Capítulo 3
The bonds between us
Parte I
Miércoles, enero 27
Se detuvo frente a la puerta, alzando la mano, sin llamar y frunciendo
el ceño. No era su primera cita, pero siempre se ponía
nervioso, como si le fuera a hacer un examen.
Carraspeó, moviéndose de un pie al otro y pensando
en faltar esta vez, sólo esta vez…, pero siempre pensaba
en lo mismo y eventualmente llegaba a la conclusión de que
si se escapaba, sólo se condenaría a hablar de eso
en la próxima sesión.
Finalmente se armó de valor, llamando a la puerta y esperando.
—Pasa… —la voz masculina salió del interior
en un tono muy calmado, y el hombre al que pertenecía la
misma, dejó el periódico a un lado para atenderle,
doblándolo antes metódicamente. Alzó la mirada
para ver al rubio y le ofreció que tomase asiento como siempre.
—Hola —lo saludó el chico, sentándose
y observando en silencio a aquel hombre alto de cabello castaño
y profundos ojos negros. Era extraño cómo podía
hacerlo sentir relajado e intimidarlo al mismo tiempo.
—¿Quieres un café, Lowe? —apoyó
un codo en el reposabrazos, y lo miró a los ojos.
—S…sí —asintió el chico como hipnotizado
por los nervios —. Sigo igual, no ha pasado nada nuevo, ¿eh?
El moreno esbozó una sonrisa sin poder evitarlo, y le sirvió
un café con cuatro cucharadas de azúcar, ya sabía
cómo lo tomaba. Regresó junto a él, y lo apoyó
en un platito sobre la mesita de cristal, extremadamente limpia.
—Qué aburrido, ¿no?
—Algo así —lo miró preguntándose
si estaba bromeando y revolvió un poco el café, aunque
no hacía falta.
—No estés tan nervioso, sólo tenemos que charlar
un poco. Nada de lo que digas va a hacerte suspender “mi asignatura”
—lo miró comprensivo, echándose un poco hacia
atrás en el sillón —. Es normal necesitar hablar
un poco en estos casos.
—Pero no lo necesito, no sé… No cambia nada,
¿no? Jiken sigue muerto —se encogió de hombros,
bebiendo algo de café —. ¿Qué se supone
que le diga?
—Lo que me estás diciendo sirve —lo miró,
pensando que parecía un poco rabioso, pero no era para menos,
era su mejor amigo después de todo, y sólo había
trascurrido una semana desde que lo encontró —. Nada
va a cambiar el hecho de que está muerto, sólo podemos
cambiar los demás, aceptándolo lo mejor posible. ¿Has
estado yendo a clases?
—Aún no, no me siento con ganas y no me puedo concentrar.
Además, odio que me miren. Todos me miran, se creen que no
me doy cuenta… —exhaló, alzando la mirada —Ya
sé que está muerto, pero… No es tan fácil.
—Lo sé, por eso estás aquí —se
tocó la barbilla por un momento, suspirando ligeramente mientras
se acomodaba mejor —. Te miran porque sienten curiosidad.
Quieren saber si estás bien, ¿no? ¿Por qué
crees tú que te miran?
—Porque sienten curiosidad, quieren saber todos los detalles
morbosos. Porque piensan que soy raro, porque creían que
Jiken era raro —le contestó, cambiando un poco las
frases del psicólogo. No podía evitarlo, estaba molesto,
se molestaba cada vez que pensaba en los demás.
—¿Y lo eres? ¿Eres raro, Lowe? —miró
hacia la ventana, pensando que obviamente no era como los demás.
Ni él ni Jiken, pero es que además poseían
ambos una sensibilidad diferente a la de la mayoría de las
personas.
—No… No lo creo —contestó confundido,
volviendo a beber un poco de café, pensativo —. No,
no lo soy, pero no quiero hablar de Jiken con los demás.
—Claro que no, porque no les interesa realmente. Jiken era
especial para mí, se supone que no sientas apego por la gente
que viene a hablar contigo, pero es imposible no hacerlo en algunos
casos —se quedó en silencio por unos segundos, pensando
en Jiken, y en todas las cosas personales que había acabado
compartiéndole, aunque le había costado un mundo que
se abriese. Lo miró comprendiendo muy bien su postura, los
profesores también lo habían hecho, acercarse a él
para que le contase por qué.
El rubio lo miró, sonriendo levemente por fin porque dijera
eso. Así no podía mantenerse con esa actitud agresiva.
Jiken había sido su mejor amigo, el único en ese pueblo
en realidad. Lo había llegado a conocer bastante bien y no
soportaba que ahora estuviesen esparciendo rumores sobre algo acerca
de lo que no comprendían nada.
—Sí, era diferente. No sé cómo pudo…
Bueno, es extraño que creciera en este lugar —se movió
un poco, incómodo, preguntando de pronto —¿Usted
cree que era suicida?
—Creo que estaba muy deprimido, y nadie puede saber a ciencia
cierta realmente todo lo que hay en la cabeza de otro —lo
miró, pensando que Jiken le había confesado no haberse
tomado los medicamentos antidepresivos que el doctor le había
recetado —. A veces algo sucede, algo detona la situación…
—en realidad se sentía un poco culpable por no haber
podido hacer algo más, aunque sabía que no debía
tomar esa actitud tan poco profesional —No vino a verme los
últimos días.
—Estaba enfermo, le dije que fuera a ver a un médico,
pero no quiso. Decía que sólo era un resfriado, que
ya se le pasaría —le contestó, recordando aquello.
¿Por qué no le había insistido más?
Era un terco —Yo no lo creo…
—¿Qué crees tú? —lo miró
a los ojos, cruzando los brazos de forma relajada bajo el pecho,
y haciendo que la camisa que llevaba entreabierta, se apretase contra
su cuerpo.
—No lo sé, pero no creo que se haya suicidado. No
lo haría. Jiken… —lo miró a los ojos de
nuevo, de una manera casi desesperada, necesitaba que alguien le
creyera —Jiken me dijo que estaba mejorando, usted le agradaba.
El sicólogo bajó la vista un poco, pensativo. Lo
cierto es que era muy posible que se hubiese suicidado, y los exámenes
forenses lo habían corroborado, pero él creía
lo mismo. Había pensado que estaba progresando mucho, no
lo había esperado para nada, por eso cuando los profesores
le dijeron que estaba enfermo y por eso no iba a verlo, se lo había
creído. Debía haberlo visitado, por el dichoso hecho
de no implicarse más, ahora…
—Sí, yo también creía que estaba mejor,
pero los exámenes médicos son contundentes, Lowe —apoyó
una mano sobre la suya, sin apretársela y sólo un
momento —. ¿Tú cómo te sientes? Dentro
de lo posible… ¿estás bien?
—Estoy bien… Me resulta difícil asimilarlo cuando
estoy en casa —se encogió de hombros. No lo creía
para nada, estaba seguro de que Jiken no haría eso. Además,
las píldoras no eran su estilo.
—¿Has pensado en buscar algo que hacer para mantenerte
activo? Y eso demuestra que debes ir a clase… —le recordó
después.
