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Capítulo 14
In the world of the living, the whispers of the dead trace a map between the soul and the heart. Fantasy and reality blending into one.

Parte I
Jueves, febrero 4

Bronco se despertó pronto por la mañana, desacostumbrado como estaba a dormir en casa ajena, además de haberse dormido en estado de alerta. Pasó la mano por el brazo de Jiken, que continuaba abrazado a él, a pesar de que se había movido durante el sueño y ahora estaba de espaldas.

Se giró despacio para no despertarlo, pero no lo consiguió y se quedó mirando sus ojos en cuanto los abrió.

El chico sonrió levemente, aliviado de estar allí todavía.

—¿Ya es de día? —le preguntó desorientado, alzándose un poco y mirando hacia las ventanas.

—Sí, hemos dormido casi toda la tarde y parte de la noche. Son las siete y doce —se movió por la cama para sentarse contra el respaldo. Tenía hambre.

—Lo siento —se disculpó por si había tenido que quedarse acostado por su culpa, y se sentó finalmente —. Los demás aún duermen, ¿verdad?

—Sí, y no lo sientas, acabo de despertarme —miró su mano y movió la suya dubitativamente, apoyándola encima.

—Vale —sonrió sujetándole la mano como si fuera la respuesta más natural del mundo —. Tengo hambre —confesó, ya que no había sentido aquello conscientemente en todos esos días. Ahora incluso le dolía la cabeza un poco.

—Yo también… —se levantó de la cama, mirándolo un momento mientras soltaba su mano —Ahora sí, voy a pedirle a Ageha que te deje unos pantalones, ¿vale? Mientras no van a tu casa a buscar tu ropa.

—Será lo mejor —se rio, no se sentía para nada consciente de su desnudez enfrente de Bronco.

—Ahora vengo —se alejó un poco hacia la puerta del dormitorio de Don, y llamó sin dejar de mirar al chico —. ¿Puedo pasar?

Don sólo se giró en la cama de espaldas a la puerta, ya que ni lo había escuchado, y se tapó la cabeza con el brazo.

—Ya voy —contestó Ageha, besándole el brazo a Don y levantándose para ir a la puerta. La abrió con cuidado de no hacer mucho ruido y asomó su perezosa cara por la rendija —. ¿Cómo va todo?

—Bien, ¿puedes dejarle un pantalón a Jiken? Ayer le dejé una sudadera, pero sólo tiene eso puesto —se apoyó con una mano en el marco de la puerta, besándole la frente a Ageha al ver su cara de dormido.

—Sí, ya vengo, dame un momento que Don sigue cansado —sonrió como si él no lo estuviera, y entró de nuevo a la habitación. Buscó en un cajón, ya que el moreno había guardado su ropa allí. Sacó unos jeans bastante ajustados, regresando junto a Bronco —. ¿Y tú? ¿Estás bien? ¿Dormiste algo?

—Sí, sólo tengo hambre —sujetó los pantalones y se frotó la nuca un poco —. Ya te dejo que sigas durmiendo.

Le apretó la barriga con un dedo, aunque estaba cansado, se sentía de buen humor. A pesar de lo sucedido, Jiken estaba vivo; no podía pedir mucho más.

—Vale, pero si necesitas algo más, llámame. Sabes que siempre estoy para ti —le aseguró sujetando su mano por un momento.

—Estoy bien —le aseguró, sonriendo un poco, y esperando a que cerrase la puerta antes de acercarse a Jiken con el pantalón —. Toma, debí haberle pedido unos calcetines…

—No, así estoy bien, gracias —le sonrió incómodo, ya que se había puesto nervioso sólo con estar lejos. Tomó los jeans, subiéndoselos y notando que le quedaban como un guante. Bueno, no era algo que le importase mucho, a decir verdad.

Bronco sonrió un poco y luego se tocó la quijada con una mano, frunciendo el ceño.

—Voy a la cocina a preparar algo, si quieres te preparo a ti alguna cosa. Aunque… no voy mucho más allá de unos huevos revueltos o algo así.

—No soy complicado, me conformo con lo que haya —sonrió, siguiéndolo a la cocina y ladeando la cabeza luego —. ¿No te molesta hacer todas estas cosas por mí?

—No, no me molesta —abrió la puerta de la nevera, negando con la cabeza porque le había hecho sentirse algo avergonzado, y se preguntaba si era un obvio. Sacó dos huevos y algo de bacon. La verdad es que no tenía ni idea de cocinar.

—¿Quieres… que lo haga yo? —le preguntó por la manera en la que miraba los huevos, acercándose un poco más. Se sentía bien así, pretendiendo que todo aquello era normal.

—Vale —admitió avergonzado, apartándose y apoyándose en la encimera, mirándolo y pensando que aquella sudadera se le veía enorme —. ¿Cocinas para ti?

—Sí, siempre lo he hecho, y de todas maneras, Lowe no lo hace nada bien. No se lo digas —sonrió, buscando en la nevera los demás ingredientes y un plato hondo para romper los huevos —. Se siente mejor… hacerlo para otras personas.

Bronco volvió a quedarse mirando para él sin decir nada. Le parecía que tenía mucha fuerza. Había pasado por todo aquello, y sin embargo allí estaba, sonriendo y preparándole el almuerzo.

—¿Tu madre no te preparaba la comida?

—A veces, pero sinceramente, prefería que no lo hiciera —le comentó de forma casual, sin detenerse a pensar demasiado en eso mientras batía los huevos y la leche.

—Debía ser terrible —murmuró, girándose de espaldas y mirando por la ventana de la cocina al jardín trasero. Sólo por dejar de mirar para él.

—Lo era, pero ya no importa —Jiken se detuvo por un momento, observando su espalda, ligeramente serio y sonriendo luego para sí, mientras continuaba —. Todo parece una tontería ahora.

—Sí, supongo que sí —se giró hacia él, apoyándose contra la pared y mirándolo de nuevo. La verdad es que no podía dejar de hacerlo —. Pero ahora ya admitirás que estás vivo.

—No lo sé, no sé nada. Esto es muy extraño. Sigo pensando que voy a despertar de un momento a otro —le confesó, sus manos temblando por un momento. Bajó la mirada, poniendo la sartén y echando la mezcla.
Bronco se acercó a él despacio, y le apoyó las manos en los hombros desde atrás.

—Lo estás, y no voy a dejar que te pase nada.

—No quiero irme, Bronco, no ahora que… —enrojeció un poco, recostándose hacia atrás —Quiero estar contigo.
Las manos del mayor se apretaron un poco en sus hombros, y le rodeó el pecho con los brazos. Tenía miedo de estar siendo sólo un punto de apoyo, la verdad, porque no podía creerse que un chico como ese estuviera interesado en él.

Jiken se estremeció por un momento, vigilando la sartén, aunque estaba pensando en otras cosas. Ahora se sentía más lúcido, tranquilo y sin embargo, cada vez que pensaba en aquella cara, no podía dejar de ver a un demonio, eso no podía ser humano.

—Lo siento —susurró Bronco, separándose de él despacio, tocándose el cabello y revolviéndoselo de cualquier manera. No podía evitar querer estar cerca de él, pero la verdad es que no tenía ni idea de cómo hacerlo sin presionarlo. Tal vez debería hablar con Don, pero se sentía extraño aireando sus intimidades, y mucho más cuándo no sabía qué esperar de aquello.

Negó un poco con la cabeza, tapándose la cara un momento. Era como si Jiken pudiera meterse en su cerebro, consciente o inconscientemente, y mostrarle imágenes vívidas, claramente teñidas de la fantasía de sus propios miedos. Sin embargo vio a aquel hombre corpulento abrir la puerta, con una máscara negra cubriendo su rostro. Todo vestido de negro. Resonaron cadenas arrastrándose y vio un cadáver en el suelo, Jiken lo miraba horrorizado y el hombre gritaba algo, con una voz incapaz de comprender para él.

—No… ¿Qué sucedió? —le preguntó Jiken confundido. Había sentido algo, pero no sabía qué, y se preguntaba si Bronco se había apartado por su culpa. Tal vez porque en realidad sí que sabía que pertenecía a aquel lugar.

—He visto algo… —negó con la cabeza, sentándose en una de las sillas porque se mareaba fácilmente con esas cosas. Mucho más sin haber comido desde la noche pasada.

—¿Qué viste? No me digas… —Jiken apagó el fogón, frunciendo el ceño e intentando no dejarse abatir, pero le temblaban las manos —¿Qué viste?

—Es igual… —negó con la cabeza, mirándolo —He visto a ese hombre.

—No es un hombre —negó el chico sin alzar la mirada.

—Lo es…, Jiken. Es un hombre, un hijo de puta muy grande y muy tarado, pero es un hombre —se pasó los dedos por la frente, observando sus manos temblorosas —. No tengas miedo, ven —le dijo extendiendo una de las suyas hacia él.

—No puede serlo —contestó tomando su mano y acercándose, mirándolo a los ojos finalmente, aunque eso había requerido de una gran cantidad de valor por su parte —. Lo sabe todo.

—¿Qué es lo que sabe? —apretó su mano, estaba fría y quiso darle calor y firmeza.

—Lo que hice, lo que siento, lo que veo… —se estremeció levemente de nuevo, apoyando la frente contra uno de sus hombros.

—No puede ser… —se levantó y lo pegó a su pecho, sujetándole la nuca. Eso era simplemente imposible, pero tenía miedo. Tal vez aquello era mucho más complicado todavía.

—Por eso… es un demonio. No puede ser… No puede ser humano alguien así —protestó sintiendo que las lágrimas le recorrían las mejillas de nuevo al recordarlo y se aferró de su cuerpo, temblando violentamente.

—No, es humano. Es alguien humano, que sabe demasiado de ti. Alguien que se ha tomado mucho tiempo y que ha planeado esto cuidadosamente. Si fuera el demonio… ya estaría aquí —lo apretó con más fuerza, estrechándolo entre sus brazos —. No llores, ya no estás allí, y no vas a volver.

—No me dejes volver, Bronco —le pidió incluso si no tenía sentido. Después de todo, si era un demonio, seguro que sólo le estaba dando tiempo —. Sólo quiero permanecer aquí, por tanto tiempo como sea posible.

—No vas a volver —le sujetó la cara, apartándolo de él para que lo mirase a los ojos —. No vas a volver, ¿me oyes? Y no quiero que estés sólo ni un segundo. No voy a dejar que te haga esto —frunció el ceño, seguro de que podía manejarlo a su antojo con chantajes y miedo si llegaba hasta él.

—Te cansarás de cuidarme —sonrió un poco, limpiándose los ojos, tratando con todas sus fuerzas de ser más valiente, jamás había sido tan débil.

—Claro que no… Me encantará hacerlo, ¿vale? Sólo tienes que hacerme el desayuno a cambio —sonrió ligeramente también, y bajó las manos a sus hombros.

—Ya está, se enfriará —se quejó, recordándolo y suspirando, intentando volver a sentirse normal —. Luego le daré las gracias al doctor Crawford.

—Me gusta igual… —susurró, inclinándose para besarle la frente. Necesitaba ducharse, afeitarse y cambiarse de ropa, pero iba a tener que esperar a que los demás despertasen, y aun así…

—Hum… ¿estoy interrumpiendo? ¿Ya pusisteis a hacer el café? Porque voy a necesitar como tres tazas —los saludó Ageha, saliendo de aquella habitación y entrando en la cocina, ya que después de que Bronco lo despertase, había preferido ducharse y salir, no sin antes hacerle unos cariñitos a Don, claro.

—No interrumpes… —murmuró el moreno frunciendo el ceño por vergüenza y soltando a Jiken, para ir a buscar el desayuno que le había preparado —Yo también necesito café, pero no lo he puesto. No sé dónde está nada aquí.

—No te preocupes, ya lo pongo yo —le sonrió a Jiken, que se había quedado un poco confundido —. ¿Bebes café, Jiken?

—Sí… Bastante en realidad —contestó siguiendo a Bronco y buscando unos cubiertos por las gavetas.

—¿Y Don? —preguntó Bronco, que se sentía un poco tenso por estar con Jiken delante de otras personas. Se sentía demasiado obvio.

—Ya viene, le cuesta levantarse —explicó mientras encendía la cafetera, apoyándose contra la mesa y cruzándose de brazos —. Supongo que Steiner y Lowe siguen dormidos.

—Gracias por los jeans —Jiken lo miró, preguntándose si debía haber hecho desayuno para todos, pero ahora era un poco incómodo.

—No es nada, es lo menos que podía hacer.

—¿Alguien hablaba de mí? —Steiner se sujetó del marco de la puerta, aunque venía sujetando a su novio bajo el brazo, porque sabía que estaba nervioso. Miró a Jiken, pensando que se veía bastante mejor, ahora que estaba limpio y no tenía que pensar que estaba bajo tierra.

—Sólo de que te extrañamos —sonrió Ageha, impulsado a ir a abrazarlo, pero la mirada de Lowe lo desanimaba de hacer eso.

El rubio se apartó de su novio, acercándose a Jiken enseguida.

—¿Cómo dormiste? ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien, tranquilo —le pidió, sonriendo un poco porque ya veía que se podía alterar.

Steiner le revolvió el cabello a Lowe al pasar por su lado, y cogió el tenedor que Jiken había dejado sobre la encimera, probando un poco de lo que había preparado.

—Deja eso… —Bronco le sacó el tenedor, aunque Steiner se estaba riendo.

—Estaba bueno —se apoyó en la encimera y miró a Ageha, sonriendo.

—Sí, Jiken cocina bien… —comentó Lowe, añadiendo de inmediato —No significa que me hagas nada, ¿eh?

—Ya sé… —contestó su amigo, sonriendo un poco y apartándose, mirando a Steiner por un momento.

—Yo voy a hacer algo —anunció Ageha, ahora revisando la nevera, como activado.

—Hazme algo… —le pidió Steiner con voz caprichosa, siguiéndolo y sujetándole la cintura mientras se inclinaba un poco para susurrarle al oído —Le dije las palabras mágicas….

—Huevos fritos para todos —anunció Ageha, riéndose y susurrando luego —. ¿En serio? ¿Le dijiste lo que creo que le dijiste? ¿Cómo te fue?

—Se lo dije y… ya te contaré con más detalle —se rio también, haciéndole cosquillas en el costado, y sólo porque había tenido la suficiente lucidez como para no darle la nalgadita que su mano había pensado.
Lowe carraspeó sin saber qué tanto hablaban, pero estaban demasiado pegados, y Jiken lo llamó con una mano, mientras se sentaba junto a Bronco, que ya estaba comiendo como si fuera un hambriento.

Miró a Ageha y luego al rubio, pensando que le daba un poco de lástima en realidad. Lowe se sentó aun mirando a Steiner y finalmente llamándolo indirectamente sin poder resistirse.

—¿Vas a cocinar algo tú también?

Jiken se rio en bajito, dándole un codazo y susurrando en su oído.

—Es perfecto para ti. Se parece a ese…

—Sh… —lo calló, mirándolo entre rojo y confundido. ¿Ya estaba actuando como si nada? Bueno, no le molestaba, prefería verlo feliz, aunque era mejor si no comentaba esas cosas precisamente.

Bronco se metió un trozo de pan en la boca, mirándolo y conteniéndose para no sonreír al escucharlo reírse.

—Yo ya cociné ayer, churri —Steiner fue junto a Lowe y le pasó las manos por el pecho desde atrás —Y mi comida te encanta… —se rio, moviendo el pelo a un lado antes de inclinarse para besarle el cabello.

—Steiner… —Bronco le echó una mirada asesina, pero el moreno se rio.

—Ya, siéntate y quédate quieto mejor —le pidió el rubio, rojo como nunca, pero no podía evitar sonreír.

—Pero yo necesito un ayudante, es injustooooooo —se quejó Ageha por molestar, riéndose.

—Lo siento, no quiero ser castigado —se sentó al lado de Lowe, sonriendo y quitándole comida a Bronco otra vez.

—No hagas eso. Siempre haces eso…

—Así te dejo mi esencia.

—Eso es lo que no quiero.

Don llegó por fin, justo cuando Bronco le estaba estrujando la mano a Steiner y viceversa, en algún tipo de duelo de orgullo masculino que cesó de inmediato.

—Buenos días… —les echó un vistazo de refilón, y luego a Jiken —¿Estás bien? ¿Te has sentido mareado?
—No, estoy bien. De hecho, me siento mejor ahora —le contestó el chico, sonriendo suavemente, agradecido de que se preocupara por él.

—Por supuesto, ya no estás bajo la influencia de esa droga, que por cierto, olía espantoso —se quejó Ageha mientras freía los huevos, buscando una bandeja grande para ponerlos ya que le daba pereza servirle su plato a cada uno.

—Vale, pero deberías ir a un médico. Puedo llevarte a ver a un amigo —se acercó a él, pensando que estaba todavía más delgado que antes.

—No, no puedo. Además, es igual, no estoy… Ya no seré normal y todos saben que estoy muerto —negó poniéndose nervioso enseguida.

—No lo estás, ya deja eso. Estás aquí y estás comiendo incluso, ¿no? —le preguntó Lowe, frunciendo el ceño, aunque estaba intentando no ser demasiado agresivo.

—No estás muerto, Jiken. Lo que piensen no importa. El hecho de que estés aquí comiendo, sintiendo y respirando… tú no eres tonto, sabes que significa que estás vivo, ¿o no? —le tocó la cara con una mano, tratando de calmarlo —Hablaremos después de comer, ¿vale?

Jiken asintió, un poco tenso en realidad, pensando que mejor no volvía a mencionar que estaba muerto. No comprendía nada de lo que estaba sucediendo. Lógicamente parecían tener la razón, pero no podía olvidar todo lo que había sucedido antes.

—Te traeré tu propia ropa luego, te sentirás más cómodo —le comentó Lowe, mientras Ageha ponía la bandeja con varios huevos fritos en el centro de la mesa.

—Eh, que mis jeans son muy cómodos, te hacen sentir sexy. Sé sexy, Jiken —bromeó, guiñándole un ojo y yendo a buscar a Don para que se sentara con él.

—Tú ya eres suficientemente sexy por todos nosotros… —Don le sujetó la cintura, sentándose con él después de coger el café y servirse una taza.

—Yo creía que yo también era sexy —Steiner cogió dos huevos y un trozo de pan, mojándolo en la yema.

—Tú lo creías…, pero los demás no —Bronco se rio de él, guardándose las manos en los bolsillos de los jeans.

—Lowe, mira qué me dicen…

—Ya, ya, sí eres… eso —enrojeció, cogiendo un huevo y dedicándose a comerlo como si se le fuera la vida en ello. Luego tomó otro, poniéndoselo por delante a Jiken —. Tú come
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El moreno se quedó mirándolo, sonriendo para sí, y cubriéndose un poco la boca para no ser demasiado obvio.
Ageha estaba soplando su propia taza de café, ya antes le había llevado una a Bronco y otra a Jiken

—Hay más, ¿eh? Por si los tórtolos quieren…

—No, es que a mí la cafeína por las mañanas, me pone como una moto.

—Es tu estado natural, Steiner —murmuró Bronco, bebiéndose su café.

—Y eso que no has visto mi estado sobrenatural… —se rio el mentado.

Don alzó una ceja, con una ligera, pero que muy ligera sonrisa en los labios. No recordaba haber tenido un despertar tan escandaloso en años, pero estaba bien. Jiken se veía bien así.

—No digas tonterías —le advirtió Lowe, dándole suavemente por debajo de la mesa y decidiendo que él sí necesitaba café si iba a lidiar con todos juntos.

—¿Puedes traer el azúcar, por favor? —le pidió Jiken, mientras el rubio se levantaba.

Ageha se apoyó en la mesa pensando que tenían que discutir algún plan, pero no estaba seguro de si debían hacerlo delante del chico.

—Steiner y Lowe… ¿podéis ir a buscar vuestras cosas y las de Jiken después de desayunar? —les preguntó Don.

—No hay problema… —Steiner lo miró a los ojos, pensando que era mucho morro quedarse allí y hacer que les pagase la comida, pero seguro que le parecía una ofensa si le ofrecía hacerlo. Mejor llevaba algo de comida comprada y llenaba la nevera.

—Bien, porque es mejor si permanecemos todos juntos por el momento —bajó la mano y le tocó la rodilla a Ageha por debajo de la mesa, mirándolo un momento, y luego a Bronco —. Ageha y tú podéis traer vuestras cosas también. Yo me quedaré con Jiken mientras —le dijo en tono suave, ya que sabía que no le iba a gustar separarse.

—Vale… —Bronco miró a Jiken un momento, como esperando su opinión.

El chico asintió, aunque nervioso, pero confiaba en el psicólogo. De todas maneras si tenía que despertar, nadie podría evitarlo.

—Te traeré algunas de tus cosas para que puedas dibujar —le ofreció Lowe, sintiéndose incómodo y poniendo el azúcar enfrente del chico mientras volvía a sentarse.

Ageha le sujetó la mano a Don, sonriendo agradecido por lo que hacía, y apretándosela para hacérselo saber.

—Y que nadie haga nada por su cuenta, por favor, aunque parezca una gran idea. No quiero que penséis solamente en los problemas que os meteréis, si no… en los que nos meteréis al resto. ¿De acuerdo?

Los miró serio, tomando aire y empezando a comerse uno de esos huevos, aunque no le llegaba ni para comenzar. Tenía un hambre…

—No pensaba hacer nada —le aseguró Lowe, pensando que se refería a él y a Steiner seguramente, aunque miró a Bronco luego, pensativo.

