Capítulo 35
We’re all naked under the clothes
10 de Abril, lunes.
Noche.
—¿Estas cansado? —Yuki se acercó a donde
estaba Osamu sentado, empezando a masajearle los hombros —No
sé por qué te tensas tanto.
—Porque… tengo mis motivos… —se quejó,
moviendo un poco la cabeza y apoyando la cara en su antebrazo —.
Eres demasiado guapa, no quiero despistarme.
—¿Te pones celoso de los clientes? Yo sólo
te quiero a ti —sonrió rodeándolo con ambos
brazos —. No me importa nadie más.
—Es igual, yo me celo de todas formas —alzó
las manos y le acarició los brazos, pensando en lo suave
que era y lo bien que olía —. Te eché de menos
el domingo.
—Tengo que estar en casa en algún momento —contestó
besando su nuca y dejando caer su cabello sobre el moreno —.
Yo también te eché de menos.
—Ven… —le pidió, acariciándole
el pelo y girándose en el sofá. La cogió por
debajo de los brazos y luego le sujetó las nalgas para pasarla
por encima del respaldo y sentarla en sus piernas.
—Qué fuerte eres... —coqueteó la chica
pegándose a él completamente feliz en ese momento
—Quisiera poder quedarme a dormir contigo.
—Puedes decir que te quedas en casa de alguien… —le
sugirió enseguida, rodeándola con los brazos y moviendo
un poco la cara entre su cabello. Olía muy bien.
—No, hoy no puedo... Tal vez en otro momento —se rio
nerviosa de nuevo, preguntándose qué sucedería
si se quedaba con él.
—Bueno, no tiene que ser hoy. En realidad estaba pensando
en el fin de semana —le estrujó un poco el cabello
y besó una de sus mejillas, percatándose de todas
formas de que no quería realmente. Le hacía sentirse
un poco extraño a veces —. Mira a ver si te gusta eso…
en aquella bolsa. Lo hice el domingo con un amigo… conocido
—se corrigió, señalando una que había
en el suelo junto al sofá.
—Un amigo conocido... Es difícil tener amigos desconocidos
—bromeó la chica intentando romper la tensión
ya que estaba segura de que se había dado cuenta. Abrió
la bolsa revisando y sacando el vestido junto con la ropa interior
—. ¡Me encanta!
—¿Sí? —sonrió un poco, tocándose
el cabello porque había enrojecido sutilmente —Y es
un conocido… alguien que estudia patronaje y cose para mí
los uniformes y demás.
—Lo hace genial. Claro que... no sería lo mismo sin
tus diseños —se acercó a él, colocando
una mano sobre su pierna y besándolo luego.
—Te quiero… —susurró, besándola
de nuevo y sujetándole la mano —. ¿Te lo pruebas?
—Por supuesto —asintió tocándole los
labios con un dedo —. Espera aquí, salgo en un segundo.
—Vale… —suspiró un poco, tocándose
el cabello de nuevo y pensando que tenía que hablar con Hideo
a ver qué opinaba, aunque aun así… —Te
queda muy bien —le dijo al verla salir, pensando que sabía
lo que llevaba por debajo, eso le hizo enrojecer un poco y sentarse
más recto —. ¿Quieres… jugar conmigo un
poco? Tú… me dejas ver lo que quieras, y yo no puedo
moverme de aquí.
—Bueno... si eso quieres... —le sonrió pensando
que así llevaba la ventaja y subiéndose un poco la
falda aunque apenas la dejó hasta las caderas —¿Te
gustan mis piernas, Osamu?
—Me gustan mucho… —se movió un poco en
el sofá, cogiendo un cigarro, porque realmente necesitaba
no estar tan nervioso —. Eres mala…
—No soy mala... —se rio un poco girándose y
mostrándole las nalgas de forma terriblemente breve, sólo
para que viera las bragas —¿Ves? Soy buena.
—No, no lo eres… —sonrió, sujetando el
cigarro con los labios —Un poco más —le pidió,
ya que era una de las pocas veces que la veía divertirse
con algo relacionado con el sexo.
