Capítulo 4- Is This Hell? This
Must Be Hell
Ray siguió corriendo por los pasillos blancos, tan blancos
que la luz que reflejaba de los fluorescentes en el techo parecía
cegarle. Se impulsó con la pared corriendo aún más
rápido, no recordaba haber sido tan veloz jamás. Sólo
podía mirar hacia delante. Resbaló de pronto y se
cayó al suelo, las manos hundidas en la viscosidad espesa
de la sangre, su cara salpicada y la tela del pantalón empapándose
– Shibal!- se levantó como pudo, resbalando todo el
tiempo, una y otra vez, increíblemente, miró abajo
los pies hundiéndose en aquella sangre caliente poco a poco
–Ah!!- se sujetó con las manos a las baldosas, desesperado,
tratando de salir, su cintura cubierta ya por la sangre.
Se hundió por completo, el líquido viscoso entrando
por sus fosas nasales y su boca, llenándole la garganta.
- Ray, Ray! – Yasu lo llamó, sacudiéndolo,
parecía estar teniendo una pesadilla y no despertaba por
nada del mundo. Se quedó en silencio al notar una gota de
sangre caer sobre el rostro del albino, y luego otra y otra. Finalmente
comprendió que la sangre provenía de sí mismo
y se llevó la mano a la frente asustado, bajándola
completamente roja. – Ah! – lanzó un grito, corriendo
hacia la puerta, aporreándola. – Alguien! Necesitamos
ayuda! ¿Qué no hay nadie?!!! – Para su sorpresa,
la puerta se abrió de golpe, por primera vez en todos esos
años, la habían dejado sin trancar. Pero lo que se
reveló al abrirse, no era el blanco pasillo de hospital que
esperaba, si no, un lugar en ruinas, destrozado, un gran agujero
negro justo frente a la puerta, como si algo muy pesado hubiese
caído allí.
El albino sintió que le agarraban la mano y se aferró
con fuerza a aquella mano desconocida. Salió de aquel ahogo,
la sangre cubriéndole todo el cuerpo por completo, incluso
el cabello. Pero estaba solo, no había nadie allí
y el único rastro de sangre era el que estaba dejando la
que resbalaba de su cuerpo. Aquello parecía una clínica,
escuchó un grito o un llanto desgarrador, no lo identificaba.
Se giró de pronto, cogiendo la silla metálica en la
mano y alzándola para golpear con eso a quien fuera.
Una mujer frente a él, terriblemente pálida, vestida
con un batín blanco de paciente, la tela a la altura de su
abdomen totalmente empapada en sangre. Le mostró el bulto
sanguinolento en sus brazos, y un bebé cayó al suelo,
estaba muerto. El albino dio un paso atrás notando el cordón
umbilical que aún los unía –No te acerques!-
le amenazó horrorizado. La mujer se soltó la ropa
desvelando un cuerpo desnudo lleno de marcas, el abdomen totalmente
rajado –Zorra del infierno…- El chico le lanzó
la silla encima, tirándola al suelo y atravesó corriendo,
mirando atrás un momento y cruzando la puerta.
- Ray... – Yasu miró hacia atrás, a la cama,
pero el albino ya no estaba allí. ¿Se estaba volviendo
loco? ¿Le habrían dado algo que lo hacía alucinar?
Aquello no podía ser real. Saltó por encimadle agujero,
cayendo al otro lado, y explorando aquel pasillo, dejando una marca
roja al apoyarse en las paredes derruidas. Una vez, asimilado que
aquello no podía ser otra cosa más que una alucinación,
no se preocupaba tanto de su herida. Un grito estremecedor lo hizo
cubrirse los oídos, aún así, sobresaltándolo,
y se detuvo frente a la puerta de la que el mismo había surgido,
sin atreverse a entrar.
El albino empujó la siguiente puerta, estaba cerrada. Comenzó
a maldecir de nuevo, emprendiéndola a patadas con ella, girándose
de espaldas porque había escuchado sonidos -¿Qué?-
volvía a estar en su cuarto –… Dios!…-
se pasó las manos por el viscoso cabello teñido con
sangre y siguió golpeando la puerta de forma desesperada
¿Dónde estaba Yasu?
El rubio extendió la mano, casi retirándola al escuchar
un nuevo grito, finalmente empujándola. Y ¿si alguien
necesitaba ayuda y él estaba allí asustado como si
fuera un crío? Encendió la luz, que tan sólo
parpadeó un instante para apagarse de nuevo, echando chispas.
Y sin saber cómo se encontraba en la mitad de la habitación,
rodeado de camillas, sus ocupantes, gritando, gimiendo y retorciéndose
bajo las sábanas ensangrentadas. No podía ver mucho
pero lo que veía era suficiente para hacerlo desear salir
corriendo. Había un hombre con la mitad del rostro quemado,
otro tenía ambos brazos en un solo lado de su cuerpo, y una
mujer tan rodeada de máquinas y tubos que empezaba a parecer
más un montón de carne que un ser humano. Se sentía
como si estuviese en el infierno.
