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Capitulo 20
A faithful imitation of life

Gaki había bajado al cuarto de Aldric acompañado de uno de los vampiros y hacía un rato que estaba allí. Mientras el otro terminaba de anotar cosas en su diario, lo había mandado bañarse y sentarse en la cama un rato, pero no lo dejaba pensar realmente.

Intentaba no tratar de averiguar qué estaba sucediendo entre Jiro y Shane, que acababan de quedarse juntos a solas. Y a la vez trataba de no preocuparse por Velten, solo en el cuarto de Beren.

–Aldric, que me aburroooooo –se quejó el chico poniéndose en pie de un salto, acercándose –. ¿Qué tanto escribes? ¿Me dejas ver?

–No –sentenció, cerrando el tomo de golpe –. Los diarios personales no son para que los lea cualquiera –se giró para mirarlo a los ojos y decidió por fin prestarle atención –. Dime, ¿qué has hablado con Jiro?

–Las conversaciones personales no son para contárselas a cualquiera –se “vengó” girándose y sonriendo luego para sí.

Aldric se levantó y le dio una nalgada sonora.

–No me imites, puedo estar azotándote el culo hasta que se te gaste y no me habré cansado –le amenazó frunciendo el ceño, aunque en realidad le divertía.

–Eres malo –se quejó, volviendo a sentarse para dejar sus nalgas protegidas –. Le dije que no iba a abandonarlo nunca y que no me quería ir con Logan. Y le dije que lo quiero –le contestó finalmente ya que para él eso era lo importante –. Oh, y le dije que eras bueno conmigo, así que no me conviertas en mentiroso.

–Una nalgada nunca ha roto ningún hueso… –se sentó a su lado y lo rodeó por los hombros, inclinándose para besarlo suavemente –¿No le has dado tu sangre?

–No, no lo hice –negó con la cabeza, bajando la mirada luego con tristeza de tan sólo recordar cómo se veía y la desesperación en su voz –. No lo hice porque prometí que lo cuidaría y sé que es por su bien. Lo es, ¿verdad, Aldric?

–Lo es. No te preocupes, esta noche habrá obtenido un poco de lo que tanto desea. En todos los sentidos… –se rio para sí y lo acostó en la cama para observar mejor su rostro.

–¿Por qué dices eso? –le preguntó sin cambiar de expresión, aunque ahora no apartaba los ojos de la cara del moreno –Quiero que Jiro deje de sufrir.

Aldric sonrió un poco, pensando que iba a tener que dar la misma lección dos veces en el mismo día. Sin embargo se metió una mano en el bolsillo de los apretados jeans, sin evitar un gesto de molestia al tener dificultades, y sacó una cajita primero, abriéndola para coger un collar de dentro. Era fino, echó de piedras de azabache y oro blanco. En el medio había una plaquita con el nombre de Aldric por detrás, y del mismo colgaba una cadena.

–¿Te gusta?

–Es bonito, ¿es para mí? –le sonrió un poco, aunque tocando la cadena y frunciendo un poco el ceño –¿No esperarás que ande a cuatro patas o algo, eh? ¿Es para que no me escape? No lo hago…

–No, no quiero que te ensucies y luego me toques –alzó una ceja, preguntándose por quién lo tomaba. Se lo puso en el cuello delicadamente, observándolo después con satisfacción y tocándole el pecho –. Es porque te sienta bien y porque tiene sus usos –le puso la pulsera que había en el otro extremo de la cadena en una muñeca, y dejó la otra colgando.

–¿Y eso por qué? –se miró la muñeca, moviendo el brazo luego y pensando que no podía estirarlo por completo –Aldric, ¿estás jugando conmigo?

–Todavía no… –sonrió, inclinándose hacia él tras apartarse el cabello a un lado. Lo besó profundamente, divertido y todavía con la sonrisa en los labios.

Gaki se rio contra sus labios, sujetándolo con el otro brazo de todas maneras porque no quería dañar el collar.

–Me gustas, y me gusta jugar.

–A mí también… –le mordió un poco el labio inferior, con aquella sonrisa dibujada en los labios todavía, y pasó una uña por su pecho, cortando el látex de la camiseta por encima de uno de sus pezones. Después lo apretó un poco mientras lo besaba.

–Mmm… –Gaki apretó más el brazo contra su nuca, devolviendo aquel beso y gimiendo un poco entre sus labios. Subió una pierna también rodeándolo.