—Tal vez deberíamos convenir aquí a una hora exacta. Así sabremos si ha habido problemas —comentó Ageha, bebiendo de su café.

—Eso es difícil. No sabemos a qué hora vamos a terminar.

—Pues en cuanto terminéis, venís —Don los miró, sonriendo un poco para que no se negasen.

—O.K. papá… —Steiner alzó una ceja, pensando “papá oso”.

Parte II
Jueves, febrero 4

Cuando todos se hubieron marchado, Don subió al piso de arriba con Jiken, a su despacho. Lo abrió y le dejó pasar, esperando a que se sentase.

Le había dejado unos calcetines gruesos, ya que no tenía zapatillas ni nada por el estilo que pudiera servirle.

Una vez se hubieron acomodado, esperó un poco para ver si él le decía algo.

—Supongo que quiere que le diga lo que me sucedió, ¿no es así? —le sonrió con suavidad, temiendo ese momento. Además sabía que le costaría mucho, no quería decepcionarlo.

—¿Sinceramente? Quiero que me digas… cómo llegaste a meterte en ese grupo. Pensaba que íbamos bien —lo miró inexpresivo, aunque su rostro era tranquilo.

—Íbamos bien, sólo… quería averiguar algo más. Quería que todo tuviera sentido, lo siento —bajó la mirada, continuando —. En realidad, los descubrí una noche. No era algo que hacía regularmente, sólo quise ir a caminar al bosque, estaba buscando inspiración. Los vi… y reconocí la voz de uno, así que me acerqué a él al día siguiente.

—¿La voz de quién, Jiken? No hay nada por lo que debas disculparte —trató de tranquilizarlo.

—No es cierto, lo decepcioné y además… —se estremeció, abrazándose a sí mismo sin darse cuenta siquiera.

—No, tú nunca me has decepcionado. Si me he sentido decepcionado, ha sido sólo de mí mismo. Quiero que comprendas eso —se echó un poco hacia delante, mirándolo.

—No tiene por qué —sonrió un poco, aún nervioso, bajando los brazos y mirándolo de reojo.

—Sí, la verdad es que sí, pero no podemos pasarnos toda la vida echándonos la culpa el uno al otro. Las cosas siempre suceden por la acción de varias personas… No hay ni un solo acto que dependa exclusivamente de uno mismo —se echó hacia atrás otra vez, observándolo.

—Pero hay cosas que la gente hace por sí misma. Si haces algo, es tu culpa, aunque haya otros involucrados, ¿no es así? —le preguntó alzando la mirada de nuevo.

—Para mí no es tan sencillo. Algunos actos que cometemos… son consecuencias lógicas de los actos que los demás ejercen sobre nosotros, o a nuestro alrededor. Dime algo que creas que depende sólo de uno.

—Un asesinato —contestó enseguida, sin siquiera dudarlo y apartando la mirada luego.

—¿Por qué motivo mató esa persona? Yo pienso que un asesinato… depende de muchas cosas —no se alteró para nada, quiso seguir tratando aquello en tercera persona conscientemente.

—Por… una pelea, tal vez… —contestó bajando un poco más la voz, aún sin alzar la mirada.

—Si es una pelea, ya implica a dos personas… ¿qué podría haber hecho esa persona, para hacer sentir tan amenazado al otro? —juntó las manos, tocándose los dedos y observándolo.

—Sólo… decir algo, insultarlo. ¿Ve? No se justifica —negó con la cabeza, frunciendo el ceño.

—Depende, tal vez esa persona estaba en una situación de estrés… en la que no debía ser presionada. A lo mejor el ambiente que lo rodeaba en ese momento, o lo que esa persona le decía… el ambiente en que esta persona se haya criado. Depende de muchas cosas, Jiken. ¿Qué sucedió?

—Él… me llamó freak, dijo que no comprendía cómo es que no me había matado ya, que si fuera usted ya me lo habría recomendado —lo miró a los ojos, las lágrimas comenzando a bajar por sus mejillas —. Yo no sé qué sucedió, normalmente no me hubiera importado, estoy acostumbrado, pero… de pronto tenía que golpearlo.

—Por efecto de las drogas probablemente. Hay muchas que inducen a la furia… —lo miró, tocándose el pecho con una mano y suspirando. No podía creerse que Jiken hubiese matado a alguien a golpes, ni siquiera tenía la corpulencia para eso —Tú le pegaste, el se defendió, ¿no es así?

—Sí y entonces lo empujé y no se movió más… Creo que le rompí el cuello… —le contestó cubriéndose la cara con las manos —El demonio lo sabía, me mostró su cadáver…

—No, no hagas eso, Jiken. La verdad es que ningún cadáver apareció en el bosque —se levantó, sentándose en el borde de la mesa y tocándole las manos para que lo mirase —. Tú sabes que el demonio no existe. ¿Quién estaba con vosotros? Había más gente allí.

—Sí, pero… no lo sé, algunos chicos de la universidad, otros eran de afuera. Venían sólo a las reuniones, no utilizábamos nombres —contestó temblando y sin querer mirarlo, no quería ver la realidad en sus ojos —. Lo maté, estoy seguro, estaba muerto.

—No, no lo estás porque no eres médico, y no te acercaste a ver si estaba o no inconsciente… —no lo forzó a mirarlo, apartó la mano con delicadeza —Muchas personas estaban allí, si lo hubieras matado… ¿crees que no se lo habrían dicho a las autoridades?

—Creo que hubieran estado en problemas —lo miró con los ojos anegados en lágrimas, temblando un poco —. Había algo en el humo, y no sólo eso…

—¿Qué más? Sigue hablando, Jiken. Te escucho, y estoy contigo —le apoyó la mano en el hombro con suavidad, esperando.

—Algunos tomaban otras drogas ya de por sí, pero también se podían conseguir… algunas especiales —le confesó, pasándose la mano por los ojos al notar que no lo miraba con repulsión, no parecía odiarlo.

—¿Qué drogas eran esas? ¿Os lo decían? —le dejó un pañuelo que llevaba en el bolsillo, y apretó un poco la mano en su hombro. Sabía que estaba siendo poco profesional al considerarlo por completo una víctima, pero los demás tenían razón. Había que resolver eso antes de que nadie supiera de Jiken, había que protegerlo no sólo de esa gente, también de la justicia, o más bien, de una posible injusticia.

—No, nadie lo sabía —negó tomando el pañuelo, agradecido y limpiándose la cara —. Las que yo tomé… ni siquiera las llevaban allí. Me fueron ofrecidas.

—¿Conservas alguna o te las tomaste todas?

—Hay una en mi habitación. Está escondida entre mi ropa interior —le confesó ya que no le importaba mucho realmente —. Se supone que me llevase a un nivel más alto de conciencia o algo así.

Don permaneció en silencio, observándolo y preguntándose qué había sucedido allí.

—Y te llevó a algún tipo de aparente inconsciencia… o muerte… —necesitaba investigar eso. No le parecía posible, pero algo iba mal allí, eso estaba claro. El cuerpo había sido dado por muerto y levantado, el forense había dado su veredicto también. Muchas cosas no cuadraban.

—S… sí —asintió por fin, ya que sabía lo que iba a decirle si volvía a repetir que estaba muerto —. Se supone que sólo sucediera por unos minutos…

—Pues te engañaron… —le dijo claramente, pensando en que tenía que pedirle a Lowe que le trajese esa pastilla. Ni siquiera sabía qué podía contener —¿Identificas a ese hombre que llamas demonio con alguno de los presentes en las reuniones? Tal vez alguien conocido…

—No, ya se lo dije, es un demonio, no es un hombre, no puede serlo —negó vehementemente, apretando los párpados al recordarlo de nuevo.

—No, no lo es, y estás dejando que ejerza un gran poder sobre ti. Tú piensas que es un demonio y que puede herirte a ti, a las personas que quieres. Crees que puede retenerte incluso en la muerte… Sólo ha hecho esto para convertirte en un chiquillo asustado. Tú no eres un chiquillo asustado, Jiken —le sujetó ambos hombros y giró la silla hacia él.

—¿No lo soy? —le preguntó alzando la mirada. Era cierto, nunca había sido así antes, pero tampoco había tenido tanto que perder.

—No, no lo eres, y no tienes por qué serlo. Has pasado por mucho y has salido adelante, ahora hay personas que se preocupan por ti, y no estás solo. Me tienes a mí, tienes a Lowe, y a toda esta gente que se ha estado preocupando por ti —lo miró a los ojos —. Y tienes a ese hombre que se desvive por ti… Tienes que confiar en los demás, si no… no podemos ayudarte.

A veces no le decimos a la gente que queremos, las cosas más importantes porque… sabemos que se preocupan por nosotros, y no queremos que se metan en nuestros asuntos y vean cosas que no nos gustan de nosotros. Estamos acostumbrados a salir solos del paso, ¿no?

—Sí, no quiero… que cambie su manera de mirarme —confesó por fin, negando con la cabeza —. Tengo miedo de perderlos a todos y tengo miedo de que me vean como algo asqueroso.

—Nadie aquí va a hacer eso, Jiken. El único que no se considera una víctima aquí… eres tú. ¿No lo ves? Ven —le pidió, extendiendo un poco los brazos.

—No quiero ser una víctima —lo miró indeciso y finalmente yendo a sus brazos, liberando los sollozos de nuevo —. Lo odio.

—Lo sé…, pero ser víctima de algo, no significa ser victimizado —acarició su espalda, estrechándolo contra él. No tenía ningún sentido tratar de fingir que aquello no era personal, desde luego —, sólo comprendido.

—Él me tocaba…era repugnante —confesó ahora, hablando a través de sus dientes, apretándolos y dejando que la furia lo guiara, así le era más fácil —. Me poseía…

Don apretó las mandíbulas también. No era que no lo supusiera, pero en el momento de oírlo se sintió enfurecido. Así que un sádico se había dedicado a vigilar a Jiken y se había obsesionado lo suficiente como para montar toda esa trama, con la intención de lavarle el cerebro para así poder torturarlo y violarlo, posiblemente matarlo finalmente cuando se hubiera cansado. Era horrible, sencillamente horrible.

Debía llevarlo a un médico, sí o sí, ese era otro tema. No podía dejarlo allí sin saber si tenía alguna lesión. Por otra parte, ahora sólo tendrían pruebas de que alguien lo había violado, no de quién, y estaba lo del asesinato. Por Dios que todo era muy complicado. Siguió calmándolo por un rato en el que ninguno de los dos habló.

—Tú no tienes la culpa, Jiken. Lo que te ha ocurrido, es horrible, pero vamos a salir adelante poco a poco, ¿vale? —sujetó su rostro para que lo mirase a los ojos. Lo primero era que aceptase la realidad —Debería llevarte a un médico. ¿Te duele algo? Dime la verdad.

—No… Todo el cuerpo —confesó, aunque el dolor se había ido calmando durante la noche, y bajó la mirada de nuevo —. No quiero ver a un médico, estaré bien.

—Jiken, es importante… No sé —se tocó la mandíbula, tapándose la boca —. ¿Prefieres que lo haga yo? No soy un médico…

—¿Podría? —lo miró esperanzado, aferrándose de sus brazos —No quiero que nadie más me vea o me toque.

—Puedo, pero no soy médico. Sólo tengo unos conocimientos básicos —repitió para que lo comprendiese.

—Está bien, no me estoy muriendo, no es… —sonrió porque había pensado “posible”, pero mejor ni terminaba esa frase —Lamento estarle causando problemas a todos.

—Deja de lamentar cosas. Si quieres lamentar algo, lamenta haber ido a ese lugar, y no haber confiado en las personas que te aprecian —le tocó la cabeza, suspirando ligeramente y apartándose un poco —. ¿Tienes dolor de cabeza o vértigo?

—Dolor de cabeza, estaba mareado antes, pero ya estoy bien —continuó sin mirarlo, sintiéndose peor porque lo riñera, y a la vez, sintiéndose querido, era una sensación extraña para él.

—Tal vez estés un poco deshidratado. ¿Has ido al baño? —le preguntó, colocando unos archivadores y evitando mirarlo para que no se sintiese mal.

—Sí, hace poco en realidad —contestó relajándose en el sillón, pero sujetando una mano con la otra en su regazo, mirando hacia abajo. No podía evitar sentirse terrible, a pesar de lo que dijera el psicólogo.

—¿Orina oscura? ¿Dolor? —se apoyó contra la mesa y lo miró, cruzando los brazos.

—No, todo está bien —le aseguró alzando la mirada poco a poco y de pronto pensando que los muertos no iban al baño.

—¿Tienes hematomas o mordiscos? ¿Alguna herida? —carraspeó un poco. Le ponía violento preguntar algo así, pero era mucho mejor que mirarlo él mismo.

—Sí, de eso sí tengo muchos —sonrió de manera sarcástica, apartando la mirada de nuevo y agitándose internamente sin quererlo, prefería que no se diera cuenta.

—Déjame ver. Los mordiscos de un humano…, son heridas que se infectan fácilmente —le pidió, moviendo un poco la mano para que se pusiese en pie.

—No es… —comenzó Jiken, aunque se silenció inmediatamente sacándose la camiseta y bajándose los jeans. No sentía vergüenza al estar desnudo frente al psicólogo, confiaba en él. Le preocupaba más que viera aquellas heridas.

Don resopló con el ceño fruncido, y observó las marcas en su cuerpo. Algunas no se veían muy bien, estaban enrojecidas o amoratadas, e incluso tenían temperatura cuando las tocó con suavidad.

—Te voy a dar una crema para que te eches en los hematomas, y un antibiótico para que no te salga una infección en esas heridas —le dijo agachado, y tocándole una en el muslo, comenzando a levantarse.

—Gracias —lo miró, pensando que lo tocaba con mucho cuidado y agradecido por ello, realmente estaba más que agradecido por cómo lo estaban cuidando todos —. Estaré bien, nunca eran demasiado profundas.

—No, pero había restos de comida y de gérmenes en su boca y en sus dientes. Eso es suficiente para una infección —le aseguró, esperando a que se vistiera para que lo siguiese al baño —. Seguro que no te duele nada más, ¿no? —insistió.

—El cuerpo, de estar en la misma posición por mucho tiempo, se me quitará pronto —le aseguró, debatiendo en si debía decirle o no la verdad y finalmente añadiendo —. Me duele el trasero, pero no es nada terrible, sólo está… incómodo.

—¿Estás seguro de que no es tan terrible? —ese hombre podría tener cualquier cosa —Deberíamos ir a un médico. ¿Sangras? —se paró en las escaleras para mirarlo.

—No, no sangro —le aseguró sinceramente, acercándose y tomando sus manos de pronto —. ¿Se preocupa de esa manera por todos sus pacientes?

—Por supuesto que no, pero no sabes cómo me he arrepentido de no haber hecho más por ti a tiempo, Jiken —le apretó las manos, y finalmente lo abrazó con suavidad —. Debería matarte por no haberme dicho nada.

—No puede matarme, y… lo digo porque usted es bueno —le aseguró antes de que lo riñera de nuevo, sonriendo un poco sin poder evitarlo —. Hizo todo lo que pudo, no es su culpa que fuera un tonto.

—Sí, la verdad es que sí…—le frotó la espalda, bajando luego con él sujeto por los hombros —Ven conmigo al baño, te daré algo para eso también, pero no preguntes… —sonrió un poco, mirándolo y tratando de que se animase.

—No lo haré, aunque es un poco injusto —bromeó un poco para ver si se tranquilizaba, dejándose llevar. Por primera vez, incluso con todo aquello sucediendo a su alrededor, se sentía como si tuviera una familia.

*****

Lowe había estado mirando a todos lados durante el camino, estaba nervioso, e incluso cuando entraron al portal de su edificio no pudo evitar revisar rápidamente para asegurarse de que alguien no estuviera escondido esperándolos.

Abrió la puerta, sintiéndose más seguro una vez estuvieron adentro y dirigiéndose al ascensor.

—Tal vez no se atreven a hacer nada. Saben que no iremos a la policía, así que… quizás lo dejen por las buenas, ¿no? —preguntó esperanzado sólo a nivel superficial. Sabía muy bien que las cosas no eran tan sencillas.

—No, no lo creo… —Steiner suspiró, pensando que le hubiera gustado tener un arma. No podía ir por ahí con una escopeta, aunque al menos tenía la navaja. Le apretó una nalga al rubio y se acercó a él —Yo te protejo.

—No de esa manera, te distraerás —le advirtió evitando sonreír para que supiera que lo decía en serio, y entrando en el ascensor.

—Qué va, esto me motiva —sonrió y lo rodeó por los hombros, acercándolo a él y besándole los labios —. Con todo esto… yo sigo feliz, tendrás que soportar mi hiperactividad, “carinio”.

—Tonto —sonrió ahora sin poder evitarlo y enrojeciendo —. Me pongo nervioso de todas maneras.

—Y yo, pero… no dejo que nada ni nadie me joda la vida —le aseguró, negando con la cabeza y besándolo antes de salir del ascensor.

Le sujetó el brazo de pronto al estar frente a su puerta, notando que la cerradura estaba llena de marcas, sólo tras ver una rendija abierta.

—Oh mierda —se quejó espontáneamente el rubio, observando aquello y buscando en sus bolsillos, pero no tenía nada que le pudiera servir de arma —. ¿Crees que siguen ahí? —preguntó susurrando ahora, tensándose por completo.

—No, tal vez fue ayer por la noche… No creo que se hayan puesto a forzar así una puerta en pleno día —se sacó la navaja del bolsillo de todas formas, abriendo la puerta de golpe contra la pared por si acaso.

A primera vista no había nadie allí, pero los cojines del sofá estaban rajados por completo.

Lowe entró tras él, frunciendo el ceño y tomando luego un cojín, lanzándolo con furia. Un gesto de preocupación se asomó a su cara luego, y corrió hacia el cuarto de Jiken. No había tenido mucha suerte tampoco.

Varias de las pinturas estaban destruidas, los dibujos arrancados de las paredes y sus cajones revueltos. Estaba seguro de que los suyos no estarían mucho mejor.

—Mierda… busca lo que te dijo Don —le pidió, caminando fuera de aquel cuarto para ir al de Lowe. En un principio incluso se sobresaltó, echándose hacia atrás de golpe al ver la mancha roja sobre su cama, enseguida se acercó y notó que era un gato negro decapitado —Joder… murmuró, envolviendo la colcha rápidamente para que el rubio no lo viese.

Lowe estaba buscando desesperadamente en los cajones de Jiken, pero no encontraba nada. ¿Y si se la habían llevado? Tiró de unos bóxers que el chico casi nunca usaba y se le ocurrió revisar en los bolsillos. La bolsita con la píldora cayó al suelo sin hacer ningún sonido, y el rubio se agachó a recogerla, aliviado de que aún estuviese allí. Tal parecía que no les había dado tiempo de revisar a profundidad.

—¡La tengo! —avisó a Steiner mientras buscaba una bolsa y algo de ropa para Jiken.

—Vale, pues nos largamos de aquí cuanto antes —le pidió el moreno, que acababa de notar que todos los muebles estaban salpicados e iba a entrar sí o sí a por su ropa. Fue a la cocina corriendo y metió la colcha con el animal dentro de una bolsa de basura. Se golpeó la frente con el puño varias veces y finalmente fue junto al rubio, antes de que se levantase con la ropa de Jiken para ir a su cuarto —. Escucha, han matado a un bicho… hay sangre en tu cuarto.

—¿Sangre? ¿Cómo que un bicho muerto? ¿Estás seguro? —le preguntó estresándose y alterándose , casi echando a correr hacia su cuarto y cubriéndose la boca al ver aquella escena —Mierda… ¡Mierda! —gritó frunciendo el ceño y definitivamente seguro de que no los iban a dejar en paz.

—Vale… tranquilo. Intentan asustarnos, tal vez es una advertencia para que no metamos más las narices en sus asuntos —trató de tranquilizarlo y le sujetó los brazos. En realidad estaba pensando que era una amenaza que hablaba de lo que iban a hacer con ellos.

—No tiene sentido, si no hemos ido a la policía deberían pensar que sólo queremos proteger a Jiken, ¿no? Esto es nauseabundo, son unos enfermos psicópatas —negó, asustado más que antes y sacudiéndose a propósito luego para poder buscar su ropa, a ver si no se la habían teñido de manera sanguinaria.

Steiner resopló, tocándose el pecho con la mano y tratando de pensar en algo, además de avisar a Ageha y Bronco cuanto antes. Le daba miedo que hubiese pasado lo mismo allí, y por otra parte…

—No hay que decirle nada de esto a Jiken.

—No, no lo haré. Volverá a decir esas cosas de que son demonios y no podemos detenerlos —le aseguró, guardando su ropa que estaba en el suelo del armario, pero aparte de eso, no le había sucedido nada grave. No quería mirar hacia atrás, porque se alteraba cada vez que veía la sangre.

—Tal vez sea buena idea que Bronco venga aquí, puede que… sienta algo. No lo sé… —lo miró, acuclillándose en el suelo.

—Sí, tal vez, aunque… ¿Se podrá comunicar con el espíritu de un bicho? —alzó una ceja sin estar muy seguro de cómo funcionaba aquello —No sé cómo voy a limpiar esto además…

—También puede recibir impresiones de los lugares. Nunca lo había visto comunicarse con alguien como con Jiken, si te soy sincero —cogió el móvil y les mandó un mensaje, sacando una foto del cuarto de Lowe, prefiriendo ser gráfico más que escribir tanto. Luego le hizo una llamada perdida a Ageha, para que el mensaje no le pasase desapercibido.