La puerta del cuarto salió despedida a lo largo de un enorme
patio que sabía jamás había estado allí.
El humo era denso, espeso y blanquecino, apenas le dejaba ver, los
gritos le ponían enfermo, se sentía como enajenado
–AHHHHHHH!!!!!!!- dio un grito él mismo, perdiendo
los estribos, respirando agitado y mirando alrededor –Fuego…-
susurró en ese mismo instante sintiendo el olor a carne quemada,
nauseabundo, demasiado dulce.
Yasu empujó una de las camillas, corriendo, saliendo de
allí a pesar de que intentaban sujetarlo como pidiéndole
ayuda. Pero él no podía ayudarlos, y eso no podía
ser real de todas maneras Cerró la puerta tras de sí,
sintiéndose asfixiado, jadeando. Había humo, escuchó
otro grito.
Dos médicos sujetaron al albino que se revolvía como
un animal salvaje, golpeándoles a patadas, pero los hombres
no parecían afectados. Ni siquiera parecían estarlo
mirando, llevándolo a rastras con ellos, acercándolo
a un mástil metálico al rojo vivo –Soltadme!
Yasu!- lo llamó al verlo entre el humo.
- Esperen! Se va a quemar! – les gritó el rubio al
notarlo, corriendo hacia ellos, ni siquiera parecían notarlo
como si sólo les interesase su extraña tarea. - ¿Están
locos? – arremetió contra ellos con fuerza, pero sólo
se tambalearon un poco, y continuaron arrastrando al albino. Yasu
se puso en pie con rapidez, sujetándose a Ray, tratando de
liberarlo.
El albino se agarró a él con fuerza y se dejó
caer hacia atrás de golpe con el peso de ambos, tirando a
uno de los doctores contra la barra al rojo. Se escuchó un
grito terrible, el hombre llevándose las manos a la espalda,
Ray levantándose del suelo como podía sujetando a
Yasu por la camisa y arrastrándolo a levantarse –Joder…
¿Qué es esto?
- No lo sé... ¿nos dieron algo nuevo? No puede ser
real – sonrió, aún jadeando, notando que estaban
en un patio. – Podemos intentar salir.
-Pero… tú estás mal ¿no? ¿Por
qué sonríes? ¿Te hace gracia?- lo miró
a los ojos inclinando un poco la cabeza a un lado con gesto de indignación
mientras buscaba cómo salir–… japonés
loco…- negó con la cabeza antes de pegarle una lapada
en el cuello -¿Qué? ¿Duele? ¿O es un
sueño?
- Duele... – se quejó, aún sonriendo. –
Creí que te haría feliz tratar de escapar. Obviamente...
no puede ser real. El hospital estaba destruido por dentro. Y no
creo que las enfermeras salten para entrar a nuestro cuarto todos
los días... –suspiró, mirando el lugar y notando
que sólo había una salida y era entrar de nuevo a
ese lugar. – Es una pesadilla.
-No… es una mierda…- se golpeó la frente con
la mano desesperándose preguntándose porque no volvían
a buscarlos y mirando atrás, sujetando al chico del brazo
sin ninguna delicadeza y arrastrándolo con él al ver
a un hombre que se arrastraba quemado por el suelo, el suelo haciéndose
negro a medida que se arrastraba –Esto es horrible!... sí…
esto… es un experimento… no está ocurriendo…
es otra mierda de esos jodidos locos!!!
- Probablemente. No está ocurriendo. – se dejó
llevar por el albino tratando de no mirar al hombre arrastrándose.
– Si no está sucediendo, entonces.... no nos pasará
nada. Le aseguró, sintiendo que la sangre bajaba por su cabeza
de nuevo, llegando a su mejilla. Ray lo miró de soslayo,
observando la sangre manando de su cabeza. Corrió de todos
modos, metiéndose en el hospital de nuevo. Increíble,
pero cierto, estaba volviendo por su propio pie.
Lo miró mejor -¿Estás herido?- preguntó
hosco, casi como si lo estuviera insultando, levantándole
el cabello para mirar y casi apartándose de golpe sintiendo
un sudor frío. Tenía tres agujeros en el cráneo
–No! No te toques….- le sujetó la mano deteniéndolo,
seguro que si notaba eso, entraba en pánico hasta él.
- ¿Qué? ¿Qué me sucede? – le
preguntó, mirándolo a los ojos, ahora sí serio.
– No duele.... no puede ser tan grave – sonrió
luego, más por insistencia que por otra cosa.
-No, es un corte- mintió, arrastrándolo con él
de todos modos, tratando de ir a algún lado, pero no sabía
qué hacer, acababan de quemar a un médico ¿no?
Necesitaban uno de todos modos –Ayuda! Necesitamos un doctor!
