Capítulo 27
Things aren’t that bad anymore
Lindenberg se levantó al salir la mayoría de los
chicos, aproximándose hasta Aya.
–Aya... –lo llamó, interrumpido casi al momento
por una voz que repetía lo mismo que él.
–¡Aya! –le llamaba Saint desde el marco de la
puerta –He venido a buscarte para ir a jugar un partido, ¿vienes?
–Eh... –el chico miró a Saint, confundido. No
sabía por qué lo llamaba si estaba seguro de que le
desagradaba. Giró el rostro hacia el profesor, preguntando
–¿Quería decirme algo?
–Es igual, ya hablaremos –el hombre se volteó,
saliendo de la clase y pasando al lado de Saint, que entonces entró
sin más, lanzándole unos shorts y una camiseta numerada
a Aya.
–Para ti –él ya se había cambiado –,
cámbiate rápido y vamos.
–¿Seguro? Eso... Yo sólo estaba allí
porque el psicólogo me arrastró –protestó,
aunque contradictoriamente, se estaba cambiando.
–Bueno, pero jugaste bien, así que... Además,
tu tutor entregó los papeles de ingreso –se sentó
sobre una mesa mientras el chico se cambiaba, observándolo
–. Estás muy blanco...
–Sí, ya te dije que no me gusta salir mucho –contestó,
enrojeciendo porque le dijese eso, aunque no era motivo de vergüenza
realmente –. ¿Ya no estás enfadado conmigo?
No es que me importe...
–¿Y cuando lo estuve? –Saint alzó un
poco una ceja, pensando que no sabía ni de qué le
hablaba –Si no te importara no lo preguntarías, por
cierto... a mí me gusta la piel pálida. Te miro cuando
te cambias, te espiaré en las duchas... –en realidad
sólo estaba bromeando.
–¡No hagas eso! Ducharse es privado –le aseguró
sin mirarlo, preguntándose si sería uno de los chicos
a los que se había referido el psicólogo.
–Aquí casi nada es privado, y puesto que las duchas
son comuneees, ducharse es público –se rio, tirándole
de la goma de los shorts para mirarle las nalgas –¡Te
las vi! –se rio, apartándose por si trataba de pegarle.
–¡Que no! –el chico se cubrió sin embargo,
como si se pudiese ver a través de los shorts, empezando
a plantearse el subir a su cuarto. Tal vez sólo quería
molestarlo.
–¡Venga! Vamos, que sólo bromeaba... –Saint
le sujetó la mano, llevándolo con él a rastras
–Además, que a mí sólo hay unas nalgas
que me interesan, y no son las tuyas.
–¿Cuáles son? No es que me importe –añadió,
al darse cuenta de lo que había preguntado. Simplemente había
salido de sus labios antes de que pudiese detenerse.
Saint le pasó el brazo por los hombros para acercarlo, poniendo
una mano delante de su oreja y susurrando.
–Las del padre Nathaniel.
–Un... ¿padre? –lo miró con los ojos
como platos. No sólo era gay, si no que le gustaba un cura
–. Pero los curas no pueden tener pareja.
–Lo sé... –se encogió de hombros, suspirando
un poco, serio –, pero me gusta mucho. ¿Te has enamorado
alguna vez?
Aya negó con la cabeza, serio.
–Bueno, entonces no vas a comprenderlo... –Saint lo
miró interesado –, pero eres muy guapo. ¿Vas
a ir al baile?
–No, yo no sé bailar –contestó, bajando
la cabeza, mirando sus pies aun y mientras caminaba –. Además,
no conozco a nadie.
–Nos conoces a mí y a Christian, ¿no? Deberías
venir. A mí me ha dicho Alex que en esos bailes al principio
se baila un poco con alguna chica, pero que después sólo
acaban ellos por un lado y ellas por otro, hablando... –le
explicó –Y el caso es que hay cosas para comer que
normalmente no tenemos, y bebidas... y, bueno, por hacer algo diferente.
–Pero no pienso bailar –se negó, accediendo
a ir veladamente y sonriendo un poco para sí. Había
estado asustado, pero ese lugar no parecía tan terrible ahora,
aunque no quería admitirlo del todo.
–Bueno, pues no lo hagas. Yo no quería hacerlo, pero
le prometí a una de mi clase que bailaría con ella...
a cambio de que le dejase salir a Christian ayer por la noche, con
el profesor Karsten –le explicó –. Pero no me
gusta.