El teléfono no tardó en sonar de vuelta, mientras Lowe se colgaba ambas bolsas de un hombro, saliendo de la habitación y yendo a ver si había algo en su nevera que debiera llevarse antes de que se dañara, aunque ahora se preguntaba si eso sería saludable.

—¿Steiner? ¿Estáis bien? Regresad enseguida —le pidió Ageha asustado.

—¡No!... ¿se lo has dicho a Bronco? Venid aquí, tal vez sirva de algo… —frunció el ceño, pero no podía culparlo por tener miedo, la verdad.

—Le mostré la foto y vamos en camino, pero vosotros… Olvídalo —suspiró, pensando que era Steiner quien siempre corría esas aventuras, pero esto le parecía más peligroso que cualquier cosa que hubiese investigado antes.

—Sé que me quieres —le dijo antes de colgar, regresando con Lowe, que estaba metiendo cosas de dentro de la nevera en una bolsa. Lo ayudó con otra, mirándolo igualmente —. Ahora vienen.

—Tenemos que atraparlos, ¿lo sabes? —el rubio lo miró serio, deteniéndose un momento. Claro que quería vengarse de lo que le habían hecho a Jiken, pero no era sólo eso. No podría vivir tranquilo sabiendo el responsable de eso estaba por ahí, suelto.

—Sí, lo sé, y lo haremos… No vamos a parar hasta que lo hagamos —le tocó el hombro, sabía que las palabras vacías no servían de nada con él. Era demasiado listo —. Y puede que la poli no tenga que enterarse.

—Creo que el dueño del edificio pensará que soy muy raro entonces —intentó bromear sin muchas fuerzas, sonriendo un poco de todos modos.

—O que estabas muy borracho… En serio, ¿crees que no sabe ya lo raro que eres?

—Pero hasta ahora no he desangrado a ningún bicho en mi habitación —se rio un poco histéricamente, sintiendo lágrimas en los ojos, y tratando de tranquilizarse —. Esto es espantoso.

—Oye… no hagas eso… —le sujetó la cara con una mano para que lo mirase a los ojos, y lo miró serio —No llores —negó con la cabeza, como si sus palabras llegasen o como si fuera algún tipo de encantamiento.

—No lloro, estoy cansado —contestó como si una cosa excluyera a la otra o como si pudiera negar lo evidente con unas palabras.

—Yo también… —lo aproximó a él, rodeándolo con los brazos y suspirando, besándole el cuello cariñosamente.

Se apartó al escuchar la puerta, pero al asomarse vio a Bronco y a Ageha, que entraban en la casa con cuidado.

—¿Estáis bien? —Ageha se acercó a ambos, aunque su mirada no pudo evitar viajar hacia los cojines del sofá.

—Sí, sólo lo encontramos así —le contestó Lowe, frunciendo el ceño y prácticamente metiendo la cabeza en el refrigerador para que no le viera los ojos.

—Id al cuarto de Lowe —le pidió a Bronco, en parte para que los dejasen solos un momento.

El moreno pasó por la salita despacio, tocando el sofá, y tan solo por un momento, una imagen fugaz cruzó su mente. Se trataba de un cuchillo, una mano enorme, fuerte. Se hundió en los cojines y los desgarró. Imágenes sin sonidos…

Siguió caminando hacia el dormitorio, podía escuchar sus pasos. ¿Por qué? ¿Por qué todo era tan vívido? ¿Era por lo receptivo que estaba para aquello?

Observó aquel cuarto, y se quedó en el marco de la puerta. Vio sólo su boca, ¿no estaba solo o es que hablaba para sí? Cerró los ojos, acuclillándose en el suelo y apoyando la mano en su frente. Podía sentir tanta violencia… tanto odio.

Ageha estaba detrás de él, asombrado ante el espectáculo. Una cosa era ver una foto y otra esto… Se cruzó de brazos, observando a Bronco sin querer interrumpirlo, pero vigilando que estuviera bien, se veía muy concentrado.

Por su parte, estaba pensando que quien hubiera hecho eso no sólo los estaba buscando, aquello parecía algo demente, furibundo, no necesitaba ser psíquico para sentir escalofríos.

El hombre sujetaba a aquel gato en las visiones de Bronco. Lo llevaba dentro de un saco y estaba como dormido, probablemente sedado de alguna forma, primero le sacó los ojos con los dedos, hundiendo los suyos despacio. El gato trató de defenderse y arañar, pero era como si no le afectase el dolor que el animal le infringía con horribles maullidos.

Sujetó su cabeza con la mano y la retorció brutalmente, arrancándosela del cuerpo antes de lanzarlo sobre la colcha.

Una gota de sudor bajó por el cuello de Bronco, que estaba tratando de comprender, por qué no podía salir de aquella visión. Aquel hombre se acercaba a él y se sintió pequeño e indefenso, incapaz de moverse.

Se echó hacia atrás de golpe, cayendo al suelo y abriendo los ojos, jadeando. Tenía ganas de vomitar.

—¡Bronco! —lo llamó Ageha, agachándose y sujetándolo contra su cuerpo, ayudándolo a apoyarse —¿Estás bien? ¿Qué viste? ¡Steiner! ¡Trae un vaso con agua! —le pidió como siempre preocupado.

—¡Voy! —le dijo antes de correr a hacer lo que le pedía.

Bronco bebió un poco, apoyándose después contra la pared, sin levantarse del suelo.

—Es muy extraño, todo lo es… —negó con la cabeza, frotándose la frente.

—¿Pero qué has visto? —preguntó Steiner.

—Ese hombre…, pero no soy capaz de ver su rostro. Lo he visto de espaldas, he visto sus manos, sus piernas…, pero no puedo ver su cara —apretó las mandíbulas y de pronto pegó un puñetazo en el suelo.

Lowe se había quedado en el marco de la puerta, apoyado allí, tenso porque no quería entrar en la habitación llena de sangre de nuevo.

—¿Tenía algo especial? —preguntó de todos modos, aunque con la voz baja.

—Era muy alto, con unas manos enormes. Mató a ese animal, arrancándole la cabeza con ellas. ¿Qué clase de persona hace eso? Le sacó los malditos ojos con los dedos, ¿por qué? —los miró enfurecido. No podía comprender algo así.

—Qué hijo de puta más loco… —murmuró Steiner —A no ser que fuera un ritual o algo así. Joder, pero es una locura igual.

—Jiken no puede saber eso, dirá que es un demonio de nuevo —les advirtió Lowe, aunque él mismo estaba tan espantado que se empezaba a preguntar si no habría algo de razón en todo aquello.

—Tranquilo, no le diremos nada, ¿verdad? Ageha miró a Bronco, acariciándole el cabello y bajando la voz luego —¿Estás bien? ¿Necesitas recostarte?

—Estoy bien, quiero irme de aquí —le dijo, sujetándose a su brazo para levantarse. Todo lo que sentía allí era negativo, y le había parecido que se acercaba a él como para aplastarlo. Se quedó mirando la pared que había estado todo el rato tras él, y vio que había una zona rectangular de distinto color.

Arrancó un trocito de papel con celo y se lo mostró a Lowe —. ¿Qué había ahí?

—Un calendario, tenía mi horario de clases y mis citas con el doctor Crawford —Lowe se llevó una mano a la cabeza, preguntándose cómo no lo había notado antes —. No importa, de todas maneras yo no pensaba ir.

—Espero que no fuera uno de esos con gatitos… —murmuró Steiner, recibiendo una mirada furibunda de Bronco, que cogió una de las bolsas para ayudar a Lowe, y se dispuso a salir.

—No, tenía un dragón y me lo regaló Jiken además —frunció el ceño, pensando que no tenía gracia, pero siguiéndolo. Era un inconsciente después de todo, no tenía ni sentido pelear por algo así.

—Debemos regresar de todas maneras. Lowe, ¿te sabes tu horario de memoria? —Ageha los seguía, sujetando a Bronco del brazo de manera casual —Podríamos ir a la universidad a vigilar por si llega alguien extraño.

—Sí, porque puede que no vaya él personalmente —les dijo Bronco mientras salían, prefería largarse de allí cuanto antes.

—De todas formas, es una buena idea —Steiner al menos, tenía claro que debían echar un vistazo.

—Bronco ya lo ha visto, por lo menos su cuerpo. Si va él, podrá reconocerlo y de todas maneras… —Ageha fue interrumpido por Lowe, que tenía el ceño fruncido de nuevo.

—Creo que debo ir yo, se verá raro si no lo hago y vosotros seguís apareciendo.

—Yo voy contigo —Steiner le apretó el hombro, y Bronco los llevó hasta el coche de Don, ya que el suyo seguía desaparecido, y probablemente ahora era siniestro total. Guardó las cosas en el maletero, mirando hacia atrás por si acaso.

—Bien, es un plan —Ageha suspiró, preguntándose si aquel hombre se asustaría al no encontrárselo solo. No, no le parecía esa clase de persona —. ¿Está lejos tu moto, Steiner?

—No, está ahí —le señaló atrás con el dedo, a la moto que estaba cerca de uno de los semáforos —. Nos vemos en casa de… Don —le tocó el brazo y movió un poco la cabeza, sujetando a su novio por los hombros.

Lowe lo rodeó por la cintura automáticamente, necesitando sentirlo cerca.

—Vamos —le pidió Bronco a Ageha. En realidad quería regresar junto a Jiken.

—Vale, con cuidado —se despidió de los otros dos mientras subía al coche.

—Vamos a dejarlos pasar delante… —le dijo Bronco, esperando un poco antes de ponerse en marcha. Prefería tenerlos a la vista.

Parte III
Jueves, febrero 4

Jiken se puso de pie en cuanto escuchó la puerta, aunque se asomó con cuidado, como vigilando.

—Somos nosotros —llamó Lowe entrando y mirando hacia arriba porque no parecía haber nadie en la planta de abajo. Por un momento se preocupó, pero luego vio al moreno bajar, seguido a los pocos segundos por el psicólogo.

Ageha fue directamente a besarlo como si no lo hubiera visto en siglos.

—¿Todo bien? —le preguntó él, aunque podía notar que estaba un poco turbado.

Steiner los saludó con la cabeza, y se fue hacia la cocina para guardar las cosas en la nevera, dejando de camino la bolsa con la ropa de Jiken sobre uno de los sillones.

—Tus cosas —le anunció mientras se alejaba.

Bronco cerró la puerta y dejó su bolsa y la de Ageha en el salón. Apoyó su portátil sobre el asiento, concentrándose en que no debían contarle nada a Jiken.

—Toma, tu ropa —Lowe le entregó la otra bolsa a Jiken, reteniéndolo por un momento —. No sé si necesitabas algo más.

—No, esto está bien, gracias —le sonrió el chico, pensando que tendría que hablar con él en algún momento, lo notaba incómodo. Lo vio alejarse hacia la cocina en busca de Steiner y se acercó a Bronco luego —. ¿Sucede algo?

—Alguien entró en el piso…

Vio la cara con la que lo miraba Ageha y le devolvió una mirada de impotencia. Ellos no podían comprenderlo, no podía simplemente ignorar el vínculo entre ambos. Necesitaba decirle la verdad.

—¿Alguien? —Don lo miró, preocupado, terminando de bajar las escaleras —¿Y qué hizo?

—Todo estaba revuelto —irrumpió Steiner, tratando al menos de cortar el otro capítulo.

—¿Se llevaron la droga? —preguntó Jiken por si era eso lo que lo hacía sentir tan terrible, aunque se temía algo mucho peor, podía sentirlo.

—No, estaba bien escondida, gracias a ti. La tiene Steiner ahora mismo —contestó Ageha, tratando de quitarle importancia al asunto —. Creo que pensaron que habría alguna pista de a dónde fuimos o algo.

Don apoyó la mano en el hombro de Ageha, apretándoselo un poco y mirándolo un segundo antes de dirigir su mirada a Jiken.

—Bueno, hablaremos de eso, pero primero guardad vuestras cosas. Intentemos que las cosas se lleven con la mayor calma posible —cogió la bolsa del chico del suelo, llevándoselo a su cuarto.

Bronco los siguió con la mirada, pensando que iba a ser interrogado a conciencia.

—Nosotros vamos a seguir guardando las cosas en la cocina —Steiner volvió adentro, pensando que tendrían que subir sus cosas también. Además, necesitaba hablar a solas con Lowe.

—Te sigo, nos vemos luego —se despidió el rubio, apresurándose a ir con él y suspirando en cuanto estuvo fuera del alcance de otros ojos.

—Bronco… —murmuró Jiken, seguro de que le ocultaban algo, parecían estar dando vueltas alrededor del asunto y además Lowe parecía un gato alterado.

El moreno lo miró, negando un poco con la cabeza.

—Sólo están tensos… —le dijo, girándose de espaldas y sacando su ropa de la bolsa para apoyarla en la mesita, ya que no tenían otro sitio, durmiendo en la salita.

—No lo creo, algo sucede. Conozco a Lowe y te conozco a ti ahora… —se acercó tocándole una mejilla, acariciándolo —Es algo que comprueba lo que digo, ¿verdad?

—No, es sólo que… hizo algo horrible allí, y no es importante que lo sepas… —se echó un poco hacia atrás, apartándose de aquella caricia y mirándolo a los ojos —No me hagas esto. No quiero contártelo.

—Porque me asustaré —finalizó apartándose, no quería torturarlo emocionalmente, pero ya sabía que aquello terminaría. Vendría a por él y se lo llevaría de nuevo. Se dejó caer en el sofá, bajando la cabeza y acercando su bolsa luego.

—Mató a un animal, ya está, sólo es eso… —echó la cabeza hacia atrás contra el respaldo, tapándose la cara con la mano. ¿Cuándo se había vuelto tan débil?

—¿Qué… Qué tipo de animal? —preguntó con la voz temblorosa, su respiración agitada ahora.

—Eso no importa —apartó un poco la mano, mirándolo de soslayo.

—Sí importa, todo importa. Es un mensaje, ¿no lo ves? —le preguntó, mirándolo por un momento, estaba temblando de nuevo.

—No me importa su mensaje. Yo tengo otro para él, sólo tiene que acercarse a escucharlo —frunció el ceño, sacándose la cazadora. Necesitaba un arma, eso era lo que necesitaba.

—No quiero que te haga daño, os hará daño a todos, lo sé. Os lastimará por mi culpa —bajó la cabeza, cubriéndose la cara con las manos, sollozando quedamente. A pesar de lo que había hablado con el psicólogo, no podía perder aquel terror incontrolable.

Bronco negó con la cabeza y le pasó el brazo por la espalda, poniéndose un poco por encima de él.

—No lo hará, y si estamos haciendo esto, es porque queremos. Nadie nos obliga.

—Lo sé, pero es lo que hará. Matará a quienes quiero para que ocupen mi lugar.

—No, basta ya —le sujetó los hombros para que lo mirase, pensando que no podía seguir dejándose llevar por aquel cansancio… casi sopor que sentía desde que los trances empezasen a ser tan continuos —. Si sigues pensando que es tan… omnipotente, sólo lo haces serlo.

—¿Cómo dices? No es posible, yo no le doy el poder, es él… ¿Qué sucede si tengo razón, Bronco? Si nadie me cree y al final resulta que tengo razón —le preguntó mirándolo a los ojos ahora, de manera abatida.

—Pues si es el maldito diablo, ya está… es igual lo que hagamos. Pero te aseguro que el diablo no necesita de trucos para venir aquí y acabar con nosotros. Lo cierto es que tiene miedo, lo tiene y quiere atraparnos por separado. Si no aparecería aquí en medio de una bruma y llamas y nos llevaría al fondo de la tierra con él. ¿Verdad?

El diablo no necesita forzar cerraduras para entrar en una casa, ni drogar a un chico para… hacerle… —estaba furioso y lo soltó, golpeándose los labios con el puño suavemente.

—Bronco —Jiken lo rodeó con suavidad, cerrando los ojos, no quería lastimarlo él, pero no podía evitarlo, tenía miedo. Tal vez si regresaba los dejase en paz a todos —. Está bien, no tienes que esforzarte así, tú no.

—Jiken…, no lo entiendes, ¿verdad? No quiero creerte, y no voy a hacerlo. Es igual lo que suceda, o que haya visto, aunque no su cara, a esa persona. Sé que es enorme, una bestia… Me da igual porque te quiero… Alejarme sólo me va a doler más —bajó la mano, apoyándola en su cabeza.

—Tengo miedo, Bronco, no puedo dejar de tenerlo. No quiero, nunca he sido un cobarde, pero no puedo evitarlo —negó, sujetando su mano allí mismo en donde la tenía y pegándose más a él.

—Yo también… No soy superman, pero me da mucho más miedo que te suceda algo —bajó la mano a su rostro y lo abrazó, sujetándolo con el otro brazo.

—Tú no me dejarás desaparecer, ¿verdad? —le preguntó más bien como planteándoselo. Incluso si regresaba a aquella cabaña, Bronco iría tras él.

—No —negó con la cabeza, apretándolo más contra él —. Y si te mueres, tendrás que cargar con el peso de dejarme aquí… sin ganas de vivir, porque será lo que suceda.

—¿Qué voy a hacer? —Jiken dejó que las lágrimas bajaran por sus mejillas de nuevo, sin moverse de allí, sintiéndose reconfortado por su calor —No puedo dejar que te suceda nada, sería peor que la muerte.

—Pues entonces ya sabes lo que yo siento, y porqué no me importa… —sintió las lágrimas mojándole los dedos y los movió un poco por sus mejillas, mojándose las puntas y deslizándolas, tocándole los labios con ellos —No llores más. No tienes que hacer nada sólo. Tienes que dejar que te ayudemos.

—No quiero perderte, no quiero perderlos a ellos tampoco. ¿Comprendes? —intentó calmarse, apartándose un poco para mirarlo —Quiero hacer algo.

—¿Y sabes el qué? —observó sus ojos azules, y le limpió la cara con la mano.

—No, en realidad pensaba entregarme, pero creo que ya no es posible —sonrió tristemente, bajando la mirada por si iba a reñirlo.

—¡Claro que no! —resopló, frotándose el cabello con una mano y tirándose en el sofá hacia atrás. ¿Es que tan mal se hacía comprender? Entrecerró los ojos, sintiéndose demasiado extraño y cansado. Hacía días que ya ni pensaba claramente, se había limitado en vagar por su propia mente y la de Jiken. Todo le parecía en su medida… irreal.

—No lo haré, no puedo abandonarte —le prometió, pasando la mano por enfrente de sus ojos, como acariciando su cansancio —. Puedes dormir si quieres, no me moveré de tu lado.

—No se me pasará durmiendo. Es sólo que… —entreabrió los ojos para mirarlo —Desde que llegamos aquí, no he dejado de dar tumbos, incluso antes —se inclinó hacia él, recostándose sobre sus piernas de medio lado, y mirándolo de soslayo —. No sé lo que quiero decir con eso, soy malo para estas cosas.

—No, te comprendo. Sientes que das vuelta y no ves la salida, ¿verdad? Y quieres salir, como sea —sugirió acariciándole el cabello lentamente.

—Sí, algo así… Me da la impresión de estar perdiendo el control de mi vida. A veces incluso me pregunto por qué estoy reaccionando de esa forma a las cosas, ¿sabes? —apoyó una mano en su rodilla, preguntándose incluso qué estaba haciendo en ese momento. Nunca se le hubiera ocurrido simplemente apoyarse en las piernas de alguien o decirle que lo quería como lo había hecho.

—Lo sé, yo nunca me he abierto a alguien de esta manera, pero siento como si te hubiera conocido desde siempre —sonrió ligeramente sin dejar de acariciarlo, se sentía bien ahora, como si lo hubiera tranquilizado con ese simple gesto.

Bronco se acomodó, aunque estaba mirando hacia delante, a la bolsa de Jiken. Tiró un poco de una cosa negra que salía, notando que era un pantalón de látex.

—Aunque parece ser que hay cosas que no hubiera imaginado.

Jiken sonrió de manera distinta ahora.

—¿Tenías otra imagen de mí? ¿Te molesta?

—No sé a quién podría molestarle eso —se rio —. Es sólo que no lo había pensado. No me fijo ni en mi propia ropa, la verdad.

—Pero no lo necesitas, eres atractivo así, hay algo salvaje, natural en ti —le aseguró, apartando un poco el flequillo de su frente —. Y no lo sé, pensé que tal vez me veías como a un chico débil y tímido.

—No, bueno, tal vez un poco tímido, pero no por vergüenza, por… No te gusta mucho la gente, ¿no? —se giró de cara a él para poder verlo mejor, sin preguntarse lo que pensarían los demás si lo vieran ahí dando vueltas por la cama sobre sus piernas.

—No, la mayoría de la gente me parece hipócrita, mentirosa… A veces siento que el hipócrita soy yo —sonrió con tristeza esta vez, sin apartar la mirada.

—La mayoría de la gente es hipócrita y mentirosa. Eso es la sociedad, un conjunto de normas que nos enseñan a ser hipócritas y cínicos en pro de evitar conflictos —le sujetó una mano, observando sus dedos finos, con los nudillos marcados y algunas venas sobre los tendones —. No es algo que todos podamos conseguir, y esos somos los no integrados. Por eso Ageha hace por mí… demasiadas cosas.

—¿Ageha sí puede ser hipócrita? —se rio preguntándose si se molestaría al escucharlo, en realidad le agradaba.

—Bueno, él es capaz de sonreírle a alguien que no soporta y comportarse adecuadamente, yo termino cabreándome. No es que sea hipócrita, es que sabe fingirlo muy bien… —se rio él ahora, levantándose de sus piernas despacio, y pasándose la mano por el cabello, aunque no consiguió organizárselo para nada.