—¿No puede esperar a que termine la semana por lo
menos? Es igual, no puedo estudiar —se quejó, dejando
la taza sobre la mesita que tenía al lado y dejándose
caer hacia atrás, contra el respaldo del sillón —.
No sé qué hacer, no hay nada que hacer aquí
y no es como que me guste tejer o algo así.
Don se rio suavemente, no podía decir que no lo comprendiese,
la verdad.
—Entre tú y yo: sí, esto es horrible —sonrió
todavía y se apretó una mano con la otra —.
No lo sé, tal vez el deporte…
—¿Me ve cara de deportista? —le preguntó,
aunque no sentía un rechazo completo hacia el deporte, no
le agradaban mucho los chicos deportistas. No quería que
se pusieran con cosas de macho alrededor de él.
—¿Hay que tener una cara especial? —sonreía
todavía y lo miró a los ojos —¿No será
que no quieres hacer deporte con los demás? Podrías
ir a correr, eso puedes hacerlo solo.
—Sí, bueno… Tal vez haga eso —asintió,
enrojeciendo un poco porque hubiese adivinado sus pensamientos —Todos
son muy tradicionales aquí, ¿eh?
—Sí… —suspiró de nuevo, cruzando
una pierna sobre la otra —Es una buena manera de decir que
en este lugar, parece como si no hubiera transcurrido el tiempo.
Quiero que sigas viniendo a verme, Lowe, y quiero que me llames
si necesitas ayuda. Tus padres viven fuera, ¿verdad?
—Sí, pero no los llame, sólo me van a molestar,
¿eh? —le advirtió señalándolo
por si acaso —Seguiré viniendo… Si no los llama.
—Ahora los estudiantes me chantajean, he debido perder todo
el respeto —se levantó, metiéndose las manos
en los bolsillos del pantalón y mirando hacia la ventana
—. No pensaba llamarlos, yo no soy el director, sólo
el sicólogo, y lo que hablamos aquí dentro es secreto
profesional. Pero ven a verme de todos modos, sin sentirte coaccionado.
—Está bien… —casi se quejó, poniéndose
de pie, y enrojeciendo de nuevo. En realidad era una pose, se sentía
cohibido, era la verdad, pero también le gustaba hablar con
él, de todas maneras no tenía a nadie más con
quien hacerlo y le parecía que era el único, aparte
de él, a quien le había importado Jiken.
—Espera —se acercó al escritorio y escribió
el número de su teléfono móvil por detrás
de una de las tarjetas, en las que figuraba sólo el teléfono
de la oficina en la universidad —. Toma, por si acaso —se
la ofreció mientras lo esperaba cerca de la puerta —.
Y sobre los demás… míralos cuando te miren,
no te escondas ni apartes la mirada, al final lo harán ellos
—le apoyó la mano en el hombro —. Pero no te
pongas agresivo —le pidió, ya que sabía que
era bastante irritable.
—No lo haré… —se quejó de nuevo,
mirando la tarjeta y leyendo el número. Lo hacía sentir
más seguro, pero se ponía nervioso con esa clase de
cosas —Gracias.
Don le dio una palmada en la espalda y cerró la puerta cuando
salió. No quería que se pusiese tan a la defensiva
con todo el mundo, y aunque le habían dicho que le echase
un vistazo tan sólo… Ni que fuera magia lo que hacían
allí.
*****
Afuera, en el piso de abajo, había cierto alboroto. Un chico
de cabello largo y con una mecha azul en el flequillo, (lo cual
ya era bastante llamativo en ese lugar), había aparcado su
moto en la entrada, e iba por ahí haciendo preguntas sobre
Jiken.
—Así que… tú no lo conocías muy
bien —le dijo a un chico, apoyado con una mano en el pasillo
y cortándole ligeramente el paso, sonriendo con algo de picardía.
—No, en realidad era un raro, ¿sabes? Nadie lo conocía
muy bien, aunque creo que andaba con un tío…
—¿Sabes cómo se llama? —le preguntó
interrumpiendo el coqueteo por unos segundos.
—Hum… Lowe, pero es otro raro, y mejor ni le hables
que es capaz de lanzarte algo —se rio, tensándose de
pronto y desviando la mirada por si acaso —. Es ese que viene
ahí.
El rubio ya iba bajando las escaleras y apenas les dirigió
una mirada, antes de proceder hacia la salida. No tenía ganas
de ver a nadie, era lo mejor de todas maneras.
Sin embargo, Steiner salió detrás de él, caminando
apuradamente e ignorando el consejo del otro.
—Eh… ¿eres Lowe? —le preguntó,
apoyándole la mano en el hombro al alcanzarlo.
—¿Quién quiere saberlo? —le preguntó,
moviéndose con brusquedad para apartarle la mano.
—Uh… qué mala hostia tenemos… —sonrió,
alzando un poco las dos manos como diciéndole que ya no lo
tocaba más, aunque probablemente eso no era muy cierto —Me
llamo David Steiner, soy periodista para la revista Decameron, y
antes de que me digas que me pudra… quisiera hablar contigo
un momento, off the record si así lo prefieres.
—¿Off the record? ¿Sobre qué? —lo
miró con desconfianza, ya sabía de qué quería
hablar y no estaba para esas cosas. Aceleró, saliendo de
la universidad, con el ceño fruncido —No tengo nada
que decir.
—Sin comentarios… ¿eh? —murmuró
sin rendirse. Lo siguió de nuevo, volviendo a sujetarlo del
hombro y levantado las manos cuando se volteó —Será
algo confidencial, venga, échame una mano. No me hagas decirle
a mi jefe que vine hasta aquí para nada.
—¿Qué clase de periodista quiere hablar de
manera confidencial, eh? ¿Crees que eso te va a funcionar?
El moreno sonrió y miró a un lado un momento, mordiéndose
el labio inferior.
—Yo quiero, me llega con hablar contigo, no publicaremos
nada de lo que me cuentes, ni siquiera tomaré notas, ¿vale?
¿Te invito a comer algo?
—Eso no tiene sentido. ¿No tomas notas, hablamos en
confidencia y no publicas nada? ¿Y dices que no quieres decirle
a tu jefe que viniste a perder el tiempo? —resopló,
pasándose una mano por el cabello y alborotándoselo
más de lo que estaba —Pues no se lo digas y punto —concluyó,
girándose de nuevo y echando a caminar a paso apresurado.
—Oh… venga, Lowe —lo siguió pese a todo,
poniéndose delante de él y caminando de espaldas,
a pesar de que ya hacía un rato que varios estaban mirándolos,
para colmo le daba la risa —. Lo que me digas me servirá
tal vez para investigar por mi cuenta. Va… tú sabes
que estás muy bueno para ser tan malo.
—No soy malo, y ¿quién te dijo que quiero coquetear
contigo, eh? No funciona —lo miró, enrojeciendo y cambiando
de rumbo, para rodearlo y poder llegar a su piso. Sí que
era insistente.
—Lowe… —corrió tras él y se puso
delante de la puerta del edificio para que no pudiese entrar —Venga,
escúchame al menos, y si aún así no quieres
decirme nada… me voy —no se lo creía ni él,
pero se lo dijo muy serio.