–Ah… Gaki, me quieres todo para ti –se rio, jadeando en su boca y disfrutando de su forma de abrazarlo. Era tan dulce… que incluso olvidaba enseñarle lo que pretendía. Sólo quería seguir besándolo ahora, y bajó los labios por su pecho, besando su pezón a través del agujero en el látex. Lo lamió y lo miró a los ojos antes de morderle el pecho.

–Ah… –gimió en voz alta, riéndose luego y casi pataleando alrededor de Aldric –Eres para mí, ¿no? Porque… si me pones un collar con tu nombre, tú tampoco… tampoco puedes… –se quejó estremeciéndose un poco.

Aldric lo besó allí, y antes de apartarse lamió la sangre que aún salía antes de que se cerrase la herida. Succionó su pezón y subió un poco para mirarlo a los ojos.

–¿Hum? ¿No puedo qué? Puedo hacer lo que quiera, por algo tú eres aquí un cautivo y yo tu captor –se metió con él.

–No, no puedes estar con otros, no me gusta –le advirtió frunciendo un poco el ceño a pesar de todo –. A menos que me dejes estar con otros también, Jiro me dejaba.

El moreno se rio casi cruelmente.

–No, no te dejo. Si lo haces te mataré –ahora sí decidió darle esa lección y se levantó con él en brazos como si fuera un chiquillo.

–No me matas –insistió, sujetándose de su cuello y recostándose contra él. Realmente le agradaba Aldric, además de que nadie lo había tratado así en su vida, se sentía casi vergonzosamente feliz.

–Cierto, no lo haré. Haré algo peor, lo haré si me traicionas… –salió con él de su cuarto, llevándolo por los pasillos al mismo lugar a donde había llevado antes a Shane.

–No me asustes, de nuevo eres malo –se quejó haciendo pucheros y oliéndolo un poco –. ¿A dónde vamos?

–A un lugar a que veas algo. Quiero que veas donde deberíais haber terminado de no ser por mí –alzó una ceja y abrió las puertas tras haber atravesado el pasillo rápidamente. Caminó por encima de las rejas del pozo y se detuvo sobre ellas, en un mar de gritos terribles y manos tratando de sujetarlo.

–¿Quiénes son? ¿Puedo ver mejor? ¿Puedo? –tiró de su ropa inclinándose un poco y observando aquellos vampiros demacrados y eternamente moribundos con verdadera fascinación.

Aldric lo miró con curiosidad.

–¿No te dan miedo?

–No, tú estás aquí y además… he visto muchas cosas –le aseguró con aires de conocedor, pero no apartaba la mirada de ellos.

El mayor lo dejó caer y lo colgó de un tobillo boca abajo, bien cerca de ellos, pero cuidándose de que no pudiesen ni tocarlo.

–Ahí acabarás tú si te portas mal. Te dejaré colgando para que se beban tu sangre. Llevan milenios sin beber y estoy seguro de que les resultarás delicioso.

–Ah, no… No seas malo, Aldric –se quejó, observándolos y encogiéndose un poco cuando saltaban intentando atraparlo. Claro que no podían, estaba lejos aún y ellos débiles. Algunos se limitaban a llorar desesperados, otros se veían realmente terroríficos y agresivos.

Aldric lo subió de una vez y lo apretó contra él.

–No tendréis su sangre –les advirtió –. Porque vas a portarte bien, ¿verdad? –lo miró a los ojos y le tocó los labios con un dedo.

Gaki asintió, serio porque de pronto había pensado en Jiro, en su mirada. Ya le había parecido bastante terrible, no quería verlo como a esas… cosas.

–Cuando estábamos huyendo y no podíamos alimentarnos, Jiro me daba de su sangre. Era igual si le decía que no, porque entonces me reñía.

–Jiro te quiere mucho, es un buen padre. Lo mejor que ha sabido –lo miró a los ojos y luego bajó la vista otra vez a aquel pozo, apartándose del mismo –. Por eso no podemos permitir que acabe de esta manera. No un chiquillo… es impensable –salió con él, cerrando las puertas con una mano, ya que con la otra sujetaba a Gaki.

–Aldric… Realmente eres bueno, ¿verdad? –le preguntó, aunque más bien se lo estaba confirmando a sí mismo –Ojalá te hubiéramos conocido antes… Mucho antes.

–Oh… lo siento… –le sujetó la cara, mirándolo a los ojos y besándolo con suavidad –Pero ahora estoy aquí contigo, y te amo. Te amo –lo besó otra vez, acariciándole el cabello.

