Capítulo 1
Lullaby
Hacía calor, era inevitable tener que pasarse el guante
por la frente de vez en cuando, para así poder enjugarse
el sudor y que no cayera sobre sus ojos.
La campana del internado sonó, desconcentrándolo
en su tarea de cortar los rosales del jardín. Era la hora
de la comida, y en ese momento, los chicos se reunían en
el salón comedor. Él, sin embargo, comía en
la cocina, después de todo sólo era un bedel, y a
pesar de que la mayoría de los profesores le tenían
cierto aprecio, no apoyaban su manera de hablar con los chicos,
sin reservas. Pero bueno, no podía quejarse, él solo
era el bedel.
Se apresuró a levantarse para asearse un poco en el baño
del pequeño cuarto en el que vivía. Estaba lleno de
tierra y sucio de sudar, pero debía darse prisa para no llegar
tarde, así que no tenía mucho tiempo que perder.
...
En una de las aulas, Saint se levantaba de su pupitre, apartando
la silla con cuidado y cogiendo su carpeta para guardarla bajo la
mesa. Los días se le hacían tediosos. Miró
por la ventana para ver lo mismo que desde que tenía uso
de conciencia. El jardín del internado, y la antigua iglesia
algo más allá. Lo cierto es que se llamaba Lullaby,
sonaba muy... tierno. Pero no dejaba de ser un orfanato. No los
mandaban “a paseo” al cumplir la mayoría de edad,
se podían quedar mucho más tiempo, y pese a lo antiguo
del recinto, tenían bastantes comodidades. Sin embargo...
seguía siendo un orfanato, uno del que parecía no
iba a salir hasta que no fuera por su propio pie.
Miró de soslayo a Chris, notando que lo observaba, y le dirigió
una suave sonrisa.
–Vamos a comer, tal vez Alex pueda hablarnos del nuevo tutor
que nos tocará este año. Aunque, sin duda volverán
a molestarnos por sentarnos con él en la cocina... –al
acabar la frase alzó una ceja, en señal de que le
hartaba esa actitud.
–Si nos riñen, les diré que Alex nos quiere...
y pondré esta cara, mira –Chris se señaló
el rostro poniendo gesto de desvalido y sonriendo luego, encogiéndose
de hombros –. No tenemos la culpa de que los demás
sean unos chiquillos. Alex es el único que sabe algo de la
vida –sentenció como si él mismo fuese muy cosmopolita
y maduro, mientras se sujetaba del brazo de Saint para llevarlo
hacia allí.
–Eso es cierto –se dejó llevar por su amigo,
bajando las escaleras, puesto que los más mayores, como ellos,
estaban en los pisos superiores. Que por otra parte eran los más
vacíos, ya que casi todos eran adoptados antes de llegar
a esa edad.
Lo cierto es que Chris habría sido adoptado ya en unas cuantas
ocasiones, de no ser porque no querían ser separados, y siempre
hacían algo para conseguir que los futuros padres se arrepintiesen
de su decisión. Sabía que no era muy justo querer
retenerlo así, a su lado. Pero era la única familia
que tenía, aunque no fuera realmente su hermano.
Se guardó las manos en los bolsillos del pantalón
gris, dejando que Chris continuase enganchado de su brazo.
–Qué callado... –el chico le besó la
mejilla, ya que notaba cuando Saint se ponía a cavilar cosas
serias. No le gustaba que decayese, ni siquiera por un momento.
Saint era su apoyo y era la razón por la que nadie se metía
con él, a pesar de su personalidad y apariencia, no muy masculina.
–Sólo estaba pensando en tonterías –le
contestó, mintiendo un poquito y sonriendo de nuevo, pasando
por el comedor, y cogiendo una bandeja. Se puso a la cola, esperando
a que les tocase recibir la comida –. Seguro que así
se sienten los presidiarios.
–No, los presidiarios se sienten peor, porque deben usar
ropa horrible en colores espantosos –bromeó el chico,
guiñándole un ojo y rogando porque no fuera comida
recalentada o algo así. Odiaba la comida recalentada.
Saint se rio, recibiendo su plato con comida, y pensando que las
patatas, con ese aspecto arrugado que tenían, para no variar,
estaban recalentadas. Al menos la carne tenía un aspecto
algo más salubre.
–Y les rompen el culo por las noches en las celdas... –le
susurró al oído mientras le servían a él.
–Un hombre enorme y con cara de pocos amigos, y al final
te dice “Ahora eres mi novia” –continuó
inventando el otro chico, sonriente, aunque le había puesto
cara de asco a las patatas.
La cocinera los miró con reprobación, haciendo que
Saint le devolviese la misma mirada, bajando la vista a su enorme
delantera de anciana gruesa, y mirando la mancha que la “decoraba”
con la misma cara de reprobación.
