Capítulo 2
The consistency of smoke
Martes, enero 26
A las cuatro de la madrugada, Bronco seguía en la oficina,
tirado en el sofá de cuero gris azulado y observando la pantalla
de su portátil. Había hecho varias capturas del supuesto
espectro, e incluso de algún que otro de los asistentes al
entierro. Más que nada los que tenían unos rasgos
más distinguibles. Tenía a un hombre no mucho más
mayor que él, de cabello castaño y corto, caucásico,
sobre un metro ochenta de altura y complexión fuerte. Estaba
delante, tal vez era un familiar, parecía llevar perilla,
pero no era capaz de distinguirlo con tanta precisión. Por
supuesto, tenían al párroco, (obviamente no había
nada que decir de su atuendo), calvo, bajo y caucásico. Tal
vez alguien lo reconociese si preguntaban en las parroquias cercanas.
También podía distinguirse a dos mujeres de unos treinta
años, ropa negra y discreta, cabello negro ambas. Colgó
las fotos en la página web de la revista para ver si alguien
les echaba una mano. No facilitó el video, ni dijo para qué
deseaba identificarlos, sólo que eran unas personas en un
entierro. Luego se quedó mirando la captura del mentado espectro,
esta no la colgó, por algún motivo… se sentía
protector hacia él.
No podía distinguir muy bien sus rasgos, pero le dio la
impresión de que estaba muy confundido. Sabía que
los espíritus suelen encontrarse confundidos, incapaces de
asimilar que han muerto. Tal vez fuera su caso. ¿En qué
momento había dejado de interesarle aquello como caso y había
pasado a preocuparle un espíritu? Ni que él pudiese
hacer algo por ayudarlo.
La verdad es que siempre había sido un buen sensitivo, para
bien o para mal, podía notar cosas, incluso verlas u oírlas
a veces. Probablemente no era tan bueno como otras personas más
abiertas a esa facultad, pero el caso es que había formado
parte de alguna investigación de la universidad parasicológica
y estaba bien considerado. De todas formas, no le gustaba mucho
eso. Era como si se metiesen en su cabeza y luego le costaba sacárselas.
Se llevó el cigarro a los labios, subiéndose las
gafas, que se habían escurrido por el puente de la nariz.
La verdad es que las patillas estaban ya un tanto flojas de ponérselas
en la cabeza, de dejarlas en el sofá y sentarse encima…
de que se le cayesen por debajo del asiento del coche cuando se
las quitaba luego de un trayecto…
Resopló, levantándose para hacerse otro café,
y cerrando las fotos que tenía abiertas. En el fondo de la
pantalla tenía dos perros lobo jugando en la nieve.
Pensó en Ageha y Steiner; esos dos… seguramente se
habían pasado la noche devorándose el uno al otro,
y él allí a dos velas. Steiner siempre se quedaba
con todos, era el típico “capullo encantador”.
Y él que había pensado que Ageha se interesaba por
él al principio… ahora era algo así como su
papá. No es que aquello le disgustase, era sólo que
estaba celoso.
Chasqueó los labios y echó un terrón de azúcar
al café antes de recostarse de nuevo en el sillón,
esta vez boca arriba. Había impreso una de las capturas del
chico y la alzó frente a su rostro para mirarlo. Tenía
el cabello negro, un aspecto muy delgado, casi como si fuera un
chico enfermo. Hablar de su palidez… no tenía sentido
realmente, ya que no parecía que esa fuese su tez natural.
Le parecía que sus ojos eran de un color claro, tal vez azules
como los suyos.
—¿Quién eres? —le preguntó, sintiéndose
un poco estúpido, pero a veces hacía esa clase de
cosas. Se quedó en silencio, no sintió nada —¿No
quieres que te ayude? —esperó… nada.
Se giró de medio lado en el sofá y dejó la
foto sobre el puff donde tenía apoyado el portátil.
Se sorprendió al no ver a los perros en la pantalla. ¿Es
que no había cerrado las fotografías? No podía
estar completamente seguro.
Se quedó mirando la imagen fijamente, se había ampliado
sola hasta que casi podía distinguir píxeles y apenas
nada más. Estaba sorprendido, pero no asustado, acostumbrado
como estaba a ese tipo de cosas, aunque trataba de no comentarlo
demasiado. La redujo un poco y se fijó en qué era
lo que había en el rectángulo ampliado. Se trataba
del rostro de aquel hombre moreno y alto.
