Capítulo 147
All the World Has Closed Her Eyes, Tired Faith all Worn and Thin,
For All We Could Have Done and All That Could Have Been
Kitazaki abrió sus ojos rojos a la noche y lo sintió,
cómo los poderes de Camadai lo habían abandonado,
seguramente había encontrado un continente más apropiado
para él, debía de haberse quedado inconsciente. Pero
sintió dolor de pronto y abrió los ojos llevándose
las manos a la garganta sintiéndola dolorida. Se levantó
en una mano observando su cuerpo cortado y arañado, no tenía
la camiseta puesta pero además sus pantalones de cuero estaban
cortados por varias zonas. Lo primero que inevitablemente pensó,
es que algo había sucedido con el demonio, pero rápidamente,
aquel pensamiento se disipó al sentir al pelirrojo acuclillado
a su espalda. Dejó caer la navaja que tenía en la
mano, seguramente la había encontrado tirada en la playa.
Esta cayó un tanto manchada de sangre junto al cuerpo de
Aziel que dormía.
-¿Por qué haces esto, Kan? Yo jamás te he
abandonado… ¿Por qué crees que haciendo esto
no te abandonaré? Sólo me empujas a que te odie….-
el moreno susurró sintiendo que la sangre lo cubría
de más. Se llevó la mano a un costado notando que
le había clavado la cuchilla ¿no debería de
doler más? Era extraño, se sentía demasiado
adolorido mentalmente como para que le afectase tanto aquel dolor
físico. Después vendría Aziel, cuando lo matase
a él, como su madre…
-Yo no hice nada…- dijo mirándolo un tanto preocupado
a pesar de que sabía que lo había visto tirar el arma.
Lo abrazó, a pesar de mancharse de sangre -Voy a curarte
para que te pongas bien, porque te quiero…
Kitazaki se levantó de la arena, tomándolo en brazos
y caminó hacia la orilla
-¿Qué haces? ¿Dónde vamos? Estás
herido niisan… ¿Qué haces?- empezó a
preguntar mucho más nervioso. El moreno no dijo nada, sólo
siguió entrando en el agua con las piernas un tanto flaqueantes
por la pérdida de sangre. Se internó en el agua más
y más -No!! Me voy a ahogar!! Aziel!!- el pelirrojo comenzó
a gritar desesperado cuando notó como su hermano lo abrazaba
con fuerza, llevándolo bajo el agua y trató de soltarse.
Kitazaki alzó la vista al cielo como rogándole a Auriel
que lo perdonase, mirando a la luna. Era tan blanca, tan luminosa
como su piel, no quería pensar en lo que hacía, sólo
desviar su mente a otro lugar. Ni siquiera quería pensar
en comoéel mismo se estaba desangrando en el agua. Sentía
su mente nublada al igual que la vista, las lágrimas se desbordaban
de sus ojos sin que él pudiese controlarlas.
-Te quiero…- susurró, besándole la frente sin
dejar de abrazarlo. La sangre se extendía en torno a ellos
y Kan aún se movía, tratando de liberarse gritando
bajo el agua.
Aziel despertó de pronto, con el corazón golpeándole
el pecho, segurod e haber escuchado la voz de Kan, llamándolo.
Miró a su alrededor, preocupado, notando que el pelirrojo
no estaba y alarmándose aún más al ver las
manchas de sangre sobre la arena. – Kan!? Kan!!!!!! –
lo llamó, poniéndose de pie inmediatamente, divisando
a Kitazaki en la distancia sin comprender y alzando el vuelo vertiginosamente,
dirigiéndose hacia él. Deteniéndose por sobre
su cabeza un solo segundo al ver aquella visión terrorífica,
sin poder creerlo. Sintió el agua teñida de sangre
en sus pulmones como si se tratase de él y no de Kan. –
Kitazaki!!!!! - gritó enfurecido y lleno de dolor abalanzándose
hacia él. Tenía que salvarlo como fuera, todo lo que
pensaba es que tenía que salvar a Kan.
El moreno lo miró sólo unos segundos sonriendo -Auriel…-
dijo confundido por la visión, alzando la mano a su cara
sin poder llegar ni a tocarlo. No soltaba aún el cuerpo de
su hermano, a pesar de que ya estaba muerto. Lo había matado,
jamás había sentido un dolor tan terrible -Lo siento,
Auriel…- dijo sintiendo que ya no podía sostenerse
más por sus propios medios dejándose caer.
Aziel se detuvo de pronto en mitad del aire antes de alcanzarlo,
agarrándose el pecho. Lo sabía, ya no lo sentía.