–Vamos a la cocina... –le susurró a su amigo
después, marchándose hacia allí con cierto
aire de superioridad.
–Sí... –Christian se rio, despidiéndose
de la cocinera como si hubiese mucho cariño entre ellos,
casi saltando alegremente tras de Saint.
–Maldita morsa –maldijo el albino mientras entraba
en la cocina, llamando con su voz, la atención del chico
que estaba allí solo, comiendo deprisa, como si después
tuviese algo importante que hacer. Pero Saint sabía que siempre
comía de la misma manera, parecía que temiese que
alguien fuera a quitarle su plato.
–Como os pillen... –les advirtió, a pesar de
eso riéndose, ya que por su parte, le agradaba que fueran
a hablar con él. Especialmente ellos dos.
–Nos proteges... ¿No? –Christian se acercó
con cara de desvalido nuevamente, colocando su bandeja sobre la
mesa y abrazando a Alex. Sería el bedel, pero para él
era como tener un hermano mayor que no le ocultaba las cosas ni
lo trataba como a un chiquillo.
–Claro... –el moreno lo abrazó de vuelta, dejando
lo que estaba haciendo, y al soltarse, se metió una mano
en el bolsillo, sacando una pulsera de cuentas malva –¿Te
gusta? –le preguntó, nunca estaba seguro de cuando
algo era demasiado femenino para Chris.
Saint se sentó también, observándolos a ambos,
y suspirando ligeramente, tratando de no ser muy obvio.
–Se os enfriará la comida –comentó casualmente.
–Me encanta. Gracias, Alex –el chico le besó
la mejilla, colocándose la pulsera inmediatamente. Le agradaban
mucho las cosas bonitas y delicadas, como evidenciaba la horquilla
en forma de flor que llevaba en el cabello.
Alex sonrió, volviendo a comer, mirándolo de todas
formas sin embargo. Era tan fácil hacerlo sonreír,
y quisiera o no, le hacía feliz ver su rostro con aquella
expresión tan sincera.
–¿Conoces al profesor Karsten? –le preguntó
Saint, interrumpiendo su ensoñación.
–¿Eh? Oh, Karsten... Sí, ¿lo conoces,
Alex? –Christian también alzó el rostro, curioso.
–Come... –le recordó Saint, riéndose
por lo despistado que era.
–Hum, sí, lo conozco, aunque a mí no me dio
clase más que un año, y por entonces no era tan insoportable
como ahora comentan –les explicó el chico, sonriendo
un poco y bebiendo –. ¿Será vuestro nuevo tutor?
–Eso nos han comentado –le contestó el albino.
–¿Es insoportable? –sonrió Christian,
luego de tragar lo que tenía en la boca, con un brillito
travieso en la mirada. Eso sólo lo incitaba a molestarlo
–. Pero no pone muchos deberes, ¿o sí?
–No lo sé, yo nunca los hacía –se rio
Alex como si nada.
Saint suspiró, pensando que era un inconsciente, por eso
había acabado de esa manera, trabajando en un lugar como
aquel, y durmiendo en un cuchitril en el jardín, que le hacía
pensar en la caseta de un perro. De hecho, ahora que lo pensaba,
comía como un perro. Se rio para sí sin poder evitarlo.
–¿A ti que te importa, Chris? Si de todas formas siempre
me los estás copiando –continuó sonriendo.
–Pero es por principios... No me gusta que dejen mucha tarea,
porque eso es que esperan que participes más y pases más
tiempo estudiando. Y además, me hacen tener que copiar más
–se rio el chico de cabello castaño, dándole
con un dedo en la mejilla, antes de continuar comiendo.
–No estoy seguro, pero cuando yo estaba en clases, ya comentaban
algo extraño... Decían que había matado a un
niño, o algo así. Pero estoy seguro de que sólo
era una de esas tonterías que se dicen cuando un profesor
tiene muy mal genio. De lo que sí estoy seguro, es que ya
le ha levantado la mano a más de uno –comentó
Alex.
–Oh, Dios, me va a matar a mí –bromeó
Christian exagerando y llevándose una mano a la frente como
para desmayarse –. Seré el chico que confirme el rumor.
–Sí, claro... –Saint frunció el ceño
un poco, sólo de pensar en lo que haría si alguien
golpease a Chris, le daba igual si era un profesor, o el Papa –Además,
es mentira, una tontería de niños. ¿Quién
podría creerse algo así? Es imposible que permitan
impartir clases a un... asesino desequilibrado –bebió
un poco de agua, mirando muy serio el vaso y rematando después
–por no hablar de que... ¿Cuándo cumplió
su pena? Porque si te dio clase a ti, y mató a un niño,
pero jamás dejó de dar clases aquí hasta ahora...
