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Capitulo 35
Hunger

Domingo 13 de Diciembre.
Medio día.

Serkan se movió en la cama, pasándose una mano por el cabello, y tapándose un poco la cara con el brazo. Los rayos de sol se filtraban por entre las rendijas de las persianas y le deslumbraban, pero ni siquiera eso lo despertaba. La noche anterior se había quedado hasta muy tarde con su hermano y Shio. Había regresado a casa por la madrugada, a dormir un rato, y se había tirado en la cama sin ni siquiera quitarse la ropa.

El teléfono sonó, y se movió en el colchón, notando que la musiquita provenía de su bolsillo. Hundió la mano en el mismo sin abrir los ojos, y lo hizo sólo para mirar el número.

–Sí... –contestó cerrando los ojos de nuevo.

–¿Serkan? ¿Estabas dormido? –la voz de Shio sonó algo burlona del otro lado de la línea. Claro que era domingo, pero por alguna razón le causaba gracia haberlo despertado –Me preguntaba si querías reunirte conmigo.

–¿Sólo pasan unas horas y ya necesitas verme? –Serkan se rio un poco, abriendo los ojos de nuevo y mirando para la pared. Poco a poco se fue percatando de lo que estaba viendo. ¿Dónde demonios estaba? Se sentó de golpe en aquella cama extraña, mirando a un lado y observando una foto en la mesilla. Era de una mujer rubia, que no conocía de nada.

Le parecía que Shio le estaba hablando, pero los latidos de su propio corazón, no le dejaban escuchar sus palabras.

–¿Serkan, ya te dormiste de nuevo? Serkan... –lo llamó un tanto incómodo –¿Escuchaste algo de lo que te dije?

–¿Qué? No... Lo siento, me distraje. Quieres quedar, ¿no? –le preguntó, levantándose de la cama de una vez, con algo de repulsión. Se miró las manos enseguida, pero las tenía limpias, y no tenía ningún “regalito” esta vez. Tal vez sólo se había acostado con ella. Dentro de lo malo...

Se movió por aquella casa que no conocía, buscando la puerta para salir cuanto antes.

–Sí, quería comer algo y tal vez hablar un poco más de esas voces... Nunca había escuchado tantas cosas en una sola cinta... –continuó, sintiéndose un poco patético por utilizar aquello de excusa, aunque no era del todo cierto. Sí que le interesaba su opinión –¿Quieres que pase a buscarte?

–No –se apresuró a contestarle –. No, porque aún no me he duchado, y tengo que cambiarme. Yo pasaré a buscarte a ti... –se quedó frente a la puerta, pensando en que no debía hacer ese ruido ahora. Afuera se escucharon unos pasos, el edificio debía de ser viejo, dado el tipo de vivienda. El sonido se alejó.

–Te estaré esperando. No tardes demasiado, amor –se rio, ya que no se le quitaba la costumbre de molestarlo.

–Me vas a hacer arrepentirme... –bromeó disimulando y cortando la llamada. Iba a apoyar la mano en la manija, pero enseguida se detuvo y utilizó su propia camiseta para abrirla, evitando dejar huellas.

En el pasillo no había nadie, y se deslizó por el mismo rápidamente, asegurándose de salir de allí de la forma más rápida posible. Se miró de nuevo, no, no tenía la ropa manchada esta vez. ¿Qué demonios le estaba ocurriendo? ¿Estaba perdiendo el norte? Tenía un dedo en su frigorífico y esta mañana se despertaba en un lugar desconocido, la poca sensatez que le quedaba, le decía que debía buscar ayuda ya, pero viniendo de lo que venía, en ese momento, lo que deseaba era vivir, y le importaba bastante poco lo difícil que fuera a resultarle, o si para ello debía pisar a otros.

...

Shio iba bajando las escaleras tranquilamente, sabía que aún faltaba algo de tiempo antes de que Serkan lo pasara a buscar. Se preguntaba si había sonado así de distraído porque acababa de despertarse. Ni siquiera parecía que estuviese haciendo un esfuerzo por responderle.