–¿Me amas? –le preguntó como si el sólo concepto lo sorprendiese y confundiese irremediablemente.

–Te amo –sonrió, alzando una ceja a causa de su expresión –¡Te amo! –lo besó profundamente, abrazándolo con fuerza y percatándose él incluso en ese momento, de que realmente lo amaba. No estaba simplemente enamorado de él de forma superflua. Lo amaba.

Gaki se estaba riendo contento, y se abrazó a él con todas sus fuerzas, cerrando los ojos.

–Te quiero, Aldric, te… No… ¡Te amo! –gritó también como celebrando.

Aldric giró sobre sí mismo y se rio, besándolo una y otra vez, apresurándose hacia su dormitorio para repetírselo mil veces más en la cama. Con hechos y con palabras.

Se tumbó con él sobre las sábanas sin dejar de besarlo, hundiéndose en el colchón con él. No quería que aquella sensación se desvaneciese nunca. ¿Podía existir un amor inmortal para él? Como el que Halim sentía por sus amados gemelos.

–Aldric… No me mientas, ¿eh? –le pidió el chico casi dulcemente, con algo de temor. Nunca le había entregado sus sentimientos a nadie que no fuera Jiro, e incluso con él había sido distinto, podía comprenderlo ahora.

–No miento. Te amo, te protegería con mi vida si hace falta, sólo a cambio de que me ames –le aseguró, mirándolo a los ojos seriamente –. Dime que me amas otra vez –le sujetó una mano con la suya, besándosela.

–Te amo, Aldric –le sonrió, besándolo de nuevo y frunciendo el ceño al escuchar que llamaban a la puerta.

–Un momento –sonrió por su gesto y se levantó, abriendo la puerta y observando a Velten. Lo dejó entrar y lo abrazó enseguida.

–Aldric –el rubio se pegó a él, abrazándolo con desesperación y escondiendo la cara contra su hombro. Alzó la cabeza al escuchar el carraspeo desde la cama –. ¿Estoy interrumpiendo algo?

–Sí –contestó Gaki, molesto y cruzándose de brazos.

–No te preocupes… –Aldric sonrió con tristeza y le acarició la espalda, mirando a Gaki y pidiéndole que se controlase –¿Quién va a convencer a Beren de que perdone a Jiro si tratas a Velten mal?

Gaki suspiró, tirándose en la cama y girándose de espaldas a ellos de todas maneras, aunque estaba escuchando.

–Lo siento –sonrió un poco Velten pensando que era gracioso y volviendo a enseriarse al mirar a Aldric –. No quería estar solo, no sabía cuánto daño le había hecho hasta que vi su cara. Bueno, sí lo sabía, pero esto es tan real.

Aldric suspiró, tomando sus manos con las suyas, pensando en Beren y en la cabeza tan dura que tenía.

–Te perdonará. Pero este es un mal momento para él. Lo sabes. No sólo por tu regreso, también por lo sucedido con Shane. Se estaba engañando y eso… se ha desmoronado ahora. Todo se ha desmoronado, todo su muro de protección. Tú estás aquí y ya no puede seguir pensando que te odia y que ojalá estés sufriendo lo indecible. Ahora sabe que te ama y que te ha estado amando todo este tiempo, y es consciente de todo lo que ha hecho inútilmente por tratar de ocultar esto.

–Realmente espero que tengas razón porque no soporto estar tan cerca y no poder abrazarlo –le confesó, ocultándose en él de nuevo y sollozando quedamente sin poder evitarlo, aferrándose de su camisa –. Lo merezco, merezco todo esto.

–Claro que no… Fuiste a hacer lo que debías, y él debió acompañarte si se lo permitías, o ir a buscarte después. Debió comprender tu dolor. Él vendría a mí en ese momento y me asistiría. Lo sé…, y sé que tú no le habrías pagado con la misma moneda que él… –le sujetó la mejilla, dejándolo ocultarse en su pecho –Beren es una piedra en muchos sentidos, y es algo que… debes aprender a llevar.

–Pero debí regresar inmediatamente, fui un cobarde. Lo peor de todo es que sí lo necesitaba, quería que estuviera conmigo –le confesó sin alzar la cara, Gaki escuchando con mucha atención ahora.

Velten se pasó una mano por los ojos finalmente, para poder mirar a Aldric, agradecido de que estuviese allí –. Quería pedirte un favor en realidad.

