Capítulo 28
On rainy nights like these
Noviembre 9, Domingo.
Vargas dejó las cosas en el fregadero, con el cigarro colgando
de los labios, pensando que se sentía extraña la convivencia
con alguien después de tantos años viviendo solo.
Se secó las manos, mirando de soslayo a la mesa.
Ash levantó la mirada, poniéndose nervioso inmediatamente.
–¿Estás seguro de que no te molesto? Porque
puedo quedarme con Roi. Me invitó.
–Si prefieres quedarte con Roi, me lo puedes decir –dejó
el trapo a un lado, y cogió una cerveza de la nevera –.
¿Quieres?
–No, digo, sí. La cerveza, no lo de Roi –le
aclaró enrojeciendo y desviando la mirada –. Es que
no quiero incomodar.
–No lo haces –le dio otra cerveza, sin sentarse –.
¿Vamos al salón?
–Sí –sonrió un poco, exhalando y siguiéndolo
–. ¿Te sientes extraño? Debe ser raro regresar
después de tanto tiempo.
–Sí, pero las cosas han cambiado, ahora estáis
vosotros y es más divertido –se sentó, tirando
de una manta para taparse las piernas, y esperó a que se
sentase para tapárselas también –. ¿Te
lo has pasado bien jugando? ¿Trabajas de lunes a jueves?
–Sí, y sí –asintió, bebiendo
un poco de cerveza mientras recogía las piernas bajo la manta
–No solemos hacer ese tipo de cosas, cada cual anda por su
lado.
–Ya, es una pena, siempre hay alguien que junta a la gente,
por suerte yo existo en este mundo… –se rio, echándose
hacia atrás contra el respaldo, y dándole una última
calada al cigarro antes de apagarlo en un cenicero sobre la mesa,
moviéndose un poco al notar sus pies, que para colmo estaban
gélidos, y él muy tenso.
–Qué humilde eres –se rio el chico recostándose
también, aunque bebiendo un poco más, y mirándolo
de soslayo. Cada vez que lo miraba le parecía más
atractivo, y por esa misma razón, le iba subiendo de color
la cara.
–Lo sé… –lo miró, quitándose
las gafas y dejándolas sobre sus piernas, jugando con una
de las patillas, que había tenido que arreglar un poco chapuceramente
tras aquel episodio en la cueva de la playa –¿Qué?
¿Ya no te gusta Roi?
–¿Eh? Hum… –lo miró más
nervioso aún –¿Te da esa impresión?
–Sí… me parece que sólo sois amigos.
–Supongo que estaba confundido –se encogió
de hombros, bebiendo más y mirándolo luego –.
Él me comprende y eso se sentía bien.
–¿Y ahora? –la verdad es que le había
puesto nervioso tener que ir a la ciudad y dejarlos allí
solos.
–Ahora me sigue comprendiendo –se rio un poco, preguntándose
si estaba tratando de obtener información –. No es
eso… Creo que me sentía solo.
–Ya, bueno, te he traído esos papeles –se los
entregó, cogiéndolos de debajo de la mesa, ya que
había decidido no agobiarlo con eso después de comer
–. Cuando quieras los rellenas, ¿vale? –los dobló
para que no creyese que tenía que hacerlo ahora, y los dejó
en la mesa frente a él.
–¿Es lo de la beca? –le preguntó mirándolos
–Todavía no sé qué estudiar.
–Sí, es lo de la beca, pero es para los estudios
que cursas ahora. Ya te digo que te la van a dar con las notas que
tienes y tu situación familiar –lo miró a los
ojos, pensando que se preocupaba por él.
–Oh, gracias –sonrió un poco, enrojeciendo.
No había creído que algo así fuera posible,
le gustaba tener aquello incluso si parecía algo infantil.
A veces se cansaba de cuidarse solo.
–Ya iremos a ver las universidades que hay por aquí.