El chico llegó al cabo de unos diez minutos, y seguía estando algo alterado, a pesar de que caminaba con aire seguro, pero su pulso temblaba ligeramente mientras sujetaba el cigarro entre los dedos. Se aproximó a él y le besó los labios sin siquiera pensárselo, haciéndolo de forma bastante violenta para aquel momento.

–Hola... Nos levantamos con energía –sonrió Shio, observándolo y preocupándose un poco –. ¿Qué sucede? Estás extraño.

–¿Sí? Estoy bien... –se llevó el cigarro a los labios otra vez, mirando a un lado. Comenzaba a sentirse bastante paranoico, y cada vez más, la necesidad de preguntarle a alguien si aquel mundo era real, era imperante. Lo sujetó por la cintura para llevárselo con él, subiendo la mano luego hasta sus hombros.

–Estás distraído. Ya veo que no era porque acababas de despertarte. Serkan... no puedes engañarme. Dímelo –le insistió serio, planteándose seriamente el leerle la mente. Estaba empezando a preguntarse si todo ese discurso acerca de la privacidad no sería una manera de mantenerlo a oscuras.

–No sé qué quieres que te diga... –torció un poco la sonrisa, pensando que estaba muy equivocado. Podía engañarlo, podía hacerlo porque ni siquiera él mismo sabía lo que sucedía –. Deberíamos estar trabajando en eso... Eso es en lo que estoy pensando. Cuanto antes lo acabemos, mejor será.

–No creo que debamos apresurarlo, es delicado –le contestó, mirándolo con sospecha y arrugando ligeramente la frente. Sentía que lo estaba manteniendo a raya.

–No, lo que pasa es que mi hermano está distrayéndose en vez de trabajar. Eso es lo que pasa... –se llevó el cigarro a los labios de nuevo, soltándole ya los hombros, ahora que ya se dirigían a donde quería.

Shio, sin embargo, continuaba mirándolo de aquella manera.

–Es domingo, tiene derecho. Además, tú mismo querías esto para él. Sabes que lo merece.

–Ya, pero hablaba de ayer... –murmuró con el cigarro entre los labios, entrando en una cafetería donde también preparaban comidas –. Aquí está bien, ¿no? –le preguntó, ya que a él le valía casi cualquier cosa.

–Sí, aquí está bien –asintió, aún pensativo, dirigiéndose a una mesa junto a la ventana y sentándose allí –. Ayer era sábado, sigue siendo fin de semana.
–Pero siempre ha trabajado los sábados de todas formas –se sentó frente a él, mirándolo a los ojos –. Deja de hacer eso.

–¿Qué estoy haciendo? –le preguntó, sonriendo un poco y apoyándose en ambos brazos.

–Ahora mismo... ser un crío consentido. Antes lo que hacías era preocuparte por mí... y sentir la insoportable tentación de hurgar en mi mente... ¿crees que no puedo notarlo? Puedo hacerlo –se apoyó de la misma manera, devolviéndole la sonrisa, esta vez con sinceridad.

–Puedes hacerlo... No puedo evitar preocuparme por ti. Creo que me ocultas algo, Serkan y eso no está bien –le contestó de la misma manera sin apartar la mirada de sus ojos.
–¿Sabes? Seguro que tú tampoco me lo dices todo. Es más, creo que perderías todo el interés si lo supieses todo. A ti te alimenta no poder... –se inclinó hacia él un poco, apartándose de nuevo y apagando el cigarro en el cenicero al ver que se acercaba una camarera.

–Tal vez, pero no si te pone en riesgo –le contestó enseriándose y girándose para pedir su orden. No sabía cómo hacerle comprender aquello.