–¿Por qué había que pedirle permiso
a una chica para eso? –le preguntó intrigado, ya que
no sabía nada del concurso.
–Pues... había que responder a unas preguntas y Martin
nos dejaba salir por un día para ir a ver un museo. Pero
ganó ella... así que... como sé que le gusto,
le dije que si le dejaba ir a Chris en su lugar, pues eso –se
explicó un poco mejor –. De todas formas, sólo
voy a bailar con ella una o dos veces.
–Oh, Martin es el psicólogo, ¿verdad? ¿No
es un poco extraño? No parece un adulto –Aya no alzó
el rostro, ya que empezaba a darse cuenta de que cuando empezaba
a hablar no podía detenerse al parecer –. Me entregó
un formulario, pero aún no lo lleno.
–Debe ser eso de las preguntas incómodas, ¿no?
Eso es lo que dependiendo de lo que pusiéramos, podía
tocarnos salir. Yo lo hice fatal para que Chris tuviera más
oportunidades –le explicó –. Yo que tú
no lo haría, ahora ya no vas a ganar nada con ello, ¿no?
–le preguntó, olvidando comentar nada sobre Martin.
–Sí, eso pienso yo también... –murmuró,
aunque lo cierto era que no quería responder a cosas tan
personales. No quería exponerse.
–Pues eso, no lo hagas –le dijo como si nada –,
y respecto a Martin... a mí me cae bien. Nos llevó
a tomar algo, y es divertido, aunque nunca responde directamente
a lo que preguntas, y sin embargo él pregunta sin parar...
–Sí, lo he notado –asintió el chico,
por fin alzando el rostro para mirarlo, aunque el cabello seguía
delante de sus ojos.
Saint le sonrió un poco, empujándolo suavemente con
un toque del hombro.
–Seamos amigos, ¿vale? ¿Tenías un mejor
amigo afuera?
–No, tenía algunos... en Japón –le contestó,
aunque había perdido el contacto con ellos.
Saint lo miró con curiosidad.
–¿Japón es muy distinto?
–Algo... Está más lleno de gente y las personas
son más reservadas –le contestó, aclarando medianamente
su comportamiento, aunque en su caso no era sólo por esta
razón.
–Hum... –el albino salió afuera con Aya, caminando
hacia el campo donde jugaban, los demás ya estaban calentando,
aunque no era que la mayoría se lo tomasen muy en serio,
era más que nada un entretenimiento. Aunque a veces los llevaban
a jugar con algún colegio –¿Y qué te
parece esto?
–No está mal, pero aún es muy pronto –se
protegió inmediatamente, por si luego sucedía algo,
no quería quedar como un idiota –. La gente con la
que me estaba quedando me trataba como a un imbécil.
–Como cuando viene aquí alguien a adoptarte, que se
cree que eres gilipollas o algo, y encima sueltan el rollo de pobrecito
niño. Los odio... y no necesito que me adopten –frunció
un poco el ceño.
–Yo tampoco –asintió el chico, observándolo
con el ceño fruncido. No quería otros padres, lo sentía
como un insulto. Y él prefería valerse por sí
solo por más difícil que fuera.
–Cuando tenga un trabajo podré irme, y me llevaré
a Chris conmigo, viviremos solos. Por eso cuando intentan adoptarnos,
nos portamos fatal. Aunque a mí no intentan adoptarme mucho,
la verdad –confesó –. Tú puedes venir
con nosotros.
–Pero no es tan fácil conseguir un trabajo –le
advirtió Aya, preguntándose si tendría idea
de cómo eran las cosas allá afuera.
–Ya, bueno, pero yo soy muy inteligente –le dijo sin
más –. El director me ha dicho que podré ir
a la universidad que quiera con mis notas. Y tendré una beca
y todo.
–Oh, creí que sólo pensabas conseguir un trabajo
y ya –lo miró a los ojos, enrojeciendo y desviando
la mirada de nuevo –. ¿Qué quieres estudiar,
Saint?
–No estoy muy seguro... algo que dé bastante dinero,
porque con las notas de Chris... no sé qué podrá
hacer y... –suspiró un poco, corriendo con los demás
para calentar –. De todas formas primero voy a intentarlo
con el piano también.
Aya sonrió un poco, pensando que decía decidirse
por una cosa, o al menos eso le habrían dicho en su escuela
anterior. Echó a correr tras de él, ya que no quería
quedarse calentando solo.
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