Joder! Un puto doctor!
Wolf se levantó de la cama, y abrió la puerta. Al
fin y al cabo jamás se la cerraban, sabían que no
pondría en peligro a Keika –¿Qué sucede?-
se quedó observándolos, a ambos empapados en sangre
-¿Qué os han hecho?!- cerró un poco la puerta
a su espalda, mejor que Keika no viera aquello.
- ¿Wolf sensei? – Keika se sentó en la cama
al verlo salir así, preguntándose si estaba bien que
lo hiciese, se enfadarían con él de nuevo.
- Tengo una cortada, es todo, no duele..... – explicó
Yasu, al ver al otro paciente, aunque si Ray se ponía así..........
tenía la impresión de que le estaba mintiendo. Sonrió
al ver al niño que se asomaba tras la puerta, por tranquilizarlo,
aunque el chico estaba como helado mirándolos a ambos.
-No… mírelo… - el albino empujó a Yasu
dentro del cuarto, niño ahí o no, apenas mirándolo
de soslayo. Cerró la puerta a su espalda, apoyándose
contra ella, temiendo que fueran a buscarlos –Tiene un rollo
ahí…- señaló su propia cabeza totalmente
tenso -¿Y a ti qué te pasa?! Chaval…- miró
a Keika alzando un poco la cabeza.
Wolf lo miró y sujetó a Keika cogiéndolo sobre
él –Tú! Tranquilízate o salís
ambos de aquí ahora mismo y tú… siéntate
en la cama- le dijo a Yasu mucho más amablemente –Estáis
muy ensangrentados… ¿Qué ha sucedido?- le levantó
el cabello, pero sólo veía sangre, nada más.
- Es una locura allí fuera... Pero esto es una alucinación,
¿no? Pero.... me parece haberlo visto antes. – el rubio
examinó el rostro del antiguo doctor, curioso. – Creo
que he estado sangrando desde que desperté. – miró
al niño que se había quedado quieto y mudo, intimidado.
– Ray siempre es así..... pero es agradable en realidad.
-¿Una alucinación? No… claro que no…-
dejó a Keika en el suelo y lo miró a los ojos –Ve
al baño y trae agua ¿sí? Ray, ayúdalo
y pórtate como una persona- le dijo el moreno señalando
un plato de la comida que aún no habían recogido y
tratándolo como si lo conociese.
-Como una persona… manda huevos…- el albino caminó
pasando por al lado de Keika y mirándolo de soslayo –Trae
el plato… enano…
-Os habéis metido en problemas supongo… Creo que no
tienes nada… pero no veo bien con tanta sangre… no sé…-
escuchó el ruido como de muchos pasos de animales al correr,
y se irguió un poco, mirando hacia la puerta -¿Qué
es eso?
- Si abro la puerta y veo animales, entonces definitivamente me
estoy volviendo loco. – sonrió Yasu, poniéndose
de pie a pesar de todo, para ir a ver. Una jauría de perros
salvajes se aproximaba por el pasillo, cubiertos de sangre. El rubio
cerró la puerta de golpe, incrédulo, agitado de nuevo.
Mientras, Keika colocaba el plato bajo el grifo, en el baño,
mirando al albino, y protestando. – No eres tan alto. –
sólo por contradecirlo. Asomó la cabeza por la puerta
al escuchar el ruido. - ¿Qué fue eso?
-No lo sé… nada…- Wolf se acercó a la
puerta y la abrió tan sólo un poco para echar un vistazo.
Uno de los perros ladró saltando hacia ellos. La cerró
de golpe y se apoyó en esta junto a Yasu, pensando en lo
que les habían inyectado a Keika y a él esa mañana,
eso no daba alucinaciones. La puerta se movía golpeada por
la furia de los perros que se abalanzaban contra ella una y otra
vez.
Ray salió del baño observándolos y escuchando
–Son perros…. ¿Qué clase de hospital es
este? Estaba lleno de personas quemadas en el patio… y ahora
esto… ¿Qué cojones está pasando?!- de
pronto cesaron todos los ruidos.
- ¿Personas quemadas?! ¿Por qué? ¿Cómo?
– Keika se asustó, saliendo tras él, y casi
tirando el agua y Yasu suspiró, tratando de calmarse por
el otro chico.
- No... no eran muchos, y no sé si es real. – Claro,
si se guiaba por eso, lo que estaba sucediendo tras la puerta, no
podía ser real tampoco, y bastante reales que eran los golpes.
-Seguramente eran personas que habían sufrido quemaduras
en algún accidente o en un incendio- el moreno sujetó
a Keika en brazos de nuevo, mirando al albino para que no dijese
nada más sobre el tema.
-Sí… por eso me estaban arrastrando dos médicos
hacia una barra de metal incandescente… querían curarme…-
el albino lo miró de vuelta sin preocuparse nada del niño,
mejor que supiera lo que había. Wolf lo miró, negando
con la cabeza.