—Agh —se quejó el chico, frustrado por no poder
entrar. Por un momento pensó en empujarlo, pero era más
alto que él y se veía fuerte. Si iba a otro lado,
seguramente lo seguiría —¿Qué es lo que
quieres investigar y por qué?
—Bueno… —lo miró, pensando que odiaba
este momento, la gente solía cabrearse a no ser que fueran
los que estaban experimentando los fenómenos en sí
—Alguien nos envió una grabación del entierro
de tu amigo, y vimos algo muy extraño. ¿Puedes ver
esto? —se sacó el móvil del bolsillo de los
jeans, ya que le había pedido a Ageha que le enviase el video.
—No, no sé de qué estás hablando y estoy
ocupado… —frunció el ceño, echando a caminar
en otra dirección inmediatamente, alejándose del edificio.
—Vas a estar ocupado en este pueblo de mierda… —murmuró
para sí Steiner con el ceño fruncido también,
buscando el video en el teléfono —Mira esto... ¡Joder!
—alzó la mano a punto de lanzar el teléfono
al suelo y desistiendo para no cargárselo —Mierda…
Se había desvanecido, obviamente había echado a correr
mientras buscaba el video. Echó a correr en su misma dirección
y empezó a mirar entre las casas y edificios, pero no había
ni rastro. Llamó a la oficina, apoyando la espalda contra
la pared.
—Decameron… —saludó Ageha, sentándose
sobre la mesa y cruzando las piernas —Estamos para servirle.
—Uf… cómo me pones cuando dices eso —sonrió
de nuevo, resignándose —. Dile a Bronco que voy a tener
que quedarme por aquí un poco más.
—¿Y eso por qué? Yo te necesito —le preguntó,
seguro de que tenía buenos motivos, pero quejándose
igual —. Acabas de regresar.
—Lo sé, pero esto es bueno. El chico parece que era
muy raro según me dicen todos. Estaba yendo al sicólogo
del centro universitario en el que cursaba, y no tenía muchos
amigos. Sólo uno según los chicos a los que he estado
preguntando. El caso es que el chico este…
—¿Qué sucede con el chico ese, eh? —le
preguntó poniéndose alerta. Steiner siempre estaba
persiguiendo a alguno durante las investigaciones, no le sorprendía.
Steiner se rio sin poder ni querer disimularlo.
—Me odia y no quiere hablar conmigo, así que voy a
tener que insistir un poco más, ¿vale? Intentaré
hablar con el sicólogo… y… te llamaré
por la noche para que me cantes una nana… —le dijo en
otro tono ahora.
—Una nana…, pero voy a estar desnudo y más te
vale que duermas solo, ¿eh, Steiner? —le advirtió,
riéndose de todas maneras —Te estaré esperando.
—Haré todo lo posible… —sonrió,
pensando que había muchos estudiantes haciéndole ojitos
por ahí. Le colgó y se guardó el móvil
de nuevo, suspirando y preguntándose si estaría disponible
el sicólogo ese.
—¿Qué sabe? —le preguntó Bronco
en la oficina a Ageha, en cuanto este hubo colgado.
—Sabe que los universitarios le atraen —contestó
cruzándose de brazos y mirándolo —. Bueno, en
serio, era un chico extraño, estaba atendiéndose con
el psicólogo de la universidad. Ahora Steiner está
persiguiendo a su mejor amigo.
—Por Dios, que tampoco haga que nos demanden, ¿eh?
—suspiró, sabía que era horriblemente insistente,
pero a veces era necesario. El caso lo tenía intranquilo,
tal y como había previsto, no podía quitárselo
de la cabeza.
—Oye, que es Steiner, hará que lo demande yo —se
rio, acercándose y sentándose en sus piernas de manera
casual, como si fuera lo más natural del mundo —. ¿Por
qué siempre tiene que estar persiguiendo a otros? Iré
a un pub esta noche, ven conmigo. Bueno, mejor me espero a que llame.
—Sí, mejor, porque no pienso ir a un pub a verte ligar,
me sentiría como tu padre. Además, en esta ocasión
lo persigue porque es su trabajo. Aunque no quiero defenderlo…
porque no me juego ni un pelo por él —le apoyó
una mano en el abdomen para que se recostase contra su pecho y se
reclinó a la vez en el asiento —No sé para qué
sigues con eso.
—Porque me hace sentir bien cuando está aquí
y porque lo quiero —le contestó como si fuera algo
de lo más simple —. Somos adultos, Bronco, los dos
sabemos lo que hacemos.
—Ya… yo no digo nada, olvida que he mencionado el tema
—suspiró, pensando que mejor se hubiera estado callado,
y le dio una palmadita en el muslo —Te invito a cenar pizza.
—Con doble queso y champiñones —le pidió
sonriendo y abrazándolo con más fuerza —. Y
me dices por qué no tienes a nadie… Te voy a conseguir
un novio.
—Ya tengo a alguien, lo que pasa es que… es algo nada
serio. Estoy ocupado, por eso —echó la cabeza hacia
delante y se apoyó en él.
—No puedes seguir ocupado para siempre, y no puedes pasar
todas las noches en esta oficina —sonrió, acariciándole
el cabello con una mano, a pesar de que él era culpable de
lo mismo. Sabía que lo suyo con Steiner no era algo formal,
y mucho menos esas aventuras de una noche que tenía.
—Tú no te preocupes por mí, yo sé lo
que hago al menos. Créeme, no merece la pena que pierda tiempo
de trabajar por ello, y tampoco es que la otra persona esté
tan interesada en que le dedique mi tiempo. Y hace como dos semanas
que no nos llamamos, tal vez tres —analizó pensativo,
apagando el cigarro en el cenicero.
—Pues sigo pensando que necesitas a alguien más, alguien
que te comprenda —lo miró, analizando lo atractivo
que era realmente con esos ojos agradables y el cabello negro pero
canoso que le daba un aspecto interesante, como de intelectual descuidado.
Tenía muy buen cuerpo además, fuerte —. Vamos
al gimnasio mañana —le pidió en un esfuerzo
poco característico en él.
—¿Para bajar el doble de queso? —sonrió,
tocándole la cara y apartando la mano después —Si
ya te tengo a ti para que me comprendas —carraspeó,
pegándole una palmadita para que se levantase —. A
trabajar, que luego vamos a cenar.
—Vale, pero primero necesito café —se quejó
como si solo quisiera estar ahí tirado todo el día
—. Y en realidad es para buscar buenos prospectos en las máquinas.
Bronco se apoyó la mano en el cabello, revolviéndoselo
un poco y mirándolo, pensando en lo que le diría de
no ser porque todo era demasiado complicado.
—Sírveme un café, anda.
—Por supuesto, jefe —le hizo un saludo militar con
un guiño de ojo, y se alejó hacia la cafetera, si
fuera cualquier desconocido seguro que lo abordaría en un
pub.
Parte II
Miércoles, enero 27
Lowe cerró la puerta de su piso con un suspiro, aún
sintiendo que estaba demasiado silencioso. No es que Jiken hiciera
mucho ruido, la verdad, pero igualmente se sentía extraño.