—¿Quieres que lo encuentre? Lo encontraré…
—murmuró con el cigarro colgando de los labios. Puede
que sólo fuera un error del ordenador, pero tenía
una corazonada, no podía ignorarlo.
*****
Bronco se había quedado a dormir en la oficina sobre el
sofá, y todavía estaba tomándose un café
en su escritorio, con cara de estar medio dormido cuando llegaron
los otros dos.
—Ageha, tienes el reportaje de Dana sobre la mesa listo para
corregir y montar —le advirtió, señalando hacia
allí de cualquiera manera —. Lo trajo esta mañana.
—¿De qué va? —preguntó Steiner
echándole un vistazo por encima —¿Otra vez de
asesinatos macabros? —se rio y lo dejó caer en la mesa
de nuevo. A veces hablaban de cosas de ese tipo también,
aunque no tuviesen nada de sobrenatural.
—Es lo que le interesa, además, son entretenidos…
—sonrió Ageha, acercándose para besar a Bronco
en la mejilla, antes de ir a por una taza de café. Se sentía
energizado luego de lo de anoche —Bronco… dime que fuiste
a casa a dormir.
—Me fui a casa a dormir… —le contestó
mientras leía y se bebía un poco de café.
—Seguro, pero lleva la misma ropa de ayer, y no se ha afeitado
esta mañana —Steiner le dio una palmada en la espalda
y Bronco resopló.
—Déjame en paz, tengo cosas que hacer. ¿Has
visto ya ese video?
—Pero si acabo de llegar… —se rio el moreno.
—Pues en vez de tomar café, ve a verlo. ¿Es
que no desayunas en tu casa?
—No, ni Ageha, pero a él no le dices nada —lo
ignoró y se sirvió una taza de todas formas.
—Steiner no tenía café, ayer solo compró
comida tailandesa y su nevera estaba casi vacía —se
quejó el aludido riéndose y dirigiéndose a
su escritorio para revisar aquel reportaje.
—No te he dicho nada a ti… —lo miró, sonriendo
un poco —A ti sí te doy de mi café.
Steiner se puso a mirar el video, jugando con un bolígrafo
mientras tanto y sonriendo por el tema del café.
—¿En serio os creéis esto?
—Yo sí le creo, siempre me da café —bromeó
Ageha, alzando la mirada, y contestando luego en serio —.
¿Te parece un fraude?
—Hombre… no sé, es demasiado bueno, ¿no?
—mordió un poco el bolígrafo, mirando la pantalla
y reproduciendo el video otra vez.
—Ese motivo es pésimo —Bronco se levantó,
aproximándose a su escritorio —. Yo creo que es real.
—Yo también lo creo, precisamente porque es demasiado
bueno —Ageha se quedó pensativo, mirando a Bronco luego
—. Lo viste varias veces anoche, ¿verdad?
—Sí, estoy muy interesado. He puesto en la página
algunas fotos de la gente que estaba allí, pero de momento
no he obtenido ninguna respuesta que nos sirva —bebió
otro poco de café, mirando a Steiner —. ¿Te
suena ese cementerio?
—Es lo que estaba mirando, bueno… —se levantó,
acudiendo a su escritorio, que era un auténtico desbarajuste.
Encendió el ordenador y se quedó de pie, apoyado contra
la mesa —Tengo que ver fotos y comparar, pero creo que debe
ser de por aquí.
—¿Cómo lo sabes?
—Bueno, es el aspecto que suelen tener los cementerios de
las afueras por aquí, el aire aquí es de ese color,
y las luces de… Al fondo se ve la matrícula de un coche.
Que estáis en el mundo para que haya de todo… —se
rio.
—Yo sabía que no podía ser tan difícil
—se rio Ageha, aunque estaba exagerando por supuesto, y se
giró, encendiendo su ordenador para terminar lo de la portada
esa por fin. Iba a poner la imagen en sepia, así se vería
más clásica y no tan… incongruente.
—Bien… encuéntramelo —le pidió
Bronco, tocándole el hombro a Steiner.
—Si lo encuentro… ¿quieres que vaya a echar
un vistazo a ver si merece la pena? —le preguntó, alzando
un poco la cabeza.