-Entonces evidentemente estabais alucinando…- mintió,
sujetando mejor a Keika y subiéndolo sobre la cama.
- Pero si estaban alucinando, ¿qué hay de los perros?
– insistió el chico, dejándose llevar por su
temor, sin poder evitarlo.
- Eso es distinto, tal vez, entraron por algún descuido.
Seguro los de seguridad ya los están sacando... – sonrió
Yasu, mirando luego a Ray y sonriéndole también. No
valía la pena asustarlo así, mucho menos sin tener
idea de lo que estaba ocurriendo.
Se escuchó la puerta golpearse una vez más, esta
vez sólo dos toques, obviamente humanos. Wolf se acercó
a la puerta y la abrió, observando que nadie estaba afuera.
En el suelo había ríos de sangre como si se hubiera
arrastrado algo enorme y sanguinolento a lo largo de ellos. Cerró
la puerta a su espalda para que Keika no viera aquello, no se lo
explicaba. Sabía la clase de experimentos que se realizaban,
pero ninguno incluía perros corriendo por los pasillos y
dudaba mucho que se les hubieran escapado.
Se dirigió despacio a lo largo del pasillo, tratando de
llegar a la sala de médicos.
- Espere! ¿a dónde va? – Keika casi saltó
de la cama, preocupado y bastante asustado de quedarse solo con
los dos extraños, pero Yasu lo detuvo con un brazo, tratando
de no ser muy brusco.
- ¿Por qué no te quedas descansando un poco? Seguro
sólo fue a preguntar. – miró los ojos del chico,
para nada convencidos y se puso de pie. – Iré con él,
y tú te quedas con Ray.
El albino se sentó en la cama con mala cara -¿Por
qué tengo que quedarme yo con el crío?- se mordió
una uña mirando a Keika de soslayo y pensando que de todos
modos, tampoco tenía deseos de salir del cuarto –Vuelve
a la cama niño… ¿no se supone que estás
enfermo?
...............
Wolf caminó despacio por el pasillo, tratando de pasar por
alto los gritos de ayuda y los llantos que escuchaba a cada paso.
Se giró de pronto, observando que las baldosas en el suelo
estaban llenas de limo, las paredes sucias y algunos vidrios rotos
sonaban al pisarlos. Era como si el hospital hubiera sido abandonado…
- Se lo dije... es extraño aquí afuera – comentó
Yasu, tras él, golpeando con suavidad una de las paredes
y observando cómo se desprendía la pintura. –
No recuerdo que se viese así, hace unos días. Dios,
no se veía así hace unos minutos.
-No… no se veía así, estoy seguro…- el
moreno se cruzó de brazos mientras caminaban, sin poder evitar
pensar de nuevo en aquel sueño que se repetía casi
cada día. Lo miró atentamente -¿Puedo hacerte
unas preguntas?
- Todas las que desee. Era un doctor antes, ¿no es así?
Por eso me parece conocido. – le sonrió, contradictoriamente,
empezando a preguntar él.
-Sí…- le sonrió levemente –Aún
soy un doctor, no es que haya dejado de serlo por estar enfermo…-
se apretó entre los ojos el puente de la nariz mirando al
suelo –Dime… ¿Cuánto tiempo crees que
ha pasado desde que ingresaste?
- No lo sé, me parece haber perdido la noción del
tiempo.... Pero parece haber pasado mucho tiempo. – lo observó,
ahora preguntándose se usaría lentes. Claro que eso
no era importante. - ¿Cuánto tiempo lleva enfermo?
-No sabría decirte… siento como si hubiera pasado
un tiempo en coma… inconsciente… como si hubiera una
laguna en mi memoria…Creo que no me estoy explicando muy bien…-
negó con la cabeza y trató de abrir una de las puertas
de las salas de médicos. Estaba cerrada, la empujó
varias veces pero era inútil. De pronto reinaba el más
absoluto de los silencios salvo por algún lamento o gemido
de dolor perdido por los pasillos –Busquemos otra sala…
o la cocina… debe haber alguien… en algún lugar…
- Vinieron esta mañana, o creo que era de mañana,
a mi habitación. No se pueden haber ido. – suspiró,
caminando a su lado, pensativo, rompiendo el silencio un poco después.
– Lo que dijo antes, lo he sentido. Como si me perdiese y
súbitamente estoy aquí de nuevo, pero algo está
mal. No sé qué es. Puede.... que sí esté
en coma y todo esto sea un sueño. Me lo planteaba antes.
-No, no estamos en coma… si te refieres con sueño
a “viajes astrales”, no son así… no puedes
sentir y oír las cosas normalmente y nosotros lo hacemos…
El caso es que hace un tiempo que Keika y yo no tenemos hambre…
y no lo he notado crecer…
- Y ¿qué cree que sea entonces? – lo miró
de nuevo, de pronto sintiéndose asustado, aunque sin demostrarlo
mucho. – No tiene sentido. Tal vez.... nos han dado ¿algo
que altera la percepción del tiempo?