Envió su resplandor alrededor del chico, envolviéndolo,
haciéndolo brillar bajo el agua, pero por más que
lo intentaba, no sentía nada. Se cubrió el rostro,
temblando, las lágrimas escapando incontenibles entre sollozos,
a la vez que susurraba. – Lo mataste...mataste a Kan.....lo
mataste! – gritó, finalmente, lanzándose nuevamente
hacia él. Una enorme espada hecha de sombras que se movían
y ondulaban constantemente, gracias al dolor y a la confusión,
apareció en su mano. El chico la alzó, aún
gritando desesperado, blandiéndola contra el moreno.
Auriel se precipitó hacia ellos, interponiéndose
entre ambos, estirando sus brazos a ambos lados, de manera que un
escudo de luz apareciese frente a él, protegiendo al moreno.
– Aziel... – lo llamó, con la mirada triste,
intentando calmarlo, aunque lo comprendía perfectamente.
Pero el chico continuó gritando y golpeando el escudo una
y otra vez, llorando desconsolada y furiosamente. Sentía
como si le hubiesen partido el alma. Alzó la espada en lo
alto y lanzó otro golpe salvaje, llegando incluso a romper
el escudo del ángel, que se vio obligado a detener la espada
con sus manos, la sangre corriendo por sus brazos sin que le importase
mucho. En vez de eso, miró al chico a los ojos, intentando
llamar su atención. – Aziel, tienes que detenerte.....
– le pidió, aunque no esperaba mucho.
¿Estaba aún vivo? Comenzaba a recordar, incluso a
comprender lo que Auriel le había querido decir con que esta
era su segunda oportunidad, a comprender para qué estaba
allí, en la tierra, para lograr que su hermano se redimiese
y no fuera al infierno -Cargaré con sus pecados como siempre
lo he hecho… Llévatelo al cielo…- balbuceó
incomprensiblemente mirando la silueta del ángel, ¿lo
estaba defendiendo de Aziel? No comprendía bien, apenas podía
oír los gritos del ángel/demonio, nada más…
Samael volaba en dirección a la playa. Una vez más
se había ido sin decirle nada, siempre haciendo cosas irresponsables,
pero fue ira lo que simplemente sintió al ver la sangre corriendo
por sus brazos, como si aquello fuera lo único que existiese,
la sangre de Auriel, incluso podía olerla, dulce… Se
abalanzó sobre la marea, deseando matar a su agresor hasta
que apartó la vista de la sangre y vio que se trataba de
Aziel, comprendiendo.
Se paró tras él, desplegando las alas y rodeó
su pecho con un brazo tomando con la otra mano en la que Aziel blandía
la espada -Basta o te mataré, no puedes matar a un ángel
y mucho menos a un ángel y un demonio, debes ceder- le explicó
tajante -Kitazaki es un ángel, detente. Auriel lo protegerá
con su vida y yo a él, detente- repitió como si sus
palabras pudieran tener un efecto inmediato, pues también
él defendería a Aziel.
Auriel suspiró, al verlo allí, y sintiendo que la
presión del chico cedía, pero su gesto cambió
al comprender lo que estaba pensado. Estaba pensando en aquella
promesa, no le importaba si Samael lo mataba. Es más, lo
deseaba. Lo miró a los ojos, negando con la cabeza, pero
los ojos dorados de Aziel solo reflejaban dolor, desesperación.
- Mátame entonces..... – susurró el chico,
lanzando un grito nuevamente y alzando la espada con brusquedad,
blandiéndola contra el ángel esta vez. Iría
a donde Kan estuviese, y si no podía estar con él,
entonces no quería existir.
Auriel extendió los brazos,creando el escudo de nuevo, rogando
porque Samael comprendiese, aún cubriendo a Kitazaki con
sus alas.
-No voy a matarte- Samael sujetó la mano del ángel/demonio
tirando de él y volviéndolo contra su cuerpo, sujetándolo
con fuerza y cubriéndolo con las alas, mirando a Auriel serio
cómo dándole a entender que si hacía aquello,
era porque Aziel era parte de ambos, de Auriel y suya, y por ello
lo cuidaría, incluso le era preciado -Alguien que te pide
que te mates cuando él muera es egoísta y no te ama
realmente, pues cuando amas de verdad, deseas que la persona amada
viva a costa de lo que sea, que viva y sea feliz ¿no es así,
Aziel? ¿No habrías muerto porque Kan viviera? Déjalo
ir… en la tierra padecía mucho más dolor que
en el cielo, su vida estaba llena de angustia…
- No es cierto, no es cierto! – el chico se revolvió
entre sus brazos, negando con la cabeza, sin poder dejar de llorar.