La chica se soltó las tiras del vestido, dejándolas
caer un poco y mirándolo a los ojos.
Osamu tragó saliva de forma que le pareció ruidosa
incluso.
—¿Un poco más? —le preguntó,
aunque su erección era ya más que evidente y sólo
se iba a poner peor.
—¿Puedes resistirlo? —le preguntó bajándose
poco a poco la parte frontal del vestido, casi dejándolo
ver sus pezones, aunque se estaba excitando también.
—No…, pero me portaré bien —le aseguró,
aunque ya se le había caído la ceniza al suelo, y
ni cuenta se había dado —Por qué… no me
tapas los ojos y tú sujetas mis manos. Yo no las moveré,
y me dejas que te toque de ese modo. Ven, hazlo…
—¿Te tapo los ojos? ¿Estás seguro? —le
preguntó acercándose y colocando una pierna entre
las de Osamu —Eres increíble.
—Sí, te sentirás mejor, ¿verdad? —la
miró a los ojos, alzando una mano para tocarle la quijada
y besarla, aunque aquella pierna entre las suyas lo estaba matando.
Tal y como había dicho, no se movió más que
para apagar el cigarro y dejar las gafas sobre la mesa.
La rubia se apartó de él buscando algo con lo que
cubrirle los ojos y finalmente decidió utilizar una cinta
de su propio uniforme.
—Déjame guiarte —susurró contra su oído,
colocándose frente a él luego y sujetando sus manos
con delicadeza.
Osamu le sujetó las suyas a la expectativa, respirando
pesadamente y susurrando.
—Realmente eres malvada…
¿Sólo lo estaba observando? La verdad es que no lo
sabía, pero no podía dejar de preguntárselo.
Nunca había hecho algo así de todas formas.
—No lo soy... Sólo me tomo mi tiempo —sonrió
colocando sus manos en la cintura y moviéndolas un poco por
la misma, bajándolas hacia las caderas luego —. Me
gustan tus manos, Osamu, son grandes y fuertes...
—No… ¿Tú crees? —le preguntó
para enmendar que le hubiese contestado cualquier cosa. No tenía
la mente muy clara a decir verdad, pero le apretó las caderas,
sintiendo el calor de su piel. Debía ser una suerte ser una
mujer, porque él iba a pasarse la noche tratando de remediar
lo que tenía entre las piernas.
—No lo creo, lo sé —le contestó con la
voz algo temblorosa, haciéndolo subir de nuevo hasta su pecho
—. ¿Realmente te gusta mi cuerpo?
—Me encanta… es perfecto —deslizó los
dedos por donde le había apoyado las manos, rozando su piel
y tocándole los pezones. Le parecía que hasta su aliento
estaba caliente —. Déjame besarlos… —le
pidió, apretándolos entre los dedos y retorciéndoselos
ligeramente.
—E... Está bien, sólo por un momento —accedió
acercándolos a sus labios y rozándolos con los mismos,
estremeciéndose. No quería detenerse, pero lo mejor
era que lo hiciera y pronto.
Osamu no apartó las manos de donde las tenía y sacó
la lengua para lamérselos, succionando uno con fuerza y sujetándolo
con los dientes suavemente, besándoselos después.
—Yuki… —susurró lamiéndole el
pecho e incluso las axilas. Todo en ella era perfecto y suave.
—Osamu... —susurró la chica entrecerrando los
ojos y apartándose un poco del moreno.
—¿Me dejas verte? —le preguntó ahora,
tocándole los pezones con los dedos de todas formas.
—No, así no es el juego —se apartó con
cuidado, inclinándose luego para besarlo —. Creo que
deberíamos parar... Me iré a cambiar de nuevo.
—Vale… —el moreno se echó hacia atrás
en el asiento, soltándose aquella cinta mientras Yuki entraba
en el baño. Sólo le vio la cara un momento, pero estaba
muy seria. No debía haberle pedido aquello. Resopló
con fuerza, maldiciéndose y frotándose el cabello.
