarmado, reafirmando su agarre en ese momento —Que… quédate conmigo esta noche.

—Ya pensaba, y no lo sé, tal vez. No hay muchas Hayabusas aquí, por no decir ninguna salvo la mía —se mordió un poco el labio inferior —. No sabrán de ti, pensarán que esos periodistas meten las narices en lo que no les importa, eso es todo. Tal vez ni siquiera pudo fijarse en qué moto era, íbamos… vamos, muy deprisa —redujo un poco al fin, ya que llegaban a la ciudad y no podía ir de ese modo.

—Da lo mismo, estoy preocupado —se apartó un poco de él, sin soltarse. No quería decirle que lo que le daba miedo era precisamente eso, que fueran a por él —. Ahora estoy más seguro que nunca, lo de Jiken no fue un suicido ni un accidente.

—No lo sabemos… Que hagan cosas raras, no los convierte en asesinos. Estaban drogados, y… a saber qué era esa mierda que se estaban tragando.

—Olía espantoso, ¿eh? Pero… ese hombre no bebió. ¿Te diste cuenta? Sólo los chicos… —murmuró, negando con la cabeza.

—Me di cuenta… —le dijo aliviado de atravesar la zona con edificios ya, como si el peligro residiese sólo en aquel bosque —Lo que también pienso, es que Jiken nos ha salvado el culo. Ese viento no era normal.

—Sí, eso creo —sonrió suspirando y asintiendo —. Tengo que llamar al doctor Crawford, pero primero voy a necesitar una cerveza.

—Sí, yo también necesito unas cuantas —dejó la moto en un aparcamiento de pago porque no se fiaba, aunque tuviese que pagar la noche, no le importaba. Al bajar cogió la bolsa del portamaletas y esperó al otro, sujetándolo por encima de los hombros enseguida, mientras iban hacia las escaleras. Lowe se sujetó de su cintura con un brazo, como si aun estuviesen en movimiento y se fuera a caer, lo necesitaba.

—El otro actuaba como si no se quemase, ¿no crees? —le preguntó de pronto Steiner.

—Sí, pero sería por las drogas, ¿no? Aunque… —lo miró, preguntándose si sería posible trascender realmente como los místicos o algo así. Negó con la cabeza —No lo creo.

—No sé…, la verdad es que no lo sé —caminó hacia la casa del chico, mirando hacia atrás paranoicamente un momento, y aproximándolo a él después.

Parte III
Martes, febrero 2

A Lowe le temblaban las manos mientras abría el portal y no volvió a respirar tranquilo hasta que estuvieron dentro del ascensor. Se pasó la mano por el cabello, alborotándoselo mientras se recostaba contra la pared.

—No sé qué pensar.

—No pienses mucho. Mañana hablaremos con ellos y les contaremos todo. Hasta entonces… es mejor no darle muchas vueltas —le tocó la cara con una mano, saliendo con él del ascensor, sintiéndose todavía un poco paranoico.

—Voy a llamar al doctor Crawford ya, se preocupará si no lo hago —le avisó, mientras abría la puerta de su piso con una mano, con la otra sacando el móvil.

—Vale —dejó la bolsa en el interior y metió una mano dentro del bolsillo del chico mientras llamaba, para coger la cámara.

El sicólogo le contestó enseguida al teléfono, ya que estaba esperando su llamada.

—Ya llegamos, estamos bien —le aseguró enseguida, aliviado de tener contacto con otra persona.

—Pareces nervioso… —susurró, incorporándose un poco en el asiento, donde había estado leyendo.

—Sí, fue algo muy raro. Estaban bebiendo algo que olía terrible y un chico trató de convencer a otro de que caminara sobre el fuego… Luego nos persiguieron, pero Jiken nos ayudó a escapar.

—¿Os persiguieron? Entonces os han visto, ¿no? —¿Y por qué demonios los perseguían si no era porque estaban haciendo algo malo y no querían ser descubiertos? —Hay que llamar a la policía, voy a tu casa, dame un momento.

—No, no la llame, por favor. A Steiner se le cayó la máscara allí. No nos vieron las caras de todas maneras —insistió nervioso, incluso gesticulando con las manos aunque no podía verlo.

—Pero si pueden estar relacionados con la muerte de Jiken… ¿para qué has ido entonces? ¿Para dejarlos seguir haciendo lo que Dios quiera que hagan? Steiner puede explicar por qué estaba allí su máscara, no pasa nada.