–Lo que quieras… –lo miró a los ojos, tocándole la quijada para recoger una lágrima que había quedado allí.

–Quisiera llevarme un par de esculturas, de las más antiguas, a mi habitación –le sonrió levemente, moviendo un poco la cabeza –. Necesito verlo, aunque sea de esa manera.

–Por supuesto que sí, las que quieras. Ahora mismo si lo deseas. ¿Quieres que te acompañe o prefieres estar a solas con ellas para escogerlas? –lo miró a los ojos, devolviéndole la sonrisa.

–Preferiría que me acompañases, pero creo que hay alguien que te necesita –se rio un poco, sintiéndose más tranquilo –. ¿Qué dices, Gaki? ¿Me lo prestas por unos minutos?

–Yo qué sé… –se quejó el chico sin girarse.

Aldric le dio una ligera nalgada y se levantó, apoyando una rodilla en el colchón e inclinándose, besándole la mejilla.

–¿Quieres venir? –le ofreció tomarlo en brazos, como si no pudiese ir por su propio pie.

–¡Sí! –exclamó saltando a sus brazos, en realidad no quería dejarlo ir solo con ese rubio.

Velten se rio, intercambiando una mirada con Aldric.

–Al menos uno de los dos está feliz –comentó, desviando sus pensamientos luego –. ¿Es extraño que me guste esa en la que parece estar enojado?

–No lo creo…, es su estado natural y te resulta más evocadora –se rio, abriendo la puerta y bajando las escaleras hacia aquel lugar, recorriendo los pasillos con tumbas abandonadas hacia la sala –. A mí me gusta esta… –sacó un paño que cubría una estatua de Beren acostado en un banco de mármol blanco. Estaba desnudo, de hecho casi todas aquellas estatuas lo estaban. Su señor me hizo hacerla de esta forma para poder tumbarse a su lado… –dejó a Gaki bajar al suelo y se tumbó él –Deberías ver lo mucho que se molestó cuando supo el por qué –le dijo riéndose.

Gaki se estaba riendo y cubriéndose la boca para no hacer demasiado ruido, pero es que le hacía gracia.

–Lo imagino, pero creo que le daré las gracias a su señor –Velten se acercó a la estatua, deslizando la mano por el frío mármol e imaginando el tacto de su piel –. Siempre he pensado que parece un dios.

–Y tú un sacrificio perfecto para los dioses… –Aldric alzó las manos y sujetó las suyas para levantarse. Luego se movió entre las figuras, sacando todos los paños que no había retirado al bajar con Shane. Quería dejarlo todo como antes, pronto querría trabajar de nuevo y le exasperaría todo aquel desorden –Míralas todas, Velten, pasa el tiempo que desees escogiendo las que quieras –le dijo mientras sacaba un paño más, observando la efigie de un hombre joven de cabello lacio y cuerpo suavemente musculado, cubierto con una túnica alrededor de las caderas. Su gesto era adusto y severo, con una mirada poco, o nada dulce.

Sonrió, rozando los labios tallados con increíble perfección. Pero a pesar de esto, no había ni una sola grieta humana en ellos, eran suaves como la seda. Siguió apartando después más sábanas y miró a Velten, que estaba observando una estatua de Beren como si la misma fuera a devolverle el abrazo si se hubiera echado contra su pecho.

El rubio extendió la mano acariciando la mejilla de aquella estatua con ternura, sintiendo que le ardían los ojos de nuevo. Tenía suerte de que Aldric fuese tan buen escultor, pero seguía prefiriendo al Beren real.

–Aldric, ¿quién es? –le preguntó Gaki observando la otra estatua porque estaba curioso y además, quería que dejase de mirar a Velten.

–¿Hum? Oh… –se giró hacia él para aproximarse a la escultura –Un vampiro, uno increíble. El más antiguo que he conocido jamás, bellísimo. La escultura no le hace justicia –le pasó la mano por el brazo a la misma y lo miró. Casi podía imaginar su cabello negro moviéndose con la brisa.

–Oh… pues espero que ese no venga a visitarte también –frunció el ceño, alejándose para explorar las demás esculturas y pensando que había demasiados vampiros en realidad.

–Me llevaré esta –comentó Velten en ese momento sonriendo, apoyado en la que había estado mirando, dejando que la curvatura del brazo de la misma lo rodease –. ¿Cuándo empezarás a trabajar de nuevo?