Finalmente se había decidido a regresar a la universidad,
a correr un poco tal y como le había recomendado el psicólogo.
Se acomodó la tira de la bolsa de deportes alrededor del
pecho y se guardó las llaves en el bolsillo de los jeans,
bajando las escaleras, que no eran muchas, y dirigiéndose
a la puerta. Aquel tío se había ido por fin, esperaba
que se hubiera largado del pueblo.
—¿Qué tal? —le preguntó Steiner
con una sonrisa en cuanto salió por la puerta, ya que estaba
pegado con la espalda contra la pared.
—Mal —contestó el chico de manera cortante,
retrocediendo a toda velocidad y tirando de la puerta para trancarla.
No se creía aquello.
Steiner chasqueó los labios y se puso frente a la puerta,
llamando en el cristal con los nudillos.
—Venga, habla conmigo. Sé que puedes oírme…
Sólo mira el video, ¿vale? Si lo miras me voy.
—¿Por qué no te vas? No tengo nada que decirte.
Sólo… —se quedó allí a pesar de
todo, pensativo. No sabía qué hacer.
—Mira, te voy a explicar algo, (aunque sea a través
de un cristal)—finalizó para sí —. Nosotros
nos tomamos esto muy en serio. No somos unos payasos —abrió
la bolsa que cargaba al hombro y sacó un ejemplar de la revista
—. Coge esto, abre un poco —lo tendió, pensando
que era una ridiculez eso, y aguantándose para no reírse.
Lowe exhaló molesto ante su cara de confianza, pero abrió
un poco, tomando la revista. Ya la conocía por supuesto,
ese tío no comprendía nada. La revisó al descuido,
mirándolo luego.
—¿Y bien? Ve a investigar, yo no sé nada.
—¿Puedes ver el video y salir aquí? Te voy
a molestar lo mismo con o sin cristal por el medio, y no sé
si sentirme como un taxista, un presidiario o un cajero de banco
—alzó una ceja, suspirando.
—Presidiario —le contestó, sonriendo un poco
para sí, y finalmente abriendo la puerta. Tal vez dejase
de molestarlo y además… ya no tenía sentido
—Stalker.
—No me importaría stalkearte un rato…, pero
a la larga me cansaría —se rio, buscando su móvil
y mirándolo de soslayo mientras ponía el video —.
No te me escapes esta vez, ¿eh?
—No hubiera salido si pensara hacer eso, no es como que sea
un deporte —se quejó, poniéndose nervioso —.
¿Por qué te interesa?
—Es mi trabajo, y mi jefe está seguro de que es real.
Bueno… él entiende de esas cosas —le dijo sin
querer exponerlo demasiado, pasándole el móvil para
que lo mirase él mismo.
Lowe se quedó mirando el video, serio, sintiendo los ojos
aguados luego. Le regresó el móvil finalmente desviando
la mirada.
—¿Y qué pensáis hacer?
—Normalmente, cuando hay un espectro… es porque el
alma sigue aquí, en nuestro mundo, perdida. Probablemente
no acababa de comprender qué hacía dentro del ataúd
—lo miró de soslayo, notando que estaba afectado, y
pensando que probablemente por eso no había ido al entierro,
o al menos él no lo veía entre la gente de delante
—. ¿Puedes ayudarme a identificar a la gente que acudió?
—insistió. No sabía si mañana lo iba
a mandar a freír espárragos de nuevo.
—Sí, aunque no los conocía a todos. Bueno,
no conocía a casi nadie, la verdad, sólo sé
quiénes eran —le explicó tocándose un
brazo y parpadeando varias veces hasta asegurarse de que sus ojos
estaban libres de lágrimas. Extendió la mano para
que le pasara el móvil de nuevo, mientras el periodista sacaba
una agenda para apuntar lo que le dijese.
—Estas son su madre y su tía, había visto a
la tía en fotos solamente. A la madre la conocí allí.
Y estos… son sus primos. Y este es un amigo de la familia
creo… No sé quién es este otro. Y… —sonrió
un poco sin poder evitarlo —este es el psicólogo de
la universidad, le tenía mucho cariño.
—A mí no me ha querido atender. Me dijeron que estaba
ocupado, pero estuve ahí en la puerta esperando horas y…
hostias. Ni entró ni salió nadie —le dijo mientras
escribía, hablándole con toda la naturalidad del mundo,
y mirándolo a los ojos después.
—Probablemente piensa lo mismo que yo —sonrió
un poco, como orgulloso —. ¿Qué vais a hacer
con esta información?
—Me imagino que mi jefe piensa ponerse en contacto con la
gente relacionada y… —alzó una ceja, rascándose
el cuello con la parte de atrás del bolígrafo —ayudarlo
si puede. También supongo que pretende hacer un reportaje
para la revista. Ese es nuestro trabajo.
—¿En serio lo ayudaría? —le preguntó,
mirándolo a los ojos como si pudiera ver hasta su alma.
—Es sensitivo, ¿sabes de qué va? No es un médium
o algo así, ¿eh? Y tampoco le gusta mucho hacer esas
cosas, pero sé cuando está muy interesado, y lo está
—le dio con el bolígrafo en el pecho, pinchándolo
un poco —. Tú puedes asegurarme que ese chico que se
ve en la grabación es tu amigo, ¿no?
—Sí… Puedo —lo miró por un segundo
eterno casi, finalmente suspirando y abriendo la puerta del edificio
—Pasa.
—Te sigo… —susurró casi, sonriendo y siguiéndolo
hacia su piso.
Lowe frunció el ceño, esperando estar haciendo lo
correcto, y subió las escaleras de nuevo, abriendo la puerta
de su piso. Era lo suficientemente amplio para que dos personas
pudieran vivir allí sin estorbarse la una a la otra, y estaba
limpio, a pesar de que había libros, carpetas, dvds y otras
cosas en todas las mesas. Se notaba que era un piso de universitarios.
El moreno miró a su alrededor y lo siguió con la
vista, preguntándose si quería mostrarle algo en especial,
sólo hablar, ¿o qué?
—¿Erais compañeros de piso, no?
—Sí, Jiken era de aquí, pero no quería
vivir con su familia. Yo vine de afuera —le contestó
quitándose la bolsa y dejándola en el gastado, pero
cómodo sofá —. ¿Necesitas ver una foto
suya?
—Si puede ser… ¿puedo escanearla o algo para
mandarla a la oficina? O si puedes dejarme una que tengas por ahí…
—dejó su bolsa allí también y se sacó
la cazadora de cuero blanco. No es que hiciera calor, pero por dentro
sólo llevaba una camiseta sin mangas de color azul cobalto,
bastante llamativa.
—¿No vais a escribir estupideces acerca de Jiken,
eh? Porque te vi hablando con esos chicos, son unos idiotas y no
lo conocían para nada —le advirtió, señalándolo
y pensando que no parecía un periodista. No estaba seguro
de si debía confiar en él.
—No vamos a escribir ninguna estupidez. Y siempre puedes
mirar el artículo antes de que lo publiquemos o incluso participar
en él, ¿vale? —se rio por su agresividad —Si
miento, te dejo que me pegues un puñetazo.