—No le creerán y no tenemos ninguna prueba de que hicieran algo además, ese chico estaba allí por su propia voluntad —le aclaró, suspirando y de nuevo alborotándose el cabello —. No sabemos nada realmente.

El doctor suspiró, sentándose mejor en el sillón y tocándose el pecho por la abertura de la bata.

—Está bien, pero no vuelvas ahí, y si pasa algo extraño, llámame enseguida. ¿Estás con Steiner ahora?

—Sí, se va a quedar conmigo esta noche —asintió, mirándolo de soslayo —. Gracias, estaré bien.

—Está bien, pero ya hablaremos mañana —suspiró con fuerza. Ni siquiera sabía en qué se estaban metiendo. Se despidió de él y colgó el teléfono.

Steiner miraba las fotografías en el ordenador de Jiken, algunas no se veían nada bien por la oscuridad.

Lowe dejó el teléfono sobre la mesa de la cocina, tomando dos cervezas de la nevera antes de ir con Steiner.

—¿Hay algo ahí? No puedo creer que Jiken se haya metido en esto…

—Nada que no hayamos visto, pero quería saber si al menos teníamos pruebas —cogió la cerveza que le ofrecía y la abrió para beber un buen trago, apartándose un poco de la mesa para que se sentase en sus piernas, sujetándolo con la mano.

Lowe lo hizo, recostándose contra su pecho, y bebiendo varios tragos largos en silencio, observando aquellas fotos.

—Creo que pensaba que encontraría algo, incluso si los demás eran un fraude. En cierta manera, era un iluso.

—Todos lo somos, incluso nosotros, pensando que no estábamos en peligro por ir hasta allí, o que hablarían de él… —apoyó la cerveza en la mesa y le rodeó la cintura con los brazos.

—De cierta manera, pero dijeron… “por los que ya no están”. Eso suena a varios, ¿eh? —alzó una ceja, pensando que allí faltaba alguien además de Jiken.

—Cierto… no había el mismo número de personas. ¿Vas a buscar el diario y miramos las fotos para comparar las máscaras con sus bocetos? —le besó la espalda, soltándolo.

—Sí, ya vengo —se levantó, dirigiéndose hacia la habitación de Jiken y encontrando el diario en la cama, abierto justo en esa página —Gracias, ¿eh? —murmuró, seguro ahora de que los estaba ayudando de manera activa y regresando.

Steiner alzó una ceja, percatándose de que hablaba con alguien y seguro de que era con Jiken. Era lo que le faltaba, otro hablando con fantasmas. No sabía por qué, pero la verdad es que ahora lo tenía claro respecto a intentarlo con él, y ya no parecía resistirse más. Era una cosa muy extraña.

Le dejó sitio cuando se sentó otra vez en sus piernas, y lo observó mientras él comparaba las fotos con las descripciones de Jiken.

—La del pelirrojo era nueva, ¿verdad? No recuerdo haberla visto antes —le comentó Lowe, bebiendo más cerveza con gesto cansado.

—No me acuerdo, la verdad. Sí, creo que era nueva —le pasó la mano por el cabello y le besó la mejilla, rodeándolo con el otro brazo y mirando la pantalla después. Creo que el señor oficiante es ese tipo que no le caía bien a Jiken.

—Eso parece, ahora recuerdo que una vez regresó con una cortada en la mano. Me dijo que se había caído por torpe… —le contó recordando y seguro de que había sido parte de algún ritual.

—No le creo nada, y a ver qué era esa mierda tan oscura que había en el recipiente de barro, porque a mí me parecía sangre asquerosamente coagulada —se movió un poco, acariciándole el costado, como probando que no pasaba nada.

—Olía a los mil demonios —arrugó la nariz de nuevo, como si pudiera olerla allí mismo —. No sé qué era pero todos estaban drogados, eso es seguro, intoxicados.

—Sí, pero no olvidemos que el pez gordo no probó esa mierda —echó la cabeza hacia atrás y la apoyó contra el respaldo —. Hay que hablar con Bronco, tal vez pueda preguntarle algo a Jiken, pero me parece que hoy no vamos a llegar a nada.

—No, sólo estamos dando vueltas y quiero quitarme esta ropa horrenda, me siento como si estuviera atado —se quejó, apartándose de nuevo y caminando hacia su habitación —. No se trae nada bueno ese tío…

—No… —lo siguió con la mirada, y finalmente entró en su cuarto, apoyándose en el marco de la puerta —¿No más sofá?