—Pues sí…, sí —se alejó,
tocándose el mentón.
—¿Vas a llevarlo a la universidad? —le preguntó
después.
—No, de momento no.
—¿No? —Ageha alzó una ceja, ligeramente
sorprendido, ya que Bronco no solía ser tan velado en sus
investigaciones. Ellos y la universidad tenía un vínculo
de colaboración que estaba seguro causaba la envidia de muchos
otros que se hacían llamar “investigadores paranormales.”
—¿Por qué no?
—Porque no, no quiero que nos roben el caso. Seguro que se
entusiasman y quieren meter las narices demasiado. Al final acabamos
siendo sus asistentes.
—Creía que te gustaba que nos hicieran el trabajo
sucio a veces… —comentó Steiner sin apartar la
mirada de las fotografías.
—Esta vez no… —les dijo en tono de reprimenda
comprensiva.
—Vale, vale… —Steiner miró a Ageha de
soslayo, encogiéndose de hombros y sugiriendo de pronto —Lo
quieres sólo para ti.
—Sí, porque pienso con la punta como tú…
—No piensa sólo con la punta, piensa con toda su longitud
—se rio Ageha, encogiéndose de hombros también
y volviendo a mirar su ordenador, preguntándose en realidad
por qué se lo tomaba tan a pecho. Ya se lo preguntaría
cuando estuvieran a solas.
—Vale… basta de hablar de mi polla —los riñó,
riéndose mientras se sentaba tras su escritorio.
—Tienes los reportajes sobre la mesa —le advirtió
Steiner —, échales un vistazo a ver cuál quieres
que prepare.
Bronco le echó una mirada como recordándole que
él era el empleado, pero no le sirvió de nada, porque
Steiner no estaba mirando.
A las seis y veinte, Steiner se levantó de pronto de su
escritorio como si le hubiera dado calambre la silla, cerrando el
ordenador a las prisas.
—Creo que ya sé en dónde está ese lugar.
Tengo que ir a asegurarme.
—¿Ahora? —Bronco lo miró, tapando un
momento el teléfono mientras le hablaban.
—Sí, ahora… me quedaré a dormir por
allí y luego os llamo.
—Vale —se volteó y siguió hablando con
el sponsor, disculpándose sin muchas ganas.
—¿Ya llegaste y ya te vas? —se quejó
Ageha como si fuera a hacer un viaje de meses, poniéndose
de pie y acercándose —¿Quieres que te acompañe?
—No —le advirtió Bronco tapando el aparato de
nuevo.
Steiner se rio y le besó los labios.
—No se puede, papá nos riñe.
—Ah, papá… —se quejó Ageha con
gesto de desánimo, aunque sabía por qué lo
hacía, no estaba enfadado realmente —Bueno, me quedaré
aquí y seguiré moviendo fotos y texto como todas las
noches… —aún así besó a Steiner,
sonriéndole —No hagas cosas kinky de cementerio sin
mí.
—Voy a trabajar… —puso cara de indignación
fingida, besándole la frente antes de salir
Bronco colgó al cabo de un rato y suspiró, pensando
que le dejaban la oreja caliente con tanto rollo y exigencia.
—¿Te parece que tenemos poco trabajo pendiente? Te
recuerdo que tienes que corregir el reportaje de Dana, y el de Steiner,
y eso último te puede llevar dos días.
—Ya lo sé, ya lo sé, no me riñas que
te hice caso, ¿o no? —le sonrió divertido ante
su cara de estrés, y se fue a sentar en su escritorio —No
me puedes culpar por intentarlo.
—Claro que puedo, lo he hecho… —se sentó
otra vez y cogió un cigarro, secretamente mirando de nuevo
esa fotografía, en lugar de ponerse a trabajar otra vez —¿Cuántos
años crees que tenía?
—¿Quién? —le preguntó girándose
y sonriendo un poco al darse cuenta de lo que miraba —¿Es
porque se ve joven?
—¿Hum? Es porque es un buen caso —se movió
un poco para quedar tras su monitor, percatándose de que
lo había preguntado realmente.
—No lo sabemos aún —le recordó sin apartar
la mirada —. Parece como si te afectase personalmente. Sabes
que puedes hablar conmigo, ¿verdad? No se lo diré
a Steiner.