-Tal vez…no lo sé, no estoy muy seguro de qué
está ocurriendo- el moreno se detuvo ante los portones que
cerraban el ala en donde estaban. Los empujó, pero no se
abrían. Golpeó los cristales tratando de llamar la
atención de alguien inútilmente, observando entonces
las gruesas cadenas ya oxidadas que cerraban las puertas. Se giró
hacia el pasillo de nuevo.
El jadeo de unos perros, la voz de una mujer, algo surgía
de entre la oscuridad más allá. Tres perros con miembros
humanos amputados y cosidos a ellos, caminando con manos humanas,
que se apoyaban en el suelo como si se tratase de sus propias garras.
Sintió que se le frenaba el aliento.
-¿Qué hacéis fuera del cuarto?!- gritó
la enfermera, dejando ver su rostro quemado casi por completo con
ácido.
- Ah! – Yasu gritó, antes de poder contenerse, echándose
hacia atrás instintivamente, la enfermera sujetándolo
del brazo con fuerza, sus uñas clavándose en su piel.
- Tienen que regresar al cuarto, no se está permitido andar
por los pasillos. – los riñó, de manera severa,
como si aquello fuese muy normal, el hospital tras ella, cambiando
para mostrar aquellos pasillos blancos, inmaculados por momentos,
y regresando a su apariencia abandonada, pero el terrorífico
rostro de la mujer permanecía igual.
Yasu forcejeó, finalmente pateándola y consiguiendo
apartarla de sí, escuchando el crujido de su brazo al romperse
y desprenderse de su cuerpo, aún sujetándose al del
rubio. El chico sacudió el mismo con fuerza, horrorizado
y asqueado, tomando a Wolf por el suyo y corriendo, la mujer poniéndose
de pie, con un sonido desagradable, gritándoles que volvieran
a sus cuartos.
Wolf corrió a su lado por los pasillos, sin mirar atrás.
No sabía si dar gracias porque los perros hubiesen sido tratados
de ese modo y no pudieran alcanzarlos, o si apiadarse de ellos.
Lo que estaba claro era que debían seguir corriendo o los
alcanzarían, escuchaba sus jadeos y los golpes de aquellas
manos humanas al correr, sus propios jadeos ensordeciéndolo.
-Vuelvan a sus cuartos!!!- bramó la mujer que no parecía
reparar en el perro que devoraba su brazo en el suelo de forma hambrienta
El moreno empujó a Yasu a dentro de una de las habitaciones,
no sabía cual- Tal vez así se calme…- susurró
en aquella oscuridad, escuchando algo de pronto y tapándole
la boca al chico, parándose detrás del armario metálico
de la ropa y destapándolo poco a poco, escuchando su corazón
y el propio a un ritmo frenético ¿Dónde se
habían metido? Escuchaba algo arrastrándose por el
suelo, la mujer afuera con aquellos perros infernales, no había
escapatoria –“No te muevas…”
El rubio no sólo se quedó inmóvil, incluso
aguantó la respiración, seguro de que su corazón
lo delataría. Podía escuchar aquella cosa, arrastrándose,
los gritos afuera, los ladridos.... Miró un poco por la rendija
que el doctor iba destapando, y casi tuvo que morderse la lengua
al ver algo pasar de manera rápida, a ras del suelo.
Wolf le tapó la boca de nuevo, caminando con la espalda
contra la pared tratando de no pensar en qué demonios había
allí –“Tranquilo… no mires… cierra
los ojos… yo te llevaré a salvo, están en el
suelo, no pueden hacernos daño…”- trató
de tranquilizarlo, buscando atrás con su mano la manilla
de la puerta del baño. La abrió y se echó atrás
de golpe, encerrándose y prendiendo el interruptor de la
luz. Las paredes estaban cubiertas de óxido y sangre, le
destapó la boca poco a poco –Por favor… no grites…
Yasu negó con la cabeza, respirando agitado, y mirando alrededor
de todos modos, era imposible no hacerlo, observando la sangre y
preguntándose qué demonios sucedía allí.
Una sombra paso frente a la puerta, rozándose con la misma.
– “¿Qué hacemos ahora? No podemos salir
de aquí sin pasar por ese cuarto” – susurró,
por temor a que los descubriese.
-No lo se…- se apoyó contra la puerta con la parte
superior de la espalda mirando al chico de pronto. ¿Y si
esa mujer entraba en su cuarto? Keika estaba allí…
¿lo habría dejado solo aquel individuo? –Pero
debo ir cuanto antes con mi… paciente…- se llevó
la mano a la frente de nuevo. De pronto apartándose de la
puerta al sentir algo viscoso en sus tobillos desnudos junto a aire
caliente –Dios… ¿Qué demonios?...- observó
la lengua desmesurada que se arrastraba por debajo de la puerta,
los jadeos de aire caliente y maloliente.