—Dije que te quedaras, no que durmieras conmigo —enrojeció dándose cuenta de que había bajado la guardia por completo —. Aunque… puedes dormir en el cuarto de Jiken, no creo que le moleste

—No, me quedo aquí contigo —se sacó la camiseta y la tiró al suelo, como demostrándole que no se iba de allí. Tampoco iba a atreverse a empujarlo así, ¿no?

—Está bien, yo duermo en el cuarto de Jiken entonces —negó, más rojo aún y tomando la ropa que usaba para dormir.

—No seas cabezón… —cerró la puerta y se quedó apoyado contra la misma —Dormimos juntos aquí.

—¿Por qué eres tan terco, eh? —lo miró, frunciendo el ceño y girándose luego. No sabía cómo salirse de esa y lo cierto es que no le hacía mucha gracia dormir solo esa noche tampoco.

—¿Y tú? Dejas que te bese, que te abrace, ¿pero no quieres admitir que estamos juntos? ¿Sabes qué? Duerme solo, tú sabrás —salió de su cuarto y pegó un portazo, entrando en el de Jiken y mirando su cama con desconfianza —. ¡Sh! A mí no me digas nada, ¿eh? —le advirtió, negando con la cabeza y saliendo de allí. Le ponía los pelos de punta, hasta prefería el sofá.

Lowe exhaló con fuerza, quitándose el jersey y cambiándoselo por la camiseta desgastada que decía “Fuck you”, antes de salir a buscarlo.

—Ven, anda. No seas así. Sólo… dormiremos juntos.

—No, estoy bien aquí. ¿Crees que soy un perrito al que reñir? Y cuando te da pena… le das una caricia y corriendo a tu mano, ¿no? —se tiró en el sofá, cogiendo la cazadora para taparse y girándose de cara al respaldo.

—No, creo… —Lowe suspiró de nuevo, enrojeciendo y frunciendo el ceño —Pues no tengo sueño aún, ¿sabes? Y no pienso encerrarme en mi cuarto sólo porque tú estés cabreado —se quejó, pasando a la cocina.

—Pues bien… —Tiró un poco más de la cazadora, pensando que no tenía que haberse quitado la camiseta, pero tampoco había pensado que iba a ponerse tan pesado —¿Por qué eres así, eh? —se sentó de golpe, con la cazadora entre sus piernas cruzadas.

—No lo sé, ¿por qué eres así tú? —le preguntó, cogiendo un cartón de zumo y acercándose, aunque no demasiado.

—¿Así como? ¿Qué hago? ¿Intentar aproximarme al tío que me gusta? Dios… eso debería ser un crimen… —se echó hacia atrás contra el respaldo, mirándolo.

—Y cabrearte si no se rinde de inmediato. A mí me cuesta, ¿sabes? —le confesó enrojeciendo y desviando la mirada.

—Bueno…, pues claro que me cabreo —sonrió y suspiró, mirando a otro sitio también —. Sólo iba a dormir a tu lado.

—Pues hazlo y deja de ser… terco —lo miró de nuevo —. Nunca he tenido un novio.

—Bueno, yo tampoco. No realmente… —tocó el respaldo, apoyando un brazo allí y mirándolo también —Esto tampoco es sencillo para mí, ¿eh? No es como decirle a alguien que la tengo grande y me gusta su culo para llevarlo a follar a un cuarto oscuro. Porque realmente te importa una mierda si te dice que no. Es como cuando te dan un rasca y gana en el súper y te sale: “Siga usted buscando, hay miles de premios”. Y hablo mucho cuando me pongo nervioso… —se pasó la mano por el cabello, revolviéndoselo un poco para dejarlo como siempre —Pero me importa lo que tú me digas.

—¿En serio te importa? —bebió del cartón de zumo, ya que de todas maneras ahora vivía solo, y se fue a sentar a su lado —A mí no me gusta eso de sólo follar, es vacío y regresas a casa sintiéndote solo.

—Lo sé…, pero es menos problemático —lo miró, suspirando ligeramente y dejando caer el brazo por encima de sus hombros.

—A la larga es más problemático —le contestó apoyándose en él —. Yo soy agresivo cuando me pongo nervioso, ya me lo han dicho antes.

—Tú eres agresivo siempre… —bajó la mano y la apoyó sobre su pecho, acariciándoselo con las yemas de los dedos —Y no es problemático, sólo… vacío y aburrido.