—No será sólo un puñetazo, créeme
—le advirtió, dirigiéndose a la pequeña
cocina que estaba junto a la sala —. ¿Quieres café,
cerveza, soda?
—Cerveza, y vale, puedes darme unas nalgadas si quieres…
—se rio, apoyándose en el marco de la puerta de la
cocina y mirándole las suyas sin querer.
—Sí, claro —(Te las voy a meter para adentro),
continuó mentalmente, tomando dos cervezas y dejándolas
sobre la mesa luego, para ir a buscar la foto —. Es de carnet,
las otras que tengo no sirven —comentó porque salían
juntos y él no pensaba aparecer en ninguna revista. Por otro
lado, no se había atrevido a revisar su álbum de fotos,
ya que Jiken lo mantenía guardado siempre.
—Me vale —le adelantó, cogiendo la cerveza y
abriendo la lata antes de darle un trago y sentarse en el sillón—.
Antes me dijiste que no quería vivir con sus padres.
—No, no tenía una buena relación con su familia
—se encogió de hombros ya que estaba más o menos
enterado de la situación, aunque no sabía muchos detalles.
Regresó sentándose a su lado y entregándole
la foto, antes de abrir su propia cerveza.
Steiner la miró, desde luego era el mismo chico que salía
en la grabación, de eso no había duda.
—¿Me la puedo llevar? Te la devolveré —lo
miró a los ojos, bebiendo otro trago.
—Sí —Lowe asintió observándolo,
pensativo aún —. No se suicidó —soltó
de pronto porque no tenía ni idea de cómo llegar a
eso.
—¿Cómo? —lo miró sorprendido,
alzando la vista, porque se había inclinado para coger la
cartera del bolsillo trasero de sus jeans.
—Que no se suicidó, no lo creo. Jiken no haría
algo así, y mucho menos de esa manera y… —exhaló
de nuevo, asumiendo que no le quedaba más remedio que admitirlo
—Yo fui el que envió ese video.
El rostro de Steiner se enserió por completo mientras se
guardaba la fotografía en la cartera, y lo miró a
los ojos, acomodándosela en el bolsillo otra vez.
—Vale… ¿de qué manera se suicidó?
—Píldoras, supuestamente se tragó un montón
de píldoras. Lo encontré en el baño. Yo…
—se estremeció recordando ese momento, lo había
remecido, abofeteado, intentando que reaccionara —No me fijé
bien, había muchas píldoras por el suelo, el frasco
también… Luego ya no estaban, se las llevaron por la
investigación supongo, todo fue muy confuso.
—¿Y él tomaba píldoras normalmente?
¿Tú lo encontrabas extraño antes de…
eso? Deprimido o algo así… —el tema parecía
estarse complicando.
—No, bueno… estaba viendo al psicólogo, pero
estaba mucho mejor gracias a eso. Y odiaba las píldoras por
cierto, le molestaba tragarlas —le explicó, recostándose
un poco en el sofá y reposando la cerveza sobre su muslo
derecho —. Justo antes de morir se enfermó, tenía
fiebre y se sentía débil. Le dije que fuera al médico,
pero se negó, estaba seguro de que sólo era un resfriado
y también odiaba ir al médico.
—Así que, no fue, y de pronto un día aparece
muerto. Pero supongo que le hicieron una autopsia, ¿no? No
estamos en el Medievo para que vean un bote de pastillas y digan
que es el motivo sin más —se echó un poco hacia
atrás en el asiento, observándolo. La verdad es que
eso a ellos les venía un poco grande, pero no se iban a echar
atrás, ni siquiera si al final todo eran excusas de un chico,
que no quería aceptar la muerte de su mejor amigo.
—Sí, la autopsia… La autopsia reveló
que era una sobredosis —admitió reticente y desviando
la mirada —. No puede ser.
—Tal vez deshizo las pastillas en agua para tomárselas,
o llevaba todos esos días tomando un exceso de ellas. Se
nota que no era una persona nada corpulenta, incluso puede que si
el médico le había recetado algo, la dosis no fuera
la correcta. ¿Sabes si se estaba medicando? —le tocó
el hombro para que lo mirase.
—Tomaba algo para la depresión, pero… había
dejado de tomarlo en realidad, no lo necesitaba —movió
la cabeza exasperado, bebiendo un trago largo de cerveza antes de
continuar —. No es posible, Jiken no era tan metódico.
—Bueno, puede que hubiese tomado esa determinación.
Algunos antidepresivos son bucodispersables, se deshacen en la lengua
y no es necesario tragártelos —le explicó, apartando
la mano e imitándolo para tomar un trago también —.
No intento desmoronar tus teorías, sólo trato de ayudarte
—le dijo antes de nada.
—Bueno, pues es igual, Jiken no se suicidaría. No
lo creo y no lo pienso creer —negó frunciendo el ceño
y poniéndose de pie. Tal vez por eso había aparecido
en su grabación, tal vez intentaba decirle algo ya que todos
los demás parecían haberlo decidido. No la había
visto hasta después, sólo estaba documentando aquello
y casi se había quedado sin aliento al ponerla en la pantalla
de su ordenador.
—Te creo… —suspiró, mirándolo y
apartándose un poco el cabello de delante de la cara, recogiéndoselo
en una coleta finalmente —¿todavía están
aquí sus cosas?
—Sí, no he podido recogerlas y creo que a nadie le
interesan de todas maneras —lo miró alzando una ceja,
convencido de que no le creía nada.
—¿Puedo? —le preguntó, levantándose.
Lowe lo miró por un momento, sumamente serio. Finalmente
suspiró, asintiendo.
—Pero no es para que te pongas a curiosear.
—Claro, porque no tengo nada mejor que hacer… —hizo
una mueca con la boca, y lo miró, esperando a que lo guiase
hacia su habitación. La cama todavía estaba deshecha,
había ropa encima de un sillón, y el escritorio estaba
igual de desordenado. Era natural, Jiken solía estudiar o
tirado en la cama o en la sala, viendo la televisión a la
vez. La pared estaba llena de bocetos y dibujos de criaturas extrañas,
la mayoría en blanco y negro, algunos sólo con un
trazo de color. Había algunos cuadros contra la pared, recostados.
También había un caballete con lo que parecía
ser el comienzo de una nueva pintura, una silueta apenas. Era extraño
ver todo aquello así, se sentía como si en cualquier
momento fuese a regresar para continuarla.
—E… Estudiaba arte.
—Son muy buenos —no pudo evitar mirar aquellas criaturas,
seguro de que hubiera podido ser profesional como ilustrador. No
le era difícil imaginárselas siendo parte de algún
videojuego —. Sólo voy a ver si encuentro algún
tipo de droga, vale. No soy un pervertido al que le guste ver ropa
interior o algo así —le advirtió antes de acuclillarse
y echar un vistazo en los cajones —. ¿Estabais muy
unidos? ¿Os contabais los problemas y eso?
—Sí, bueno… No le gustaba hablar mucho de algunas
cosas y yo lo respetaba —le contestó, metiéndose
las manos en los bolsillos de los jeans y aun vigilando a aquel
hombre —. Sólo encontrarás sus medicamentos,
no tomaba nada más. Aspirinas quizás.