–Pronto, en cuanto ponga esto en orden y me deshaga de… el maldito polvo –frunció el ceño sacudiendo un poco –. Tal vez haga una de Gaki, antes de arrastrar a mi modelo habitual escaleras abajo.

–¿En serio? –Gaki casi saltó para mirarlo, aunque estaba en el otro extremo de la habitación.

–Me pregunto si lo podrás mantener quieto –se rio en bajito Velten, extendiendo el otro brazo –. Yo también estoy dispuesto a posar, ¿eh? Tal vez deberías hacer una escultura compuesta –le sugirió, por un momento recuperando ese brillo maldito en los ojos.

–Entonces sería a ti a quien no se podría mantener quieto –se rio un poco, pensando en ello ya –. Lo haré, será divertido –miró a Gaki después, llamándolo con una mano –. Y por supuesto, yo siempre hablo en serio.

–No es cierto –se quejó, aunque acercándose y sujetando su mano.

–Sí lo es, incluso sus bromas van en serio –le aseguró Velten, observándolo con atención y luego a Aldric –. Creo que sería un Cupido interesante, sobre todo porque tiene flechas certeras.

Aldric los miró a ambos con los ojos entrecerrados.

–Debería castigaros a ambos y poneros a posar para mí toda la noche –los amenazó, sujetando a Gaki contra su cuerpo con un brazo.

–Noooooooooooo –se quejó, frunciendo el ceño, no porque le molestase posar, sino porque quería estar a solas con Aldric de nuevo.

–Ya te dije que estoy dispuesto, pero será mañana. Esta noche, tengo que abrazar una estatua –se rio Velten, alzándola unos centímetros del suelo como si la misma no pesase nada.

–¿Quieres que te ayude? –se rio, ya que no se lo ofrecía realmente. No necesitaba para nada su ayuda. Tomó a Gaki en brazos y lo acomodó un poco –¿Seguro que no quieres quedarte a dormir en mi cuarto?

–¡No! –exclamó Gaki corrigiéndose luego por Jiro –No quiere que… ya tiene la estatua.

–Hum… pero no lo sé, Gaki. Podría ponerla allí también y dormimos todos juntos –bromeó Velten ya que no tenía intenciones de hacer eso, pero realmente era divertido meterse con ese chico. No comprendía cómo podía ser tan inocente siendo un vampiro.

–Es verdad, o podemos meter a Gaki en mi ataúd, que creo que nunca ha usado uno y le encantará –se rio, subiendo tras él por las escaleras.

–No quiero, no me gustan… –casi pataleó el chico, mirando al rubio como si le fuera a saltar encima de un momento a otro.

Sin embargo, Velten estaba pensando en otra cosa.

–Eso me recuerda que tengo que encargar uno nuevo. El mío está hecho un desastre…

–No lo utilizarás nada con Beren. Él los odia –se rio entre dientes, sujetando a Gaki firmemente, aunque le iba mal con su comportamiento. Le daban ganas de encerrarlo un ratito en el ataúd.

–Lo sé, pero… creo que de todas maneras no dormiré con él… por un tiempo –añadió ya que no quería tentar a la suerte.

–No tienen nada de bueno los ataúdes, no comprendo –se quejaba Gaki, aunque ya se estaba cansando y finalmente se quedó quieto, casi guindando de Aldric.

–Son íntimos y seguros, y un día de estos dormiremos ambos en el mío –le dijo al oído, riéndose y acompañando a Velten hasta la puerta –. ¿Seguro que no quieres que te acompañe? –le preguntó discretamente, aunque en realidad suponía que querría estar solo.

–No, pero gracias, Aldric. No sé qué hubiera hecho si no estuvieras aquí –le sonrió levemente al llegar a aquel pasillo de nuevo y dejó la estatua en el suelo para abrazarlo una vez más, con todo y Gaki en el medio.

–Pero ven si lo necesitas… –le pidió, besándole la frente antes de que se separase de ellos, esperando a que entrase en su cuarto antes de llevarse a Gaki de vuelta con él.

–¿También lo amas? –le preguntó el chico, saltando de sus brazos y frunciendo el ceño, aunque estaba preocupado a decir verdad.

Aldric lo sujetó por el cuello con cuidado, aproximándolo a él.

–Lo amo, pero no románticamente –sonrió, acariciándole el cabello –. Lo amo como a un hermano.

–Hum…¿algo así como Jiro y yo? –lo miró a los ojos, pensando que eso podía comprenderlo mejor. No significaba que no se fuera a poner celoso, claro.