—No me hagas cumplidos —se quejó, riéndose un poco —Lo sé, es… luego no tienes con quien salir, ni con quien hablar de ciertas cosas…

—Y no sólo eso… Tampoco disfrutas del polvo, porque estás follando y de pronto te das cuenta de que ni sabes cómo es su cara. O tienes que escuchar cosas como: no beso, no me lamas. Parece que estés follando con una puta… Y eso hace que te sientas muy mal. Por eso prefiero las aventuras que los polvos —en realidad pensó en Ageha, lo suyo había sido real, aunque no fuera amor romántico lo que sentían.

—¿Has tenido muchas aventuras? —le preguntó, de hecho pensando en Ageha también y planteándose si realmente no había algo entre ellos.

—Sí… cada vez que salgo… suelo tener alguna. Y está Ageha…, estaba. Bueno, ya te he hablado de eso, ahora está con Don.

—¿Es por eso que terminasteis? Porque… ya no estáis juntos, ¿verdad? —le preguntó de nuevo, mirándolo de soslayo.

—Sí, es por eso, y no. Bueno, nunca lo estuvimos. Era algo superficial de mutuo acuerdo —movió la mano a su hombro y metió los dedos por el borde de la manga de la camiseta para acariciarlo.

—Y ahora estás conmigo porque ya no estás con Ageha —murmuró, dejándole saber en parte lo que le preocupaba.

—Ya estaba tratando de ligar contigo antes de eso —se rio —. No estoy contigo como consuelo o algo así… ¿crees que me tomaría tantas molestias si fuera así? —lo miró, pegándole un toque con su cabeza en la suya —Sinceramente…

—No lo sé, pero pensabas estar conmigo y Ageha a la vez entonces. Yo no soy así, aunque te parezca un mojigato —se quejó, devolviéndole el toque en un gesto infantil.

—Pero entonces… no te conocía bien. Quiero intentarlo contigo —movió la otra mano y le apretó el muslo, acariciándoselo y sintiendo la tela de los jeans negros mientras lo miraba a la cara —, pero no voy a engañarte. Si las cosas no funcionan… No soy del tipo que pierde el tiempo tratando de tapar agujeros, cuando sabe que hay que comprar un barco nuevo.

—Eso… lo agradezco. No me gustaría que me engañaras, terminaría queriendo matarte —le contestó sinceramente, alzando la cara —¿Crees que puedas ser fiel a una sola persona?

—Es más fácil que serle fiel a varias… —se burló, pensando muy bien su respuesta y en lo que le había dicho Ageha —No, pero a ti… No he vuelto a hacer nada desde… la última vez con Ageha —movió la mano por su muslo, metiendo los dedos entre este y el asiento —. Bueno, tal vez algo sí, pero no estaba sobrio o no estaba solo —se rio.

—Eso no cuenta, no necesitaba saberlo —lo riñó, poniéndose rojo y de nuevo desviando la mirada. No había podido aguantar mucho con eso del no dejárselo claro, estaba nervioso —. ¿Decías en serio eso de que me fuera contigo a investigar OVNIs?

—Sí, será divertido… —le palmeó la pierna, mirándolo y besándole la mejilla, rozándosela un poco con la nariz y cerrando los ojos sin darse cuenta para oler su piel.

—Me tomaré un año para hacer eso, así podré pensar en qué quiero estudiar realmente —asintió sonriendo y entrecerrando los ojos, seguía un poco nervioso, pero también había una sensación de libertad, como si el universo le dijera que había dado un paso correcto.

—Te hace falta… —susurró, pensando en todo lo que le había pasado, y lo que aún le sucedía. Le revolvió el cabello con una mano, de forma lenta, pegándolo a él e inclinándole la cabeza hacia atrás para ver su rostro. Se inclinó hacia él y lamió sus labios, pensando en entremeses y toda clase de metáforas extrañas a causa de Ageha.

Lowe tenía los ojos cerrados ahora, y entreabrió los labios como invitándolo a besarlo más directamente, sujetándose de su cuello, aunque aun sostenía el cartón de zumo en una mano.

Steiner no se lo pensó un segundo, lo besó apasionadamente, succionando su lengua y empujando luego la suya. No pudo evitar imaginarse que era su polla lo que arrastraba entre sus labios y abrió los ojos, mirándolo y pasando una pierna por encima de él para subirse sobre sus piernas.

—Pero sólo vamos a dormir juntos esta noche —le advirtió Lowe de todas maneras, abriendo los ojos para poder mirarlo. Estaba respirando agitado y lo sabía.

—Sí… —susurró apresurado contra sus labios, sujetándole el cuello para inclinarle la cabeza hacia atrás y poder besárselo. Le mordió con suavidad, con más fuerza después, contrayendo los músculos del abdomen y arrastrando su sexo contra el suyo.