De pronto una nariz oliendo, como un animal. No quería agacharse…
agacharse y ver lo que había al otro lado, pero aún
así lo hizo… poco a poco apoyó la rodilla en
las baldosas, después la mano y observó aquellos párpados
cosidos, el rostro descarnado y los dientes a la vista, aquella
lengua desmesurada y violácea moviéndose como para
encontrar algo. Se levantó de golpe, el estómago revuelto,
el corazón a punto de estallar.
De pronto aquello empezó a aporrear la puerta, lanzando
un grito agudo, no del todo humano pero aún con esa cualidad
de voz reconocible, cada vez con más fuerza, gritando desesperado.
- Mierda – Yasu estaba respirando agitado de nuevo, echándose
hacia atrás, mirando a todos lados, por si había otra
salida. Pero era esa puerta o nada. Miró al doctor, frunciendo
el ceño, aunque parecía no saber nada. Ya no valía
susurrar, eso estaba claro. - ¿Qué clase de cosas
hacen aquí? Esto no es normal...
-Lo sé…- lo miró a los ojos serio. ¿Qué
podía él decirle? –No tengo nada que ver con
esto… espero que lo comprendas- suspiró. No deseaba
explicarle más a un extraño, a nadie en realidad –Hay
que pensar un modo… de volver al cuarto…
........................
- No vuelven... – murmuró Keika tamborileando con
sus dedos sobre la sábana, y mirando al albino. Tenía
cara de querer morder a alguien.
-¿Crees que no lo noto? Si necesitara que un enano me recordase
las cosas… llevaría uno en el bolsillo ¿no crees?
Tsk…- cruzó los brazos tras la cabeza, sentado en la
cama del doctor –No haré la típica gilipollez
de las pelis… de ir a buscarlos cuando te dicen que esperes…
luego la palma todo Dios… ¿comprendes?
- Y al final el lugar se destruye, y no creo que sobrevivan los
que se quedaron sentados. – contestó, mirándolo
un poco molesto porque le dijese enano. ¿De qué tamaño
se supone que debía ser a su edad? - ¿Por qué
estás cubierto en sangre? No estabas herido tú...
– preguntó de pronto apartando las sábanas,
y echándose hacia delante, curioso.
-Nah… la sangre es porque me quise dar unos baños
en sangre de vírgenes para mantener mi piel lozana y fresca…-
lo miró de soslayo y se levantó de la cama acercándose
a él –Seguro que tu eres virgen ¿no? ¿Debería
rajarte la garganta y bañarme en tu sangre también?….-
lo miró a los ojos sujetándolo por el cuello sin apretar
realmente.
- No.... – casi susurró, nervioso. Ahora se preguntaba
si lo habrían dejado con un psicópata y si no era
mejor salir huyendo.
El albino lo soltó riéndose -¿Te has cagado
encima?- dio unos pasos adelante con las manos en los bolsillos
ahora –Enano… - apoyó la espalda en la cama de
enfrente observándolo fijamente, serio de nuevo -¿Lloras
muy a menudo?
- No – lo miró ahora resentido porque lo hubiese asustado
y confesando luego. – A veces, lo normal.
-Ya…- le dio una patada a la cama justo debajo de donde estaba
sentado el rubio -¿Sabes por qué me apestan los críos?
- ¿Por qué? ¿Por qué nunca fuiste uno?
– preguntó, no con pocas intenciones, recogiendo sus
piernas contra su cuerpo por si acaso.
-Eh! No te pases ni esto conmigo- le hizo una seña con los
dedos marcando un espacio de unos dos milímetros –O
te ahogo en el bater… - frunció el ceño echándose
el cabello hacia atrás, notando su cabello seco y duro por
la sangre –Es porque os creéis que sois cutes…
y monos…que os van a proteger y a cuidar, pero a mí
me parecéis un coñazo… No soporto a esa gente
que se pone a babear delante de un crío… no comprendéis
una mierda… de nada…
- Eso no es cierto! Yo comprendo mucho! Y no me creo cute ni nada
de eso.... – protestó, arrodillándose enfadado,
sin preocuparse ahora de si se pasaba o no. – Y puedo cuidarme...
El albino se levantó de la cama y le sujetó la cabeza,
tumbándolo de lado en la cama, volviéndolo de espaldas,
aún chafándole la cara en el colchón –Cuídate…
haz algo…- le susurró al oído –“No
puedes… porque eres un crío… ¿sabes por
qué estás aquí? En este lugar….”
- Estoy enfermo.... y tú estás loco! Suéltame!
– protestó el chico, luchando bajo su peso, forcejeando
con ganas.