—Sí, lo comprendo, Lowe también hace eso, aunque eventualmente se cabrea o se queja conmigo —lo miró a los ojos, sintiendo su mano vacía ahora que se había levantado —. Yo sólo… No lo sé, me quedo callado supongo.

—Deberías enseñarle ese don a Steiner… —se apoyó en el respaldo de medio lado, rodeándole la cintura por delante.

—No creo que pueda, además a Lowe no le gustaría, aunque diga que sí —se rio de nuevo, recostándose contra él con naturalidad. No estaba pensando en nada más en ese momento, era como si su cerebro estuviese en tregua con el mundo exterior.

—No, supongo que incomprensiblemente… no —le besó una mejilla, entrecerrando los ojos y rodeándolo mejor con los brazos —. Jiken…

—¿Sí? —le preguntó el chico, subiendo una mano y acariciando su pecho.

—Nada… —le pasó la mano por el cabello, apartado un poco el mechón blanco de delante de su frente, colocándoselo tras la oreja, aunque le gustaba más despeinado a decir verdad.

—Dímelo, puedes decirme lo que quieras —sonrió para sí, alzándose un poco para mirarlo a los ojos.

—No… —se rio suavemente, negando con la cabeza con un ligero gesto.

—Sí —insistió riéndose también y pegando más su cara contra la del moreno.

—¿Sería un insensible si… te besara? —le preguntó un poco más serio, pero porque estaba preocupado y avergonzado a la vez.

Jiken se puso un poco más serio y colocó sus labios sobre los de Bronco, besándolo con suavidad y apartándose unos centímetros luego.

—¿Eso responde a tu pregunta?

Bronco le besó los labios de forma necesitada, y le sujetó el brazo para que no lo soltara. Estaba nervioso y lo abrazó después, casi sin darle tiempo a reaccionar, aunque de todas maneras no se hubiera apartado.

Jiken cerró los ojos, buscando su lengua y sintiendo que se le aceleraba el corazón como nunca. Le sujetó la cintura con la mano que tenía libre, dejándose caer contra él por completo.

Sus labios se acariciaron unos segundos más al romperse el beso, y Bronco lo miró a los ojos mientras Jiken los abría. No sabía qué decir, sólo quería mirarlo a los ojos un poco más.

Incluso él podía escuchar los latidos de su corazón, y pensar en que estaba completamente vivo.

El chico lo miraba de igual manera, como hipnotizado por él, y sonriendo un poco, de una manera privada, sólo para Bronco.

—Siento que no puedo separarme de ti —susurró el mayor, sin apartar la mirada.

—Y yo no quiero que lo hagas, nunca he sentido algo así.

—Yo tampoco, pero… a veces tengo miedo de que… —se quedó callado, no quería decirlo.

—¿De qué tienes miedo? No estás tan seguro de que lo logre, ¿verdad? —le preguntó, una sombra cubriendo sus facciones mientras bajaba los brazos.

—No… —negó con la cabeza, sujetándolo mejor —No estoy seguro de… Soy mayor y todo eso. ¿Y si estás confundido por todo lo que ha pasado?

—Lo estoy, pero no respecto a esto. Sé lo que siento, sé… —lo miró a los ojos, casi desesperado —No me aferro a ti porque tenga miedo. Puedo hacer eso con el doctor Crawford, puedo hacer eso con Lowe, no es eso.

Bronco lo besó otra vez de la misma manera apasionada. Se ponía nervioso, no podía evitarlo.

—Eso es lo único que me da miedo.

—No tengas miedo de eso, no tomo las cosas a la ligera y… —lo miró a los ojos, sonriendo un poco nervioso —Siempre me han gustado mayores.

—Sólo tengo treinta… bueno, y uno —sonrió también, tocándole el cuello con una mano y besándolo superficialmente esta vez —. Creo que Steiner y Lowe, llevan demasiado tiempo en la cocina.

—Mayores que yo, y sí —se rio de nuevo, mirando hacia la puerta de la misma —. ¿Les decimos que pueden salir o fingimos enrollarnos?

—No, no vaya a ser que Steiner se empalme si te oye gemir, y luego Lowe se la corta… —susurró, riéndose en bajo.

—Supongo que no es buena idea… Iré a buscar un zumo, discretamente —sonrió, besándolo de nuevo, y poniéndose de pie.

Bronco se dejó caer en la cama, mirándolo y rascándose la nuca. Steiner y Lowe, por poco tuvieron que apartarse de delante de la puerta cuando la abrió.

—¿Todo bien? —preguntó Jiken, serio, aunque tenía ganas de sonreír al ver la cara que tenían los dos, sobre todo Lowe que parecía un semáforo.

—Sí, sólo bebíamos cervezas —se excusó, a pesar de que no había ni una lata a la vista —. Voy a ducharme —se excusó, tratando de escabullirse.

—Y yo con él, soy ecologista y siempre ahorro el agua —lo siguió Steiner, aunque se estaba riendo a decir verdad, y le echó una mirada a Bronco, que seguía acostado en la cama.

—Subid las bolsas… —les recomendó él, ya que los veía salir disparados sin ellas.

Lowe regresó a tomar la suya, siendo detenido por la voz de Jiken.

—Eh, ¿podemos hablar luego?

—Sí, claro —asintió, aunque subiendo de nuevo enseguida luego de haber tomado la bolsa de Steiner también.

Bronco se levantó para ir a la cocina con Jiken, y se apoyó en el marco de la puerta, alzando una ceja.

—¿Cotilleaban?

—Definitivamente —sonrió el chico, sacando dos cervezas ya que Lowe las había mencionado —. ¿Quieres una?
Bronco extendió la mano para cogerla, apoyándose a su lado después y mirándolo.

—¿Qué has estado haciendo con Don por la mañana?

—Hablando, una especie de terapia supongo —sonrió, desviando la mirada y abriendo su cerveza.

—Ya… Habló conmigo varias veces antes de que te encontrásemos… —abrió la lata y le dio un trago, mirando por el cristal de la puerta de la cocina hacia el jardín trasero —Es difícil… ocultarle cosas.

—Sí, lo es —asintió apoyándose contra el refrigerador —. Es como si supiera que le ocultas algo. Además, no me gusta mentirle.

—Supongo que no. Se nota que eres especial para él, y Lowe. Yo no lo conozco mucho, pero si Ageha está enamorado de él, tiene que ser una buena persona —movió un poco la lata, antes de beber otro trago.

—Confías mucho en Ageha, ¿verdad? —le preguntó curioso, observándolo y pensando que nunca hacía retratos, pero le gustaría dibujar a Bronco —Se ve que se preocupa por ti.

—Sí, porque soy su padre… —sonrió alzando una ceja, mirándolo. Era obvio que no era algo literal —En realidad, yo estaba loco por él, pero se lo quedó Steiner.

—¿Peleasteis por él? Digo… ese tipo de luchas, ya sabes —le preguntó bebiendo un poco de cerveza.

—No… —negó con la cabeza, mirándolo a los ojos —Yo… nunca llegué a intentarlo realmente, y Steiner y Ageha, nunca se tomaron lo suyo en serio, así que… Me mantuve al margen.

—Y ahora Steiner está con Lowe y Ageha con el doctor —finalizó el chico, mirándolo aun de esa manera —. ¿Aún te gusta?

—No —se apresuró a negar, sonriendo un poco y mirándolo a los ojos —. No tengo doble personalidad… Si me gustara todavía, no te habría dicho que te quiero, ¿no? —le preguntó serio.

—Eso creo, pero tenía que preguntar. A veces nos negamos cosas a nosotros mismos —le sonrió, ya que podía ver la sinceridad en su mirada, no estaba celoso de Ageha.

—Sí, eso hacemos… —lo miraba todavía y se acercó un poco, apoyándose a su lado —Como yo, que no quería acercarme para no ser demasiado obvio.

—Sé obvio, no tiene que haber secretos entre nosotros. No… quiero —apartó la mirada sonriendo y pensando de nuevo que era un hipócrita.

—¿Qué sucede? ¿Hay algo que no quieres decirme?

—No, bueno sí… No es importante, es sólo que no quiero que te preocupes innecesariamente, ni que me veas de otra manera, ni… No me gusta hablar de eso.

—Puedes decírmelo… —susurró, tocándole la cara para que lo mirase.

—Don ya me revisó y me dio medicina, así que no te alteres —le pidió primero, tocándole el pecho y bebiendo más cerveza para darse valor, hablando luego de manera neutra, como alejándose de su propia persona — Ese… mi torturador… él me violaba.

La verdad es que Bronco ya estaba alterado, sólo con que le pidiera que no lo estuviese, y cuando escuchó aquello, tuvo que hacer un esfuerzo para no reflejar su alteración. Le tocó la cara para que lo mirase, y negó con la cabeza.

—No va a volver a tocarte.

—No… No, ¿verdad? —le preguntó sintiendo que la voz se le hacía más débil, aunque trataba de no verse afectado.

—No, no voy a permitirlo —le aseguró, abrazándolo de nuevo, con cuidado de no tirar la lata —. Tengo que preguntarte algo… aunque no quiero que pienses en eso.

—Dime, a ti… te lo diré todo —le prometió, dejándose abrazar y ocultando la cara un poco contra su pecho.
—Vi… una camilla… ¿por qué? ¿Te ponía en una camilla? Metálica… —preguntó, apretándolo un poco al pensar en ello.

—No lo sé, estaba atado a lo que fuera, era duro y frío, pero mis ojos estaban tapados la mayor parte del tiempo.

—Vale… —tomó aire con fuerza, y se tocó los labios un momento —Es que… hay algo muy extraño, Jiken. Creo que… debería hacer una locura… —casi pensó en alto.

—No, no lo creo. Eso suena terrible —lo apretó contra sí, aun sosteniendo la lata con una mano —Dime qué te parece extraño, además de lo obvio.

—Solía ver un pájaro cuando… me comunicaba contigo, pero… hoy lo he vuelto a ver, justo antes de entrar en el edificio donde vives. Y eso, me hace pensar que… no eras tú ese “pájaro”, pero es un espíritu, lo sé —negó con la cabeza, bajando la cara y mirándolo —. Cuando estuve en tu tumba también lo vi… ¿tú lo viste?

—No, pero… escuchaba uno. Me parecía extraño que hubiera un pájaro cantando en el infierno —le confesó sin soltarlo, como si fuera a salir corriendo si se separaba de él —. Solía dibujar pájaros también, es lo único en lo que puedo pensar.

—Tengo miedo de... Puede que tú no hayas sido el primero. Sé que tú no estabas allí, no te sentí allí, Jiken. Te lo aseguro…, pero había alguien… y pienso que tal vez ese alguien intenta ayudarnos. ¿Siempre has dibujado a ese pájaro? —preguntó, sintiendo que decía locuras ahora.

—No… Bueno, he dibujado pájaros antes, pero no eran el tema principal. Fue la primera vez que caminé por el bosque, vi un pájaro muerto y… lo dibujé simplemente. Luego se volvió un tema recurrente el mismo pájaro —le explicó sorprendido, nunca se había preguntado por qué lo dibujaba, simplemente lo hacía.

—Tengo que regresar al cementerio… —apoyó la cabeza contra el refrigerador, entrecerrando los ojos.
—No sin mí, no lo permitiré —le aseguró aun mirando sus ojos a pesar de todo.

—No… no deberías ver eso —negó con la cabeza, pensando que además los otros no lo permitirían.

—No me importa, no voy a dejar que vayas solo. Además, no todo el mundo tiene la oportunidad de visitar su propia tumba —le insistió ligeramente curioso.

—Don me mata si te llevo… —insistió también, observando sus ojos —La foto en tu tumba…, está en el bolsillo de mi cazadora.

Jiken sonrió con ternura, observándolo.

—No tenemos que decírselo… ¿verdad?

—Ni siquiera quiere que salgas de la casa… ¿cómo te saco sin que te vea? ¿Y si algo sucede? No sé… —suspiró, mirándolo y sonriendo de pronto —No me mires así —le pidió riéndose.

—¿Cómo? ¿Así? —sonrió más, tocándole la cintura —No quiero que vayas solo.

—¿Y si voy con Steiner? —no podía evitar estar sonriendo, aunque se sentía arrinconado casi.

—¿Es capaz de protegerte? —le preguntó haciendo una ligera mueca con la boca —¿Podría tomarle una foto a mi tumba?

—No sé si quiero que me proteja nadie… —se rascó la mandíbula, mirándolo a los ojos —Ya tiene algunas, dile que te las enseñe. También tiene algunas de… una de esas reuniones, tal vez yo debería verlas también. A lo mejor reconozco a alguien allí —le apoyó la mano en la cabeza, mirándolo.

—Me… me gustaría verlas, sí —desvió la mirada nervioso de nuevo, pensando más bien en quien no estaría allí —. Yo quiero que te protejan, recuerda lo que sucedió antes.

—Pero no me lo esperaba, y además… estaba muy nervioso en ese momento, ahora no. Ahora estoy bien —le aseguró, bajando la mano a uno de sus hombros —. Ven, subamos a verlas —le pidió, sujetándolo de la mano.

—No te descuides o iré tras de ti. Soy capaz de cualquier cosa con tal de protegerte —le aseguró, dejándose llevar y abandonando la cerveza sobre la mesa.

—Eso no es justo, yo soy el que te protege a ti —lo cogió por encima de los hombros, sonriendo un poco.

—La vida no es justa y yo nunca sigo las reglas —le contestó el chico oliéndolo discretamente y sonriendo para sí.

—Yo… sólo cuando me conviene —movió un poco la lata en la otra mano, preguntándose si esos dos estarían presentables ya.


Parte IV
Jueves, febrero 4

En realidad, ya habían terminado de ducharse, y Steiner se estaba secando el cabello con una toalla tras cambiarse de ropa por unos jeans negros con llamas azules en la parte de abajo de la pierna derecha, semidesnudo sobre el colchón, y sentado con las piernas cruzadas.

—Churri… ¿de qué crees que quiere hablar contigo? Tal vez piensa que… no te has acercado mucho a él, ¿no?

—Supongo que lo he estado evitando, no sé cómo tratarlo. O… tal vez piensa que me puede sacar la información que no les sacó a los demás. Soy malo mintiendo —le confesó como si no fuera más que obvio, saliendo por completo del baño, ya con aquellos jeans rotos y la camiseta roja sin mangas.

—No puedes seguir evitándolo siempre… —murmuró pensativo, peinándose el cabello mojado con las manos, y echándolo hacia atrás sobre su espalda.

—No, claro que no, y no quiero hacerlo —suspiró sentándose a su lado y tomando la toalla del moreno para secarle mejor el cabello —. Me pongo nervioso, soy un pésimo amigo.

—Claro que no, eres un buen amigo, y él ya sabe de sobra que te pones nervioso, para algo es tu amigo también —inclinó un poco la cabeza a un lado, dejándose frotar el pelo —. Mira que me quieres… ¿eh? —le dijo con una sonrisilla.

—No digas tonterías, claro que te quiero… tonto —le echó la cabeza hacia delante, riéndose en bajito porque además se había puesto rojo.

—Se te nota… —se rio también, dejándose hacer y sujetándole las manos después, echándose hacia atrás contra él.

—No hagas eso, no puedo secarte así —se rio de todos modos, ahora con más libertad —. ¿No tienes nada de miedo? ¿Nunca?

—Una vez en un cuarto oscuro, cuando un tipo hormonado me dijo que le gustaban mis nalgas… —sonrió, girando un poco la cara para mirarlo de soslayo.

—Eres tonto… —suspiró rodeando su cintura con un brazo —Sólo los tontos y los locos no sienten miedo.

—Claro que tengo miedo a veces —lo miró serio, besándole la mandíbula y sujetando el brazo que lo rodeaba —, pero es algo… fugaz.

—Es igual, necesito que seas así, valiente. Yo entro en pánico con facilidad y lo odio —le explicó enrojeciendo y acomodándose contra él.

—No importa, yo estoy aquí contigo —lo besó de aquella manera, alzando el otro brazo para sujetarle la nuca, jugando con sus labios con los suyos —Hum…

—Hum… —le respondió el chico contra los labios, sonriendo luego —¿Ya vas? Acabamos de ducharnos…

—Y por eso… estás más suave y hueles muy bien —se giró despacio entre sus brazos, besándolo y sonriendo de todas formas. Lowe dejó resbalar sus brazos a las caderas del moreno, devolviéndole los besos y entrecerrando los ojos, él también olía bien.

—Me encantan estos jeans que llevas… Deberías habértelos puesto sin nada debajo —murmuró Steiner contra su cuello, apretándole las nalgas y metiendo dos dedos por uno de los rotos, alzando un poco la tela de los bóxer para rozar sus nalgas desnudas.

—No soy un nudista, ese serás tú —se quejó, pegándole en la mano no para que se detuviera, sino por meterse con él.

—Sabes que sí… —se rio, empujándolo contra el colchón y subiéndose sobre él, tirando de sus pantalones hacia abajo contra su piel húmeda.

—Es igual, ni siquiera te vestiste por completo —se rio, pasándose una mano por la frente y finalmente sacándose la camiseta.

—¿Para qué? —se inclinó y le besó el pecho, mordiéndole los pectorales y bajando la lengua por el costado derecho de su cuerpo hasta una de sus caderas. Eran fuertes, las sujetó con ambas manos, mirándolo a los ojos y besándolo salvajemente mientras terminaba de sacarle los jeans con un pie, empujando hacia abajo.

—Te amo, Steiner —le confesó de pronto, ligeramente rojo y observándolo. Se alzó un poco sobre los brazos, agitado.

—Te amo —le contestó enseguida, sujetándole la nuca y besándolo otra vez, rozando su cara contra la suya, la piel suave y bien afeitada contra su mandíbula. Mordió su cuello, lamiéndolo a la vez mientras se abría los jeans, rápidamente tomando ambos sexos en su mano.

—Hmpf —el rubio gimió con los labios cerrados, echando la cabeza hacia atrás y rodeándolo con una pierna. Necesitaba sus besos, sus caricias.

Steiner tiró de sus caderas, mojándose la mano y pasándola por su propio sexo antes de penetrarlo de pronto. Gimió roncamente, sujetándole la pierna con una mano, moviéndose contra él y volviendo a besar su cuello.

No le gustaba perder el tiempo, ni siquiera se había bajado sus propios pantalones. Se movía sobre él, apretándole el muslo y moviendo la otra mano por todo su cuerpo. Apretaba sus nalgas, arañaba su espalda y tocaba su abdomen, toqueteaba su sexo un poco y lo abandonaba de nuevo.

Lowe gruñó más que gimió a través de sus dientes, con los párpados fuertemente apretados. Se estremecía violentamente cada vez que lo tocaba y estaba apretándolo contra su cuerpo con ambas piernas ahora. Se sujetó de sus hombros, clavando las uñas en ellos a cada embestida, y arqueando la espalda.

—Lowe… —lo llamó Steiner para que lo mirase a los ojos, besándolo después y pegándose más contra su cuerpo. No sabía cómo, pero incluso se sentía mejor que la primera vez con él, era perfecto.

Bajó las manos a sus nalgas y las apretó, cerrándolas contra su sexo y separándolas de nuevo. Movió una mano y tocó su propio sexo, como asegurándose que estaba hasta el fondo dentro de su cuerpo. Sonrió de satisfacción y le lamió la garganta, estirando los brazos y apartando el pecho del suyo para sujetarse con las manos del respaldo de la cama.

Este provocaba crujidos en la madera con cada embestida de sus caderas, observaba al rubio con la cabeza algo descolgada entre sus propios brazos, y el cabello a un lado de su rostro.

Lowe estaba gimiendo de manera abandonada, aunque el color rojo no desaparecía de sus mejillas. Abrió los ojos, observándolo entre toda la excitación, y tocándole los labios con un dedo, sin poder reprimirse. Su sexo estaba pulsando con fuerza contra el abdomen del moreno y su ano succionaba tanto como podía, pero había algo más allí, una conexión más allá del cuerpo, quería fundirse con él.

—Te amo —susurró Steiner de forma jadeante, rozando su dedo y succionándolo, lamiéndolo lascivamente a pesar de cómo estaba gimiendo y jadeando. En realidad decirle a él esas dos palabras, le provocaban una gran excitación.

Se echó hacia atrás, sujetándole las caderas para ayudarlo a moverse a su ritmo. Sus ojos azules estaban observando ahora el sexo del rubio, que rebotaba contra su abdomen, completamente duro y cargado de sangre. Seguramente estaba muy caliente, como para hacerle la boca agua.

Salió de su cuerpo y tiró de sus caderas, subiéndose del revés sobre él y tomando su sexo en la boca enseguida, con los dedos penetrando sus nalgas mojadas.

—Por dios… —gimió el rubio, estremeciéndose una vez más y tomando sus caderas también, primero lamiendo el sexo de Steiner como si apenas llegara a alcanzarlo y luego metiéndoselo en la boca.

El moreno se empujó dentro enseguida, moviéndose contra su lengua y jadeando contra su sexo, por unos segundos sin ser capaz de hacer otra cosa.

Lo succionó de nuevo enseguida, en realidad sus propias caderas estaban temblando y deseó haberse quitado el maldito pantalón entonces, para poder abrir más las piernas.

Lowe estaba perdido en sus propias sensaciones, en el sabor del sexo de Steiner y en el propio calor que subía por sus piernas. Le apretó las caderas con las manos, sintiéndolas fuertes y poderosas, masajeando los músculos.