El rubio jadeó, deseando haber dejado el cartón de zumo sobre la mesa porque ahora le estaba estorbando, pero dejó caer la cabeza hacia atrás, doblando una pierna para acomodarse mejor.

—Deja eso ya… —Steiner sujetó su mano para que lo soltase y cayó al suelo de lado. Le agarró la otra también, apoyándole ambas en sus nalgas y empujándole los hombros para tirarlo en el sofá.

—¡No! Se va a ensuciar todo y vendrán los bichos —se quejó el rubio frunciendo el ceño —. Y además… además…

—Sh… —lo besó, sacándole la camiseta y lamiéndole los pectorales. Olió su piel, bajando la mano derecha entre sus piernas.

—Hum… te dije que no, eres terco… —se quejó, aunque no lo detenía, estaba caliente, muy caliente en realidad.

—Sí, ya sé, porque… los bichos y… todo eso que me importa una mierda mientras miro estas abdominales que tienes… —se las lamió, bajando las manos y estrujando sus nalgas. Su rostro se apartó un poco, sólo para observar la línea de vello rubio que terminaba donde el pantalón comenzaba. Tiró de él con los dientes, desabrochándole los botones y hundiendo los dedos más en sus glúteos.

—Deja eso, te dije que hoy… hoy sólo dormimos juntos —Lowe intentó apartarlo sin muchas fuerzas, echándose hacia atrás.

Steiner subió sobre él y lo miró a los ojos, besándole los labios muy suavemente y sujetando la mano con la que lo apartaba para apoyarla sobre su sexo erecto.

—¿En serio?

—S… sí, tenemos que… —asintió, enrojeciendo a más no poder y sintiendo cómo su propio sexo se apretaba dentro de los jeans. Pero si era una tortura…

—Jugar un poquito… —se abrió los jeans de un tirón y le hizo sujetarlo bajo la ropa interior, jadeando contra su boca al sentir su mano. Lo miró a los ojos, pensando de nuevo en lo que Ageha le había dicho.

Bajó la mano por dentro de su ropa interior también y tomó su sexo, masajeándolo y apoyando la frente contra la suya, moviendo la cabeza luego para buscar sus labios.

Los jadeos de Lowe se habían intensificado, sus mejillas estaban rojas y sus ojos afiebrados buscaban los de Steiner con urgencia. Apretó su sexo, sintiendo una corriente de calor por todo el cuerpo y comenzando a masajearlo sin pensarlo mucho más.

—Lowe… —Steiner se movió dentro de su mano durante un tiempo delicioso, que se le hizo muy poco, comiéndose sus labios con cada beso y estremeciéndose como nunca por algo tan inocente. Su mano estrujaba el sexo pálido del rubio, calentándolo todavía más con el frotamiento. Frunció el ceño, apretando los dientes y separando los labios para gemir con fuerza, sorprendido por la intensidad del orgasmo, dejando de moverse y estirando la espalda sin apartar la mirada de él. Los ojos azules del rubio se aferraban a los suyos con la misma intensidad, mientras sus labios se entreabrían de nuevo, dejando escapar los gemidos de su propio orgasmo.

Pensó que no iba a dejar de correrse nunca de la falta que le hacía aquello y la pasión que sentía en ese momento. Finalmente se relajó, todo su cuerpo cayendo sobre el sofá como si ya no tuviera fuerzas para nada más.

Steiner se rio suavemente y le besó los labios antes de recostarse sobre él, subiendo la mano por su abdomen hasta el pecho.

—Sh… —lo calló Lowe, cubriéndole la boca con dos dedos, aunque riéndose también de todas maneras.

—Ahora limpio eso… —se refirió al zumo, aunque echó una mirada, y tampoco había caído tanto, porque lo había apoyado con la abertura hacia arriba.

—Más te vale, mira que eres bruto —lo riñó, aunque seguía sonriendo y estaba rojo además —. Así que… sólo dormimos juntos.

—Aja…, pero eso cuando nos acostemos. Ahora estamos en el salón —le sujetó los brazos para que lo rodease, aunque era incómodo estar los dos en ese sofá tan pequeño.

—Ya veo, interesante —contestó, riéndose con suavidad y estirando un poco el cuello para acomodarse—. Steiner.

—¿Qué? —alzó un poco la cabeza para mirarlo, y se apoyó con los codos en el cojín del mueble.