–No estoy corriendo ningún riesgo –se rio, por lo increíble que sonaba aquello para él, contestándole tras hacer el pedido. No, ya nada tenía sentido en su vida, todo se estaba descontrolando –. ¿Desde cuando te preocupas tanto por mí?

–Siempre me he preocupado por ti, pero creo que es bastante obvio desde cuándo me siento con derecho a decírtelo –le recordó, alzando una ceja inconscientemente.

–Pero está bien que al menos ahora no te sientas con derecho a hurgar en mi mente –alzó una ceja también, sólo para ver si se daba cuenta de que lo estaba haciendo él. Se inclinó hacia atrás en la silla, apoyando el brazo en la de al lado –. Creo que deberíamos ir a trabajar después de esto.

–Yo no estoy tan seguro –se pasó una mano por el rostro para quitarse esa expresión, algo molesto. No le gustaba aquello para nada –. No sé por qué no puedes confiar en mí. Antes no te importaba que leyese lo que fuera.

–Antes era un niño..., pero a ti no te gustan los niños –sonrió malditamente –. Bueno, no es como que haya cambiado por ti. El caso es... ¿abrirías tú las puertas de tu mente para mí?

Shio lo miró serio, como pensándolo por un momento.

–Si creyese que es algo importante, sí. No te importó mostrarme esas imágenes... –sonrió por el juego sin poder evitarlo –Estoy controlándome por ti. Lo único que te pido es que no ocultes cosas que no deberías ocultar.

–¿Y por qué piensas que lo hago? –lo miró serio, peguntándose si ya había estado metiendo sus narices en donde no debía –Tengo derecho a mostrarte sólo lo que yo desee, es el mismo derecho que tú ejerces con los demás.

–Porque no te ves como siempre, suenas distraído. Me besaste de esa manera, como si no quisieras que notase algo en ti... –sonrió nuevamente, sospechando lo que estaba pensando –No necesito leer tu mente para notar esas cosas. Te conozco mejor de lo que piensas, Serkan.

–Te besé de esa manera, como si me hubieras hecho falta –se apoyó en la mesa y lo sujetó, besándolo de nuevo de igual forma, dejándose caer en la silla nuevamente –. Crees conocerme, ni yo mismo me conozco en este momento.

–Eso me preocupa –le contestó, a pesar de que lo había desconcentrado un poco con ese beso. Se quedó mirándolo por un momento, preguntándose qué lo había impulsado a llamarlo. Era cierto que quería verlo, pero su necesidad había sido un poco súbita. ¿Realmente estaba tan necesitado?

–A mí también, pero es tarde para ti, si estás pensando que esto puede dejar de ser tu problema ya... –se apartó un poco mientras les colocaban los platos, y aprovechó para pagarle antes de que fuera a volver a interrumpirlos –. ¿Tienes miedo de lo que pueda pasar?

–Ya te dije que me preocupas tú –le contestó, pensando que se apresuraba a pagar, al igual que su hermano. Los dos eran unos tercos. Suspiró, tocando su sándwich con un dedo –. No me gustaría que esto fuera sólo un juego.

–Esto no es un juego... –lo miró atentamente –. ¿Por qué tienes dudas acerca de eso? Mis sentimientos hacia ti no han cambiado –le dio un toque en la mano, clavándole el dedo en el sándwich y riéndose –. ¿No te dijo tu mamá que no se juega con la comida?

–Mi mamá me hubiese preguntado que si quería otra cosa –sonrió, llevándose el dedo a la boca y finalmente lamiéndolo antes de contestarle en serio –. ¿Por qué tienes miedo de lo que pueda ver?

–No tengo miedo, me molesta que te tomes esas libertades. Eso es todo... Además, las personas pensamos muchas cosas, que a veces sólo son estupideces que se nos pasan por la cabeza. Tú tienes que saberlo. Eso no quiere decir que realmente... –suspiró bebiendo un poco de cerveza y mirándolo –. ¿Realmente es necesario explicar algo tan obvio? Es incómodo, punto. Es necesario tener un mínimo de intimidad, y se supone que tú lo respetes.