—¡Humf! —Steiner se apretó las piernas incluso, temblando un poco y tragándose su sexo hasta hacerlo pasar por su garganta, en una manera más que perfecta para acallar sus gemidos, aunque igualmente resoplaba por la nariz, hundiendo un pie en el colchón mientras de su sexo fluía el semen de forma abundante.

Dejó su sexo un segundo y se quejó del placer tan intenso, recuperándolo al momento y succionándolo hasta que culminó en su boca también.

Lowe había apretado los labios alrededor de su sexo para acallar los gemidos, tragándose todo su semen. Lo dejó salir por fin, completamente rojo y agitado aún, pasándose una mano por la frente para apartarse el flequillo y cubrirse la cara a la vez.

Steiner se movió despacio, sólo para girarse hacia arriba, y dejarse caer a su lado, agotado por el placer, moviendo los dedos por el sudor entre sus pectorales. No dejaba de mirarlo, pensando que él había hecho que tuviera ahora esa expresión de satisfacción.

—Vamos a necesitar otra ducha —se giró el rubio, abrazándose a su pecho y sonriendo ligeramente. Le daba vergüenza aún, pero estaba completamente feliz.

—Ah… mañana… —se quejó, rodeándolo también, con una pereza increíble —No me importa oler a sexo. Así puedo darle envidia a los que me olisqueen… —se rio.

—No digas tonterías, ¿ves? Nunca te mides —intentó fruncir el ceño, pero se le salió la risa en realidad.

—Claro que sí, pero no cuando estoy tan contento, no seas capullo —se rio, pegándole una nalgada y mirando sus ojos azules, moviendo la mano a su sexo y acariciándolo con suavidad —. Te quiero, más que a Lowe —le dijo, mirando hacia abajo.

—¿Ah, sí? —el rubio le dio en la parte de atrás de la cabeza —O quieres más a Lowe o no vuelves a verlo.

—Cruel… —se rio, mirándolo a los ojos de nuevo, y besándole los labios, aunque no soltaba su sexo.
—Deja eso, me vas a provocar una embolia —se quejó, ya que seguía estando sensible.

—Vale… —se rio, dejándolo y sujetándole la cintura otra vez, antes de besarlo —Tengo hambre. ¿Nos vestimos y bajamos?
—Creo que será lo mejor —asintió, sonriendo de todas maneras, y alzándose un poco.

Lo sujetó cuando se alzó, y lo tiró de nuevo sobre él, separando las piernas y sujetándolo entre ellas. Ahora era a él a quien le daba miedo perderlo, y luego decía que no tenía miedo…

—Así no puedo levantarme —se quejó, aunque abrazándolo y tocándole el cabello. Realmente estaba enamorado completamente de él.

—Lo sé… —lo dejó ir, girándose un poco en la cama, y subiéndose el pantalón con pereza, sentándose y mirando cómo se vestía, mientras se ponía él la camiseta que antes llevaba Lowe.

—Y ahora tengo que buscar otra —se quejó, aunque en realidad no sólo le hacía gracia, sino que lo hacía sentir más cercano a él. Buscó en la bolsa, una negra con rajas horizontales —. Creí que no te gustaba mi ropa.

—Me gusta cómo te queda a ti —se levantó y le dio una nalgada, sonriendo —. Quiero enseñarte cómo se luce una prenda —bromeó, ya que en realidad, sólo quería usarla porque era suya.

—¿Apretada? —le preguntó, pensando en Ageha de pronto y exhalando mientras terminaba de vestirse —Ya vamos, ¿eh?

—Depende, ¿estamos solos? Si no, prefiero que no la lleves muy apretada —frunció el ceño, aunque todavía sonreía.


*****

Don se movió por el cuarto, tras haber escuchado todo el relato de Ageha. Se sirvió una copa de una botella de brandy que tenía dentro de la cómoda, aunque no bebía mucho, pero la verdad es que le hacía falta un trago.

—¿Me das uno, por favor? —le pidió el chico de cabello rosa, aunque no era su bebida favorita, pero también necesitaba calmar sus nervios.

—Claro… —llenó el culo del vaso de nuevo, igual que para él, y se lo acercó, mirándolo y suspirando profundamente. Su ceño parecía haberse quedado fruncido irreversiblemente.

—Gracias —lo sujetó, bebiendo un trago largo y mirándolo a los ojos —. Tranquilo, no dejaremos que le suceda algo a Jiken, ni a Lowe, te lo aseguro por Steiner y Bronco. ¿Te dijo algo que debamos saber?

—No hablo de lo que mis pacientes me dicen, pero no, creo que no —se acercó a las ventanas y descorrió las cortinas, mirando afuera, pero no había ningún coche cerca, ni nada por el estilo —. Estoy tranquilo, tanto como es posible. Intento que todos os lo toméis con calma, pero la verdad es que no puedo ignorar, que las cosas no se están haciendo a mi gusto.

—¿A qué te refieres? Intentamos protegerlo tanto como podemos —se puso de pie, acercándose a él y tocándole un hombro —. No te pedía que violaras su privacidad, es sólo por si había algún peligro extra.

—Lo sé, es sólo que… no puedo llevarlo al médico. No podemos ir a la policía. Dios… esto puede arruinarnos la vida, ¿es que soy el único que lo ve? —lo miró un poco alterado, negando con la cabeza —Odio las cosas fuera de control.

—No eres el único que lo ve, pero no es una situación normal —le recordó, masajeándolo un poco en los hombros ahora, aunque seguía bebiendo con la mano libre —. Sabes que tampoco podemos hacer algo si Jiken no nos lo permite, no podemos obligarlo y tampoco quieres que acabe en la cárcel por posesión de drogas o quién sabe qué más.

—No, no quiero que acabe en la cárcel por ningún motivo… —suspiró, pensando en lo que le había contado —Jiken no puede ir a la cárcel, se lo merendarían vivo —inclinó un poco la cabeza hacia su mano, suspirando —. Créeme, las cosas son muy complicadas.

—Te creo, es más, lo sé —le aseguró, apoyándose contra su espalda y entrecerrando los ojos —. Hacemos lo mejor que podemos, tú también; y Jiken parece encontrarse mucho mejor.

—Sí, aunque creo que eso es mayormente gracias a Bronco, no a mí —sonrió un poco, moviendo una mano para tocarle la pierna —. Es que realmente no sé qué estamos haciendo, ¿esperar?

—No, mañana iremos a la universidad a esperar a ese hombre, necesitamos pruebas para poder acusarlo de algo —le contestó —, y Jiken estaba mejor luego de hablar contigo, aunque no discuto que Bronco le hace mucho bien —y él a Bronco, pensó, ya que nunca lo había visto sonreír de esa manera antes.

—Dios…, deberías haber visto… —se quedó callado y negó con la cabeza.

—¿El qué? —le preguntó serio, tocándole el cuello ahora. Comprendía aquello del privilegio entre paciente y doctor, pero no le gustaba que cargase con ello solo.

Don se giró para mirarlo a los ojos.

—Tenía hematomas por todas partes, mordiscos… incluso algún arañazo. Qué persona tan enferma… —negó con la cabeza de nuevo, apoyándose contra la ventana.

Ageha suspiró dejando el vaso sobre la mesa cercana y masajeándole los hombros con ambas manos.
—Claro que es una persona enferma. Lo que hizo en el piso de Lowe… No me sorprende que Jiken estuviera delirando.

—Entre eso y las drogas… Lo que me has contado que vio de él Bronco, que era tan grande y todo eso. Esas cosas pueden influir mucho en una persona —le sujetó la cintura con las manos, aproximándolo a él. Necesitaba un poco de tranquilidad, a solas los dos.

—Lo sé y está muy asustado, pero tiene a Bronco y te tiene a ti —sonrió un poco mirándolo a los ojos —. Y tú me tienes a mí.

—Y no sabes lo mucho que te necesito… —susurró, inclinándose para besarle los labios, y pegándolo a él más todavía. Le pasó la mano por la espalda hasta la cintura, besándole una mejilla —Cuando esto termine, vamos a tener que salir a tomar algo.

—¿Lo dudas? Tendremos una noche de juerga tú y yo —se rio, acariciándole las mejillas —, y luego regresaremos a tu casa y seguiremos…

—Eso es lo que más me gusta… —sonrió, sujetándole las nalgas y alzándolo a horcajadas para tenerlo más cerca.

—Te amo, Don —Ageha le rodeó el cuello, besándolo y mirándolo a los ojos luego. Por lo menos algo positivo había sacado de aquello.

*****

Jiken se colocó el mechón blanco detrás de la oreja, aunque parte del mismo volvió a caer hacia delante. Estaba absorto mirando la foto de su propia tumba, en cierta manera era irreal y real a la vez.

—¿No habías ido a visitarla? —preguntó Lowe interrumpiendo el silencio.

El moreno alzó la cabeza, negando.

—No desde mi funeral.

—No creo que ese hombre lo llevase a hacer un tour… —Steiner se reclinó hacia atrás, mirándolo. Era muy extraño que alguien quisiese mirar su propia tumba —¿Cómo te sientes cuando la miras?

—Extraño —lo miró a los ojos, sonriendo un poco —. Es como una experiencia fuera del cuerpo, sólo que… Más bien es como si pudieras ver al mundo entero desde afuera.

—¿Te sientes más vivo cuando la miras? —no podía evitar sentir curiosidad, y tampoco podía evitar ser periodista. Por otra parte… tampoco podía evitar ver los hematomas en la parte alta de sus brazos, y le cabreaban soberanamente.

—Algo así, no sé si diría vivo. Me siento… parte de algo —le contestó de manera casual —. ¿Puedo tener una copia?

Lowe sonrió, pensando que si quería una copia, eso era que empezaba a aceptar que no era un fantasma. Los fantasmas no guardaban fotos.

—Te las puedo pasar a tu portátil después, si quieres —Steiner se encogió de hombros, pensando que de todas formas podría ir a echar un vistazo si quería.

—¿Puedes enseñarnos las de la reunión esa? Yo también necesito verlas —le pidió Bronco.

—Espera… —Steiner las buscó, aunque no se veían muy bien —Mirad ahí, a ver si os sirven de algo.

Jiken agudizó la mirada, sintiendo que se le oprimía el pecho al verlos. Se tocó sin darse cuenta, mordiéndose el labio inferior.

—¿Reconoces a alguien? —le preguntó Lowe con cautela.

—Ese chico es nuevo —señaló al pelirrojo.

—Estaba ayudando al tipo grueso —le señaló Steiner, observando su reacción.

Bronco negó con la cabeza, mirándolos. Allí no estaba el hombre que había hecho daño a Jiken. No era ninguno de esos, era más corpulento.

—El resto ya los habías visto, ¿no? Ese hombre es el líder o algo así —Steiner lo miró fijamente, esperando un poco.

—Sí, algo así. Creo que es el que inició todo esto, se llama a sí mismo “el iluminado” —le contestó el chico, pensando en realidad que siempre le había repugnado la manera en la que sudaban las palmas de sus manos —. Creo que James lo conocía mejor que nadie.

—No he sido capaz de encontrar al James ese —le dijo Steiner, ya que lo había buscado desde que Lowe le hablase de él.

—No, James… —Jiken se tensó, mirando a Lowe por un momento y luego a Bronco. Se sujetó una mano con la otra, bajando la mirada. No podía seguir ocultándolo, ¿o sí?

—¿Qué sucede con James, Jiken? ¿Sabes algo de él? —le preguntó Lowe preocupado.

—Está desaparecido en combate. Jiken y él tuvieron una discusión, y luego de eso, ya no sabe qué sucedió con él exactamente —Bronco atajó cualquier respuesta del chico, y lo miró a los ojos, como diciéndole que con eso bastaba. De todas formas extendió el brazo y sujetó su mano, apretándola suavemente.

—Ya… —comentó Lowe sin creérselo del todo, pero no quería seguir presionando, se veía muy afectado. De todas maneras, si estaba desaparecido, o estaba muerto o había huido.

—Está muerto —comentó Jiken como si le hubiera leído la mente y sin alzar la cabeza aún —. Lo sé.
—No, no lo sabes… —Bronco lo miró fijamente —Sabes que lo dejaste aparentemente muerto, tal vez inconsciente, eso es todo.

Steiner los miraba a ambos, prefiriendo no preguntar por qué lo ocultaban, ni cómo había sucedido eso.

—Vi su cuerpo, Bronco. Lo vi, en ese lugar… —le insistió mientras Lowe se pasaba una mano por el cabello, estresado.

—¿Acaso tuvo que ver con lo que te sucedió? —le preguntó finalmente, sentándose junto a Steiner y mirándolo fijamente.

—No, no… Sólo sucedió.

—Tuvo que ver. Él te llevó allí, ¿o no? Las cosas no son tan simples como eso. Y la gente no muere tan fácilmente por un golpe, mucho menos cuando hay más personas allí para evitarlo —Bronco frunció en el ceño, siguiendo en sus trece.

—¿Y por qué lo viste allí? —preguntó Steiner.

—Él lo llevó a donde estaba —Bronco miró a su reportero.

—Pues… eso ya es un poco extraño, ¿no? —preguntó el chico.

—No si estás en el infierno —sonrió Jiken con algo de sarcasmo.

—Pero no lo estabas. Yo creo que ese hombre quería hacerte creer que lo habías matado —. Lowe se cruzó de brazos —Además, James no era tan débil, si siempre se andaba peleando…

—Y tú no eres precisamente Hulk, tío… —le dijo Steiner, mirándolo de soslayo. Apoyaba la teoría de Lowe —Eso no era el infierno, era una caseta de cazador en el bosque, con un sótano… y punto, además de un kilo de droga que te estaba haciendo flipar. Además, hemos estado investigando y… hay algo extraño. Hay cierta droga… bueno, no es que sea algo común ni del todo comprobado, pero induce a un estado catatónico. Sin embargo… si te hubieran encerrado en el ataúd, habrías muerto de asfixie. ¿No era así, Lowe? —le preguntó.

—Sí, eso mismo era, pero estás vivo y claramente no eres un vegetal. Bronco dijo que no te había sentido en la tumba, pensábamos que alguien había robado el cuerpo, pero como estás vivo… creemos que nunca estuviste allí.

—¿Y entonces quién…? —Jiken lo miró confundido, mirando hacia las fotos de nuevo. ¿Por qué alguien haría una cosa tan elaborada por él? Ni siquiera era el que sobresalía más en esas reuniones.

—Tengo que ir a esa tumba… —insistió Bronco, ahora todavía más convencido —Y si él no estaba en el ataúd… ¿A quién coño metieron? Además… ¿Quién? La ambulancia se llevó su cuerpo, ven que está muerto en el hospital, lo llevan a la funeraria, ¿no? ¿Quién coño es el dueño de la funeraria? Alguien de allí está implicado —Bronco le dio un golpe en el brazo a Steiner, y este sonrió un poco, apartándose.

—Sí, eso parece, Poirot. Pero no somos policías, y no creo que podamos… ¿Sabrá Don qué funeraria se encargó de todo?

—Sí, creo que él mismo habló con ellos en una ocasión. Me dijo que lo enterrarían con respeto, es decir… nada de traje y corbata —le sonrió un poco a Jiken, enrojeciendo, y el chico alzó una mano ligeramente.

—Gracias, me preocupaba pasar toda la eternidad con la ropa de mi funeral.

Steiner se rio sin poder evitarlo, y luego se tocó el cabello.

—Pero además el pendiente… —señaló la oreja de Bronco —estaba en ese lago, y tú lo llevabas puesto en los preparativos para el funeral. Así que… lo que sucedió en el lago fue después.

—Alguien le dio esa droga, los del hospital creyeron que estaba muerto y lo llevaron a esa funeraria. Allí… debieron mantenerlo en ese estado hasta el día del funeral, en ese momento metieron a otro cuerpo en el féretro y enterraron a quien no era. Se llevaron a Jiken, y le hicieron pasar por ese lago con el rollo de… estás atravesando el umbral de la vida y la muerte, y lo mantuvieron drogado en ese sótano varios días, haciéndole creer que estaba muerto.

—¿Crees que James esté enterrado en mi lugar? —le preguntó el chico, tocándose la oreja como si recordara algo, pensativo.

—No lo sabemos, pero no podemos acudir a las autoridades. Tendremos que desenterrar —comentó Lowe, estremeciéndose luego.

—¿Desenterrar? —Steiner lo miró alzando una ceja —Ni de coña… qué puto asco…

—Tal vez para mí no sea necesario desenterrar a nadie, pero necesito regresar al cementerio. De todas formas, no creo que sea él quien está ahí debajo —negó con la cabeza, pensando en aquel pájaro. No, él ya le había estado advirtiendo a Jiken desde antes.

—Iré contigo —se ofreció Lowe, ya que se sentía en la necesidad de hacer algo por ayudar, además de espantarse, claro está.

—Eso no me gusta —le advirtió Steiner, mirándolo y sujetando su brazo.

—Estaremos bien —Bronco lo miró, como diciendo que podía confiar en ellos —. Deberíamos ir ahora mismo, todavía es pronto.

Habían comido hacía un rato, ya que finalmente no habían podido entrar a hablar con ellos cuando lo habían decidido. Se les escuchaba ya desde afuera.

—Es mejor avisar a Don y a Ageha también —Steiner alzó una ceja. No quería ser reñido encima.

—¿Entonces puedo ir, no? —preguntó Jiken, sonriendo un poco y alzando una ceja.

—Claro que no, tú no sales de esta casa. Necesitas descansar además y comer, come —lo señaló Lowe.

—Sí, mamá —Jiken suspiró, mirando hacia la puerta en el momento en el que se abría dejando pasar a Ageha.

—No hagáis reuniones clandestinas.

—Estábamos preparando una orgía, pero no te llamé porque sé que ya no te gustan… —Steiner se rió, bromeando y estirando un brazo para que se acercase.

—Vamos a ir al cementerio, avisa a Don. Steiner ya te explicará por qué —le dijo Bronco, levantándose ya, como siempre con urgencia.

—¿Al cementerio? —les preguntó preocupado —Tú no vas, ¿eh? —señaló a Jiken, aunque en realidad estaba preocupado por todos.

—Ya establecimos eso —le contestó Lowe, vigilándolo por si se le ocurría hacer una de las suyas.

Bronco se puso la cazadora y le besó los labios a Jiken antes de salir. En parte estaba huyendo de la posibilidad de que Don pudiera detenerlos, aunque… tenía que pedirle su coche. Volvió a entrar y extendió la mano delante de Steiner.

—No, eso sí que no… —alzó una ceja, retrocediendo como si le hubieran puesto un florete en el cuello.

—Venga… suelta —movió los dedos Bronco, metiéndole prisa —. Conduce Lowe.

—Ya… me pides mi moto y a mi novio. No sé… —realmente no le gustaba, y no le gustaba pero nada la idea de los dos tan pegados.

—¿Estás de coña? —Bronco lo miró incrédulo.

—Yo también voy —se levantó Steiner.

—No cabemos los tres en la moto —se quejó Lowe, pensando que era un necio y colocando una mano sobre su pecho —. No pasa nada, volveré pronto.

—Yo pensaba añadirme y tener casi una orgía en ruedas —Ageha se rio, pensando que se le notaban los celos a Steiner. Lo sujetó por el brazo —. Quédate conmigo y vemos una película con Jiken, ¿eh?

El moreno se rascó la cabeza, pensando que le incomodaba eso de ser una excusa.

Steiner se quedó mirando a Lowe con el gesto serio y Bronco negó con la cabeza, incrédulo y bajando los escalones hecho una furia, sin coger las llaves y sin darle tiempo a pensárselo mejor.

—¡Don! —lo llamó, haciéndole levantarse de la silla en la que estaba leyendo —. ¿Puedes dejarme el coche?
—Claro… —le dijo con sospecha, sacándose las llaves del bolsillo.

—Voy al cementerio —le explicó —. Con Lowe y Jiken, hay algo que necesito saber.

—¿Con Jiken? Eso no es buena idea —le dijo serio, sujetando las llaves todavía.

—Lo es… Así verá que no ha estado allí.

—¿Qué te sucede, eh? ¿No crees en mí? —Lowe se giró mirando al moreno, mientras Jiken salía corriendo tras Bronco, preocupado de que se fuera a ir solo.
—¡Bronco!
—Oh por dios —Ageha se puso de pie también, dándole suavemente en un hombro a Steiner, antes de salir de la habitación.

—No es eso, es sólo que no quiero… —Steiner resopló por el toquecito de Ageha, y miró a Lowe a los ojos —¿Por qué me tengo que quedar?

—Porque no cabíamos los tres en la moto y ahora has cabreado a Bronco —le explicó resoplando —. Además, estaremos bien, no puedes hacerlo todo.

—Se supone que vayas conmigo, no con él… —lo miró, percatándose de que fríamente, no tenía mucho sentido ponerse así, mucho menos con Bronco —Haz lo que quieras —murmuró, sentándose en la cama.

—No te pongas así, no es como si te estuviera siendo infiel, sólo quiero ayudar a Jiken —le pidió, sentándose a su lado y tomando su mano.

—Ya lo sé… —se rio incómodo, apartándose un poco —Ya te he dicho que vayas. Olvídalo. Esto nunca ha ocurrido.

—Eres terco, ¿no? —frunció el ceño, acercándose de todas maneras y besándolo apasionadamente incluso si sentía que le ardían las mejillas —Te veré luego entonces.

—Vale… —se tiró hacia atrás en la cama, tapándose la cara con una mano y avergonzándose de haberse comportado así. Después iba a tener que pedirle disculpas, aunque probablemente Bronco iba a pasar de él. ¿Por qué demonios se celaba de esa manera? La verdad es que seguía molestándole quedarse, pero era más estúpido ir igual, además de incómodo.