Echas un vistazo y pedimos información. Estoy seguro de que
te va a gustar ese ambiente –bebió un poco de cerveza,
metiendo una mano bajo la manta para calentársela un poco,
aunque no hacía frío allí realmente –.
Y con respecto a lo que sucede en tu casa. ¿Qué quieres
hacer?
–No lo sé, pensé en ir a buscar al cura, pero
tampoco creo en esas cosas –se encogió de hombros,
mirándolo de soslayo y deslizando “casualmente”
una mano bajo la manta para rozar la suya.
Vargas levantó un dedo y lo pasó sobre su mano,
sintiendo que el calor le subía desde la misma. Se sentía
estúpidamente enamorado cómo nunca y se la sujetó,
mirándolo y esperando a que lo mirase también.
Ash alzó la mirada poco a poco, nervioso y con las mejillas
rojas, casi tartamudeando.
–¿Qué… qué... qué harías
tú?
–No lo sé, supongo que esperaría un poco a
ver si desaparece. No soy la persona más sensata, siempre
estoy cagándola, como ahora.
–No, yo estaba haciendo eso… –se rio apretándole
la mano de pronto –Había algo cuando fuimos Roi y yo.
Bronco lo vio.
–¿Sí? ¿El perro? –le preguntó,
suponiendo por el nombre poco humano.
–Sí, el perro. Es un animal muy tranquilo, siempre
lo ha sido, pero miraba hacia arriba y ladraba. Luego sentí
que algo me tocaba la nuca –se estremeció como si lo
hubiera vuelto a sentir –. Bronco ha estado en mi casa miles
de veces, nunca se ha comportado así.
–Ya… No sé, no tengo ni idea de esas cosas.
Sólo se me ocurre algo que decía mi abuela para ahuyentar
a los espíritus. Pero era para los trasgos y de todas formas…
probablemente son idioteces –le apretó la mano, metiendo
la otra también y acariciándosela –. ¿Sabes
que aunque lo hagamos bajo la manta… está sucediendo
igual, no? –se rio mirando un poco hacia abajo.
–Cállate, ¿tenías que romper el ambiente?
–le preguntó enrojeciendo más y desviando la
mirada –Las abuelas saben cosas, la mía sabía
que no debía acercarme a ese agujero.
–Está bien… sigamos hablando de abuelas…
–sonrió, guardando silencio por un momento y simplemente
deslizando los dedos por sus nudillos, dibujándolos. Había
empezado a llover afuera, y las gotas caían contra los cristales,
sólo se escuchaba eso, y extrañamente estaba disfrutando
de aquello.
–No seas idiota –refunfuñó el chico
mientras la lluvia se hacía más intensa afuera. Tenía
el ceño fruncido, pero le daban ganas de reír.
–¿Quién jode el ambiente ahora, eh? –se
rio, apoyándose en el respaldo y pegándole una palmada
con la mano que lo acariciaba.
Ash se rio por fin, dándole un puñetazo suave debajo
de la manta.
–Ah… ¿por qué todo lo divertido pasa
bajo la manta? Arriba también queremos divertirnos –tiró
de su mano y lo acercó a su pecho, sujetándolo contra
él.
–Te voy a dar uno por encima de la manta –le advirtió,
completamente rojo, aunque dejándose llevar.
–¿Quieres que te dé algo sobre la manta? –le
preguntó, acariciándole el cabello y bajando un poco
la mirada para observarlo.
–Calla… –le pidió, bajando la voz y poniéndose
serio. Lo estaba mirando, más nervioso que nunca, ya no tenía
frío.
–Como no dejes de mandarme callar, al final voy a hacerlo…
–le amenazó extrañamente, bajando la mano por
su rostro y acariciándole la mejilla, dibujando sus labios
con dos dedos. La casa se iluminó más con el brillo
de un relámpago, y al cabo de un rato se escuchó el
trueno.