—En serio me gustas, es en serio. ¿Comprendes eso? —le preguntó mirándolo a los ojos, muy seriamente.

—Sí… —lo miró también, comprendiendo que tenía miedo y apartándose el pelo a un lado sobre el hombro, pero no sabía qué decirle para hacerlo sentir mejor —Tú a mí también.

Lowe sonrió, aceptando aquello y cerrando los ojos.

—Ahora no me quiero levantar.

—Ya…, pero aquí no hay quién duerma… —le aseguró, suspirando y levantándose para fregar el suelo. Ya había visto el cubo en la cocina antes.

Se cerró un poco los pantalones mientras iba hacia allí, y al regresar pasó la fregona por encima, tras recoger el cartón. Lo apoyó en la mesa y se quedó mirando al rubio, que aún estaba tirado en el sofá.

—¿Qué miras? —le preguntó abriendo los ojos como si lo hubiera sentido y sonriendo. Se levantó un poco, sentándose —¿Tienes sueño?

—No…, pero sí tengo ganas de acostarme contigo y abrazarte —le dijo con toda esa sinceridad de la que disponía, apoyando la fregona contra la pared y luego ofreciéndole su mano para que se levantase.

Lowe la tomó, más rojo imposible, aunque tampoco podía quitarse aquella sonrisa estúpida de la cara, y lo siguió hasta su habitación. Ya sabía que se iba a quedar dormido si se acostaban así, pero no podía pensar en algo mejor que dormir entre sus brazos.

*****


Bronco se había pasado el día durmiendo, agotado, por no mencionar que había cogido algo de frío tras su decisión de hacer submarinismo en un lago en invierno. Sólo se había despertado para comer y ducharse, acto seguido entrando de nuevo en la cama, como si no hubiera nada más interesante que hacer.

Se sujetó al edredón y se giró de golpe hacia dentro, sintiendo un frío intenso y tapándose hasta los ojos, incluso si estaba dormido. Algo le mojó la cara y abrió los ojos inmediatamente, comprendiendo ante aquella oscuridad, la dureza del suelo, que ya no estaba en su cuarto. Al menos lo que no era su cuerpo físico.

A tan sólo unos pasos de donde yacía, se encontraba Jiken, acostado sobre lo que parecía ser una camilla de autopsia, pero estaba oxidada y carcomida por los años. Estaba desnudo y manchado de sangre, ya que tenía varias incisiones a lo largo de su cuerpo, y su cara se encontraba cubierta por una tela negra. La movió hacia donde estaba Bronco, sonriendo levemente, podía sentirlo.

De pronto se encontraba frente a él, de pie, sin comprender ni cómo había llegado allí, pero quería sentirlo, tocarlo.

—¿Jiken? —Bronco se sentó rápidamente, o al menos así lo sintió, pero era algo realmente extraño, como si los movimientos se sintiesen inmediatos, y su voz sonó opaca.

El chico llevaba una especie de batín de hospital puesto, manchado de sangre seca. No podía distinguir su rostro salvo su quijada, parecía que el flequillo proyectase una oscuridad ilógica sobre sus ojos.

Se levantó con otro movimiento rápido, con los pies descalzos y unos jeans gastados, tal y cómo se había acostado. Jiken lo sujetó por los hombros, sorprendiéndose de aquel contacto tan vívido, tan real.

Lo soltó inmediatamente, asustado. ¿Por qué lo lastimaba aquello?

—Los vieron —habló de pronto, sin estar seguro de que lo escucharía.

—¿A quiénes? —lo miró confundido, pensando que estaba helado. Adelantó una mano y le tocó el brazo con los dedos muy suavemente —¿Dónde estamos?

—El infierno, no deberías estar aquí —casi susurró con temor, mirando cómo lo tocaba. ¿Realmente podía sentirlo? —. A Lowe y a tu Steiner, los vieron en el bosque. Tienen su máscara.

—Pero no los han cogido… —le dijo como si no pudiese creer lo contrario —No me eches, no me importa si no debo —se sentía embargado por su visión y el tacto de su piel. No quería ir a una realidad donde no existía.

—No puedes quedarte aquí, no perteneces a este lugar… —le explicó alzando una mano y tocándolo ahora él, tenía los ojos ligeramente aguados, aunque Bronco no hubiera podido verlos, no quería permitirlo —No los han cogido, pero corren peligro. Deberían irse… ahora ya no se puede hacer nada. Llevaos a Lowe.