—Alguien puede verlo —le decía Don a Bronco mientras tanto.

—¿Quién va a haber allí? —protestó él.

—Puedo usar un gorro si le parece. Estaré bien, ya no estoy drogado —insistía el chico que se había unido a la discusión ahora.

—Bronco, ¿estás seguro de que esto es una buena idea? —Ageha se había quedado en la puerta, escuchando. Seguía confiando en Bronco, pero también seguía pensando que se dejaba llevar fácilmente por Jiken.

—Lowe y yo estamos allí. No vamos a dejar que nada le suceda, y si alguien aparece, al menos sabremos por fin a quién nos estamos enfrentando.

—No es tan simple, podría estar armado. Había armas de fuego en ese lugar. Por favor, tened mucho cuidado —les pidió Don, pensando que de todas formas, no podía retener a unos adultos en contra de su voluntad. Sólo dar su opinión.

—Lo tendremos —le prometió Jiken, sonriendo un poco, aunque igual se sentía mal preocupándolo.

—¿No deberíais llevar algo con vosotros? Por lo menos un cuchillo de cocina —se quejó Ageha, preocupándose también.

—No… —Bronco negó con la cabeza, alzando una ceja —Si sucede algo peligroso, nos vamos y punto.

—Sí, gracias, un poco de sensatez, por favor… —le pidió Don, resoplando y mirando a Ageha, aunque por una parte… le daba un poco la risa.

—Vamos —les dijo a Lowe y a Jiken, saliendo de la casa por fin, y volviendo a pensar en Steiner mientras entraba en el coche, causándole la risa casi de inmediato.

—¿Qué sucede ahora? —le preguntó Lowe alzando una ceja y señalando a Jiken luego —Tú no haces nada, ¿eh?

—Eh, yo no tengo la culpa —se rio el moreno, pensando que le gustaba la risa de Bronco de todas maneras.

—No pasa nada, es sólo que Steiner es un crío —le dijo Bronco, cerrando la puerta del coche y pensando en su cara, todavía sonriendo un poco —. Santa paciencia… —se recomendó a sí mismo y a los presentes, mientras desaparcaba el coche.

—No es un crío —se quejó Lowe, aunque sí que lo era, pero eso le gustaba también.

—El amor —se rio Jiken de nuevo, recibiendo un empujón por parte del rubio. Así era mejor, ya volvía a ser el mismo a su alrededor.

Parte V
Jueves, febrero 4

El cementerio estaba efectivamente vacío, mientras los tres visitantes caminaban hacia aquella lápida. No se habían encontrado con nadie extraño por el camino, a pesar de que Lowe parecía caminar en estado de alerta.
Jiken miró los árboles por un momento, pensando que no se escuchaba nada, ningún sonido más que la brisa constante y suave. Casi había esperado ver a ese pájaro allí, observándolos de vuelta, pero no había absolutamente nada.

El brazo de Bronco le rodeó la cintura de pronto, mientras caminaban por las hileras de nichos hacia aquel espacio rectangular de tumbas en el suelo.

La de Jiken seguía allí, con el cristal de la fotografía roto, sobre la lápida. Todo parecía haber estado tranquilo, o al menos a primera vista. Incluso un poco de sangre de la mano de Bronco, seguía manchando la piedra gris claro.

El chico se adelantó, agachándose ante la lápida y tocando la piedra, dejando resbalar sus dedos por aquella mancha de sangre. Era perfecto, como un testimonio del amor de Bronco. Leyó su nombre y las fechas en voz alta, sonriendo un poco al recitar

—Querido hijo. Sí, claro.

—Ya sabes, queda bien poner eso… —le dijo Bronco, acuclillándose a su lado y mirándolo a él en lugar de la lápida. Necesitaba concentrarse para intentar comunicarse con quien quiera que hubiese ido a parar allí abajo, pero la verdad es que no había una certeza de que lo consiguiese en ese lugar. Los espíritus no solían apegarse al lugar donde habían sido enterrados, si no… a donde habían vivido, o donde la muerte los había alcanzado.

Lowe se giró, revisando los alrededores mientras, ya que se veía que ellos no iban a prestar atención. Hubiera querido tener un arma realmente, una Uzi por si se acercaba ese demente.

—¿Sientes algo? —le preguntó Jiken al moreno, sujetando su mano. Él no era psíquico por más que le interesasen esas cosas, pero si había podido comunicarse con Bronco antes…

—Todavía no —cerró los ojos, pero era difícil concentrarse en alguien que no sabía quién era, y teniendo en cuenta lo alerta que estaba… era extraño, pero al apoyar la mano Jiken sobre la suya, era como si los sonidos se hubieran silenciado. De pronto sólo podía escuchar su propio corazón y el del chico, y hasta eso se silenció, de semejante manera que casi asustaba.

Era un silencio horrible y espeso, un silencio que sólo podía ser muerte. No se parecía en nada a sus comunicaciones con Jiken, ni siquiera a las veces que algún espíritu le hablaba.

—Muerte, muerte —murmuró para sí, pensando que era lo único que había bajo aquella lápida. Estaba haciendo un gran esfuerzo, su cuerpo se cubría de finas gotas de un sudor frío. La brisa le alborotó el cabello, pero no lo sintió.

Lowe se sobresaltó al escuchar el sonido de un pájaro y se giró de inmediato, pero no veía nada. Sin embargo, tanto Jiken como Bronco habían alzado la mirada, ahora fija sobre la lápida.

El animal se movía sobre la piedra, desplegando las alas y raspando con sus garras.

—¿Estás ahí? —le preguntó Bronco, mirándolo y provocando que piase de forma estridente, batiendo las alas una vez más, antes de quedarse mirándolos, con la cabeza un poco girada.

Sus dos ojos eran como círculos azabache de un brillo intenso, escrutadores.

—Déjame verte… —le pidió Bronco, cerrando los ojos de nuevo. Pero como un golpe, la imagen que vio fue la de Jiken abriendo los ojos y tosiendo, sentándose en el suelo de piedra de golpe, con el cabello empapado. Él también abrió los ojos violentamente, jadeando y alzando la vista, observando el pájaro de nuevo. ¿Por qué le mostraba a Jiken cuando le pedía verlo? —¿Quién eres?

El pájaro sólo pió nuevamente, moviéndose y abriendo las alas.

Jiken tosió, escupiendo agua por un momento y sintiendo un terror intenso. Estaba viendo a aquel hombre de nuevo, sujeto de la mano de Bronco, pero era extraño. Veía el cuerpo acostado sobre la camilla, (ahora veía la camilla claramente por lo que era), pero no se sentía allí. Tenía más terror de que se girase a mirarlo, de lo que iba a hacerle en ese mundo.

Ambos escucharon los gritos que venían de la camilla, la forma en la que esta se sacudía y el metal crujía. Bronco estaba respirando de forma tan agitada que su pecho subía y bajaba rápidamente.

Apretó la mano de Jiken, pegándolo contra él para que no mirase, pero él no podía dejar de hacerlo. Miraba el cuerpo de ese hombre en busca de alguna marca, algo. En su brazo izquierdo tenía un arañazo muy profundo, terriblemente profundo, una cicatriz horrenda.

La mano del chico se soltó de pronto, y alzó el brazo, empujando débilmente al hombre, pero este se la sujetó de nuevo, golpeándolo con fuerza tomándolo por el cuello luego.

Jiken sentía un sudor frío recorrer su espina dorsal. Estaba paralizado de nuevo, sin embargo, no recordaba eso. ¿Había estado tan drogado? Claro, seguramente…

La habitación se estaba llenando de agua.

—¿Qué es esto? —preguntó Bronco, jadeando, sin poder contenerse más. Soltó a Jiken de pronto, obligándolo a salir de aquella visión, pero ante sus ojos siguió allí. Tal vez también era médium… por eso habían podido comunicarse de tal modo. Tomó su mano de nuevo y avanzó hacia ellos, el agua llegando ya a sus rodillas —Vamos, debo verlo.

—¡No! —Jiken se sujetó de su brazo, espantado, estaba sudando frío. No sabía cómo es que podía estar allí y no estar a su vez, pero sí estaba seguro de que no quería ver cómo ese hombre lo tocaba.

—¡Pues despierta! ¡Sal de aquí! —lo sujetó por los brazos, empujándolo fuera de la habitación y provocando que abriese los ojos al otro lado, donde Lowe estaba junto a él, sujetándolo.

Bronco seguía en aquel trance, con ambas manos en la lápida y gotas de sudor resbalando por su mandíbula. Miró a su alrededor, cogió una correa de cuero. Sólo era una visión, ¿qué podía suceder?

Sus manos temblaban, saltó a la espalda de aquel hombre enorme, rodeándole el cuello con la correa y apretando con todas sus fuerzas.

El hombre reaccionó, aunque hubiera pensado que no podría ni tocarlo, pero echó el brazo hacia atrás y lo sujetó del cabello. Bronco gruñó y apretó más, y más. Estaba tan sumamente sumergido en aquella pesadilla, que ya no había diferencia de la realidad. Sentía dolor, terror, aquel hombre era demasiado fuerte para él.

Se dejó caer hacia atrás como una pesada losa, gritó, su espalda crujiendo bajo él, sus costillas aplastadas. Lo asfixiaba. Quería ver su rostro, pero no podía arrancarle la máscara; si dejaba de apretar su cuello, él soltaría la correa y con esas dos manos lo iba a hacer papilla.

El chico se sacudía en la camilla, intentando soltar las correas que lo sujetaban de muñecas y tobillos, pero no podía.

Aquel gigante se levantó un poco, dejándose caer de golpe otra vez. Bronco profirió otro grito, más allá de la visión, llevándose la mano a las costillas y soltándolo. De pronto flotaba en el agua, subiendo hacia la superficie en contra de su voluntad, y sobre la misma había un cuerpo boca abajo. Se trataba de un chico joven. Nadó hacia él, abriendo la boca para gritar sin conseguirlo al ver su rostro, bajó la cabeza en aquel líquido, pero no podía ver bien a Jiken. El agua era turbia como la de un río.

Quería bajar, quería bajar y no podía hundirse de nuevo.

—¡Bronco! ¡Bronco! —lo llamó Jiken aunque se sentía ahogado, como en un ataque de asma, y Lowe continuaba sujetándolo, asustado.

Dentro de aquella visión, el chico extendió el brazo hacia él como llamándolo.

Bronco extendió el brazo, tratando de llegar a él, rozó sus dedos con las puntas de los suyos. Un esfuerzo más. Sujetó su mano y el otro lo ayudó a bajar sobre él en la camilla.

Sus ojos se miraron fijamente por unos segundos eternos, azul contra azul, casi el mismo tono exacto. Los labios del chico se abrieron, su voz distorsionada por el agua, como si más que un líquido fuese un eco a su alrededor.

—James… —susurró, aferrándose a la ropa de Bronco. No lo había confundido, era un ruego.

Bronco miró hacia la superficie, y de nuevo al chico. Le tocó la cara con la mano, para hacerle saber que iba a ayudarlo, pero luego se empujó hacia atrás con las manos en la camilla, separándose y por poco cayendo hacia atrás contra la hierba del cementerio con el impulso que se había dado.

Jadeó como si la falta de aire hubiese sido una realidad. A pesar de que se hubiera ahogado de haber estado tanto tiempo bajo el agua realmente.

—¡Bronco! ¡Bronco! —lo llamó Jiken, aterrorizado, sacudiéndolo y abrazándose a él al ver que lo miraba por fin. Estaba llorando suavemente, apretándolo.

Lowe estaba sentado al lado de los dos, mirándolos entre espantado y vigilante, no fuera a ser que los agarraran así.

—¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?

—Estoy bien… —rodeó a Jiken con los brazos, apretándolo contra su cuerpo, deseando sentir la seguridad de que todo lo que le habían dicho sobre que no era un demonio… no estaba siendo excesivamente escéptico —Pero mejor será que nos vayamos de aquí, os lo contaré en el coche. Es peligroso…

—Vamos —Lowe lo ayudó a levantarse junto con Jiken, como si estuviera herido, pues a pesar de lo que dijese, se veía pálido y cansado —. ¿Estás seguro de que puedes conducir?

—Estoy bien, sólo un poco mareado —les aseguró, caminando por su propio pie, con una necedad indiscutible. Aunque en cuanto se sentó en el sillón del automóvil, su rostro pareció aliviado, y aún esperó unos minutos antes de meter la llave en el contacto y arrancar.

*****

Ageha le entregó la taza de café a Don, sentándose a su lado, al borde del sofá y sujetando su mano mientras escuchaban aquel relato asombroso.

Jiken permanecía pegado al moreno y estaba mirando el suelo, concentrado como si hubiera algo allí que le llamase la atención urgentemente.

—Por lo menos creo que nadie nos vio —murmuró Lowe, que apretaba entre sus manos una lata de cerveza y estaba sutilmente recostado contra Steiner, que le acariciaba el cabello todo el tiempo, distraído en aquello, a pesar de que estaba escuchando lo que les contaban.

—Y entonces vi que no era él. Se trataba de otro chico, ojos azules, cabello negro, también pálido y delgado —les dijo Bronco, que había agradecido a Ageha el café con una ligera sonrisa —. Conocía a James, me pidió ayuda… y creo que era para él. O bien quiere que averigüemos algo más de él. Para mí está muy claro que… ese hombre, sea lo que sea, buscó a Jiken como sustituto de ese chico.

—Entonces debemos remontarnos bastante más atrás en la historia… —les dijo Steiner, pensando que estaban muy perdidos.

—¿Pero cómo es eso posible? ¿Cómo desapareció otro chico sin que nadie dijese nada? —preguntó Ageha mirando a Don.

—Yo me suicidé según ellos… Tal vez fue algo así —comentó Jiken con la voz baja —. ¿Puedes describírmelo en detalle? Quizás pueda dibujarlo, aunque no llegué a verlo.

—Se parecía mucho a ti… —lo miró, observando sus ojos fijamente —Por la noche lo haremos si quieres, probaremos algo juntos —susurró, sujetando su mano y acariciándola.

—Incluso podría ser un paria. Tal vez no le importaba a nadie, o era incluso de la familia de esa persona… todo eso es muy complicado. Todos los días desaparece gente y nadie da parte a nadie —dijo Don, pensativo casi.

—Pero el caso es que James debía conocerlo —Steiner los miró, bajando la mano al pecho de Lowe, acariciándoselo.

—Sí, James es la conexión con esa reunión y con ese hombre. También parecía ser el segundo al mando por lo que vimos —comentó el rubio, Jiken asintiendo.

—Lo era, nadie conoce a ese hombre en la vida “normal” —les explicó Jiken, alzando la mirada ahora —tenías que hablar con James para ir allí, y para conseguir las drogas también.

—Pero tú dijiste que ese hombre no era el que habías visto en tu visión, Bronco —señaló Ageha pensativo —. No tiene sentido, ¿estaremos siguiendo una pista falsa?

—Está claro que no se trata sólo de uno —Bronco los miró, negando con la cabeza —. Sí, uno parece ser el que… actúa, digamos, pero no trabaja solo. Sinceramente… por la forma de andar y actuar de esa… cosa, no parece muy razonable, y desde luego, no pasaría desapercibido.

Don lo miró fijamente, pensando que preferiría que no usase términos como “cosa” delante de Jiken para referirse a él, pero estaba claro que también estaba mal.

—A ti ese hombre te parece un completo perturbado. ¿No es así?

—Sí… y como… si no sintiese el dolor que le estaba causando, o el que él mismo se causaba para sacarme de encima. Era como…

—¿Un idiota tamaño industrial?

—Gracias, Steiner… —Bronco alzó una ceja, mirándolo.

—O un demonio —murmuró de manera tímida Jiken.

—No, no es un demonio, no existe eso, ¿entiendes? —lo riñó Lowe frunciendo el ceño —Es… como dijo Steiner, un idiota enfermo, muy fuerte, sí, pero es sólo un hombre.

—Efectivamente… —Don respiró con fuerza, tocándose la frente con suavidad —¿Y probablemente ese chico fue enterrado en la tumba de Jiken?

—Sí —Bronco asintió con la cabeza, echándose hacia atrás y bostezando discretamente.

—Entonces él es el pájaro —comentó Ageha bebiendo de su café y apoyándose un poco más contra el sillón —. Si se parece a Jiken, incluso les convenía más.

—Sí, me gustaría saber su nombre —sonrió Jiken, pasando una mano por el cabello de Bronco —. Debemos ayudarlo.

—Eso haremos, aunque creo que él nos está ayudando a nosotros —Lowe bebió un trago largo de cerveza, preguntándose si debían dejarlos descansar.

—Digamos que somos socios. Nos estamos ayudando unos a otros… de todas formas al final vamos a cobrar lo mismo. Nothing… —Steiner le dio una palmada en el pecho, sonriendo ligeramente. Estaba seguro de que Bronco no iba a querer publicar nada de aquello, a no ser que hablase de fenómenos en general.

—Lo que sea… —murmuró Bronco —El caso es que ayudarlo está entre mis prioridades, después de ayudar a Jiken… —hubiera mencionado comer, si no fuera porque acababan de hacerlo hacía un poco.

—Supongo que necesitas descansar —le dijo Don, que ya se había acostumbrado a que se traspusiese después —. Jiken, yo voy a estar con Ageha en mi despacho, arriba. Si quieres puedes venir con nosotros.

—¿Quieres que me quede contigo? —le preguntó a Bronco sin soltarle la mano ahora. Lo ponía nervioso separarse de él.

—Sí, pero si te aburres… —Bronco lo miró, comprensivo. Sabía que se iba a quedar dormido al final.
—Me quedaré hasta que te duermas —le sonrió el chico, recostándose contra él.

—Ven, vamos a la cocina —le pidió Lowe a Steiner, ya que sentía que debían dejarlos solos de todas maneras —. Quiero otra cerveza.

—Sí, pero subimos con ellos un rato… No quiero volver a quedarme encerrado en la cocina —le dijo alzando una ceja y levantándose con él.

—No seas tonto —lo riñó, aunque había sonreído un poco.

Bronco suspiró, descalzándose y quitándose los jeans para estirarse en la cama. Todavía tenían que subir esos dos, pero le importaba poco que lo viesen así. Don usaba la calefacción a una temperatura que le parecía ser una patata frita cuando se acostaba.

—Siempre me duermo después, no puedo evitarlo —le dijo de pronto, girándose de lado hacia él.

—Es igual, puedo comprender que estés cansado —se acostó también, abrazándolo por la cintura mientras Lowe casi tiraba la puerta de la cocina y los otros dos subían, Ageha lanzando risitas.

El cabello de Jiken se deslizó entre los dedos de Bronco mientras lo acariciaba, mirándolo a los ojos como solía. Era algo inevitable.

—Creo que eres como yo.

—¿A qué te refieres? —le preguntó, pensando que no se parecían en nada, pero sonriendo. Lo hacía sentir tranquilo.

—Médium… —apoyó la mano en su mejilla, rozándole los labios con el dedo pulgar —Por eso nos hemos comunicado tan bien siempre. Si no hubiera sido por ti, tal vez no habría logrado establecer un contacto antes.

—¿Crees que lo sea? Pero nunca antes había visto nada como esto —lo miró a los ojos.

—A veces cuesta mucho darse cuenta de que uno lo es. Puedes pasar toda tu vida sin saberlo incluso —bajó la mano a su cuello, acariciándolo y rozando el lóbulo de su oreja con dos dedos —¿Quieres probar a comunicarte conmigo ahora? Pensaré en algo, algo agradable —le dijo para que no se preocupase —, y tú… intentarás verlo.

—Bien, aunque no prometo nada. Tal vez sea él el que se comunica conmigo —le advirtió mirándolo a los ojos, aunque en realidad sí que quería poder tener ese vínculo con Bronco.

—Bueno, en realidad no importa, si me he equivocado, no pasa nada —sujetó las manos para que las apoyase en su pecho, sólo porque a él le ayudaba para concentrarse —. Cierra los ojos y… no pienses en nada —le pidió con voz suave. Por el contrario, él comenzó a pensar en cuando era un niño y jugaba con su padre a correr por la playa. Hacía tiempo que no pensaba en eso, pero era agradable, a pesar de que su padre fuera una persona ruda. Si había que calificarlo en una sola palabra.

Jiken empezó a sonreír, sintiendo la brisa en su cabello y siguiendo con la mirada a aquel niño que se veía tan feliz. ¿Realmente estaba viendo lo que pensaba Bronco o era una fantasía?

Lo dejó ver un poco más, atrayéndolo hacia aquella visión, donde el hombre rubio le tocó la cabeza con una mano, bajándosela un poco y revolviéndole el cabello.

Abrió los ojos, esperando a que hiciese lo mismo.

—Ese es el problema —le dijo sonriendo un poco —. Cuando te comunicas con alguien, o con un espíritu, puede hacerte ver cosas que no sucedieron, sólo porque están en su mente, en unos falsos recuerdos incluso. Por eso mi padre puede tocarte.

—¿Es falso? Se sintió bien —lo miró sorprendido, acomodándose contra él. Se preguntaba si podía hacer eso con otras personas o sólo con Bronco —. Me gustaría saber acerca de tu familia.

—No, era real. Salvo cuando te tocó la cabeza —sonrió un poco, rodeándolo por encima de la cintura —. Te llevaré a conocerlos algún día si quieres, soy adoptado…

—Sí me gustaría, ¿te llevas bien con ellos? ¿Alguna vez conociste a tus verdaderos padres? —le preguntó sonriendo de nuevo y pensando que debía ser agradable tener una familia de verdad. Antes le preguntaba cosas a Lowe sobre su familia, pero siempre acababa quejándose, aunque eso era un poco gracioso.

