.Novela homoerótica para mayores de edad.
 
Capítulo 53- Priorities

El profesor abrió la puerta de su habitación, necesitando refrescarse un poco. Apenas llevaba media mañana y ya se sentía cansado. Seguramente era por la situación. Pasó al baño, lavándose el rostro.

Yudai lo abrazó por detrás, cruzando las manos en su abdomen y besándole la nuca, revelándose poco a poco en el reflejo conforme le iba besando el cuello. Arrastró la nariz por detrás de una de sus orejas sonriendo con los ojos cerrados, mirándolo después de soslayo en el espejo –Sensei… ¿has pensado en mí?

- Me asustaste – confesó, observándolo en el reflejo. – Podrías avisar antes de sujetarme. ¿Por qué te fuiste de esa manera?

-¿No la viste? A la enfermera… ella me sacó del cuarto…- sonrió como ignorando que lo riñese –No quiero avisarte, los fantasmas asustamos… ¿no lo sabías, sensei?- se rió jugando con su corbata entre los dedos de la mano.

- Se supone que vuelva a bajar... – protestó por si acaso, aunque muchas ganas no tenía. – No vi nada, la otra vez, sólo desapareciste.

-No…quería estar contigo y tú conmigo- lo giró hacia él, pasándole las manos por las mandíbulas y alzándole la cara para besarlo, entrecerrando los ojos y acariciando la tela del traje en sus hombros. Entreabrió los labios lamiéndole el labio inferior mientras se besaban, probando sus labios y sujetándolos entre los suyos repetidas veces. Apoyó la mano atrás en el lavabo y se sentó sobre él, atrayendo al rubio hacia él, rodeándolo con las piernas por la cintura. Lo miró a los ojos rompiendo el beso y sonriendo –Muchas veces puedo verte pero no consigo que me veas a mí…- lo miró con una mirada un tanto extraña.

- ¿Có... como cuando? – preguntó, nervioso de pronto por si había visto algo que no debía, tendría que tener cuidado ahora. – Al menos, ya sé que eres real.

-Como cuando ese niño te abrazó y te dijo que eras mono… y lo eres… pero eso no es problema suyo… porque tú eres mío…- le pasó las manos por el cabello jugando con las hebras más rubias y mirándolo a los ojos fijamente después.

- Soy mío – le sonrió, pensando que no se rendía. – Y Rein.... es muy cariñoso, sólo es eso. Y le gusta bromear.

-No… eres mío…- se rió besándolo de nuevo en los labios y oliendo su cuello entre la camisa y su piel -¿Me has echado de menos sensei? ¿Has pensando en mí cuando estabas solo en tu cuarto?... – lo miró a los ojos de nuevo –Cuando estabas solo en la cama… tal vez….

- He pensado en ti, es suficiente con eso, ¿no? – contestó, enrojeciendo y prefiriendo no dar detalles. - ¿Por qué estás tan interesado en mí? De veras....

-Sensei… ¿de nuevo?- sonrió pasándole las manos por los cuellos de la chaqueta observando sus ojos violeta y sonriendo –Me gustas… eres dulce y amable, maduro… me gusta cómo te apartas el pelo cuando estas solo leyendo en tu cuarto y el ruido que haces contra las sábanas cuando te giras en la cama… ¿quieres saber más? De por qué estoy tan interesado…

- No, eso... es suficiente – sonrió enrojeciendo, nervioso. – Sólo me preguntaba acerca de lo que dijiste antes, que te gustaban los hombres como yo.... Me preguntaba si era algo general.

-Bueno… me resultan atractivos los hombres maduros… y esta ropa…- cruzó un poco más los pies a su espalda, atrayéndolo más contra él y sujetándolo del cuello de la chaqueta –Si te refieres a si hay mucha gente como tú… no… todo el mundo es distinto… pero claro que hay muchos hombres maduros solos… o que simplemente no tienen la compañía que desean… sensei… ¿tenías pareja antes?- cruzó los brazos tras su cuello.

- Claro que la tuve, no soy un monje... – protestó, aunque sonriendo. Era extraño, pero empezaba a sentirse cómodo con él, a pesar de que ni lo conocía. – Y ¿tú? ¿Tenías pareja cuando...?

-No…- enredó los dedos en el cabello corto en su nuca, rozándole una pierna con el pie –Estaba con un hombre… pero estaba casado… pero dime… dime como era tu novio…

- ¿Por qué querrías saber eso?- suspiró preguntándose si lo que le gustaba eran los hombres con pareja. – Era.... agradable, serio pero cariñoso. Pero creo que necesitaba más de lo que yo podía darle.

-¿Y qué es lo que tú no puedes darme?- lo miró a los ojos sonriendo abiertamente y bajándose de la loza para abrazarlo. Le pasó las manos por la espalda acariciando la forma de esta y sintiendo los músculos en ella con suavidad marcados bajo las telas finas de la ropa.

- Eso ya lo sabes.... O tal vez.... – suspiró, confuso. – Tal vez debería bajar, es horario de trabajo.

-No- sentenció serio, mirándolo a los ojos un momento, sujetando la tela de la camisa –Dime qué es lo que no puedes darme… yo creo que podrías dármelo todo… pero no te escapes de mí…

- Mis alumnos siempre vendrán primero. Es lo que él no pudo comprender, y tú tampoco. – le contestó serio, sosteniendo su mirada.

El suelo tembló un poco mientras el rubio lo observaba serio aunque no era como que pudiera controlar aquellas cosas -¿Tus alumnos? ¿Qué es lo que ellos te dan?

- Nada, no es eso. No me hice profesor para que ellos me dieran nada. – dio un paso atrás, asustándose, preocupado. Estaba jugando con fuego.

-¿Me tienes miedo? Sensei… no estoy loco… así que no tienes por qué huirme, no te haría daño…- lo sujetó por el brazo con firmeza aunque sin hacer fuerza –Tal vez deberías guardarte para ese alumno tuyo… Rein…

- El suelo está temblando – le aclaró, mirándolo a los ojos aún. – Y no es esa la clase de relación que tengo con Rein, con ninguno.

-Está temblando por tu culpa… porque yo nunca puedo ser lo primero para nadie…- los cristales de los espejos tras el profesor comenzaron a resquebrajarse estallando como si los hubieran golpeado. Yudai lo pego a él, girándose para protegerlo y sintiendo cómo se le clavaban en la espalda. Se desapareció ante él aunque estaba seguro de haberle magullado el brazo con tanto apretarlo. Seguramente ahora lo odiaría.

- ¿Qué haces? Yudai! – lo llamó, nervioso, sujetando su brazo por reflejo. - ¿Aún estás aquí? – murmuró un poco más bajo.

El rubio lo observó acercándose a él preguntándose porque no lo veía –“Sensei…”- lo llamó, parado frente a él sin poder hacerle llegar su voz –“Sensei!”- unas gotas de sangre cayeron al suelo desde su brazo y el rubio se vio de nuevo envuelto en la oscuridad de los pasillos del hospital. Parecía incluso cerrarse sobre él.

- Yudai... – susurró el rubio, sin comprender nada ni por qué se preocupaba, observando unas gotas de sangre caer al suelo, desapareciendo al instante como si jamás hubieran estado. Pasó la mano por el suelo limpio, suspirando. – Demonios.

 
 

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