—No vamos a huir… —subió la mano hasta su hombro, sintiendo una sensación de soledad y dolor insoportables. Se lo apretó con suavidad, su piel estaba tan fría… —Si están en peligro, eso es que estamos cerca de saber la verdad.

—No quiero que Lowe muera, no quiero que mueras —admitió bajando la cabeza, el flequillo cubriéndolo aún más. La sensación de pérdida era terrible, temía que sus piernas no lo fueran a soportar más —. ¿Cómo es que puedes verme así?

—Soy sensitivo, aunque… nunca había visto a nadie tan claramente. Nunca había tocado a nadie como tú, y esto… cada vez es más real —lo atrajo de pronto, abrazándolo contra él y sintiendo el frio de su cuerpo —. Te sacaré de aquí.

—No puedes, no lo creo —susurró de nuevo, estremeciéndose y sollozando sin poder soportarlo más, aferrándose a él, no comprendía nada —. He sido un idiota por buscar algo más, esto es todo lo que hay. No quiero arrastrarte conmigo.

—¿Quién te ha hecho esto? —le preguntó, cerrando los ojos un momento y observando imágenes que ya había visto antes. Las piedras del camino, los pies desnudos de Jiken, sus manos atadas delante de su cuerpo, la barca, las flores, el agua por la noche.

Sangre saltando sobre su propio rostro, el de Jiken que era quien conscientemente o no, le dejaba ver aquellas cosas. Un cuerpo en el suelo…, sangre en la tierra.

—Lo merezco, lo merezco… —empezó a repetir Jiken de pronto, tembloroso al ver esas imágenes nuevamente y apartándose del moreno; no lo soportaba. Cayó al suelo, cubriéndose los oídos y gritando como si sus propios lamentos le hicieran daño.

—Jiken… Jiken —Bronco se arrodilló en el suelo y le sujetó los hombros con las manos, por el momento sin comprender lo que había visto. ¿Había visto cómo mataban a alguien? ¿Él lo había hecho? Las visiones eran demasiado turbias, como si es chico estuviera drogado en esos momentos —. ¿Qué significa lo que me has mostrado? ¿Quién era ese?

Pero Jiken sólo negó con la cabeza.

—No quiero, no quiero que lo veas, no lo veas… No lo veas. No puedes hacer nada, yo merezco esto.

—No, Jiken, no me alejes… —le pidió, escuchándolo de forma distante y sintiendo como si se le empañase la vista —Déjame ayudarte.

—No puedes, nadie puede, nadie puede… —contestó el chico sin alzar la mirada, comprendiendo aquello por completo finalmente. Se iba a quedar así por el resto de la eternidad y nadie podría ayudarlo, sólo los estaba lastimando —Nada de esto es real —murmuró de repente, ya que por primera vez el pensar eso dolía menos.

—¡Es real! —le apretó los hombros, tratando de hacer que lo mirase — ¡Jiken, no me alejes de ti! —se sentó en la cama de golpe, empapado en sudor y despertándose con su propia voz.

Se puso los calcetines y las botas, cogiendo una camiseta y la cazadora antes de correr fuera de su cuarto. Llamó al ascensor varias veces como si así fuera a llegar antes. Ni siquiera sabía a dónde demonios iba, ni porqué sentía esa imperiosa necesidad de salir a buscarlo a la calle.

—¿Bronco? —lo llamó Ageha, sorprendido, saliendo de su habitación ya que lo había despertado con semejantes gritos —Bronco, ¿a dónde vas? —le preguntó acercándose y sujetándolo por los hombros para comprobar que no estaba poseído.

—A buscarlo… —le dijo, mirándolo a los ojos sin comprender qué hacía allí despierto. ¿Tan alto había gritado?

—¿A Jiken? ¿A dónde? ¿Al cementerio? —le preguntó incrédulo, y sin soltarlo—Es tarde, Bronco. Vuelve a la cama, Jiken seguirá allí mañana.

—¡No! Al bosque… —se soltó, abriendo el ascensor y sujetando la puerta al final, mirándolo.

—¿Al bosque…? —ladeó la cabeza sin comprender, sujetándolo con más firmeza y mirándolo a los ojos, notando que no iba a desistir —Bien, iré contigo, no te muevas, ¿eh? —se separó, corriendo como un rayo hacia la habitación para coger sus zapatillas y su cazadora y regresando junto al moreno.

—Gracias —le dijo mientras bajaban en el ascensor, mirando al suelo y sintiéndose un poco descontrolado —. He visto algo, a alguien muriendo delante de Jiken. Había sangre por el suelo y… no sé qué sucedió, pero algo muy malo… —empezó a explicarle de cualquier manera, sujetando su mano al detenerse el ascensor, y atravesando el vestíbulo a toda prisa.