—Es que sé que no es un montaje… —lo miró,
inclinándose un poco para poder verle la cara —Lo sé
de esa manera.
—Oh… Pues entonces no lo es —le aseguró
completamente serio, poniéndose de pie para ir a mirar la
foto junto con Bronco —. Parece un adolescente, un chico muy
joven en todo caso.
—¿Tú crees? —se pasó la mano por
el cabello, frotándose la nuca después —A mí
me parece que tiene expresión de adulto, aunque sea menudo…
Tú también lo eres —giró la cara para
mirarlo, como si no supiese de sobra su fisonomía.
—Lo sé, por eso dije que parecía un chico joven
en todo caso. No creo que tenga cuarenta años tampoco —bromeó
sin poder evitarlo, carraspeando luego y añadiendo —Yo
tampoco los tengo, ¿eh? Eh… ¿crees que sabe
lo que está pasando?
—No, no lo creo, creo que necesita ayuda. Aunque no sé
si podemos dársela —se encogió de hombros, observando
aquella foto borrosa —. Espero que Steiner no se haya equivocado
y tenga buenas noticias.
—No lo creo, ya dijiste que le gustan los cementerios, él
ha de saber —le aseguró, irguiéndose y colocándose
detrás de su silla para masajearle los hombros —. No
te estreses demasiado, ¿eh? Haremos lo que podamos, hasta
donde podamos.
—No me estreso, y menos si haces eso… —sonrió
un poco, alzando la cabeza para mirarlo —¿Te importa
que salga un momento para tomar una ducha?
—No, no me importa, eres el jefe —sonrió dándole
un apretón más en los hombros e inclinándose
para besar su frente. Sabía que Bronco no sólo era
sensitivo sino también sensible. Por eso lo quería
tanto y por eso se preocupaba cuando parecía interesarse
de más por un caso, no quería verlo triste.
—Vale, soy el jefe pero tengo responsabilidades de todas
formas —alzó una ceja y se levantó, apagando
su ordenador y cogiendo una carpeta antes de apartarse del escritorio
—. Avísame si llama Steiner y sabe algo.
—Aquí estaré —le hizo un saludo militar
aunque guiñándole un ojo, y fue a por más café.
Prefería atiborrarse de trabajo ahora que no estaba Steiner,
para poder disfrutar después.
*****
Bronco salió de la ducha, pensando que se había pasado
con el agua caliente, estaba todo el baño lleno de bruma
y el espejo empañadísimo como para afeitarse.
—Otra vez será —murmuró para sí,
frotándose el cabello con una toalla pequeña para
secárselo de cualquier manera. Pasó la misma toalla
por el resto de su cuerpo en la habitación, y se sentó
desnudo sobre la cama, revolviéndose el cabello con la mano
y sacudiendo la cabeza ligeramente para alborotarlo.
Suspiró profundamente, tomando aire mientras miraba su propio
reflejo en el espejo del dormitorio. Se quedó así
por unos segundos, reconociendo la extraña sensación
de no estar solo. La mayor parte de la gente creía que sólo
era eso, una sensación, pero él sabía que no
era tan simple. Si te parece que no estás solo, es que no
estás solo. No se giró, observaba la pared del fondo
desde el cristal.
—¿Eres tú? —le preguntó, de nuevo
sin obtener respuesta. Esperó por unos segundos y se resignó,
levantándose y poniéndose unos calzoncillos con la
goma ligeramente floja ya, que se le caían hasta debajo de
las caderas. Cuando alzó la vista al espejo, notó
una bruma delante de él por un flash de unos segundos. Tuvo
que contenerse para no emitir un jadeo de sorpresa. El corazón
le iba deprisa y se giró despacio. Por supuesto que no hay
nadie, se dijo.
Sin embargo, un leve sonido lo desmintió, el sonido de algo
deslizándose lentamente contra el vidrio. Era débil,
pero inconfundible, a pesar de que no se veía nada en el
mismo aparte del reflejo de la habitación. De pronto se detuvo,
tan abruptamente como había desaparecido aquella bruma.
Bronco se pegó al cristal, mirándolo fijamente. No
veía nada, pero estaba seguro de que había escrito
algo en él. Acercó los labios al cristal y dejó
salir su aliento, empañándolo donde había estado
la bruma. No vio nada y probó de nuevo.