—No está de más mirar —lo miró
un momento, y abrió el siguiente cajón, revisándolo
sin encontrar nada en especial, salvo el conocimiento de que era
una desordenado. Se inclinó para mirar bajo la cama, pero
allí sólo había unas zapatillas de andar por
casa y algunas bolitas de polvo.
Se levantó de nuevo, tocándose el abdomen como si
estuviera pensando en algo —. Es que me extraña que
no te dejase una nota o algo. Dices que esta era su casa, así
que, a ti te hace una putada, entre comillas. ¿Ahora la pagas
sólo tú?
—Sí, tengo que buscar un nuevo compañero, pero…
—se encogió de hombros, realmente no quería
hacerlo, no podía imaginarlo siquiera —Jiken me hubiera
dejado una nota, lo sé. No es su manera de hacer las cosas,
¿sabes?
—Ya… no, no lo parece, y es cierto que no parece muy
metódico a juzgar por el desorden… “artístico”
de este cuarto. Oye… ¿tenía un ordenador? —se
giró para mirarlo a los ojos.
—Sí, pero está en la sala —le señaló
sin moverse, ya que no pensaba dejarlo solo en el cuarto de Jiken,
a pesar de que parecía estárselo tomando en serio.
—Vale, déjame echar un vistazo —lo siguió
allí, esperando a que se lo señalase. Apartó
un poco la silla que había delante del escritorio y se sentó
tras recuperar su lata de cerveza —. ¿Lo has estado
utilizando?
—No, tengo el mío —señaló a su
cuarto, colocándose a su espalda por si acaso —. A
Jiken le gustaban las cosas oscuras, y un poco raras, ¿eh?
Pero eso no significa nada malo. Además, él era el
que traía esa revista a casa.
—Oye… no estoy aquí tratando de juzgarlo, sólo
quiero ver si había estado buscando algo sobre el suicidio,
porque es normal hacerlo. Quiero saber si había comprado
algo recientemente que pueda echarnos una mano, o si estaba en algún
foro en el que puedan haberle metido ideas raras en la cabeza —lo
miró mientras le explicaba, y luego se giró hacia
la pantalla otra vez —. A ver si piensas que trabajo en una
revista como esa porque no me gustan las cosas raras…
—Yo qué sé, a lo mejor es porque necesitas
el dinero —contestó, enrojeciendo luego ya que sólo
había dicho lo que se le había venido a la cabeza.
Exhaló, apoyándose en la mesa con una mano.
—Pues no soy millonario —le dijo sin verse afectado
para nada por su comentario.
—Bueno, quiero decir que nadie sabe por qué los demás
hacen las cosas. A Jiken le interesaba la muerte, tiene una carpeta
con fotos de cosas muertas.
—Y yo una con tíos en jeans —se rio, mirando
el historial y bajándose un programa que solía utilizar
cuando quería cotillear en un ordenador. De todas formas
era algo bastante extraño, sólo esperaba que al menos
no se pajease con ellas. Le dio otro trago a la cerveza, pensando
que, de todas formas, eso podría haberle hecho mantener contacto
con gente peligrosa.
—Sólo quería advertirte de eso… —contestó
frunciendo el ceño de nuevo, aunque quizás era mejor
que le pareciese gracioso a que lo juzgase por psicópata
o algo así —Le interesaba artísticamente, como…
algo de filosofía. No es que quisiera matar a nadie y estoy
seguro de que tampoco quería morir.
—Vale… —lo miró, como diciéndole
que le creía —¿Y tenía novieta o algo?
Estoy esperando a que se baje algo, así que… te puedes
esperar sentado —le dijo más bien para que se relajase
un poco.
—Era gay —lo miró, por fin yendo a sentarse
y cruzándose de brazos, observándolo —. No tenía
pareja, pero a veces salía de noche. No sé, me decía
que a fiestas y cosas así, pero que era por investigar. No…
inspirarse, eso.
—¿Se inspiraba de fiesta? —se rio, meneando
un poco la cabeza —No sé, a lo mejor no lo conocías
tan bien como te crees.
—Sí lo conocía. Y no eran fiestas en sí…
Más bien como reuniones en las afueras. Sé lo que
parece, pero es igual. Sigo pensando que no se suicidó —le
aseguró, inclinándose hacia delante —. Además,
se suponía que fuéramos juntos en alguna ocasión
para… —miró hacia otro lado prefiriendo ahorrarse
la razón que le había dado Jiken: para que se cabrease
de una vez y le dijese que quería irse de allí.
—¿Para qué? —se giró en la silla,
estirando las piernas y cruzando los tobillos uno sobre el otro
—¿Sabes en dónde era?
—No estoy seguro, en realidad creo que sólo eran un
montón de chicos haciéndose los interesantes, ¿sabes?
—exhaló sin responder a su otra pregunta y apartándose
un poco —¿Qué estás bajando?
—Un programa que rastrea claves de foros y cosas de ese tipo.
Facilita ver las páginas más visitadas, en qué
fechas… blablablá —movió una mano, como
diciéndole que era aburrido —. ¿Para qué
quería que fuerais juntos? ¿Estabais enrollados?
—No, no —negó enérgicamente, poniendo
cara de incredulidad —. No era mi tipo ni yo el suyo, créeme…
Quería que fuera porque siempre le estaba preguntando acerca
de eso, me preocupaba, y porque él sólo me contestaba
que no me gustaría.
—Así que… los dos gays en este pueblo de…
mierda. Bueno, no es un pueblo, pero para el caso —suspiró,
cruzando el brazo tras la cabeza, mirándolo —. ¿No
crees que es un poco extraño? Quería que fueras pero
a la vez te decía que si ibas no te iba a gustar, parece
una excusa para hacer que no vayas. ¿Conoces a alguien que
fuera allí y pueda decirnos dónde es?
—Tal vez… Hay un chico en la universidad que puede
estar relacionado, pero es un imbécil —frunció
el ceño de nuevo, sin poder evitarlo y sin apartar la mirada
esta vez —Claro que no quería que fuera, por eso quería
ir. Jiken era demasiado curioso, siempre estaba buscando cosas nuevas.
A veces incluso me aparecía un poco ingenuo.
—Pues… igual se metió en algo feo. Eso nunca
se sabe, y mucho menos cuando alguien se siente deprimido y esas
cosas —apoyó los codos en los reposabrazos, golpeteándolos
con los dedos y mirando el collar de pinchos que llevaba en el cuello
—Dame el nombre del imbécil, hablaré con él
—alzó la vista a sus ojos otra vez, esperando.
—James, casi siempre está cerca de la cafetería.
Ni siquiera estoy seguro de que vaya a clase alguna vez, ¿eh?
—se encogió de hombros, un poco nervioso por cómo
lo miraba —Jiken no era una mala persona, ¿sabes? —le
aseguró por si acaso se estaba formando una opinión
extraña de su amigo.