–A lo mejor es porque era un niño pedante e insoportable,
y en vez de meterlo en la cárcel le dieron un premio de gratitud
–bromeó Alex interrumpiendo su disertación,
levantándose y haciéndole cosquillas al albino para
que se riese, y abandonase aquella actitud tan madura. A pesar de
que así era Saint.
–Eh, Saint no es pedante, es muy inteligente, es todo. Además,
no es un niño –se rio, guiñándole un
ojo y enviándole un beso de manera coqueta, antes de seguir
comiendo lo poco que le quedaba en el plato. Con las distracciones,
había terminado comiéndose aquellas patatas recalentadas
–. Además, no podrá matarme, lo voy a volver
loco primero.
–De amooore... –le dijo el mayor, rodeándolo
por detrás, sin más remedio que agacharse un poco,
ya que el chico seguía sentado. Le besó el cabello,
estrujándolo para molestarlo.
–Amoreee... Tengo amore para todos –se rio el chico,
soltando el tenedor y sujetando los brazos de Alex.
–Alex –lo llamó Saint –, ¿tienes
alguna película nueva para dejarnos? –lo miró
interesado. Alex les pasaba películas de todo tipo, que después
veían en el ordenador de su cuarto, a escondidas por la noche.
El moreno había conseguido quitar el maldito programita que
impedía encenderlo a partir de cierta hora. Pero de todas
formas no tenían conexión a Internet por las noches,
así que, no podían dejar nada bajando. Y mucho menos
cosas para mayores de edad, eso era una desgracia, ya que a Chris
y a él les encantaban las películas de terror, y las
de otras cosas... no tan terroríficas y también para
adultos.
–Sí, ahora os traigo alguna –soltó a
Chris, para salir afuera a su habitación.
–Menos mal, ya pensaba que nos íbamos a aburrir esta
noche –Chris miró a Saint, sonriendo y poniéndose
de pie para estirar un poco las piernas –. ¿Te sucede
algo? Estás muy serio.
–No, no me pasa nada –el chico le sonrió levemente,
sin querer hablar de más, ya que no estaba seguro. Se levantó
un poco, sujetándolo por la cintura para que se sentase en
sus piernas –. Miento... es que me estaba celando –susurró
en su oído como si cuchicheasen, mordisqueándolo un
poquito por jugar.
–No te celes entonces. Eres el más importante para
mí –se rio, seguro de que bromeaba a medias, y dejando
caer su quijada en el hombro del chico luego, quedándose
así. Con Saint se sentía en completa confianza para
hacer ese tipo de cosas.
Saint lo abrazó, acariciándole la espalda con suavidad,
y moviendo un poco la cabeza, escuchando ruidos de pasos. Se levantó
rápidamente con el chico encima, sujetando su mano y metiéndose
velozmente con él bajo la mesa. Aunque ya no eran tan pequeños
para que eso fuera cómodo, más bien nada pequeños.
Pero había sido por costumbre.
La gorda cocinera entró con varias bandejas y platos sucios,
pegándolos a su pecho, y manchándoselo de nuevo, haciendo
que Saint girase un poco los ojos desde su escondite.
Chris se cubrió la boca para no reírse, seguro que
les gritaría, pero no quería irse sin la película.
Sin embargo se movió un poco, golpeándose con la mesa
y haciendo que la mujer profiriese un grito de espanto.
–¡Vosotros! ¿Qué hacéis...?
Chris no la dejó terminar, antes de que pudiese avisar a
alguien, ya había salido corriendo hacia la caseta de Alex,
llevándose a Saint consigo y riéndose de manera descontrolada.
Empujaron la puerta, apretándose contra la misma y poniéndole
el pestillo sin dejar de partirse de risa. Mientras, Alex los miraba
sorprendido.
–¿Qué pasa? –preguntó con una
media sonrisa de confusión en los labios.
–Pues que la morsa nos descubrió, y Chris echó
a correr –se rio.
Alex cogió los dos DVD’s que iban en una fina cajita
plástica, y le alzó un poco la camiseta a Christian,
colocándoselos en la cinturilla del pantalón.
–Venga, iros ya, antes de que os descubran –les dijo
después.
–Gracias, Alex, y si te preguntan, no hemos pasado por aquí.
Ha de estar alucinando –sonrió, otorgándole
otro de sus besos en la mejilla y guindándose del brazo de
Saint de nuevo para salir, aunque le incomodaban ligeramente los
DVD’s, pero no quería que se los quitasen.
–No, claro –el chico sonrió, revolviéndoles
un poco el cabello. Sobre todo a Saint, que volvía a tener
esa cara tan seria otra vez –. Dejadme que mire... –abrió
la puerta, comprobando que aún no había nadie por
allí, y permitiéndoles el paso.
–Hasta mañana, Alex –se despidió Saint,
saliendo con Chris de la mano, corriendo a toda prisa por el otro
lado del edificio.
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