Sus ojos azules se reflejaron en la superficie pulida. Un circulito
empañado por su aliento y en el medio una marca. ¿Era
una letra o simplemente una ralla? Podía ser una “i”
mayúscula, tal vez una “j” inacabada, una “l”.
Sonrió ligeramente porque se comunicase con él y se
echó hacia atrás, sentándose en la cama de
nuevo y sintiendo cómo se hundía el colchón
a su lado ligeramente, como si alguien más estuviese allí.
Cerró los ojos, tocando el colchón donde se había
hundido, tratando de sentirlo. Se movió un poco hacia delante,
sintiendo un miedo increíble que no era suyo, era el del
chico. Desconcierto… Sentía la mano sobre la colcha,
helada, pero por su espalda resbaló una gota de sudor frío.
No podía ver nada, absolutamente nada, era la primera vez
que no veía nada de esa forma. ¿Esto es la muerte?
¿Nada? Se preguntó.
La sensación desapareció de pronto, y abrió
los ojos como si todavía no estuviese del todo allí.
Había un grito mudo dentro de su cabeza, como si resonase
desde muy lejos, algo que nadie en aquella habitación hubiese
podido escuchar, pero que era tan real para él como la cama
sobre la que estaba sentado.
Jadeó, incapaz de levantarse de la cama, no era capaz de
ver su cuarto ni su propio reflejo, que ahora estaba bastante más
pálido. Tampoco era capaz de hablarle o buscarlo, estaba
descontrolado.
Se sintió como empujado de pronto, y con los ojos abiertos
como los había tenido desde antes, se vio en el espejo de
nuevo, percatándose de que estaba muy pálido. Se había
ido, ya no estaba allí. Sacudió la cabeza, frotándose
la nuca y su piel ahora fría, necesitaba ayudarlo, porque
si no, no se lo sacaría de la cabeza jamás.
Ageha se estiró en su asiento, haciendo un sonido que más
parecía de protesta que de cansancio, y en cierta forma lo
era. Le gustaba su trabajo, en realidad amaba su trabajo, pero no
así el pasar mucho tiempo solo. Incluso cuando Bronco estaba
concentrado y no le hablaba, se sentía acompañado,
pero esta noche se había quedado para adelantar algo, además
de que alguien tenía que atender la llamada de Steiner.
Miró el teléfono como ordenándole que sonara
y casi pega un salto cuando el mismo lo hizo. Se rio, levantándose
corriendo a contestarlo.
—Tengo buenas noticias… —le dijo la voz de Steiner
al otro lado. Estaba en la parte final de un cementerio comarcal
y bastante pequeño, iluminando una tumba en el suelo, con
la luz de su linterna.
—¿Cuáles? ¿Ya vienes a verme? —le
preguntó, apoyándose en la mesa y sonriendo —Dime…
—Estoy frente a la tumba de nuestro supuesto fantasma. El
lugar pertenece perfectamente al encuadre de la foto y he hablado
con el hombre que vigila el lugar… —se quedó
en silencio de pronto —Creo que hay un animal por aquí
o algo.
—¿Un animal? Mientras no sea algo peligroso…
—contestó Ageha, en realidad tensándose. ¿Y
si le sucedía algo a Steiner? Seguro que se reía si
le decía algo —¿Puedes decirme el nombre? Intentaré
averiguar algo en internet…
—El hombre del cementerio me dijo que era un universitario
de por aquí, su familia era del pueblo. Se llama… —alumbró
la tumba otra vez y se apartó el cabello que había
caído por delante de su rostro —Jiken Foster.
—Vale… —Ageha lo apuntó en un bloc de
notas que tenían junto al teléfono, específicamente
para esos casos —Un universitario… ¿Te dijo algo
más? Como… ¿si ha sucedido algo extraño
en los últimos días? O si sucedió algo durante
el funeral.
—Me dijo que se suicidó, y que era un poco raro, medio
chino, pero apuesto a que era medio japonés —dijo con
ironía.
—Sí, Jiken es un nombre japonés —le aseguró
sonriendo un poco. Un suicidio… Eso tenía sentido —.
¿Has visto algo tú?