—Sí, eso creo, pero si te metes en sitios donde sí
las hay, y eres una buena persona… es cuando la cagas, ¿no
crees? —se giró para ver cómo iba el download,
pero todavía iba a tardar, así que, se sentó
en el sofá a su lado, girado para poder verlo de frente.
—Supongo, por eso quería ir con él —suspiró,
relajándose por un momento también, quizás
por la manera de hablar del moreno, ya no sentía que tenía
que agredirlo —. A veces pienso que simplemente estaba demasiado
acostumbrado a estar solo.
—¿Y tú? —apoyó el brazo en el
sofá, girándose un poco para alcanzar la lata de cerveza
y terminarse lo que quedaba.
—¿Yo qué? Yo estoy bien… —desvió
la mirada, pensando que no tenía ganas de ser analizado ahora
y levantándose de nuevo —Estoy en un pueblo lleno de
idiotas, es natural que no tenga mucha compañía. ¿Quieres
otra?
—Vale… —se rio suavemente, cogiendo su mochila,
y aprovechando para apuntar el nombre del estudiante con el que
necesitaba hablar, antes de que se le olvidase. Miró hacia
la cocina un momento y se dio con la libreta contra el mentón.
Estaba muy bueno el dichoso universitario, pero seguramente Bronco
le iba a cantar las cuarenta si acababa con él en la cama,
y mejor no pensar en lo que diría Ageha si se enteraba.
Lowe cogió dos latas de cerveza de la nevera, ya que había
olvidado que él aún tenía en la suya. Lo miró
de soslayo antes de regresar.
—¿En serio me crees cuando te digo que Jiken no se
suicidó? No me mientas sólo para conseguir información.
—No lo hago, pienso que la duda es razonable, y que merece
la pena investigarlo más. Sabemos que la policía es
bastante capulla cuando no se trata de algo que ellos consideren
“importante”. Tal vez sí murió de una
sobredosis, pero eso no quiere decir que él tomase la droga
conscientemente. ¿Tenía algún enemigo? —lo
miró, alargando la mano para coger la lata que le ofrecía.
—¿Enemigos? —Lowe se rio, abriendo su lata y
bebiendo de ella —No, no los describiría así,
pero no tenía amigos si a eso te refieres. La gente tenía
una idea equivocada de él, si les preguntas, era raro, consumía
de todo tipo de drogas, era satánico… Les faltaba poco
para decir que desayunaba bebés.
Steiner se rio, pensando que sí, cosas así eran las
que le habían contado sobre el chico, pero la verdad…
sabía que no había que hacer mucho caso.
—¿Sabes si se enrolló con alguien recientemente
o algo así?
—No, no lo creo. Por lo menos no era algo importante, estoy
seguro de que me lo hubiera dicho —negó con la cabeza,
preguntándose si le habían dicho algo, y si existía
un nuevo rumor que él desconociera, pero no era posible.
La mayoría de los chicos no inventarían algo así,
ya que no querían ser considerados gay.
—Vale… me lo pones bastante difícil —apoyó
la cabeza en el respaldo, mirando al techo y quedándose así
unos segundos, hasta que recordó que tenía unas hamburguesas
en la bolsa. Cogió una y le pasó la otra, aunque en
origen las dos iban a ser para él —. Con queso y bacon
—le informó.
—Gracias, iba a comer afuera de todos modos —la aceptó,
enrojeciendo, pero para colmo, esas eran sus favoritas. ¿Por
qué tenía que tener justo eso? —Lo lamento,
nuestra amistad se basaba en otras cosas, teníamos personalidades
afines supongo. Yo no lo juzgaba y él no me juzgaba a mí.
—Ya, sé cómo es eso —abrió la
hamburguesa, que todavía conservaba algo de calor, y se puso
a comer —. ¿Su familia piensa que es normal que se
suicidase?
—Sí, pero no estaban unidos. No creo que lo conocieran
bien tampoco —mordió la hamburguesa, encogiéndose
de hombros de nuevo, pensativo —. Ya te dije que no se llevaba
bien con ellos.
—Ya, pero de todas maneras quería saber su opinión
—hizo un esfuerzo para no bostezar y volvió a comer,
pensando que Bronco se iba a activar todo cuando le contase el asunto.
A Ageha no le iba a hacer ninguna gracia cuando le dijese que pensaba
quedarse unos días más.
—Mira, en este pueblo, sólo hay dos personas a quienes
nos importaba Jiken. A mí y al psicólogo —le
aseguró, contando con los dedos como si fuera necesario y
hablando con la boca semi llena —, pero tenía talento,
estaba seguro de que podría largarse de este pueblo tarde
o temprano.
—Ya, pues el talento jode a más personas de las que
tú te crees, ¿y podrías conseguir que su sicólogo
hablase conmigo? —sonrió un poco, pensando que ya podía
terminarse lo que tenía en la boca primero.
—Puedo intentarlo —contestó, mordiendo otro
trozo. Lo cierto es que si hablaba con él, por lo menos tendría
otros datos sobre Jiken, cosas que no lo harían ver como
un bicho raro, era lo que menos quería en el mundo.
—Hazlo, yo… hablaré con mi jefe a ver qué
piensa de todo esto —se giró en el sofá, apoyándose
de rodillas para mirar si ya había terminado de bajarse el
programa.
—¿Ya se bajó? —le preguntó, continuando
con la hamburguesa, no se había dado cuenta de cuánta
hambre tenía hasta que había comenzado a comer —¿Qué
esperas encontrar allí?
—Si mantenía conversaciones extrañas con alguien,
ese tipo de cosas, y sí, ya se ha bajado —se metió
en la boca lo que le quedaba y se sentó, limpiándose
los labios con la servilleta antes de sujetar el ratón para
instalarlo —. Va a tardar lo suyo en recuperar la información
y todo eso… así que, déjalo encendido esta noche
y no lo toques, ¿vale? —le echó un vistazo,
tocándose el labio —Tienes pan ahí —(ven
aquí y te lo saco con la lengua) remató mentalmente.
—¿Dónde? —le preguntó, intentando
limpiarse y lamiéndose los dedos luego. Sonrió un
poco, mirando por la ventana decidiendo que mejor dejaba eso de
correr para el día siguiente —Es igual, no iba a dejar
que te lo llevases de todas maneras.
—¿El qué? ¿El ordenador?
—Sí, el ordenador. No voy a dejar que lo revises sin
mí.
—Ni yo pensaba llevármelo, ¿con qué
excusa iba a acosarte si no? —sonrió, pensando que
siempre estaba a la defensiva —Por mí puedes sentarte
en mis piernas si quieres.
—Eso quisieras tú —se quejó, señalándolo
luego —. No eres profesional. ¿Siempre te comportas
así? ¿Cómo puedo confiar en que escribas un
buen reportaje?
—Porque lo escribo con las manos, no con la punta…
Venga, era una broma para que te relajases un poco, y ahí
tienes la revista, puedo decirte qué reportajes son míos
—se sentó en el sofá, apoyando la mano en el
respaldo para indicarle que se sentase a su lado —. Y no…
no siempre me comporto así.
—No estoy para bromas —se acercó con desconfianza,
tomando la lata de cerveza para acabársela. Se sentó
a su lado finalmente, un poco más alejado de lo que pretendía
el moreno —A ver… Los leeré esta noche.