Ash ya no decía nada, solo lo miraba, su cara acercándose
más a la del profesor, buscándolo. El sonido de la
lluvia lo hacía más íntimo, casi como si estuvieran
protegidos por un muro invisible.
Vargas le sujetó la nuca, acariciándosela con las
yemas de los dedos y mirándolo a los ojos, preguntándose
si debía hacerlo. La respuesta era un rotundo no. Sus labios
ya estaban sobre los de Ash y mediante besos los separaba. Le estrujó
el cabello y lo besó profundamente, de forma apasionada.
El chico lo rodeó con ambos brazos, dejando que la manta
cayera hasta su regazo por completo. Sabía que debían
hablar primero, de todo lo que le preocupaba, de lo que había
estado discutiendo con Roi, pero no podía dejar de besarlo.
Otro rayo iluminó la habitación, el sonido del trueno
siguiéndolo de cerca.
Vargas lo rodeó también, estrechándolo sin
dejar de besarlo. Ni siquiera al cabo de unos minutos, habían
dejado de besarse. Le acariciaba la espalda, el cabello, lo estrujaba
de nuevo. El granizo chocaba y rompía contra los cristales
y el viento soplaba furiosamente en el exterior.
Rompió los besos con otros besos, sólo para mirarlo
a los ojos. Su expresión le hizo sonreír un poco.
Se veía excitado y avergonzado. Sólo le hacía
sentirse más loco por él.
–¿De qué te ríes? –le preguntó
el chico, bajando la mirada, y golpeándole el pecho. Estaba
acalorado, a pesar del frío que debía estar sintiendo
y para colmo, no lograba tranquilizarse.
–No me rio, sonrío, que no es lo mismo –le
apoyó la mano en la cabeza, bajando la cara y besándole
el cabello –. No deberíamos…
–No… –asintió Ash, pegándose a
su pecho –No es… porque beso mal, ¿verdad? –le
preguntó de pronto sin atreverse a mirarlo.
–No… –se rio ahora sí, tocándole
la mandíbula con los dedos, dibujándola –Como
ya te dije antes, siempre estoy cagándola, y no quiero cagarla
en este empleo, pero…
–Pero… –lo miró por un segundo apenas
–Lo sé, eso le dije a Roi.
–Pero estoy dispuesto a arriesgarme por ti. Por una vez…
creo que realmente merece la pena arriesgarse. Si realmente estás
por mí. ¿Lo estás? –le alzó la
cara, mirándolo a los ojos.
–No quiero joderte la vida. ¿Eso te lo contesta?
–lo miró a los ojos, haciendo acopio de valor –No
soy un niño inmaduro, Vargas.
–Lo sé, eres un adulto –le tocó la quijada,
mirándolo a los ojos –. Seamos discretos, aquí
la gente cuando algo no le gusta, todos lo hablan pero ellos mismos
ponen las excusas. Les encanta no ver la realidad. No te voy a decir
que mi edad puede limitar tu libertad, porque… no lo creo.
–No, yo tampoco, soy más maduro que tú –se
rio un poco sin poder evitarlo, aunque tampoco le parecía
alguien irresponsable.
–No creas… –se rio, pensando que era más
maduro de lo que parecía, bueno, cuando no quedaba más
remedio en realidad. Tal vez simplemente más experimentado
–Supongo que no hay ningún problema porque los demás
lo sepan. Tú los conoces mejor que yo.
–No, ellos no dirían nada. No estoy tan seguro de
Sneik, pero él tiene sus propios problemas –meditó
luego, volviendo a mirarlo a los ojos –. ¿Estás
seguro?
–Estoy enamorado, eso es lo único seguro –le
tocó la oreja, pasando un dedo por el borde –, y me
gustan tus orejitas… –sonrió.
–Eso es extraño –se quejó, cubriéndose
la oreja y sonriendo luego. Ahora comprendía que lo que había
estado sintiendo por Roi no era ese tipo de amor, para nada.