– Él no me pidió que muriera, yo se lo prometí.
Yo lo hubiera hecho feliz, no me vale de nada vivir así.
Auriel se giró, para asegurarse de que Kitazaki estuviese
bien, sin que pudiese evitar sentir el dolor de Aziel como suyo
propio. Lo comprendía demasiado bien, no podía negarlo
y ser un hipócrita. – Kitazaki..... – lo llamó
para que lo mirase, sabiendo que él tampoco lo estaba pasando
bien.
Pero el moreno apenas era consciente ya de nada. Permanecía
en la orilla a donde había sido arrastrado envuelto en el
agua y la sangre, cubierto por la arena. Tenía frío
y estaba temblando, incluso sus labios comenzaban a estar un tanto
azulados, sabía que estaba muriendo -Auriel… mi hermano…
¿irá al cielo?- preguntó a pesar de todo en
apenas un hilo de voz -No dejes que Aziel me mate… que no
vaya al infierno…
-Aziel!- el demonio lo llamó tratando de que se centrase
un poco y lo arrastró con él fuera del agua hasta
la playa para que viese la sangre en la arena -¿Ves eso?-
dijo señalando la navaja y la sangre. Lo siguió arrastrando
consigo por todo el reguero que iba hasta el agua obligándolo
a mirarlo -¿Sabes a quien pertenece esa sangre?- lo paró
frente a Kitazaki confiando en que Auriel lo protegería llegado
el caso, aunque no pensaba soltarlo, dejando que viera los cortes
en su piel las heridas algunas profundas -Se está muriendo
¿Quién crees que le ha hecho esto, Aziel? ¿Has
sido tú? No ¿verdad? Ha sido Kan, porque Kan no sabía
amar como los demás, estaba enfermo ¿comprendes? Por
ello dañaba a quien amaba, siéntelo!- dijo ordenando
al ángel/demonio para que rodease a Kitazaki con su aura
-Siente su dolor, su sufrimiento, el sufrimiento sin recompensa
alguna que sólo un ángel podría ofrecer, el
sacrificio ¿lo sientes Aziel?
Aziel hizo lo que le ordenaba, aunque lo que deseaba era terminar
de destruirlo, destruirlo para que sintiese lo mismo que él.
Lo rodeó con su aura, sintiéndolo, comprendiendo a
pesar de que se resistía. Pero no podía negarlo, las
palabras de Samael eran ciertas. Se llevó una mano al pecho,
dejándose caer arrodillado en la arena, cubriéndose
ahora el rostro, sollozando de nuevo, murmurando casi para sí
mismo. – Quiero a Kan......
Auriel se agachó junto a Kitazaki, sonriéndolo un
poco, aunque sus ojos seguían tristes. – No sucederá........Sabes
quien soy ¿verdad? Cuidaré del alma de tu hermano,
y la de Aziel....Y de ti.
Kitazaki sonrió apenas un poco como podía, pero ya
no aguantaba más el cansancio, se estaba durmiendo, probablemente
porque la vida lo abandonaba -Ahora lo recuerdo…- susurro
sintiendo el cabello pegado a su rostro.
Samael se agachó a la vez que Aziel en la arena abrazándolo
y lo volvió, pegándolo contra su pecho una vez más.
Había sido muy crudo mostrándole la verdad, pero así
había de ser -Ámalo, jamás dejarás de
hacerlo, él estará bien, lo sabes. Estará en
el cielo, Auriel cuidará de él- sentenció cubriéndolo
de nuevo con las enormes alas abarcando incluso las de Aziel y sumiéndolo
en la oscuridad que estas proporcionaban, dejándole intimidad
en su dolor aunque sin abandonarlo a la soledad. Aziel jamás
sería admitido en cielo o infierno, sería tan repudiado
como el amor que Auriel y él se profesaban, estaría
condenado a la tierra a vivir con los humanos, pero no estaría
solo -No estarás solo jamás, Aziel- le aseguró
tajante de nuevo.
- Quiero....quiero que sonría – murmuró en
aquella oscuridad reconfortante, sin desear abrir los ojos, sintiendo
que no se iba a recuperar jamás.
- Así será. – sentenció Aziel con voz
calmada y suave, aunque firme, acariciando luego el rostro de Kitazaki,
apartando el cabello de su frente y sonriéndole. –
Ya todo está bien.....No tienes que sufrir más –
le consoló aún a sabiendas de que había sido
su propio deseo.
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