—A ver… —le contestó, mirando su propia
muñeca para averiguar qué hora era —Mejor será
que me vaya, antes de que te enamores de mí.
—Como dije antes: eso quisieras —alzó una ceja,
aunque había enrojecido un poco, tenía ganas de empujarlo.
—Ja, ja… tú tiéntame a que te lo demuestre…
—bromeó, sin levantarse todavía y tocándole
una mejilla, por si pensaba que le iba a pasar desapercibida la
rojez en ellas.
—¡No toques! —manoteó molesto, poniéndose
de pie de un salto —Sigue y no te dejo entrar mañana.
Anda, es tarde, estoy cansado… —se quejó, empujándolo
hacia la puerta en cuanto se levantó.
—Que ya voy —le empujó el pecho para que se
calmara, aunque no violentamente, pero lo miró serio —Tengo
que coger mis cosas, ¿sabes? —. Las tomó de
encima del sofá, y se colgó la bolsa al hombro antes
de dirigirse a la puerta.
—Ya… Bueno…, hasta mañana supongo —se
“disculpó” a su manera. Sabía que no sólo
tenía el problema de la agresividad por su dolor, también
se ponía así cuando algo lo ponía nervioso
—, pero sí es tarde.
—Sí, los niños pequeños tienen que acostarse
—le sujetó la cabeza con la mano y le besó la
frente con recochineo, saliendo y cerrando él mismo, no sin
algo de urgencia en realidad.
—Sí, ¿eh? Mejor corre —lo amenazó,
aunque no pensaba perseguirlo, ya tendría que regresar al
día siguiente de todas maneras y no lo pensaba olvidar.
Se giró, mirando al piso vacío de nuevo y luego el
ordenador encendido. Realmente se sentía un vacío
allí.
*****
Steiner llamó al móvil de Ageha en lugar de la oficina,
por si no estaba ya allí, aunque lo dudaba.
—Mi amor… —contestó el chico al ver el
número, sonriendo instantáneamente mientras caminaba
a su casa desde aquella pizzería que tanto le gustaba.
—Estás en la calle… —le dijo al escuchar
el ruido de los coches —Yo también, voy a la pensión
ahora.
—Bronco me envió a casa, estaba comprando comida —le
explicó, sin dejar de sonreír —. Es como si
caminásemos juntos. ¿Qué has averiguado?
—Buf… un montón de cosas, creo que casi os envío
un email y le echáis un vistazo mañana, mierda…
—se colgó mejor la mochila del hombro y se percató
de que se había dejado la cazadora en casa del chaval ese
—. Bueno, el caso es que esto promete. Me va a llevar más
tiempo del que pensaba —cruzó la calle, y se dirigió
al lugar de la otra noche.
—¿En serio? —se detuvo por un momento, decepcionado.
Tan sólo había obtenido una noche con él —¿Qué
tanto tienes que investigar?
—Su mejor amigo dice que… no se suicidó —le
dijo en bajo, ya que estaba entrando en el establecimiento y sentía
que todos eran muy cotillas en aquel lugar —, y la verdad,
empiezo a creérmelo. Él fue quien nos envió
la grabación.
—¿Y ese amigo, no será guapo por casualidad,
verdad? —le preguntó, empezando a caminar de nuevo
y buscando sus llaves de manera precaria entre la pizza y el móvil.
—Pues… depende de quién lo mire supongo —se
rio, subiendo en el ascensor hasta su dormitorio. Cerró la
puerta a su espalda y dejó la mochila en el suelo —.
¿Vas a cenar solo?
—Desgraciadamente, y luego me iré a la cama, pero
sólo por esta noche —se rio como amenazándolo,
mientras abría la puerta —. Y ahora dime por qué
le crees a ese chico.
—Es su actitud, y además he visto el ordenador del
otro y… bueno, no sé. Es posible que no se suicidara,
es extraño que no buscase nada al respecto, y… no le
dejó una nota ni nada, a pesar de que estaban muy unidos.
No sé, son una serie de cosas, como que por ejemplo tenía
planes de irse de allí, y buenas expectativas. Se llevaba
mal con sus padres, pero estaba independizado, así que…
no me parece un motivo para decir sayonara —se sentó
en la cama y se quitó las botas estilo motero que llevaba.
—La gente es muy extraña, se suicida por las cosas
menos importantes —le advirtió, mientras subía
al ascensor —, aunque si tú lo dices, debo creerte,
tienes buenos instintos. Y por otro lado, supongo que si fuera el
fantasma de un suicida, no estaría confundido, no sé.
—Tampoco lo sé, pero parece estúpido —se
rio sin poder evitarlo, y se tumbó en la cama, pasándose
la mano por el pecho —. Con lo bien que estaba yo contigo
encima ahora —se soltó el cabello, suspirando.
—Y yo contigo debajo… —sonrió, ladeando
la cabeza, ahora saliendo del ascensor —Dormiré desnudo,
sólo mi piel entre las sábanas.
—Hum… qué envidia de las sábanas…
—resopló, sonriendo y colocándose la goma en
la muñeca —Aunque me quede, el viernes por la tarde
me tienes ahí.
—Más te vale, porque voy por mi segunda pizza del
día y es por despecho. Como no llegues el viernes, me iré
a un pub —se rio un poco, mientras cerraba la puerta de su
piso, dejando la pizza sobre la mesa —. Mañana voy
a llevar a Bronco al gimnasio, necesita acción.
—Pues llévatelo a una sauna, no al gimnasio, se le
va a oxidar… —sonrió un poco, aunque no con la
misma expresión. No es como que no supiera que a Bronco le
gustaba Ageha, cuando comenzó a acostarse con él.
—No es eso lo que busca. Quiero que conozca a un chico guapo,
sexy…, pero que no sólo busque un polvo —le aclaró,
pasándose una mano por el cabello.
—Ya conoce a uno, ¿no? Guapo, sexy, y que lo quiere
mucho —miró de soslayo hacia el teléfono, como
si así pudiera leerle el pensamiento.
—Sí —le contestó de manera algo seria,
sintiéndose culpable, aunque no estaba seguro de lo que sucedía
allí —, pero no estamos hablando de ti —bromeó
luego para quitarse aquella sensación.
—Qué graciosillo —sonrió también,
suspirando con fuerza y sujetándose al cabecero, tensando
los músculos mientras se estiraba —. Hum… me
voy a duchar, te llamo mañana si sé algo más.
Puede que el amigo de Jiken me consiga una cita con su sicólogo.
A mí no quiso recibirme.
—Buena suerte entonces. Tú sólo recuerda lo
más importante, tu polla va en tus pantalones —se rio,
enviándole un beso —. Descansa.
—Se me pone dura sólo con que tú me la mentes…
—sonrió, pero la verdad es que no mentía tanto
—Ciao —le dijo antes de colgar, pensando que iba a tener
que cascársela para poder dormir.
—Ciao —contesto Ageha como ya era costumbre ya que
siempre le colgaba él primero. Aun así le susurró
al teléfono —Polla dentro de los pantalones.
Continua leyendo!
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