—¿Fue en el bosque? Supongo —le preguntó mientras lo seguía —¿Quieres que llame a Steiner también?

—No, tú y yo. Estaremos bien, es sólo que… creo que sé dónde puede haber ocurrido aquello, y tal vez, tal vez si voy allí pueda saber lo que ocurrió o… dónde está esa persona, quién era —se acercó a él por la calle, susurrando —. Siento como si… alguien hubiera sacado el cadáver de Jiken de su tumba. Cuando estaba allí…, sentí su dolor sí, pero él no estaba y era como… Dios, creo que hicieron algo horrible con su cadáver —lo miró a los ojos, sujetándolo por los hombros. En ese momento ni siquiera recordaba su advertencia de que corrían peligro y debían irse de allí.

—¿Por qué crees eso? ¿Acaso es por su apariencia como fantasma? —le preguntó, ya que él no podía verlos, así que no tenía idea de cómo sería aquello. Lo sujetó a su vez, sosteniendo su mirada, se veía desesperado y no le iba a fallar ahora, no lo dejaría solo.

—Creo que estaba muerto cuando lo vi en el río. Entonces se llevaron allí su cadáver, cubierto con esa máscara horrible, y le hicieron dios sabe qué… Y Dios… lo vi sobre una mesa de autopsias, cortado… —apretó sus hombros, entrecerrando los ojos.

—Tal vez… fue durante la autopsia, tal vez sólo está confundido porque se vio a sí mismo. ¿No es eso posible? Después de todo, a mí no me gustaría verme así, abierto —le sugirió tratando de calmarlo y acariciando su cara ahora —. Respira.

—Pero sé que no, estaba en una mesa oxidada… —negó con la cabeza, tratando de pensar en algo claramente, pero no podía —No está, su cuerpo no está en su tumba, lo sé.

—Está bien, te creo, pero entonces, ¿no deberíamos…? Ah, olvídalo —se tocó la cabeza ya que había estado a punto de sugerir que fueran a la policía, pero no podían decirle que Bronco había tenido una visión, se reirían de ellos —. Voy a dejarle un mensaje de texto a Don, creo que estará dormido a esta hora.

—Vale, en el coche… —lo llevó de la mano, dirigiéndolo allí y entrando enseguida. Encendió en cuanto el asiático hubo cerrado la puerta y pisó el acelerador como si se tratase de un caso de vida o muerte.

—Tranquilo… —le pidió Ageha poniéndose el cinturón, esta vez no lo hacía por reflejo, realmente no quería salir volando por el parabrisas. Sacó su teléfono móvil dejándole un mensaje corto a Don para que supiera a dónde se dirigían en caso de problemas y diciéndole que lo llamaría al día siguiente.

Bronco subió por la carretera, vacía a aquellas horas, ya que salía de la ciudad o iba de camino al bosque. Lo miró de soslayo, recordando de pronto lo que le había dicho Jiken.

—Me dijo que deberíamos irnos, que corríamos peligro. Díselo a Steiner.

—¿Y me lo dices ahora? —le preguntó con verdadera alarma, mirando hacia fuera, todo estaba desierto. Marcó el número de Steiner, achicando un poco los ojos, al ver que se acercaba otro coche desde atrás.

—No estaba pensando en eso… —murmuró el moreno, cogiendo un cigarro y colocándoselo en los labios, aunque iba conduciendo temerariamente.

El teléfono sonó en el suelo del cuarto de Lowe, y Steiner se subió un poco sobre él, estirando el brazo para cogerlo.

—Steiner… —contestó medio dormido.

—Steiner, soy Ageha, estamos conduciendo hacia el bosque. Bronco tuvo una visión y cree que el cuerpo de… ¡Ah! —pegó un grito al sentir cómo el otro coche los golpeaba con fuerza y se giró, asustado.

—¿Qué pasa? —se sentó mejor, alarmado y despertándose de golpe. “¡Cabrón!” escuchó gritar a Bronco —¡¿Qué pasa?! —gritó, levantándose de la cama. Se oyó el sonido de un chirriar de ruedas y varios golpes antes de que sonase sólo la línea —¡Ageha!

Le colgó y volvió a llamar por pura desesperación, pero la única respuesta que obtuvo fue el sonido de ocupado en la línea de aquel teléfono móvil que ahora yacía roto a un lado de la carretera.

 


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