Se puso las gafas mientras se levantaba, pensando que estaba completamente
empalmado. Lo mejor sería que fuera a cambiarse también,
y a refrescarse un poco —. Voy a cambiarme, Yuki. Espérame,
¿vale? Te acompaño a casa —le dijo al pasar
por la puerta de las chicas.
—¡Ah! —exclamó sobresaltada girándose
un poco y exhalando al ver que no entraba, sólo había
pasado cerca —¡Vale!
Osamu se rio al entrar en el baño, cambiándose por
la ropa de deporte y guardando sus cosas en la bolsa. Alzó
la vista a la rejilla que había entre los dos baños
sobre los lavamanos, negando con la cabeza luego y saliendo sin
poder evitar reñirse a sí mismo. ¿Es que era
un adolescente?
Yuki ya lo estaba esperando afuera, un poco roja a decir verdad
y algo distraída. No podía controlarse con Osamu,
cada vez le estaba costando más trabajo.
—¿Vamos? —le sujetó la mano, colgándose
la mochila al hombro y cogiendo otro cigarro, encendiéndolo
en sus labios. Se la acarició ligeramente mientras iban hacia
la puerta, soltándola para bajar las verjas —¿Estás
bien? —le preguntó serio, poniendo el candado abajo.
—Sí, sólo un poco cohibida. ¿Quién
lo diría, no? —sonrió mirándolo para
que no se sintiera responsable y apretando su mano cuando volvió
a sujetarla.
—Es normal —la tranquilizó, aproximándola
más a él para sujetarla por la cintura —. ¿Has…
salido antes con otras personas?
—Sí, pero... no hicimos nada —desvió
la mirada enrojeciendo de nuevo, aunque su cuerpo se pegaba ligeramente
al del moreno.
—¿Y por qué terminasteis?
—No éramos compatibles... —contestó simplemente
sin mirarlo.
—¿Tú lo dejaste? —le tocó el cabello,
preocupándose de pronto porque en realidad siguiese gustándole
y por eso no quisiera hacer nada con él.
—Diría que fue algo mutuo... en cierta manera —sonrió
para sí alzando la mirada luego —. No era lo mismo
que siento contigo, Osamu. ¿Te preocupa?
—A veces… —la miró, observando sus ojos
y desviando la vista luego, dejando salir el humo.
—No lo estés. Esta vez... tendrás que dejarme
tú si eso es lo que quieres —le aseguró observándolo
seria por un momento y luego mirando hacia delante.
—No quiero dejarte —se apresuró a asegurarle,
suspirando y preguntándose si había dado a entender
eso —. Es sólo que a veces me parece que te hago sentir
mal.
—No es tu culpa, son cosas mías. Soy una miedosa en
realidad —sonrió de nuevo aún sin mirarlo. Esperaba
que siguiera pensando así en el futuro.
—Bueno, no importa… —le tocó la cabeza,
moviéndosela un poco y haciendo que lo mirase, enrojeciendo
al pensar que era muy mona —. ¿Piensas que soy un pervertido?
—No, para nada —se rio la chica aferrándose
a él —. ¿Piensas que lo soy yo?
—No —se rio también, mirándola y apoyando
la mano en su hombro —. Pero lo soy…
—Pues entonces yo también —volvió a reírse
besándole el brazo y luego apoyándose en las puntas
de los pies para besar sus labios.
—A mí me gustas pervertida —le sujetó
la cintura, alzándola un poco más y bajando las manos
a sus nalgas al dejarla de nuevo en el suelo, inclinándose
él para besarla también —. ¿Entonces
puedo pedirte algo pervertido sin que te enfades? —susurró
después contra su oído.
—No me voy a enfadar, pero eso no significa que vaya hacer
lo que me pidas, aunque si puedo... —se detuvo mirándolo
a la expectativa —Dime qué quieres.
Osamu se llevó el cigarro a los labios.
—Ya lo sé, sé que no harías algo que
no quisieras, y yo no querría que lo hicieses… —se
tocó el cabello sin dejar de mirarla, nervioso —. Es
igual, no puedo, me da vergüenza —se negó finalmente,
tapándose un poco la cara y continuando el camino.