—Nada, sólo una tumba y ya está, lo que era
de esperar. Bueno, me voy a quedar a pasar la noche en una posada
para estudiantes que me ha dicho el hombre este… —miró
hacia atrás, preguntándose si los ruiditos los hacía
él espiando que no hiciese nada malo. Si era así,
claramente no era ningún ninja.
—Vale, y… ten cuidado, ¿eh? Bronco está
convencido de que es real y yo también —le aseguró,
sujetando el auricular con ambas manos.
—Tal vez, pero yo no le he hecho nada —sonrió
un poco, alumbrando delante de él mientras regresaba hacia
su moto. —Mañana cuando me despierte iré hasta
la universidad y preguntaré allí a ver qué
me cuentan del chico.
—Vale, pero llámame en cuanto sepas algo. Y no seas
gracioso, recuerda que un espíritu confundido… está
confundido —se rio, aunque sentía una gota de sudor
frío recorrerle la espina dorsal. Él no era nada sensitivo,
sólo estaba nervioso por Steiner
—Pero ¿tú no sabes que los espíritus
aman a los chicos guapos? Procuraré que no me viole —se
rio, hablando un momento con el vigilante al salir y pensando que
sí debía haber sido un animal lo de los ruidos —.
Vale, mañana te llamo.
—Vale, extráñame y mantente alejado de esos
universitarios. Aún no saben nada —le advirtió
medio en broma, enviándole un beso a través de la
línea —. Yo seguiré matándome en la oficina.
—Tú no te sientes demasiado en sitios calientes, que
luego pasa lo que pasa —le recomendó, colgándole
y riéndose mientras se guardaba el móvil en el bolsillo.
Miró hacia atrás un momento, y se puso el casco, la
verdad es que ese cementerio tenía bastante de tétrico.
—Sitios calientes… Extraño tu polla, Steiner
—le habló el chico al teléfono, a pesar de que
el moreno ya no lo escuchaba y colgó, estirándose
de nuevo antes de volver al trabajo.
—Lo siento —se disculpó Bronco por haberse
retrasado, la verdad es que se había quedado dormido después
—. Me eché en la cama porque estaba mareado y…
me quedé dormido —cerró la puerta y caminó
por la oficina deprisa, quitándose la cazadora por el camino.
—No importa, he adelantado bastante a decir verdad —el
chico alzó la cabeza, preocupado —. ¿Por qué
estabas mareado? Si te sientes mal, no deberías haber regresado.
—Estoy bien ahora, creo que me duché con agua demasiado
caliente —se explicó, mintiendo un poquito y sentándose
tras el escritorio —Vete a casa ya si quieres, es tarde…
—comenzó a decirle mientras encendía el ordenador
—¿Has sabido algo de Steiner?
—Sí, acaba de llamar —le mostró el bloc
de notas con el nombre del chico y el dato de que era un suicidio
—. Iba a buscar en internet por ver si descubría algo.
Steiner se va a quedar esta noche en una posada para estudiantes.
—Vale… —se quedó mirando las notas, pensando
como siempre, que Steiner era muy bueno. Sólo por eso merecía
la pena soportar sus desaires. ¿Así que se llamaba
Jiken? Se movió un poco en la silla, mirando a Ageha, que
se había acercado para llevarle las notas —Vete a casa
y descansa.
—¿Estás seguro de que vas a estar bien solo?
—le preguntó con un gesto de desconfianza —¿Qué
piensas hacer?
—Exactamente lo que tú has dicho, buscar por internet
—sonrió alzando una ceja y haciéndose el inocente
—. ¿Qué quieres que haga?, el Indiana Jones
residente es Steiner.
—Es más sexy que Indiana Jones —bromeó
riéndose y acercándose para besar su frente —.
Bien, me iré, pero cuídate. Descansa, y si te sucede
algo raro, llámame. Ya me llega con preocuparme por Indiana
Steiner.
—Intentaré no cortarme con el abrecartas y evitaré
que me salte corrector al ojo —se rio, negando con la cabeza
y despidiéndolo con la mano para que se largase. La verdad
es que le agradaba que se preocupase así por él, pero
necesitaba estar a solas con la cuestión, por así
decirlo.
—Gracioso… —Ageha suspiró, cogiendo su
cazadora y su portátil y saliendo de allí, lo cierto
es que sí estaba cansado. Iba a caer en coma apenas llegara
a su habitación.
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