–Pero esto es parte de mí, siempre lo ha sido. Me siento incómodo sin poder hacerlo –se rascó un poco el cuello, suspirando. Siempre había supuesto que la persona que estuviese con él, lo comprendería –. No es sólo eso, no quiero saberlo todo, sólo lo que te preocupa.

–Empiezo a perder la paciencia... –le advirtió, comiendo en silencio –. No sabía que eras tan caprichoso.

–¿No sabías eso? Es información básica –le devolvió, pensando que él también estaba perdiendo la paciencia y empezando a comer también. No tenía sentido aquello, tal vez había cometido un error.

–No, no lo sabía. Nunca te habías puesto tan mimado conmigo antes, tal vez porque la frialdad era la mejor medida de contención –le regresó, fijándose en su expresión.

Shio alzo una ceja sin poder evitarlo, ni darse cuenta a pesar de que no lo miraba.

–¿Estás teniendo dudas ahora? No me vayas a decir que tenía razón cuando dije que estabas confundido...

–No tengo dudas de ninguna clase. Si las tienes tú, eso es otra cosa –lo miró a los ojos, limpiándose los labios con una servilleta y recordando algo de ese mismo gesto, aquella mujer rubia sentada en la silla de enfrente, riéndose. Bajó la mirada de nuevo, bebiendo un poco. Otra vez el corazón le estaba galopando como loco.

Shio abrió los ojos un poco más, observándolo. No había podido contenerse.

–¿Quién es ella? –sonrió de manera un tanto sarcástica, malinterpretando –¿Es la razón por la que no querías que mirase? ¿Estabas con ella cuando te llamé, no es así?

Serkan lo miró a los ojos, nervioso. ¿Cómo reaccionar a eso ahora?

–Joder... estaba durmiendo, ¿y por qué has tenido que hacerlo? Eres increíble... –chasqueó los labios, con el ceño fruncido. De pronto estaba preocupado, y no por un solo motivo –. Por eso te digo que no puedes hacer eso. Luego malinterpretas cualquier cosa, y encima tienes los cojones de echármelo en cara.

–Ya te dije que estoy preocupado. Te veías... –exhaló con fuerza, bebiendo un trago de cerveza y frunciendo el ceño –Si no es importante, ¿por qué la ocultas?

–No la oculto, es que no sé quién es... Simplemente se me ha venido a la cabeza. Yo qué sé, tal vez sea una actriz incluso, o cualquier tía que vi en un bar. Además... yo no me tiro a tías, me gustan los hombres, y ahora mismo sólo puedo pensar en ti. Joder... es que... tienes unas cosas... –se rio, en parte porque trataba de permanecer calmado y restarle importancia. Además, no quería perderlo por nada del mundo. Ese hombre le volvía loco –. Caprichoso y encima celoso. ¿Quieres ir al baño y te demuestro eso?

–No, creo que estoy bien así –resopló, bebiendo un trago largo de cerveza. No le creía nada, tal vez se había apresurado en juzgar lo que significaba aquello, pero nadie ponía esa expresión al pensar en una actriz o una desconocida.

Serkan lo miró fijamente, tocándose la mandíbula.

–No me crees, ¿verdad?

–Te pusiste nervioso –le contestó más calmado. Lo descontrolaba, le resultaba muy difícil mantenerse tranquilo ahora que se había involucrado con él.
–Sí... –se quedó callado, pensativo –. Pero es verdad. Es una persona que se me viene a la cabeza desde esta mañana, pero no creo conocerla, no sé quién es... Tal vez es algo que forma parte de lo que sucedió allí, no lo sé, eso es lo que me pone tan nervioso –le mintió a medias.

Shio lo miró a los ojos, suavizando su expresión.

–¿No podías decirme eso? Tonto... Esas son la clase de cosas que me hacen preocuparme. ¿Por qué tienes que cargarlo todo tú solo?