—No, dímelo, no me voy a enfadar ni a reír,
en serio —lo sujetó de nuevo sonriendo —. Quiero
complacerte, anda.
El moreno resopló, mirándola a los ojos, seguro
de que iba a gritarle o a negarse y enfadarse de todas formas.
—¿Me… das tu ropa interior? —le preguntó
poniéndose como un tomate y frunciendo el ceño. No
podía evitarlo, pero ahora se sentía como si fuera
un pervertido tratando de sacársela.
—¿Era eso? —se rio la chica asintiendo —Eso
puedo hacerlo. Quieres la que llevo puesta, ¿verdad?
—Sí… —asintió, respirando aliviado
como si hubiese estado conteniendo la respiración —.
Eres mala, te has reído. Dijiste que no lo harías.
—Pero no me reí de ti, me hizo gracia que te pusieras
así... Vamos a algún lugar apartado, no me la puedo
quitar en el medio de la calle.
—No, no, claro que no —la sujetó un poco contra
él como si se la fuesen a quitar de pronto, llevándola
hacia un parque que había en el camino —. Ven, vamos
entre los árboles —le sugirió.
—Pero no mires, ¿eh? —se rio dejándose
llevar y poniéndose un poco nerviosa de pronto.
—No miro…, pero es que no quiero que vaya a acercase
nadie y te vea —la dejó entre una arboleda y se giró
de espaldas, rascándose una patilla y sonriendo un poco al
escuchar el movimiento de las telas contra sus piernas, aunque luego
frunció el ceño al percatarse.
La chica se apresuró a quitarse la ropa interior, acercándose
por detrás luego de asegurarse que toda su ropa estuviera
bien colocada.
—Toma, con amor para ti. Úsala sabiamente.
—Deja… —enrojeció de nuevo riñéndole,
y la sujetó en su mano, pensando que estaba caliente todavía,
y llamándose pervertido acto seguido. Se la guardó
en el bolsillo y besó a Yuki profundamente, desde luego pensando
en que estaba sin ropa interior. Tuvo que contenerse para no sujetarle
las nalgas.
—Te quiero, Osamu, más de lo que puedas imaginar —susurró
la chica contra sus labios, apartándose poco a poco.
—Yo también —le aseguró, sonriendo y
sujetándola contra él otra vez, apoyándole
la mano en la cadera, un poco paranoico porque fuese a levantársele
la falda, aunque ni siquiera había una leve brisa.
—Ahora no tengo nada ahí en donde tienes la mano
—comentó “inocentemente” Yuki, sonriendo
un poco y sujetándosela para que no fuera a apartarla.
—Cruel… —murmuró, tirando el cigarro
al suelo, y pensando que desde que estaba con ella casi nunca fumaba.
Tenía las manos ocupadas —. No voy a dejar que te alejes
de mí, aunque… seas mucho más joven que yo.
—¿Y si... hubieran otras dificultades? —le
preguntó de pronto soltando su mano nuevamente.
—Las superaríamos… —susurró, apretándole
un poco la cadera —. Eso es lo que significa amar a alguien.
Estar ahí, sobre todo cuando hay dificultades.
Yuki sonrió abrazándolo de nuevo, con fuerza. No estaba
segura de poder creerle, pero deseaba hacerlo.
—Te amo —susurró, abrazándola con fuerza
e inclinándose para acariciarse con su cabello. No sabía
en qué clase de dificultades estaba pensando, pero probablemente
eso era lo que tanto le preocupaba.
—Yo a ti... Te haré llegar tarde a tu partido —sonrió,
aunque no quería separarse de él.
—No me importa, todos lo comprenderán. Te han visto
—bromeó, aunque no tanto en realidad. Le besó
los labios con suavidad, y luego la mejilla.
—Tonto —se rio bajando un poco la cabeza —,
me harás enrojecer.
—Te estaría bien para variar —se rio, caminando
con ella de nuevo. No quería que sus padres fueran a reñirle
por su culpa.
—¿Ahora quién es el malo? —protestó
la chica, aunque riéndose.
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