–No es extraño, es pequeñita y suave, y está
bien hecha. Hay orejas horribles… –sonrió, mirándolo
a los ojos.
–Estás loco –se rio, arrodillándose
en el sofá, y sujetándole las orejas –. Las
tuyas están bien, no tienen nada raro.
–Sí, las mías sí, pero las mías
no me interesan –se rio, haciéndole cosquillas para
que le soltase.
–Pero a mí sí, deja... –se quejó
riéndose y cayendo hacia atrás, cubriéndose.
Otro relámpago iluminó la habitación, aunque
la lluvia se escuchaba más tranquila ahora.
Vargas se apoyó con la mano en el respaldo y se inclinó
sobre él, besándolo otra vez y sujetándole
la cintura con la otra mano, escuchando el sonido del trueno que
acompañaba a aquel relámpago.
Los brazos del chico se alzaron rodeándole el cuello mientras
le devolvía aquel beso, pero su corazón latía
tan alto que casi ni había escuchado el trueno. La mano del
profesor subía por su costado bajo el jersey y le acariciaba
las costillas hasta llegar a una de sus axilas. La bajó por
su pecho, tocando sus pezones y empujando la lengua más en
su boca, apretando uno de ellos entre dos dedos.
–Mmm… –gimió Ash, abriendo los ojos,
sorprendido, pero sin apartarlo. No le desagradaba de todas maneras,
sólo lo ponía más nervioso.
–¿Tienes frío? –le preguntó subiendo
un poco su camiseta por el abdomen.
–No… No, pero… –se quejó respirando
con fuerza.
–No pasa nada. No vamos a hacer nada que no quieras…
–le aseguró, mirándolo a los ojos –¿Sólo
la camiseta?
–Sólo la camiseta –accedió, quitándosela
y mirándolo aún nervioso –. Tú también.
–Vale… –se arrodilló en el sofá,
sacándose la camiseta e inclinándose luego sobre él
lentamente, sujetándole una mano y apoyándola sobre
su pecho mientras lo besaba. Bajó por su brazo y le acarició
el hombro, pensando que tenía un cuerpo trabajado, fibroso
a pesar de ser menudo –Me está gustando eso de que
trabajes…
–Tonto –se quejó enrojeciendo y tocándole
la espalda también, comentando a pesar de todo –. Me
está gustando esto de que hagas ejercicio…
–Lo sé, soy un bombóm… –sonrió,
inclinándose y besándole el pecho, lamiéndole
los pezones y pasándole la mano por la espalda para que la
arquease mientras lamía su abdomen. Era suave, olía
muy bien y su piel estaba muy caliente, era increíblemente
morboso.
Ash gimió suavemente, entrecerrando los ojos y sintiendo
aquella lengua caliente en su abdomen. Su sexo se irguió
contra los pantalones, aunque prefería que no lo notase,
pero era tarde para eso. Miró hacia allí buscando
exactamente eso y lo besó sobre los jeans, mordiéndolo
a través de la tela y apretándole las nalgas.
La lluvia no dejaba de caer contra los cristales, pero él
estaba ardiendo.
–Ah, no hagas eso… –le pidió el chico
estremeciéndose con violencia y abriendo los ojos enseguida,
su respiración cada vez más entrecortada.
–¿No? –lo hizo de nuevo, lamiendo luego su
abdomen y regresando a su sexo, rozando la cara contra sus genitales
y rascándose con la tela. Subió sobre él y
lo besó otra vez antes de que protestase. Le sujetó
las piernas para rodearse con ellas y se apretó contra él,
también erecto, respirando contra su boca y besándole
el cuello después, estrujándole las nalgas con aquellas
manos fuertes que las abarcaban por completo.
–Mmm… –protestó o intentó hacerlo,
ya que no sonaba para nada como una queja. Se apretó contra
él, rozándose, deseándolo, a pesar del miedo
que tenía. Su cuerpo podía más en ese momento.
