.Novela homoerótica para mayores de edad.
 

Capítulo 30
Real Happiness

Okuma entró en casa y subió las escaleras. Pensándoselo mejor y bajándolas de nuevo. – Seki… – lo llamó desde abajo, ahorrándose él por si acaso. –Baja aquí…

– Vooooooooooooooy – se rió el chico, colocando un dedo sobre los labios de Goro y besándolo brevemente antes de bajar corriendo con el lobito en los brazos como estrategia de nuevo. – Creí que habías ido a ver a Atsushi-san.

– Pero ya volví y quiero hablar contigo, así que dile a Goro que se lave con agua fría y vaya con su padre. – se volteó, abriendo la nevera y bebiendo un poco de agua.

– Jo... que no hacíamos nada. Qué mal pensado eres, papá... – bromeó el chico subiendo de nuevo, aunque algo preocupado. Nunca le gustaba cuando le decían “quiero hablar contigo”. – Goro, mi padre dice que vayas a casa, parece que me quiere reñir.

– Genial… pues eso es que a mí también. – Goro se pasó la mano por el cabello, suspirando y preguntándose qué habían hecho ahora y si es que Okuma le había dicho a su padre que había sido un poco desagradable antes de irse. O tal vez por lo que había hecho ayer por culpa del sake. – Bueno… pues bajo… – se quejó, taciturno, besándole los labios varias veces, sin querer separarse. –Bajo... – repitió sin dejar aquello, no estaba muy seguro de si no lo castigarían.

– Baja, baka... – Seki le dio una nalgada susurrando luego. – “Si te riñen, ya te consuelo luego”. – Le colocó al lobito junto a la mejilla para que lo animase, aunque este sólo lo tocó con una pata.

– No me anima eso… le huelen los pies…– se rió el moreno, cogiendo a su lobito y subiéndoselo a la cabeza, sujetándolo con las manos mientras bajaba las escaleras. – Si me castigan, me pongo en el msn. – dijo, despidiéndose después de Okuma y saliendo de la casa.

– Vale... – Seki se despidió con la mano también aunque ya se había ido, mirando a su padre luego. – ¿Qué hice ahora?

– Nada. – el moreno se subió las gafas un poco y luego se las quitó, apoyándose en la encimera con la espalda y mirando al chico. – ¿No puedo querer hablar contigo sin tener que reñirte?

– Sí pero por lo general no dices “tengo que hablar contigo”. Sólo hablas. – se rió a pesar de todo, sentándose frente a él y acariciando al lobito que se veía muy contento entre sus brazos. – Si no hice nada... entonces no sé. ¿Hiciste algo tú? – sonrió maliciosamente.

– Aún no. – se rió entre dientes, sentándose también y cogiendo el cenicero para dejar caer allí la ceniza. No sabía cómo decirle algo así, se sentía extrañamente avergonzado y no era algo que le aconteciese habitualmente. Se apoyó con una mano en la sien, mirándolo fijamente. – Vamos a mudarnos.

– ¿A mudarnos? No regresamos a Tokio aún ¿o sí? – lo miró un tanto confuso, sonriendo luego. – Oh... vamos a mudarnos con Atsushi-san, ¿es eso?

Asintió igual de serio, observando su sonrisa y pensando que a veces facilitaba mucho las cosas que su hijo tuviese tantas ganas de tocarle las narices. – ¿Te parece bien?

– Me parece perfecto, ya es hora de que sientes cabeza. No me estás dando un buen ejemplo, ¿sabes? – lo molestó sin dejar de sonreír. – Y yo creyendo que sucedía algo terrible.

– No sé por qué tienes que ser tan tremendista. Es tu problema, yo no dije nada que te pudiera hacer pensar eso. – refunfuñó, echándose hacia atrás en la silla. – Pero por supuesto que no vais a dormir juntos.

– Bromeaba... – se rió el chico, acariciando aún al lobito. – Y ya lo suponía, aunque no sé por qué. Somos como hermanos... – “incestuosos” finalizó en su mente sonriendo. – Y no es como que vaya a salir encinta.

– Eso me traumatizaría bastante. – le aseguró, frunciendo el ceño sólo de confirmar sus sospechas sobre la posición de su hijo en aquella relación. – De todos modos, no os quiero durmiendo juntos.

– Me traumaría más a mí. Y buuuuuuuu por cierto. – se quejó aunque ya imaginaba el discurso que le estaría echando Atsushi-san a Goro sobre lo mismo. – Bueno, así se mantiene el misterio.

– Sí… ahora que lo recuerdo, ayer estuve facilitando que Atsushi os dejase dormir juntos en la tienda… hum… pero ahora ya no lo necesito… vaya por Dios…– lo miró, sonriendo malditamente.

– Sí lo necesitas... – Seki lo miró, viendo su paseo amenazado. – Lo necesitas porque te quiero mucho y tú quieres que yo sea feliz, ¿verdad, papá?

– No, hijo, me da igual tu satisfacción sexual. – el moreno lo miró serio, como si hablase del precio de las patatas.

– Sólo es un paseo, no hablamos de eso... – sonrió con cara de inocencia, dejando al lobito en el suelo para acercarse. – Papá... que si no me dejas me pondré muy triste y voy a necesitar que me abraces por las noches.

– Cerraré con pestillo. – lo miró a los ojos, preguntándose si creía que podía desafiarlo. No sabía él con quien estaba hablando, le sujetó la trabilla del pantalón y lo acercó más. – No me hagas que le cuente a Atsushi lo que hacía su hijo bajo el puente anoche…

– No hacía nada, estábamos nadando... – mintió el chico con la facilidad de un experto. – Y ¿si Goro se pone triste? ¿Crees que Atsushi-san le cierre la puerta?

– Atsushi-san… Tu padre sabe cómo hacer que deje de pensar. – Sonrió, sujetando el cigarro entre los dientes. – Hazme un yukata negro.

– Te lo haré... y seguro que así deja de pensar. Pero consíguele permiso a Goro para la acampada. – negoció, sujetándose de su brazo. – ¿Por favor?

Okuma tiró de él y lo sentó en sus piernas, pegándole una nalgada, el chico riéndose y abrazando a su padre, susurrando.

– “Estoy feliz por ti.”

El doctor le sujetó la nuca, apretándosela un poco con los dedos, mirándolo a los ojos y pasándole la mano por la espalda. – Verás cuando se lo presente a tu madre que bien lo vamos a pasar. – dijo serio pero esbozando luego una ligera sonrisa.


– De verdad, ya le quiero ver la cara. – volvió a reírse el chico sin apartar la mirada. – Me da igual, tendrá que aceptarlo... Y a Goro-chan y Seki-chan.

– Espero que tu abuelo tenga cerca el desfibrilador…– se rió entre dientes. Y le dio otra nalgada para que se levantase porque ya le estaban sobrando los cariños de más. – A ver si mañana podemos estar allí instalados.

– Voy a empezar a empacar ahora mismo. – contestó, corriendo escaleras arriba, el lobito siguiéndolo contento, seguro de que se trataba de algún juego. Aún así el chico regresó abajo, dándole un beso en la mejilla a su padre. – Sé que te encantan. – sonrió antes de emprender la carrera de nuevo.


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