–No lo sé, no... quiero perder el control de mi vida, si es que tengo alguno. Y no quiero perderte a ti, no quiero que pienses que estoy loco... –se rio sin ganas, mirando a un lado y cogiendo su vaso de cerveza.

–No lo pienso, no voy a pensarlo y no quiero quitarte el control de tu vida tampoco. Me he estado controlando, es algo que no había hecho por casi nadie hasta ahora. Sólo miré en tu mente porque ya no podía más.

El moreno suspiró, tocándose la patilla con un dedo y rascándose. Le sujetó la mano, moviendo un poco la suya y pasándola por su antebrazo, sujetándoselo un poco.

–Parece que no me tomo nada en serio..., pero no es así.

–Y sé que parece que lo hago por terquedad, tampoco es así... –le aseguró Shio, colocando una mano sobre la suya.

–Un poco sí, tampoco mientas... –sonrió ligeramente, bajando la mirada serio de nuevo, retirando su mano. Seguro que no pensaba lo mismo cuando supiera la verdad, fuese cual fuese. ¿Qué habría sucedido con aquella mujer? Se terminó la cerveza, inclinándose un poco hacia atrás en la silla y mirándolo –. ¿Quieres ir a hacer algo luego, o prefieres ir a mi casa?

–Iba a sugerir que escuchásemos esas cintas de nuevo, pero no creo que sea buena idea –le sonrió ligeramente sin refutar aquello de su capricho –. Demos un paseo, hace tiempo que no lo hago.

–¿Y luego vamos a mi casa? –se rio, cruzando los brazos bajo el pecho luego de encender un cigarro.

Shio se rio, adivinando sus intenciones, pero asintiendo

–Sí, luego vamos a tu casa. Y decías que yo era el necesitado.

–Pero yo vivo en la necesidad... –se levantó para sentarse a su lado, pasándole la mano por los hombros y mirándolo de cerca, alzando una ceja y sujetándole la quijada con la mano en la que tenía el cigarro –. Ya sabes, me has hecho pasar mucha hambre.

–Era para tenerte así, fue mi plan desde un principio –bromeó, girando el rostro y mordiendo su sándwich como si el moreno no estuviese allí.

–Mira que eres lento comiendo... –lo molestó, sonriendo un poco –y mira que se te marcan las mandíbulas mientras masticas –se llevó el cigarro a los labios otra vez, observándolo sin separarse.

–Soy lento porque no me dejas comer en paz –le devolvió, mirándolo de soslayo y suspirando. Le agradaba aquel juego, siempre y cuando no pasase de allí a cosas más importantes.

–¿No te importa que sepan que somos maricones? –le preguntó por curiosidad, pensando en qué haría su hermano en público.

–No, porque tengo un arma secreta –sonrió de manera maldita, ahora girando el rostro para mirarlo directamente.

Serkan se rio, dejando salir el humo hacia otro lado y asintiendo con la cabeza. Se giró hacia él también y lo besó profundamente, de aquella forma necesitada que no podía evitar.

Shio cerró los ojos, devolviéndole el beso e intentando con todas sus fuerzas no leerle la mente. Le resultaba difícil con ese grado de intimidad.

Ahora sí puedes, le dejó saber el otro, preguntándose si incluso de aquella manera podía escucharlo. Eso lo hacía plantearse algunas dudas. Abrió los ojos y rompió el besó, tocándole los labios con el pulgar.

–Acábate eso ya, por Dios –le pidió, refiriéndose a su comida, como si no fuese él quien lo molestaba.

Shio se rio, metiéndose un trozo deliberadamente pequeño en la boca, sólo por molestarlo. Lo había escuchado, a pesar de todo, eso le extrañaba.

Serkan lo observó, no debía haber funcionado, pues no decía nada. Era un alivio, realmente le preocupaba hasta donde podía llegar su conexión.


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