Vargas bajó la mano y se abrió el pantalón,
dejando su sexo salir de debajo de la ropa, y le sujetó la
mano llevándola hacia allí y moviéndola un
poco, soltándosela después para tocarlo él
sobre la ropa para ver si había cambiado de opinión.
Los ojos de Ash se abrieron completamente al sentir su sexo caliente
y erguido en la mano, y más aún cuando volvió
a tocarlo. Estaba jadeando y antes de debatirlo en su mente, ya
estaba masajeando el sexo del profesor, sintiendo su contorno y
habiéndose olvidado de la lluvia que aún golpeaba
las ventanas.
–Mph… –el moreno resopló, observando
sus ojos y apretando su sexo, que se dibujaba a un lado en sus jeans.
Los abrió y metió la mano bajo la ropa, sujetándolo
y masajeando con fuerza, sin dejar de observar su expresión
y besándolo otra vez entonces.
Ash continuaba mirándolo a pesar de estar completamente
rojo, y no dejaba de acariciar su sexo, gimiendo entre sus labios.
–Sigue… –susurró Vargas, besándole
los labios varias veces y bajando a su pecho después, succionando
sus pezones.
–Ya…ya voy… –se quejó, mirando
hacia abajo y cerrando los ojos luego porque le daba vergüenza.
Sin embargo, estaba acelerando los movimientos en su sexo, a medida
que se iba descontrolando cada vez más.
Vargas metió la otra mano por dentro de sus jeans y le
estrujó las nalgas, besándole el cuello otra vez y
comenzando a succionar su piel.
Las ráfagas de viento azotaban la lluvia contra las ventanas,
incluso él se veía descontrolado ya, y respiraba fuertemente
contra su boca.
Ash subió la otra mano hasta su nuca, acariciando su cabello
allí y respirando con fuerza, sintiendo que le subía
el calor por todo el cuerpo. Estaba temblando de lo mucho que se
estremecía y empezaba a apretar más su sexo, como
queriendo exprimirlo.
–Oh… –Vargas le apartó la mano con urgencia,
sujetando su sexo contra el suyo. Los masajeó de esa manera
por un rato, hasta que comenzó a brotar semen de su propio
sexo, y deslizó la mano mientras se movía inconscientemente
sobre él, para así empapar su sexo con aquel líquido
blanco, sintiendo el chorro de semen salir del otro y mojarle.
El chico se cubrió la boca, intentando contener los gemidos,
aunque estaba rojo y su cuerpo se estremecía sin mucho control.
Entreabrió los ojos, mirando al moreno y tragando saliva
a medida que se iba calmando.
Vargas le besó los labios con suavidad, pasando aquella
mano llena de semen por su pelvis y una de sus caderas, sujetándole
las nalgas después.
–¿Lo siento? –sonrió contra sus labios,
mirándolo a los ojos.
–Tarde –contestó, aún agitado y sonriendo
un poco después, ya no iba a poder echarse para atrás.
–Sí, me daba la impresión –lo sujetó
por debajo de la espalda, sentándolo sobre sus piernas mientras
se ponía de ese modo en el sofá, y le cubrió
la espalda con la manta por encima de los hombros –. Vaya
tormenta… –miró hacia atrás un momento,
estremeciéndose al pensar en el frío que debía
hacer afuera.
–Sí, vaya tormenta –repitió, aunque
él no pensaba precisamente en eso. Le apartó el cabello
de la cara, recostándose contra uno de sus hombros luego
–. No tengo frío.
–Yo tampoco… –metió una mano bajo la
manta y le acarició la espalda, besándole la mejilla
y mirándolo de soslayo –¿Estás bien?
–Sí –asintió sonriendo un poco –¿Por
qué? ¿Nervioso?