–Sin sexo, como Jiro y tú a partir de ahora si no quieres ya sabes tú qué –le advirtió –. Además, yo soy muy difícil de complacer y no vas a tener ganas ni fuerzas.

–Ya, ya… jo… –se quejó, girándose y riéndose para sí de todas maneras –No soy tan tonto como crees, ¿eh?

–No me pareces nada tonto, sólo un poco inocente –le tocó la cabeza con un dedo, sonriendo y de pronto cogiéndolo de nuevo en brazos –. No te alejes, malvado.

–Yo no soy el malvado –le sonrió de manera perfectamente angelical –. Tengo que ser inocente, Jiro odia a los adultos.

–¿Oh sí? Pues yo sé de un adulto que le gusta mucho –entró en su cuarto y cerró la puerta, dejándolo en el suelo nuevamente.

–¿De qué estás hablando? No le gusta ninguno –lo corrigió, aunque dudoso, siguiéndolo por la habitación.

–Hablo de Shane, y te aseguro que le gusta mucho –alzó un dedo como exponiendo su punto. Se sentó luego en la cama y lo observó.

–Hum… ya… Shane me hizo daño –se quejó recordando la pelea ahora y frunciendo el ceño. En realidad sólo lo decía porque era lo único que podía esgrimir en su contra, pero de pronto sonrió, comentando –. Jiro dijo que era un traidor, me lo dijo hoy.

–Lo dijo porque no le gusta que nadie conozca un sentimiento al que no sabe cómo atenerse –torció un poco la sonrisa, mirándolo –. ¿Estás celoso, Gaki?

–Claro que lo estoy, Jiro es mío. ¿Tú no te pones celoso con… Velten? –le preguntó, aunque si le decía que sí, se iba a poner más celoso.

–No, Velten es de Beren, y Beren de Velten. Me hace feliz que se amen, y que una persona a la que quiero tanto tenga ese vínculo con alguien –se apoyó con las manos en la cama, tras su espalda.

–Pero entonces ya no te presta mucha atención a ti –suspiró sentándose a su lado en la cama y observándolo –. ¿Y si se olvida de ti y sólo quiere estar con Beren?

–Tal vez un poco menos de atención al principio, pero luego compartiremos momentos a solas, momentos los tres juntos. ¿Acaso tú tendrás tanto tiempo para dedicarle a Jiro si es verdad que me amas? Yo me sentiría solo… –lo miró tranquilo, moviendo un poco el pie sobre el otro.

–Eso no es justo… –lo empujó con una mano, aunque sin moverlo, intentando reflexionar sobre eso –, pero no voy a abandonar a Jiro y no quiero que Jiro se olvide de mí.

–Eso no sucederá. Hay una conexión inseparable entre el creador y su hijo –se acostó sobre el colchón, suspirando –. Me partes el corazón, Gaki, quieres más a Jiro que a mí… –se giró de medio lado, tocando las sábanas.

–No digas eso, no quiero partirte el corazón –se tiró sobre él, apoyando la quijada en su hombro –. Te amo, Aldric, no te pongas así, es distinto.

–No sé… no te creo. Necesito ser el más importante para ti, o me lanzaré a la calle cuando salga el sol.

–¡No hagas eso! –el chico se le subió por encima hasta conseguir que Aldric se girase boca arriba –Te amo a ti, ¿vale? No te mates.

Aldric tuvo que aguantarse para no reírse, y lo miró muy serio, sujetándolo por las mejillas para besarlo superficialmente.

–¿Seguro?

–Sí, seguro, no me abandones, Aldric –le pidió, mirándolo a los ojos.

–Está bien, te creeré –lo besó más profundamente, pasándole una mano por el pecho y terminando de rasgar el látex para abrirle la camiseta –. Mañana por la noche, según el sol se oculte, iré a ver a Beren. Tú cuando despiertes puedes ir con Jiro, yo avisaré a alguien para que espere a que despiertes. Recuerda lo que te dije.

–Lo sé, me portaré bien, lo prometo –sonrió, aunque pensando que de todas maneras le preguntaría acerca de Shane.

–Ahora, pórtate mal –le susurró, alzándose un poco sin quitárselo de encima, sólo lo suficiente para deshacerse de la camiseta. Se rasgó la lengua con los colmillos y se la mostró entre los labios empapada en su sangre.

–Si eso quieres… –le advirtió, sonriendo de manera maldita y besándolo, succionando su lengua, mientras se colocaba a horcajadas sobre el moreno.


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