El albino lo soltó de golpe, volteándolo hacia arriba
en la cama y echándose sobre él un poco –No…
tú estás bien… ellos están poniéndote
enfermo… Tal vez yo estoy loco… sí… creo
que lo estoy, pero no soy gilipollas… que ya es algo…
Keika lo miró, recogiendo las rodillas de nuevo, silencioso,
finalmente murmurando. - ¿Por qué me harían
eso? Son doctores... – desvió la mirada, volviendo
a mirarlo de soslayo enseguida. Deseaba que el moreno regresase.
-Porque son unos cabrones hijos de puta… ¿no lo has
notado?- se rió entre dientes observando la expresión
de su rostro -¿Qué piensas? ¿Que me odias?
- Aún creo que estás loco. No puede ser... Me van
a curar y me iré a casa. – le aseguró, frunciendo
el ceño, de una manera nada amenazadora, sin pensar en contestarle
a la otra pregunta. No quería arriesgarse a dar la respuesta
equivocada.
-Qué bonita escena de negación… la verdad es
una hija de puta ¿verdad? Como yo…- sonrió de
medio lado y se volteó al notar una sombra delante de la
puerta. Frunció un poco el ceño, no le parecían
ellos, si lo eran… ¿Por qué no entraban de una
vez? Una enfermera entró en la sala y el albino la siguió
con la mirada.
-¿Qué hace usted en este cuarto?- preguntó
mirándolo como asustada y acercándose a Keika, sujetándolo
contra ella -¿Dónde esta el sensei, Keika?
- Salió a buscar a alguien, porque ellos vinieron y uno
estaba... lastimado tal vez. La puerta estaba abierta. – le
explicó el chico, aliviado de que hubiera otra persona con
ellos, aunque ahora preocupado de que fuesen a atar al médico
a su cama de nuevo.
- Él tiene que ir a su cuarto, Keika. Quédate aquí
y espera a que traigamos al sensei de vuelta. – la enfermera
trató de recostarlo, aunque el chico se resistía un
poco.
- No es su culpa! Sólo trataba de ayudar.
-Para quieta zorra!- el albino le dio con la mano en el brazo apartándola
de Keika y la miró a los ojos poniéndose delante de
él –Esperaremos todos aquí juntitos si es lo
que quieres… Yo de aquí no me muevo hasta que no vuelva
Yasu…
-¿Quién es Yasu?- la mujer lo miró asustada,
sujetándose la mano con la otra porque le había hecho
daño.
-Mi compañero de cuarto… así que… ¿Por
qué no vas a buscarlo? ¿Eh?! Está herido por
si no te enteras! Putos locos… estáis locos todos aquí…
larga!- le dio una patada en el culo y la chica pegó un gritito,
cayendo al suelo y levantándose de nuevo, echando a correr
por el pasillo para buscar ayuda.
- ¿Por qué hiciste eso? Se enfadarán... –
lo miró, entre sobrecogido y confundido, ahora más
preocupado aún. – Y ¿donde está Wolf
sensei? No puede ser que aún no encuentren a nadie.
-No sé qué pasa, crío! No tengo las malditas
respuestas a todo!...y te he dicho que estás enfermo por
su culpa, es una zorra, debería haberme estado pateando su
culo hasta volver a Corea- frunció el ceño nervioso.
Ya sabía que estaban tardando demasiado, se cruzó
de brazos, notando entonces que estaban limpios. Se giró
de golpe a mirarlo -¿Tengo sangre?
Keika negó con la cabeza, sin despegar su mirada del albino,
asustado, la voz temblorosa. – No, sólo desapareció.
– se bajó de la cama, moviéndose nervioso.
El albino se tocó la cara y el pelo, nervioso también,
cogiendo al chico del brazo con su inevitable brusquedad. Lo sacó
del cuarto con él, echando a correr por los pasillos –Vamos
a buscarlos, joder…- lo levantó colgándoselo
al hombro como si fuera un saco, maldiciendo que fuera tan lento.
Se detuvo en seco, los médicos acompañando a la enfermera
que los había alertado. Dos enfermeros tras ellos, esos gorilas…
sólo los tenían ahí para machacar los huesos
de quien se le atreviese oponerse. Echó a correr en sentido
contrario al que había ido en principio.
-Deténgase!- los dos hombres corriendo tras ellos.
- Deténte! Nos van a castigar! – protestó el
rubio, preguntándose a donde pensaba llevarlo. – Tengo
miedo.....
Miró hacia atrás, asustándose más al
ver a los enfermeros tras ellos, sujetándose al albino para
no caerse, ahora notando cómo las paredes empezaban a pudrirse
a su paso, sin que sus perseguidores pareciesen notarlo.
-En los hospitales no castigan a la gente! En los hospitales puedes
pedir la puta y jodida alta voluntaria y pirarte cuando te dé
la gana! Enano de mierda! Por eso te digo que no comprendes nada!-
se alteró, notando cómo los pasillos se oscurecían,
las paredes enmoheciéndose y él corriendo hacia aquella
oscuridad, como si estuviera loco.