–Un poco… –suspiró, como soltando la
respiración que estaba conteniendo, y luego le besó
el cabello, abrazándolo –No pensaba que esto fuera
a sucederme a mí –se rio, como explicándose
en realidad a sí mismo.
–¿El qué? Yo creo que me sucedió a
mí –lo miró de soslayo, enrojeciendo.
–Bueno, me gustas mucho… –suavizó lo
que sentía, echando la cabeza contra el respaldo.
–Ya…. Tú a mí –le contestó,
volviendo a mirar hacia la ventana por un momento –¿Vas
a seguirme leyendo esta noche?
–Sí, ¿por qué no? Leo todas las noches
–se levantó con el chico en brazos, sujetándolo
con uno para tomar sus gafas, y caminando hacia las escaleras después
para subirlo a su cuarto con él.
–Pero no lees en voz alta todas las noches –se quejó
abrazándose a su cuello para que no lo fuera a soltar, y
murmurando luego –. Me gusta tu voz.
–Te quiero… –susurró contra su oreja,
aunque no era para nada lo mismo, pero había sentido el valor
para decirlo en voz alta. No le importaba si parecía pronto
para algo así. Tenía la suficiente edad para saber
que no se trataba del tiempo, y lo apretó más.
Ash cerró los ojos, sintiendo una calidez en el pecho ahora
y sonriendo un poco.
–Te… Yo a ti –contestó, enrojeciendo de
nuevo. No se le daban bien esas cosas, pero estaba seguro de que
lo que sentía no era algo casual ni pasajero.
Vargas le sujetó la nuca y lo besó otra vez, pero
suavemente, abriendo la puerta de su dormitorio y dejándolo
sobre la cama, aunque recostándose sobre él.
–¿Quieres ir al baño?
–No, sólo… ¿tienes algo para limpiarme?
–le preguntó, mirándolo, en realidad no le quería
ensuciar las sábanas, pero ya empezaba a sentir el frío
nuevamente.
–Sí… –se apartó, cogiendo la camiseta
de ayer de encima de una silla y pasándosela por el abdomen
antes de dársela –Ahora vengo –le besó
los labios y se fue hacia el baño, aunque dejó la
puerta abierta por si acaso. Algunos le dirían paranoico,
pero no era para menos.
Ash se limpió tanto como pudo, pensando que eso no era
lo que le había pedido, pero no se iba a poner a protestar.
Se metió bajo las sábanas, girándose de medio
lado sin dejar de mirar hacia la puerta del baño.
Vargas abrió el grifo y cuando el mismo se cerró,
salió por fin. Cerró la puerta y se acercó
a él, sacándose los pantalones y mirándolo.
–No estarás vestido ahí abajo, ¿no?
–Tengo frío… –se quejó como la
noche anterior, sonriendo un poco.
El moreno separó las sábanas y se metió debajo,
sacándole los pantalones y tirándolos por un lado
de la cama, abrazándolo para que entrase en calor, y estirando
el brazo para tomar sus gafas y ponérselas.
–Ahora ya no.
–No te sorprendas si te despiertas en medio de la noche
y me encuentras azul –protestó a medias, acurrucándose
más contra él.
–Si eso sucede te prometo que te haré entrar en calor
–sonrió, cogiendo el libro y abriéndolo por
donde lo habían dejado –. ¿Seguro que quieres
que siga? Creo que ahora va a empezar a dar miedo –le advirtió.
–No importa, estoy contigo –sonrió, acomodándose
de nuevo. Lo cierto es que no estaba pensando mucho en lo que había
sucedido, Vargas había conseguido quitárselo de la
mente y ahora, no le parecía que nada malo pudiese ocurrir
en una noche como esa.
–Vale –sonrió, pasándole la mano por
el pelo y comenzando a leer –. “El reflejo de su silueta
en el espejo era extraño, se veía como quebrado y
su rostro estaba desfigurado de tal manera que no podía distinguirse
bien…”
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