—Bueno, me llevo normal. A veces discutimos, tampoco es que seamos la familia de sonrisas y lágrimas. Nos llevamos bien —se corrigió después —. Lo que pasa es que siempre hay cosas. Y no, nunca me interesó conocer a los otros, después de todo, a ellos no les interesé yo, y no me parece justo con mis padres.

—Tienes razón, sólo quería saber —se alzó un poco, observándolo y tocándole los labios —. ¿Cómo controlas lo que haces? ¿Es algo involuntario?

—A veces… Sobre todo si vas a lugares propicios, y no hablo de cementerios. Normalmente me bloqueo por así decirlo, si dejara que todo eso se me metiera en la cabeza, me volvería loco. Así que no lo hagas, o no podrás tener una vida medianamente normal —le besó los dedos, observando sus ojos —. Suele funcionar con fingir que no te das cuenta, o pensar en otra cosa.

—Pero no me interesa tener una vida normal —se rio, negando con la cabeza y luego mirándolo más serio —. O al menos no me interesaba.

—Bueno, a mí me llega con tener una vida contigo —le dijo sincero, como si no conociese la vergüenza, o no temiese el rechazo, en la misma medida que el resto de las personas.

—¿Lo dices en serio? —le preguntó besándolo suavemente en los labios y susurrando luego contra los mismos —A mí también.

—Te quiero —susurró también, besándolo del mismo modo y observando sus ojos —. Claro que lo digo en serio.

—Bronco, quiero estar contigo. Nunca me he sentido así antes —contestó Jiken, de todas maneras no creía en ocultar esas cosas —. Tengo miedo.

—Yo también. No quería decirlo frente a los demás. Aunque creo que sí es un hombre, no es sobrenatural… sí es una… bestia —lo miró a los ojos, sujetándole la cintura con una mano —. Creo que hay que matarlo si queremos que esto termine.

—¿Eso crees? Pero… iremos a la cárcel —comentó sorprendido, pero no se escandalizaba en realidad —. ¿Cómo sabes que es humano a ciencia cierta? Si nosotros podemos hacer esto…

—Esto es una parte del cerebro que normalmente no se tiene desarrollada, sólo eso —le explicó tranquilo —. Es humano porque lo estaba ahogando y se asfixiaba. No creo que los demonios se asfixien, si es que necesitan respirar en el infierno —alzó un poco una ceja, mirándolo —. Sobre lo otro… No necesariamente, seguro que podemos decir que fue en defensa propia, pero… No lo sé, tal vez he visto demasiadas películas.

—No lo sé, tal vez tengas razón. Si… es posible… Si es como vosotros decís… merece cualquier cosa que le pueda suceder —frunció el ceño, las palabras saliendo de sus labios con un tono de odio, y bajó la mirada para que no lo viera así.

Bronco lo abrazó, pegándolo a su pecho.

—Sí, tienes razón, se lo merece todo y más. Tal vez nadie tenga que enterarse, podemos… meterlo en tu tumba, y dejarlo allí a que se pudra.

—Eso lo haría feliz, ¿no? A ese chico, el gorrión —sonrió de manera triste, distanciándose del asunto.

—Creo que quiere que encontremos al otro, pero no sé en dónde puede estar su cadáver. Creo que en el agua, pero no sé dónde —le acarició la espalda, apoyando los labios en su frente.

—El lago, o el río. No hay más cuerpos de agua cerca —le contestó tratando de pensar en si había otro, pero ninguno le venía a la mente.

—Sí, puede que esté en el lago, donde encontré el pendiente… —pensó enseguida al decirle aquello. Pero no se veía con moral para desenterrar un cadáver. ¿Qué haría con él después? ¿O tal vez quería que se lo dijesen a la policía? —No lo sé, y no sé qué quiere que hagamos con él exactamente.

—¿Darle sepultura? ¿No es eso lo que quieren los espíritus intranquilos? —le preguntó, ladeando la cabeza para acomodarse mejor contra él —Me pregunto si los otros chicos del bosque lo conocían.

—No lo sé, pero creo que probablemente sólo estaban ahí engañados —lo miró, acariciándole un brazo —. Y lo he pensado, lo de darle sepultura, pero… eso nos haría cómplices a ojos de la ley, si no lo denunciamos. La verdad es que esto es muy complicado. Pienso que quiere justicia, pero… tal vez me equivoque. Tengo la sensación de que de alguna manera… lo único que va a librarlo de él, es que ese cabrón se muera. Él se siente en su poder todavía, y no es así, porque murió… y… no alcanza a James.

—¿Por qué querría alcanzar a James? James fue quien lo llevó allí, ¿no es así? Le habrá dado la droga, como a mí —se encogió de hombros, pensando que no comprendía nada.

—No lo sé, ¿para vengarse? Con él no puedo comunicarme como contigo. Si tuviera algo suyo, o algo así… —se tumbó en la cama boca abajo, estirándose.

—Algo suyo… tenemos que averiguar quién era. Si iba a la universidad tal vez haya algún rastro de él.

—Sí, supongo que iba si conoció al tal James, pero a lo mejor lo metió él en eso… no sé… —se apoyó en un brazo, bajando la cara contra la almohada y pensando en su rostro de nuevo.

—¿Crees que fue al revés? Pero James… No lo sé, no era muy amistoso —le aseguró, aunque nunca había tenido un verdadero enfrentamiento con él hasta esa noche.

—Si sabía lo que hacía… no es como para estar muy feliz, y si no, de todas formas no creo que nadie cuya vida sea perfecta, se dedique a ir a esas reuniones —giró la cara para mirarlo, pensando en él para comenzar.

—No, supongo que no. Bueno… creo que algunos iban por jugar —sonrió con los ojos entrecerrados —. Me cabreaban.

—Supongo, siempre nos cabreamos cuando estamos jodidos y los demás no —levantó el brazo y lo aproximó más a él, observándolo y dibujando la línea de su columna con un dedo —. ¿Eres consciente de… lo guapo que eres? Creo que no —se rio.

—¿Soy guapo? Es suficiente si lo soy para ti —se rio, alzando la mirada un poco —¿Y tú? ¿Eres consciente de lo guapo que eres?

—Yo soy normal…, ni siquiera me peino, y sólo me afeito cuando me acuerdo —se rio también, girándose de lado hacia él —. Y no ligo nada además, la verdad.

—No, tienes una belleza salvaje, quiero dibujarte, ¿sabes? —sonrió, rozándole los pómulos con las puntas de los dedos.

—Si quieres… —entrecerró un poco los ojos, pensando que le daría vergüenza. Acababa de recordar que le había dicho que podría dibujar a ese otro chico.

—Lo haré, eres fascinante. Hay algo especial en ti —le aseguró preguntándose si sólo él podía verlo —. Cuando te conocí y creí que te había creado en mi mente… También pensaba que eras demasiado perfecto para ser verdad.

—No… —se rio —No soy nada perfecto, la verdad es que soy solitario, desorganizado, mi casa parece una pocilga, nunca guardo la ropa en los armarios… y fumo cuando estoy estresado. Se me olvida mencionar, que Ageha siempre tiene que llevarme al gimnasio a rastras y yo a él.

—Eres inteligente, cariñoso, protector, descuidadamente atractivo y realmente te preocupas por los demás. No eres nada hipócrita —lo contradijo sonriendo y colocando la cabeza sobre su pecho.

—Si así es como tú me ves… no voy a decirte más —sonrió un poco, acariciándole una mejilla —. Todo esto acabará algún día.

—Espero que tengas razón —contestó con la voz ligeramente temblorosa, dejándose acariciar y entrecerrando los ojos. Le gustaba escuchar su corazón.

—¿Sabes? Creo que podrías dibujarlo si… te dejo verlo, en mis recuerdos, pero… tal vez no sea muy exacto, puede estar un poco desvirtuado por mi forma de verlo.

—No importa, es lo mejor que tenemos, pero lo haremos luego cuando hayas descansado —le pidió por si acaso, acariciando su pecho.

—Pero es importante —se quejó, rozándole el hombro con la mano, tocando una herida allí. Alzó la mirada, notando que era la marca de un mordisco. Bajó la cabeza de nuevo, tratando de no fruncir el ceño.

—¿Puedes hacerlo ahora entonces? ¿No te costará? —le preguntó sin notar lo que hacía, entrecerrando los ojos.

—No…, sólo es un recuerdo, como lo otro —cerró los ojos, intentando concentrarse sólo en el instante en el que había estado justo encima de él, observando su rostro.

Jiken también cerró los ojos por completo, abriendo la mano sobre el pecho del moreno. Sintió aquella angustia de nuevo, el terror, pero se forzó a mirar al chico a la cara. No era real, sólo era un recuerdo.

—¿Lo has visto? —preguntó Bronco instantes después, abriendo los ojos para mirar a Jiken.

—Sí —asintió abriendo los ojos para mirarlo también —. Sí, lo vi.

—Se parece a ti, ¿o no?

—Sí, se parece a mí. Es como… si hubiera podido ser yo —contestó arrugando un poco el ceño para no sentirse débil.

—Pero no eres tú, tú estás aquí conmigo, a salvo. Tú dibújalo, intentaremos encontrarlo así.

—Sí, eso haré. Tenemos que sacarlo de ese infierno —casi le rogó, preguntándose si ese chico todavía estaría sufriendo como él había creído que seguiría por el resto de su vida. Besó profundamente a Bronco, antes de levantarse para ir a buscar su libreta y sus lápices.

El moreno se sentó sorprendido, siguiéndolo con la mirada, pero volvió a acostarse al ver que regresaba a sentarse en la cama, y se giró de lado, pegándose a él y apoyando una mano en su pierna para asegurarse de que no se iba.

—Debo hacerlo mientras esté fresco en mi mente u olvidaré los detalles —le explicó acariciándole el cabello antes de comenzar.

—Vale —sonrió un poco, pensando que iba a verlo dibujar, aunque seguramente no por mucho tiempo, porque seguro que se dormía.

Jiken movía la mano con fluidez. Luego de tanto tiempo sin dibujar, había estado preocupado de no poder hacerlo bien, pero no había perdido la técnica. En realidad, se sentía increíblemente bien el poder hacerlo de nuevo, como si se estuviera liberando por dentro.

Parte VI
Jueves, febrero 4

Steiner y Lowe habían subido unas cervezas para los otros dos, y habían estado bebiendo un poco y comiendo algo mientras charlaban, cada vez que podían, de cosas que no tuvieran en nada que ver con lo que les preocupaba. Aunque aquello venía una y otra vez a la boca y mente de todos.

De todas formas, Ageha y Steiner, eran los mejores desviando el tema.

—Y si luego me voy con Lowe de vacaciones, puedes venir con nosotros. Sin Don, claro, que hace mucho jaleo.

—Steiner, ¿crees que puedes hacerme sentir amenazado? —le preguntó él, con una sonrisa abierta, a la par que asesina.

—Estoy seguro de que adversarios más temibles lo han intentado, pero no, además no quiero que Lowe me mate y me entierre en una de esas playas —se rio Ageha, alzando la lata de cerveza.

—No, la playa es algo demasiado riesgoso —contestó el rubio, bebiendo cerveza y sonriendo para sí.

—Seguro que me mata a mí más bien… —se rio Steiner, besando al rubio como si le hubiera dicho un piropo. Pero la verdad es que le hacía sentir muy bien que fuera “duro” con él en ese sentido. Se sentía querido.

—No sé si no ir a ver… Me preocupa que no suba porque se cohíba… —murmuró Don, mirando hacia la puerta.

—Yo no bajaría, no sé… Bronco está en calzoncillos —le hizo saber Steiner, aunque le daba la risa.

—No me afecta...

—¿Te afecta si voy a buscarlo yo? —preguntó Ageha bromeando por ver si se celaba y escuchando que llamaban a la puerta.

—Pues no, porque no creo su visión en ropa interior, supere la visión de mi cuerpo desnudo —le dijo levantándose y bromeando con la mano apoyada en el pecho, provocando que Steiner le silbase.

Abrió la puerta todavía sonriendo, y dejó pasar a Jiken, aliviado de que hubiese subido.

—Lo dibujé… —anunció sujetando la libreta contra su cuerpo y sentándose en una de las sillas.

—¿Quieres una cerveza? —le ofreció Lowe, levantándose un poco para ir a buscarla.

—No, quédate tranquilo —le sonrió el chico, mirando luego a Don y abriendo la libreta sobre la mesita.

El rostro del sicólogo, pasó de la sonrisa a la seriedad más absoluta, y aunque los demás estaban mirando, levantó el cuaderno de dibujo y se quedó mirando aquel rostro.

—¿Cómo sabes que es así? Tú no lo viste…

—Lo vi en la mente de Bronco. Parece… que puedo hacer eso ahora —sonrió un poco mientras Lowe lo miraba como alucinado, preguntándose luego si podría leer lo que estaba pensando.

—Entonces, ¿tienes habilidades de médium? —le preguntó Ageha, interesado y acercándose un poco para ver el dibujo mejor.

—Es eso o… Sí, supongo que sí las tengo.

—Su nombre es Pardal —les dijo Don, provocando que lo mirasen —. Supuestamente dejó los estudios y regresó a casa. No era de aquí, como la mayoría de los estudiantes, y… parecía mucho mejor los últimos días —se sentó, sujetando la libreta todavía. ¿Cómo era posible? No podía expresar lo inútil que se sentía —. No tenía familia, no realmente, por eso si ha desaparecido… Tal vez… no le haya importado a nadie.

Echó la cabeza hacia atrás, contra el respaldo del sillón.

—¿Lo conocía? —le preguntó Lowe boquiabierto, ese día estaba lleno de sorpresas.

—No sólo eso, era su paciente —comentó Jiken, observando el rostro del chico nuevamente. Lo decía por aquello de que estaba mejor los últimos días.

—¿Puedes decirnos algo sobre él que no viole la confidencialidad? —le preguntó Ageha, mirando a Don a los ojos y comprendiendo muy bien lo que veía en ellos.

—Supongo que eso ya no le importará mucho… Tendría que ir a buscar a la oficina en la universidad su ficha, pero supuestamente tengo a unos familiares en casa y no estoy trabajando...

—Yo puedo cogerla si me dejas las llaves —le aseguró Steiner.

—Tengo la impresión de que no es la primera vez que lo haces… —alzó una ceja, mirándolo —Sí, te la dejaré después. Hay una foto además, puede que nos sirva.

No tengo mucho que decir. Estaba deprimido, no había tenido una buena infancia, y las cosas no iban mejor aquí. Vino para estudiar medicina, pero… luego se dio cuenta de que había dejado allí demasiado, y quería volver.

—Así que asumiste que se había marchado por fin —resumió Ageha, preguntándole luego —¿Tenía alguna relación con alguien de por aquí? ¿Amistades, novia...?

—¿Le habló de James? —añadió Jiken sin apartar la mirada del dibujo como si de esa manera pudiera hablar directamente con el chico.

—Bueno, no es que lo asumiera. Él me dijo que iba a irse, así que… tampoco es que fuéramos tan próximos como para ir a sacudir el pañuelo en la estación… —se tocó la sien, pensando que había cometido bastantes veces antes el error de temer involucrarse demasiado. Miró a Jiken ahora, y negó con la cabeza —No, pero me habló de un amigo que tenía allí, puede que se tratase de él. Tal vez vino a buscarlo, y acabó metido en donde no debía.

—Sí, tal vez era él —asintió Jiken, preguntándose qué habría pensado ese chico, qué habría sentido, quién era antes de que le sucediera aquello. Se sentía como si fuera su sombra, una realidad alternativa.

—¿Qué hacemos con esa información? Ahora que sabemos quién es… —Lowe los miró, deseando poder llegar a la acción rápido, aunque en realidad era porque quería que aquello se acabase.

—Pues… averiguamos qué le sucedió. Si podemos probar lo de ese chico, es posible que podamos llamar a las autoridades —contestó Ageha, tocándose la quijada por un momento.

—Eso me gustaría mucho… —le dijo Don, mirándolo un momento, y agradeciendo que lo apoyase alguien en eso al fin.

—Mañana me cuelo en tu oficina y busco los archivos, después… me las apaño para ir a los archivos del centro y averiguar en dónde vivía James. Me colaré en su piso o lo que sea, a ver si sirve de algo. Tiene que servir —les dijo Steiner, mirando luego a Lowe.

—Te acompañaré —le aseguró el rubio mirándolo serio.

—En todo caso, también está desaparecido. Luego podemos decir que era un amigo y sólo tratábamos de contactarlo —los excusó Ageha, acostumbrado como estaba a la manera de hacer las cosas que tenía Steiner.

—No podemos decir que era un amigo porque no tenemos pruebas ni base alguna, además, eso solo ensuciaría la verdad. Hagamos esto, pero en cuanto averigüemos qué ha sucedido para poder proteger a Jiken, se lo diremos a la policía, todo. Eso quiere decir, todo. O lo que nos aconseje nuestro abogado —se corrigió después, mirando a Jiken.

—¿Tenemos un abogado? —le sonrió Jiken, pensando en lo que había estado hablando con Bronco, eso no podía decírselo a ellos.

—Tendremos, como sea, ¿no? —preguntó Lowe, frunciendo el ceño y de pronto deseando pegarle una colleja por dudar.

—Todo el mundo tiene un abogado de oficio al menos, Jiken —medio lo riñó Don, aunque sonrió un poco.

—Sea como sea… Me pregunto si las cosas van a salir tan bien y limpitas… —les dijo Steiner, que ya estaba activado pensando en mañana —Voy a buscar unas pizzas para cenar.

—Con alcachofas —pidió Ageha, alzando un dedo y añadiendo luego —. Todo saldrá bien. Si podemos probar los crímenes, el caso de Jiken será comprendido.

—Claro, nadie lo culparía, además, no ha hecho nada realmente —se quejó Lowe frunciendo el ceño.

—Ven conmigo, alcachofa… —le pidió Steiner a Ageha, ya que quería dejar a Lowe solo, para que hablase con Jiken si quería.

—Sólo porque soy sabrosa —se rio el chico, poniéndose de pie y besando a Don antes de salir, sujeto del brazo de Steiner como si fuera lo más natural del mundo.

—Te quiero —le dijo el moreno a Lowe desde el pasillo, riéndose porque sabía que iba a avergonzarlo.

Don se levantó, moviendo un poco la cabeza y estallando las vértebras del cuello.

—Aprovecharé para revisar que no haya guardado algo por aquí —casi habló para sí, mirando en los armarios.

Mientras tanto, Jiken se le acercó a Lowe, sonriendo un poco.

—¿Sigues nervioso?

—¿Nervioso? ¿Por qué? —le preguntó el rubio incómodo, sonrojándose y mirando para otro lado.

—Por lo que me sucedió. Oye, mírame —se quejó, dándole en una pierna para molestarlo —. Me da igual cómo te comportes, además escuché tus diarios.

—¿Todos? —le preguntó mirándolo directamente ahora sí y sintiendo que se le iba a quemar la cara.

Jiken se rio, negando con la cabeza, aunque se había sentido tentado de decirle que sí.

—Sólo aquellos en los que te cabreabas conmigo.

—Lo… lo siento —el rubio bajó la cabeza, suspirando y haciendo un gesto con la boca. Suponía que no había sido muy justo, nada de eso era culpa de Jiken realmente.

—No lo sientas. No serías tú si no te hubieras cabreado, así que relájate tanto como puedas —le pidió, pasándose una mano por el cabello —, Sigo confundido, pero… creo que no he perdido el sentido del humor del todo. Por ejemplo… no me dejaste decirlo antes, pero Steiner sí que se parece a ese actor…

—¡No lo digas! —le gritó el rubio, cubriéndole la boca y retirando la mano, rojo después, haciendo que Jiken se riera.

—Pero se parece —insistió, sintiéndose mucho mejor de que lo tratara así. No soportaba esa muralla que parecía haberse formado entre ellos, no quería perder a su mejor amigo.

—Espero que no sea de una película porno… —murmuró Don, como recordándoles que seguía allí, por más que estuviese mirando los archivos. En realidad le hacía gracia, no le molestaba para nada, pero no quería inmiscuirse —Os dejaré solos.

—Gracias, estaré bien —le sonrió Jiken, aunque Lowe parecía querer esconderse debajo de la silla, porque precisamente se estaban refiriendo a un actor porno.

—Vale, estaré en mi cuarto si queréis algo —les dijo, llevándose unos archivadores apretados bajo el brazo.

—Idiota, no digas esas cosas —lo empujó Lowe cuando estuvieron solos, susurrando como si el psicólogo fuera a quedarse escuchando detrás de la puerta.

Jiken se rio de nuevo, empujándolo de vuelta.

—¿Por qué no? Es la verdad, admítelo… Ya lo habías pensado, ¿no? —lo miró por un momento, acercándose —No mientas…

Lowe frunció el ceño, pensando que era el mismo de siempre y sonriendo finalmente.

—Vale, sí, pero no se lo digas o no podré dormir en toda la noche —se rio sin poder evitarlo, acompañando al moreno que ya lo hacía. Por unos minutos podían fingir que nada malo había sucedido.

*****

Jiken se había duchado, por primera vez tomándose su tiempo y obligándose a relajarse. Ahora estaba vestido con su ropa, lo cual lo hacía sentir mucho más seguro de sí mismo y se había ido a sentar junto a Bronco, dibujando mientras el moreno dormía. La noche había llegado casi sin avisar, por lo menos para el chico que no levantaba los ojos del papel desde hacía un buen rato, si no era para mirar al moreno, que movió la mano despacio, tras haberse pasado horas durmiendo.