Se detuvo sin saber qué era peor, quedándose en aquel
umbral oscuro, notando cómo retrocedía a medida que
se acercaban aquellos hombres, como si perteneciesen a mundos distintos.
Echó a correr de nuevo hacia la oscuridad, volvieron los
gritos y los jadeos, el dolor que se respiraba por todo el ambiente
–Yasu!- gritó preguntándose al instante porque
lo llamaba.
........................
- Lo escucho, ese es Ray. – sonrió el rubio, acostumbrado
como estaba a escuchar sus gritos todos los días, prácticamente
a toda hora. – Ray!!! – lo llamó, poniéndose
de pie de nuevo, los aporreos renovados contra la puerta, indicándole
que no había sido muy buena idea, pero empezaba a creer que
tendrían que quedarse a vivir allí.
-Yasu!- lo llamó de nuevo, guiándose por su voz,
inevitablemente sintiendo esa clase de confianza que te dan algunas
personas por la cual estúpidamente crees que todo irá
mejor cuando estás con ellas. Frunció el ceño
razonando aquellas cosas ilógicamente, ya que no era el momento,
pero cuanto más nervioso se ponía, más pensaba
cosas raras para distraerse. Aporreó una puerta, entrando
de inmediato, dejando a Keika en el suelo y abriendo la luz –Yasu!
¿estás aquí?!- preguntó, mirando las
camas de sábanas llenas de sangre seca, líquidos y
heces –Joder…- se tapó la boca con la mano, bajando
un poco la vista y observando algo moverse bajo la cama –Dios!
-Tenemos que salir! Están aquí!- Wolf abrió
la puerta en cuanto escuchó ese grito.
- Ray! Corre! – le gritó el rubio saliendo tras Wolf,
a tiempo para observar aquella cosa que parecía haber sido
humana en algún tiempo, abalanzarse contra Keika lanzándolo
al suelo.
El chico gritó, desesperado, tratando de quitársela
de encima, sintiendo su aliento putrefacto y su lengua viscosa,
rozarle la cara.
Ray le pateó la cabeza sin parar, aunque se aferraba a Keika
sin ceder. Wolf sujetó al rubio a su vez, tirando de él
bruscamente para llevarlo consigo, el albino buscando alrededor.
Arrancó una de las barras metálicas donde alguna vez
había estado colgado el suero y lo atravesó por detrás
del cráneo hasta la boca –¿No decías
que te podías cuidar?!
Wolf lo miró a los ojos. ¿Cómo podía
hacer eso? ¿Es que no se daba cuenta de que era un humano
torturado? –Vámonos, rápido!
- No has perdido el encanto – bromeó Yasu, aunque
no era el momento, sujetando al albino por el codo, para que se
moviera. Tal vez hubiera sido mejor no salir de su cuarto nunca.
Keika se aferraba al médico, aún temblando por el
susto, sin siquiera prestar atención a las palabras de Ray.
Wolf observó a los médicos a pocos pasos de ellos
y se detuvo. Los enfermeros parecían haber pasado de largo
ya, buscándolos, los pasillos se veían ahora perfectos
y limpios como antes ¿Qué demonios estaba pasando?
Aún no había visto los papeles con lo que les habían
inyectado que había pedido a la enfermera, pero dudaba mucho
que eso pudiera explicar semejantes alucinaciones
-Vámonos!- gritó el albino tirando de Yasu.
-¿A dónde piensan ir? Vuelvan a sus cuartos…
ahora mismo…- los doctores los observaron serios –Doctor…-
dijo uno después observando al moreno ahora –Pensé
que conocía las normas del hospital
-Estábamos buscando un médico para este chico…creía
estar herido…- señaló a Yasu, tratando de explicar
aunque ahora el rubio se veía bien, ni siquiera estaba manchado
de sangre.
Yasu se llevó la mano a la frente, notando que no tenía
sangre, más confundido aún. – Estoy bien ahora...
estaba sangrando.
- Y había un monstruo! – gritó Keika como reaccionando
con esa absurda creencia de que los doctores se encargarían
de todo.
El doctor miró a Wolf, serio de nuevo, poniendo nervioso
al otro. – No hay ningún monstruo. Vuelvan a su habitación.
Y ustedes dos también, les haré una revisión
enseguida.
-“Revísate el jodido culo con un cactus, puto japonés
de mierda…”- murmuró Ray contrariado de que no
hubieran huido con él y apartándose bruscamente al
notar que lo sujetaban por el hombro –Sé caminar solo!
Wolf sujetó a Keika en brazos igualmente, caminando con
la enfermera y uno de los doctores de vuelta al cuarto esperando
que no tomasen represalias –“Sh… no digas nada”-
le pidió al rubio susurrándole al oído y besándole
luego la mejilla como si sólo hubiera hecho eso.
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