Le sujetó el muslo otra vez, moviéndose un poco como si hubiera quedado satisfecho de que no se hubiese marchado, inconsciente de que ya era de noche, e incluso habían cenado sin que él se despertase.

—No tienes que levantarte si aún estás cansado —sonrió Jiken, observándolo y soltando el lápiz por fin para acercarse más.

—No estoy cansado —murmuró frunciendo el ceño y entreabriendo los ojos, frotándose la cara con la mano antes de sentarse. Se frotó el cabello, revolviéndoselo mientras pensaba que no entraba luz por las ventanas y obviamente ya era tarde. Miró el reloj en su muñeca y luego a Jiken —. Odio eso…

—¿Qué odias? ¿El quedarte dormido? Lo necesitabas… ¿Tienes hambre? —le preguntó, acariciando su brazo y alzándose un poco.

—Quedarme dormido, sí —se apoyó la mano en el estómago, pensando por un momento —. Iré a buscar algo a la cocina.

—Te acompaño —se levantó del todo, decidiendo beber una cerveza ya que ahora sí se sentía con ánimos, aunque no le gustaba mucho la marca que siempre compraba Lowe —. ¿Descansaste bien?

—Sí… bueno, suelo quedarme tan dormido que ni me acuerdo de si he soñado o no —le confesó, abriendo la caja de pizza que había sobre la encimera, con una notita de Ageha que ponía: “come, Bronco”. Olió un trozo antes de méteselo en la boca, aunque ya estaba frío, pero le daba igual.

—Te la calentaré —sonrió Jiken, tomando el resto de los trozos para meterlos en el horno. Le daba la risa en realidad —. Estuve dibujando, me hacía falta.

—¿Puedo verlos? Cuando no tenga comida en las manos, claro —se apoyó en la encimera, mirándolo y cogiendo su cerveza para darle un trago.

—Por supuesto —le aseguró, asintiendo y reclamando la cerveza, no porque no quisiera buscar otra, sino porque quería beber de la misma que él.

Bronco paró el microondas y sacó la pizza, enrollando un trozo antes de comérselo. Podría decirse que no era muy fino, pero así no se manchaba.

—La pizza debería tener tapadera, ¿sabes lo que digo? Como si fuera una empanadilla…

—Creo que los calzone son así. ¿Los has probado? —le preguntó sonriendo un poco, ahora no podía evitarlo —Te gustarían.

—No, no sé ni qué son, pero suena a calzoncillos… —se rio, así no se veía muy apetecible. Cogió otro trozo y se lo metió en la boca, mirando a Jiken mientras comía. Le gustaba la ropa que llevaba puesta, además se veía más adulto y menos… desvalido.

—Es algo así como un emparedado de pizza, ahora mismo no recuerdo qué lleva, pero… iremos a comerlos cuando esto termine —comentó casi sin darse cuenta y comprendiendo después que estaba empezando a tener esperanzas.

—Vale… —sonrió un poco por lo mismo, acercándose a él y apoyándose en la encimera a su lado —No me voy a ir.

—¿No te vas a ir? ¿Piensas quedarte aquí? ¿Qué pasará con la revista? —le preguntó, aunque esperanzado. De todos modos se hubiera ido con él, pero aquí podía seguir sus estudios sin problemas.

—Alquilaré un piso aquí y me mudaré… De todas formas, no tengo ganas de que Ageha me pida la liquidación —sonrió un poco, pensando que era imprescindible para él por muchos motivos —. Y quiero estar contigo. Incluso si algún día cambias de opinión.

—No lo haré, aunque me gustaría viajar en el futuro. ¿Tomas vacaciones? —se rio, seguro de que estaba diciendo locuras. Menos mal que no era celoso, o se habría molestado porque estuviese pensando en Ageha.

—Soy el jefe… nunca tenemos vacaciones realmente —se encogió de hombros, sonriendo un poco —. Más o menos, a veces, como en esta ocasión, rellenamos la revista con artículos ya preparados para poder pasar el resto del mes un poco… sabático.

—Lo sospechaba —bebió más de su cerveza, mirando hacia la puerta, pero todos parecían estar ocupados —. ¿Sales de noche?

—Alguna vez, si me arrastran más que nada. No tengo mucho estilo… aunque no es como que no me divierta después —sonrió un poco, pensando que de todas formas era difícil aburrirse con Steiner y Ageha. Salvo cuando terminaban en el cuarto oscuro…

—El estilo no importa, lo que piensen los demás no importa, sino cómo lo pasas tú —le sonrió, pasándole un dedo por la comisura de los labios —. También me gusta dar paseos por lugares solitarios.

—Eso me gusta más, aunque suelo darlos solo, claro… —se miró las piernas, pensando que no debía andar por una casa ajena en calzoncillos —Volvamos al salón, no sea que baje Steiner y se excite con mis muslos —bromeó, caminando hacia allí y rascándose el abdomen distraídamente. Se preguntaba dónde estaban los demás, o si es que ya se habían ido a dormir.

—¿Yo no te preocupo? —le preguntó lanzando la lata vacía al basurero antes de seguirlo. Lo cierto es que siempre había querido compartir esos paseos con alguien, pero Lowe sólo se espantaría y no comprendería nada.

—No… hasta ahora —se rio, aunque le había hecho enrojecer un poco. Se sentó en la cama de nuevo, apoyando la espalda contra el respaldo del sofá —. ¿Por dónde paseas?

—Por el bosque, quería recorrerlo todo, hasta conocerlo por completo, hasta poder caminar con los ojos cerrados por él —le confesó, sentándose a su lado y retomando su libreta.

—Eso es casi imposible, porque los bosques están vivos y cambian continuamente —extendió la mano para que le dejase ver el cuaderno, aunque desde luego, él de técnica no sabía nada.

—Y es por eso que me resulta tan seductor —sonrió abriendo la libreta y mostrándole una imagen del bosque precisamente, los árboles oscuros enrevesados con sus ramas formando un arco, como si en realidad fuesen un sólo organismo viviente. Había una figura oscura en el centro, sólo se veía su silueta y estaba inclinado sobre sí mismo.

En realidad todo tenía un aire muy tétrico y misterioso, pero era sencillo viajar por sus dibujos y sentirlos vivos. No era una ilustración, era un trozo de imaginación plasmada en un folio. Uno podía pasarse horas mirando un dibujo como ese, sólo para poner atención a los detalles y percatarse de que algo se le había pasado por alto.

—Me encanta, es increíble…

—¿En serio? Sólo me dejo llevar —le explicó algo cohibido porque alabase su dibujo y pasando la página luego —Esto… —el próximo era el de un chico, de rodillas frente a un lago, estaba buscando en las aguas del mismo, pero lo que se veía en su reflejo era la cabeza de un pájaro, mirándolo de vuelta. Tenía a esa misma ave tatuada en la parte superior derecha de la espalda, con las alas extendidas. De alguna manera aquel tatuaje parecía estarse desprendiendo de él, levantándose de su piel.

Bronco lo miró, y después al chico, observando sus ojos.

—¿Te sientes muy identificado con él, verdad?

—Sí, sigo pensando que él vivió lo que hubiera sido mi futuro de no haberte conocido —asintió, pasando las puntas de los dedos por la página.

—Tal vez…, por eso no vamos a dejar que caiga en el olvido. Espero que te hagas famoso y puedas hacer que todo el mundo vea estos dibujos —observó de nuevo el carboncillo, sintiendo dolor en realidad, claro que no era el suyo por completo.

—Gracias —sonrió con tristeza, aunque lo decía en serio —. Verán el tuyo también —le comentó luego para aligerar las cosas.

—Pues espero que eso les haga comprar más mi revista. Te haré un reportaje —dijo mirándolo, y pensando que no quería incluir su foto. Demasiado guapo.

—¿Un reportaje? Pero tu revista es acerca de hechos insólitos… —lo miró sorprendido y apoyándose contra uno de sus hombros.

—Bueno, pero hemos hablado de pintores y genios… Cosas por el estilo antes. No lo haría si dibujases prados llenos de flores o caballos —le aseguró, entregándole el cuaderno, no fuera a ser que él hiciera sin querer alguna desgracia.

—He dibujado unicornios, ¿es aceptable? —se rio, enrojeciendo ligeramente y cerrándolo, besando a Bronco en la mejilla luego.

—Los unicornios sí pasan la prueba —se rio suavemente, moviendo el brazo para rodearle la cintura —. ¿Los demás ya están durmiendo?

—Creo que sí, o por lo menos están en sus habitaciones —miró hacia arriba como si pudiera asegurarse de esa manera.

—Sí, bueno… prefiero no saber lo que sea que hagan dentro de ellas… —le aseguró, aunque a veces había pensado que sería bueno leer mentes sólo cuando a uno le apeteciera. Aunque probablemente eso acababa siendo peor que malo.

—¿Estás seguro? ¿No sientes curiosidad a veces? —se rio, acariciándole el pecho y recostándose casi contra él.

—No, créeme, puedo imaginar a Steiner acosando a Lowe todo el tiempo… y a Ageha trepado encima de Don, básicamente la misma cantidad de rato —se rio también, acariciándole un brazo y metiendo la mano por la manga de la camiseta para tocar por dentro su espalda.

—Para mí es un poco gracioso, aunque no estoy acostumbrado a ver al doctor en esa situación —le contestó, estirándose al sentir sus caricias.

—Supongo que no… Yo lo conocí ya bajo el influjo de Ageha —bromeó, pensando que tal y como se encontraba en ese momento, tampoco había puesto demasiada atención para ser sinceros —. Steiner fue a hablar con él primero, pero no quiso decirle nada. Es muy protector, sólo lo convencimos con el dibujo que hiciste en mi casa… y un poco con las nalgas de Ageha supongo —le dijo riéndose.

Jiken se rio también, meneando la cabeza.

—Menos mal que hice ese dibujo entonces… No solía creer en nada de esto, ¿eh?

—Yo nunca había visto nada como esto —alzó una ceja, mirándolo —. Dos médiums hablando sin conocerse de nada, viajes astrales a la vez… y un espíritu que se comunica con ambos. Por lo menos no vamos a gastar mucho en móvil.

—Pero yo no podía hacerlo antes, es posible que lo pierda cuando todo esto termine —le devolvió la mirada. Lo cierto es que no quería perder esa habilidad ahora —. ¿Crees en el destino?

—Sí… No creo en la causalidad —le aseguró, tocando con las puntas de los dedos una marca en su espalda, como si no se diera cuenta de lo que hacía.

—Entonces, incluso esto tendría sentido —bajó la mirada, estremeciéndose ligeramente.

—Puede que sí… —apartó la mano y la apoyó en su hombro, moviéndolo un poco para que lo mirase a los ojos. No es que quisiera decirle nada exactamente, pero a veces sentía que se comunicaban de esa forma.

Jiken alzó la mirada de nuevo, sonriendo nuevamente y hallando tranquilidad en sus ojos. Era como un bálsamo para su corazón.

—Ven… —le pidió sin dejar de mirarlo, sujetándole la cintura para que se sentase en sus piernas a horcajadas. Quería abrazarlo.

El chico se colocó como le indicaba, dejando caer los brazos con suavidad alrededor de su cuello.
—Te amo —susurró sintiendo que esas palabras no eran suficientes.

Bronco sonrió, aunque le hubiera gustado ser un poco menos obvio, pero no es que se le diera bien disimular.

—Y yo a ti —le contestó antes de besarlo, rodeándole la cintura con suavidad, aunque finalmente lo estrechó con fuerza contra su cuerpo. La verdad es que no quería embalarse, estaban en una cama, y ese era un hecho imposible de ignorar, pero con todo lo que había sucedido, y a pesar de que no quería estar pensando en eso, le costaba enfocarse por momentos.

—Lo sé —volvió a susurrar el chico, que sentía que hablar en voz alta ahora era un sacrilegio, no quería romper el momento. Tenía el corazón ligeramente acelerado y estaba pensando en lo bien que olía Bronco, natural, masculino.

Él se apartó un poco, y lo miró a los ojos otra vez, besándole una mejilla y acariciándose contra ella con los ojos cerrados. Se inclinó y le dio un beso en el cuello, esperando allí y oliendo su piel de forma intensa, sin reparar en si era o no extraño, pero Jiken bajó las manos, entrecerrando los ojos y metiéndolas por debajo de la camiseta del moreno, tocando su piel.

—No tienes que hacer nada… —le dijo por si acaso, aunque no apartaba la cara de la piel de su cuello. Era muy suave y blanca. Tenía una marca morada casi en la nuca, y apoyó los labios encima.

—Lo sé, por eso puedo hacerlo —le contestó de la misma manera. Tenía miedo de mostrarle su cuerpo y tenía miedo de volver a recordar esas cosas, pero quería sentir a Bronco. No era justo que le robasen eso también.

Las manos de él subieron por sus costados, sacándole la camiseta despacio, apartándose un poco para mirarlo a los ojos y asegurarse de que no se sentía presionado. Aunque no mirase hacia allí todavía, podía ver las marcas, y posiblemente al tocarlas, pudiese sentir el dolor infringido con ellas y el miedo. No podía borrar eso.

La respiración de Jiken era acompasada, pero sólo porque se estaba esforzando en sentir a Bronco solamente, en no pensar en nada más. Lo miró con el cabello alborotado, serio, preguntándose si lo que le inspiraba era lástima.

—Si me paso, dímelo —le pidió Bronco, que bajó la cabeza para besarle las clavículas, y lo alzó un poco para que se arrodillase y acariciarse contra su pecho. Jiken estaba muy delgado, se le notaban las costillas y apenas estaba marcado por los músculos. Le sujetó la cintura con las manos, sintiéndolo frágil. Quería hacerlo sentir bien, pero viendo aquellas marcas, se preguntaba si era posible. Deslizó la lengua por ellas en su pecho, lamiéndolas como si pudiese curarlas con eso.

—Ah —Jiken gimió quedamente, manteniendo los ojos abiertos para prever cualquier cosa negativa y le alborotó el cabello a Bronco, estremeciéndose de nuevo al sentir cómo lo lamía. Era muy distinto, lo trataba como si se fuera a romper, como si fuera algo precioso; no había punto de comparación.

Seguía lamiendo su pecho, y su expresión ya no se veía tan calmada. Sus mejillas habían enrojecido por la excitación, y sus manos se sujetaban al cuerpo del chico con más fuerza.

Bajó los dedos por encima del pantalón de látex, el calor de su piel traspasaba el material negro y brillante. Apretó sus nalgas con las manos, sin hacer mucha fuerza porque en realidad no sabía si iba a hacerle daño o asustarlo. Tuvo que alzar la mirada para comprobar si todo iba bien, y se sacó la camiseta igual que él, aunque ahora ya nada podía ocultar lo erguido de su sexo bajo la ropa interior.

No se sentía mal por ello, desde luego. Lo contrario sería ilógico. El sexo de Jiken también estaba abultado bajo el látex, y resbaló adrede por el colchón para pasar la lengua sobre aquel material.

—Te amo, Bronco —jadeó el chico, reaccionando inmediatamente, y volviendo a acariciar su cabello, sus mejillas. En realidad le agradaba la sensación de su propio sexo pulsando contra la ajustada tela y abrió las piernas para rodear a Bronco con las mismas, dejándole saber que estaba bien. Le parecían siglos desde la última vez que se había excitado realmente.

Bronco le bajó el pantalón por delante, con ambas manos sujetando el látex. El sexo del chico pulsó hinchándose más en el acto. Sujetó sus nalgas con ambas manos bajando el resto del pantalón hasta sus muslos, se pegaba a su piel, le gustaba cómo olía. No terminó de sacárselo, arrastró la cara por la piel en su sexo, el vello negro de su pelvis, el olor de su piel más intenso que en su cuello incluso, agradable y excitante.

Su lengua se arrastró por encima del sexo de Jiken hasta el glande, y luego se lo metió en la boca, resoplando y alzando la vista mientras sus manos subían hasta su pecho, siendo sujetadas por las de Jiken, aunque no las retiró.

Por el contrario, las deslizaba por su propia piel, gimiendo y moviéndose deseosamente, su cuerpo entero envuelto en esa sensación de calor agradable. No tenía nada que temer con Bronco, aquello era sumamente natural, como si pudieran comunicarse incluso durante ese momento.

Los dedos del mayor se hundían contra su piel, con cuidado de no hacerle daño, aunque cada vez le costaba más ser cuidadoso. Su mente se iba al placer por momentos, y lo sujetaba con fuerza, suavizándose de nuevo y retomando las caricias.

Inclinó la cabeza y besó sus testículos, succionándolos y sintiendo con la lengua otra marca allí. No quería pensar en lo que había sufrido. Los succionó con suavidad otra vez, subiendo luego y arrastrando el puente recto de su nariz contra el sexo del chico, antes de metérselo en la boca de nuevo. Empujaba sus nalgas para que moviese las caderas contra su boca, sólo pensaba en él y Jiken hacía lo mismo, moviendo el cuerpo tal y como se lo indicaban los gestos y caricias de Bronco.

Cerró los ojos por un segundo y volvió a abrirlos, echando la cabeza hacia atrás, sus manos aún sujetando las del mayor, moviéndolas por su piel. Había una corriente entre ellos, algo que nunca había sentido antes, lo hacía sonreír.

Él lo observaba ahora fijamente, con los ojos entrecerrados por la excitación. Le sujetó las manos y entrelazó sus dedos con los de Jiken, apoyándolas en la colcha para tirarlo hacia delante, mientras él se dejaba caer acostado bajo su cuerpo. Cerró los ojos y se entregó por completo a los movimientos del chico, su lengua lamiéndolo devotamente.

Jiken seguía moviendo las caderas, ahora con una especie de excitación febril, temblando violentamente, y bajó la cabeza para mirarlo, apretando sus manos contra la colcha. El mechón blanco había caído sobre su cara, pero ni siquiera lo notaba, golpeando contra su frente.

Bronco abrió los ojos otra vez al sentir su mirada. Sus dedos se apretaron con fuerza en las manos del chico, y alzó un poco la cabeza al notar que se corría contra su lengua. El semen estaba muy caliente, y lo sentía subir por su sexo hasta salir.

Se lo tragó y no lo dudó un instante siquiera. No le importaba lo que pudiese ocurrir, sentía su destino ligado al suyo por completo.

—Bronco, Bronco… —gimió el chico, sujetándole la cabeza sin dejar de mirarlo, extasiado. Su sexo todavía pulsaba con intensidad, necesitado de aquella liberación —¿Quieres… que te lo haga yo?

—No, no importa —negó con la cabeza, girando un poco la cara y besándole el muslo —. Lo haré yo, ven —le pidió sin embargo, ya que si no seguro que ni podía dormirse pensando en eso.

—Puedo hacerlo, Bronco —le sonrió exhalando para calmarse y yendo con él, besándolo —. Déjame…

—Vale… —susurró, preguntándose por qué tenía que estarle dando vergüenza aquello a su edad.

Jiken lo besó una vez más, bajando por su cuerpo. Le bajó la ropa interior, besando su sexo antes de metérselo en la boca. Sabía a él, tenía esa sensación salvaje y suave a la vez, que lo volvía loco, y estaba pulsando con fuerza dentro de sus labios.

—Ugh… —Bronco movió una pierna, doblando la rodilla y bajando la mano contraria para apoyarla en su cabello. Se lo revolvió y lo estrujó mientras se erguía despacio para verlo.

Sus labios eran carnosos, se movían entorno a su sexo, acariciándolo mientras su lengua se arrastraba caliente por la piel suave de aquella zona.

Nunca se había sentido tan próximo a nadie, y nunca había sentido tal intensidad en el placer. Se dejó caer en la cama de nuevo y comenzó a mover las caderas para penetrar su boca, cerrando los ojos y dejándose llevar completamente, mientras el chico comenzaba a mover la lengua en círculos, succionándolo aun así. Deslizó los dedos por sus testículos con suavidad, masajeándolos luego. Podía parecer algo superficial, pero se sentía bien de poder hacer algo por él.

Bronco se sujetó con una mano a la parte superior del sofá, haciendo fuerza y alzándose un poco otra vez. Aquello se sentía muy bien, podía dejar de pensar en cualquier cosa que no fueran ellos. Le costaba dejarse hacer, quería tumbarlo y hacerle el amor hasta que lo oyese ese tipo incluso.

Sus ojos azules lo miraban fijamente, y sus caderas temblaban por los estremecimientos, pero Jiken no cedía en su manera de lamerlo.

Sus ojos se alzaron, encontrándose con la mirada de Bronco y sintiendo esa conexión casi eléctrica entre ambos. Sujetó sus caderas fuertes, apretándolas mientras sentía los primeros espasmos del orgasmo contra su lengua.

El moreno gruñó entre dientes, resoplando y apretando su cabello mientras se corría. Jadeó con fuerza, acariciándole la mejilla y temblando al final. No había podido dejar de mirarlo ni por un segundo. ¿Qué demonios ocurría? Se preguntaba si Ageha se sentía así con Don, o Steiner con Lowe. No le parecía posible.

Tiró de él bajo las axilas y lo atrajo sobre su cuerpo, besándolo profunda y apasionadamente todavía, aunque ya no por cuestiones meramente sexuales. Jiken respondió con la misma pasión y entrega, entrecerrando los ojos.

Sólo quería estar con él, entre sus brazos, para siempre. Allí nada podía hacerle daño, ahora lo sabía.

 

 


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